Lápida sepulcral más antigua de Matanzas

Lápida sepulcral más antigua de Matanzas
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Obra Arquitectónica
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Descripción


La lápida sepulcral más antigua de Matanzas. Tras 122 años bajo las losas frías de la catedral de Matanzas, hallan los restos de la marquesa doña Beatriz Jústiz y Zayas. La losa es una pieza museable esculpida en mármol de Carrara.

Se conserva fragmentada en cinco partes, en el Museo Provincial Palacio de Junco en su sala de Epigrafía. Es la lápida sepulcral más antigua de la urbe yumurina.

La familia Jústiz

Ilustres familias cubanas fueron abrigadas en el seno de una ciudad legendaria y de encanto natural: Matanzas. Abrigo que podía ser por su condición natural o simplemente porque le pertenecieron en un tiempo, por razones diversas.

Entre ellas recordamos, no solo por su linaje sino también por sus rasgos filantrópicos a la familia Jústiz, procedente de Guipúzcoa, en la villa de San Sebastián, España, que arribó a San Cristóbal de La Habana a finales del siglo XVII.

Asentados en Cuba, sus miembros consolidaron un rico caudal económico que les posibilitó realizar contribuciones sociales y ocupar un privilegiado lugar en la sociedad de la época.

Ostentaron títulos como el marquesado de Jústiz de Santa Ana, desde 1758, y el de Prado Ameno, desde 1787, ambos vigentes en la actualidad.

Entre sus descendientes destacan don José de Jústiz y Umpiérrez, coronel de los Reales Ejércitos, sargento mayor y alcaide de la Fortaleza del actual marqués de Jústiz de Santa Ana es Leonardo del Monte y de Zarraga, radicado en EE.UU.

El marqués de Prado Ameno es don Javier de Cárdenas y Chávarri, radicado en España. Morro –en la Plaza de La Habana–, gobernador y capitán general de San Agustín de la Florida, quien contrajo nupcias con doña Beatriz de Zayas Bazán y Frómeta. De ese enlace nacieron Georgina, Beatriz, María Leonor, Juan José y Vicente de Jústiz y Zayas Bazán. Bautizada en la Catedral de La Habana, el 24 de febrero de 1733, Beatriz Agustina Zayas Bazán contraería matrimonio años más tarde con su primo don Manuel José Aparicio del Manzano y Jústiz, segundo marqués de Jústiz de Santa Ana.

La unión acontecida el 24 de septiembre de 1751 la convertiría en la marquesa de Jústiz de Santa Ana. Entre las propiedades que poseía el marqués se encontraba la hacienda Los Molinos, en Matanzas, concedida por el Cabildo en 1715 para construir molinos de tabaco. El primero de éstos se instaló en 1717, dando lugar posteriormente a la industria del rapé. En el siglo XVIII esa actividad significó un relativo bienestar económico en la ciudad por las ganancias que llegó a propiciar.

Doña Beatriz de Jústiz y Zayas.

Beatriz se distinguía por su elevada cultura. Gustaba de la ópera y del teatro. Caritativa y muy devota, el año de su matrimonio donó, junto con su esposo, una considerable suma de dinero para la construcción de la actual Catedral de Matanzas.

Fiel a Cuba y enamorada de su natal Habana, en 1786 encabezó la lista de señoras aristócratas que donaron sus joyas para recaudar fondos que ayudaron económicamente en la batalla por la independencia de las 13 colonias del norte. A ello se sumó su protesta por la toma y ocupación militar de La Habana por los ingleses, en 1762.

La marquesa de Jústiz de Santa Ana y su familia radicaban en la capital y acostumbraban a pasar largas temporadas en la hacienda Los Molinos, rodeada de esclavos instruidos en todo lo necesario y a los que ofrecía privilegios en relación con el trato dado a otros individuos de la misma condición.

Vale destacar el caso de Juan Francisco Manzano, el poeta esclavo, a quien ella solía llamar “el niño de su vejez”. Gracias a las memorias de Manzano, hoy se conocen muchas historias de la vida de la familia Jústiz. Manzano.

El 5 de junio de 1803, en la referida finca, falleció la marquesa a la edad de 70 años. Fue “amortajada con el hábito del seráfico padre San Francisco”. Según las costumbres de la época, las personas eran enterradas en las iglesias, aunque existen referencias de que en Matanzas, con anterioridad a 1811, existió un cementerio en los terrenos aledaños a la catedral.

Los enterramientos en las iglesias se disponían en diferentes puntos que se situaban desde el altar mayor hacia afuera, en dependencia del poder económico y voluntad del fallecido. En el caso de la marquesa, por su alta condición, mereció el sitio izquierdo del altar mayor, donde reposó en el olvido hasta 1925 en que, haciéndose una reparación al templo, se halló el sepulcro.

Los restos mortales de la Marquesa de Jústiz de Santa Ana descansan en la catedral matancera y la lápida sepulcral en el museo provincial Palacio de Junco, en Matanzas.

El hallazgo

“Después de 122 años de dormir bajo las losas frías de la catedral, ha resucitado en plena civilización el recuerdo de la marquesa doña Beatriz Jústiz y Zayas”.

Ante el hallazgo, se procedió a la exhumación de los restos con la previa autorización del doctor Gerardo Suárez, cura párroco de la Iglesia del Sagrario de la Catedral, a la Jefatura de Sanidad.

Se encontraban presentes el obispo de Matanzas, monseñor Severino Sainz Bencono; los doctores Adolfo Lecuona y Juan F. Tamargo; el inspector de sanidad, Ruiz; y el arquitecto Caballol.

Según refiere el sacristán, existió una carta de autorización de la Jefatura de Sanidad, dirigida al párroco de la catedral, para dejar que solamente los restos de la ilustre dama descansaran para siempre en el recinto.

No ocurrió así con la lápida sepulcral, que atesora en la actualidad el museo Palacio de Junco en la ciudad de Matanzas.

Esculpida en mármol de Carrara, se conserva fragmentada en cinco partes, con faltantes. Su primer tercio está delimitado en forma de rectángulo con un abanico en cada extremo. Al centro, un pedestal con una cruz latina imperceptible y la inscripción JHS ( Jesús Hombre Salvador). Sobre éste descansa un copón, símbolo de la abundancia y “portador” del bálsamo de la inmortalidad. A ambos lados, el árbol salix humboldtiana (sauce).

Todos esos elementos en su conjunto significan la eternidad cristiana.

En el segundo tercio se puede leer la palabra sepulcro, utilizando el estilo gótico alemán con influencia del barroco americano. Debajo se leía en letra estilo Baskerville, con detalles de serif: “De la señora Doña Beatriz de Jústiz y Zayas.

La losa es una pieza museable que mide 187 centímetros de largo, 88.3 centímetros de ancho; 5 centímetros de profundidad, y pesa 222 kilogramos.

El tercer tercio está en blanco y en el extremo inferior derecho firmado por los autores Rowe & White C.S.C. (Charleston-South-Caroline), lugar de fabricación. Bordeando la losa, tres molduras ancladas.

La losa forma parte de las primeras donaciones al Museo Municipal de Matanzas, en octubre de 1959. En la actualidad integra las colecciones que atesora el Museo Provincial Palacio de Junco y se encuentra expuesta en la sala de Epigrafía.

Resulta de gran importancia la preservación de la pieza como legado a las futuras generaciones por su incalculable valor histórico y artístico y, además, por constituir la lápida sepulcral más antigua de la urbe.

Las lápidas sepulcrales

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En torno a la importancia de la pieza se habían manejado diferentes consideraciones a lo largo de varios años, por ello resultaba necesario estudiar la historia y los diversos elementos que la integran.

Las denominadas lápidas o losas sepulcrales son aquellas elaboradas con piedra, mármol o metal, con las que se cubre un nicho, sepultura o tumba, como recordación a las personas enterradas.

Las verdaderas losas sepulcrales no se empezaron a emplear hasta el siglo V. Aumentó su uso durante los siglos XIV y XV, cuando alcanzaron gran lujo en su ornamentación.

Entre sus caracteres destacan los relieves, grabados e inscripciones en que se menciona el nombre, las circunstancias y los merecimientos de la persona que bajo ellas reposan.

El material más frecuente para su fabricación fue el mármol, en diferentes variedades y colores, entre ellos el de Carrara, proveniente de Italia.

A principios del siglo XX la elaboración de las lápidas era poco usual en Cuba; por lo general se importaban. No fue hasta 1804 en que se reconocieron casas marmoleras, las cuales se dedicaron a trabajar para el Cementerio de Espada, en La Habana.

La investigación.

Para realizar la investigación de la lápida sepulcral de la marquesa de Jústiz de Santa Ana resultaron de gran relevancia los elementos aportados en la entrevista y consultas al doctor Ercilio Vento Canosa, historiador de la ciudad de Matanzas y especialista en la temática, quien colaboró en la identificación y el significado de los diferentes elementos decorativos que integran la misma.

Ante el hallazgo, se procedió a la exhumación de los restos con la previa autorización del doctor Gerardo Suárez, cura párroco de la Iglesia del Sagrario de la Catedral, a la Jefatura de Sanidad.

Se encontraban presentes el obispo de Matanzas, monseñor Severino Sainz Bencono; los doctores Adolfo Lecuona y Juan F. Tamargo; el inspector de sanidad, Ruiz; y el arquitecto Caballol.

Según refiere el sacristán, existió una carta de autorización de la Jefatura de Sanidad, dirigida al párroco de la catedral, para dejar que solamente los restos de la ilustre dama descansaran para siempre en el recinto.

No ocurrió así con la lápida sepulcral.

Teniendo en cuenta la necesidad que para el estudio tenía confirmar los autores y el lugar de fabricación de la losa sepulcral –lo cual nos llevaría a su autentificación–, en el año 2000 consultamos al MSc. Silvio Leonel Curiel Lorenzo, especialista en análisis de información del Centro de Información y Gestión Tecnológica, quien realizó una búsqueda de información y corroboró que, según la consulta realizada, “en el directorio de la ciudad de Charleston, Carolina del Sur, Estados Unidos de América, se listaban como residentes Rowe & White, talladores de piedra, en la esquina de la Iglesia y la calle del Mercado anterior a los años 1819, 1822 y 1825”.

Por tales razones puede concluirse que la losa objeto de estudio (1803) fue importada de EE.UU, con diseño pre elaborado y luego se completó la inscripción del texto original por artesanos aislados, de ahí la notable diferencia que existe entre los estilos de letras de la palabra sepulcro y el texto referido a la dama.

Otro elemento significativo que corrobora que la lápida fue terminada después es que su último tercio casi aparece en blanco, aspecto notorio que daba la posibilidad a los artesanos y familiares de poder plasmar a su gusto las palabras de reconocimiento al finado.

Fuentes

  • Cantillo González, Justa Bielka MCs y Lic. Esther Ángela González Palmira. Compilación de los estudios sobre la lápida sepulcral más antigua de Matanzas, 2018.
  • Foro www.genealogy.com y en respuesta de Tracey Coleman, 20 de marzo del 2006, con el asunto Re: Rowe&White CRe: Rowe&White CSC 1803 SC.