Idiomas africanos

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Lenguas africanas
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Concepto:Mapa que muestra la distribución de las principales familias de lenguas africanas (no incluye las de origen europeo).

Lenguas africanas, lenguas indígenas del continente africano. En África se hablan más de mil lenguas diferentes. Dejando aparte el árabe, cuyos límites exceden los del continente, las lenguas más habladas por los africanos son el swahili y el hausa, que cuentan cada una con más de diez millones de hablantes. Otras lenguas, que a menudo son calificadas erróneamente como dialectos por el mero hecho de contar con pocos hablantes, las hablan algunos miles de personas. Por término medio, una lengua africana cuenta con unos doscientos mil hablantes, y sólo algo más de una docena de ellas alcanzan el millón. Con todo, muy pocas cuentan con documentos literarios escritos, aunque la mayoría sí posee una amplia tradición de literatura oral.

Clasificación de las lenguas

De acuerdo con los estudios más recientes, suele afirmarse que las lenguas de África se clasifican en cuatro grandes familias: camitosemítica, también llamada afroasiática, nilosahariana, khoisán y nigero-kordofana.

Se llama familia lingüística al grupo de lenguas o idiomas que proceden de un tronco común. Las familias se subdividen en ramas o grupos que están constituidos por lenguas más próximas e interrelacionadas; en África, algunas tienen una historia de más de 5.000 años. Los idiomas pertenecen a familias tan diferentes como lo puedan ser el español, el vasco, el árabe, el quechua y el tagalo entre sí; aunque sean dispares pueden hablarse en el mismo entorno nacional. Incluso dentro de una misma familia pueden existir disparidades fonéticas y estructurales, semejantes a las que existen entre el español, el francés, el alemán, el ruso y el indi, que son todas ellas miembros de la familia indoeuropea. A su vez, también dentro de una misma familia hay similitudes, como las que se manifiestan entre el catalán, el español y el portugués.

En cuanto a la escritura, sólo la poseen en torno a la mitad de las lenguas africanas y algunas no tienen más testimonio escrito que unos fragmentos del Nuevo Testamento. Los alfabetos, excepto en el caso del árabe y de algunas lenguas de Etiopía, como el amárico, están basados en adaptaciones del alfabeto romano introducido por los movimientos misioneros. Algunas tribus han desarrollado su propio silabario, tal es el caso del vai de Liberia y el bamum del Camerún.

Las primeras personas que estudiaron las lenguas africanas fueron fundamentalmente misioneros, los cuales, conforme iban aprendiendo la lengua con la población nativa, preparaban textos escritos. Así pues, la información más válida sobre los idiomas africanos tiene ese origen. La primera obra de interés en estas lenguas es la Políglota Africana, que realizó, en el siglo XIX, el profesor y misionero Sigismund W. Koelle; incluye una relación de unas 300 palabras y 156 frases en distintos idiomas. Esta información la obtuvo de los esclavos liberados que vivían en el protectorado británico del África occidental de Sierra Leona. En el siglo XX, se ha avanzado bastante en el conocimiento de estas lenguas, tanto en sí mismas como en las relaciones que existen entre ellas. Pueden destacarse los estudios de los alemanes Carl Meinhof y Diedrich Westermann, del lingüista sudafricano Clement Martyn Doke y de los británicos Ida Caroline Ward y Malcolm Guthrie. El lingüista y antropólogo estadounidense Joseph H. Greenberg corrigió las primeras agrupaciones de estas lenguas y realizó una clasificación en 1963 que, tal vez, en estudios posteriores se modificará o perfeccionará.

A veces se ha sugerido que con el tiempo las lenguas indígenas africanas retrocederán en favor de las lenguas europeas más reconocidas internacionalmente, o al menos lo harán en favor de las lenguas nativas más difundidas en el continente. Sin embargo, se espera que permanezcan vivas durante los próximos siglos, pese al aumento de los contactos que se establecen entre África, Europa y el resto del mundo. A medida que el continente se desarrolle, será mayor el número de personas que, hablando una lengua de las consideradas menores, aprenda una de las lenguas nativas más habladas y quizá otra lengua internacional; ahora bien, persistirá el uso de su lengua en el ámbito familiar, y en los asuntos privados o en su entorno nacional, mucho más allá de lo que se cree. La aparición de los estados independientes se ha visto acompañada de un renacimiento e interés por las lenguas indígenas en muchas partes de este continente.

Familia camitosemítica

Constituye el grupo más importante de las lenguas que se hablan en el norte de África. La rama semítica incluye las lenguas que se hablan tanto en Asia como en África. El árabe, miembro principal de la rama, es la lengua más hablada en el norte del continente y en la República de Sudán. El amárico, que hablan cinco millones de personas, es el idioma oficial de Etiopía. Su libro nacional, el poema Kebra nagast (La gloria de los reyes) está escrito en ge’ ez o etíope antiguo, hoy en desuso. La literatura en esta lengua antigua también incluye varios libros de los Evangelios apócrifos, que no se conservan en ninguna otra lengua. Entre las lenguas semíticas que se hablan en el este de África están la tigrinya y la tigré de Eritrea y Etiopía.

La rama bereber de esta familia se extiende por Marruecos, Argelia y Túnez; la hablan también grupos de poblaciones diseminadas por el norte de África y en los límites meridionales del desierto del Sahara. La rama cusita está localizada en Etiopía, Somalia y la costa del mar Rojo; en este grupo se incluyen la orominga y la somalí. De la misma familia camitosemítica era el egipcio antiguo.

La llamada rama chádica, de la misma familia, se extiende por el norte de Nigeria. En ella la más importante es la lengua hausa, una de las dos más habladas en el África subsahariana. Es una lengua empleada en el comercio y en la enseñanza, se usa incluso en regiones que sobrepasan sus fronteras originarias. En hausa se publica prensa escrita y está aumentando el volumen de su producción literaria.

Familia nilosahariana

Se habla a lo largo de un territorio que se extiende a lo largo de las orillas del río Níger hasta Etiopía, a través del valle alto del Nilo y en algunas partes de Uganda y Kenia, lo que constituye toda una cadena discontinua de lenguas. El miembro más occidental de esta familia es el songay, lengua que cuenta con bastantes hablantes, aunque sin relación con otras próximas, que se habla en gran parte del Alto Níger, Malí y Níger. La rama sahariana abarca las lenguas que se hablan al norte de Nigeria, en la República del Chad, por el este, y en los asentamientos de los oasis que existen en Libia, por el norte. Aun cuando esta zona no está densamente poblada, la lengua que cuenta con mayor número de hablantes, de la mencionada rama sahariana, es el kanuri, con millón y medio de hablantes.

La rama nilochadiana cuenta con un millón de hablantes y se habla en Sudán, norte de Chad, parte de Uganda y Kenia y en el límite noreste de las dos Repúblicas del Congo. Las lenguas nubias se localizan en la frontera sur de Egipto, a lo largo del Alto Nilo, y en zonas aisladas por el suroeste. El alfabeto nubio tiene su origen en el copto. Sus documentos religiosos, que datan de los siglos VIII al XIV, constituyen la única expresión literaria de una lengua viva que se usó en épocas remotas. Pertenecen a esta rama el grupo de lenguas conocido por nilótico, que se habla en el sur de Sudán y en el norte de Kenia y Uganda; las más representativas son: dinka, nuer, shilluk y luo. Las lenguas que se hablan más al sur, lo que incluye el masai de Kenia, fueron consideradas como camitosemíticas.

También pertenecen a la misma familia, la nilosahariana, las que hablan pequeños núcleos de población de Chad y de la frontera entre Etiopía y Sudán, la maba y la koma.

En muchas lenguas de esta familia, las relaciones gramaticales se expresan por medio de sufijos nominales, algo parecido a los casos del latín; es un sistema muy diferente al de cualquier otra familia de lenguas africanas. Estas relaciones se expresan por medio de un cambio fonético muy complejo, que se produce en las vocales interiores, y que ofrece grandes dificultades para quien trata de aprender cualquiera de estas lenguas. También disponen de una serie de sufijos para expresar determinadas construcciones verbales, como es el caso del kanuri; otras se sirven de sufijos y prefijos, como en las lenguas nilóticas meridionales. También poseen construcciones pasivas que se utilizan frecuentemente y con mayor libertad que en español. Por ejemplo, una oración como ella recibió un paquete se suele expresar por la forma un paquete fue recibido por ella. Se puede acortar por medio de un paquete fue recibido. La acción (recibir) y el objeto (paquete) constituyen la parte básica de la oración y es la información relevante; el agente que lleva a cabo la acción prácticamente carece de interés.

Familia khoisán

Está formada por lenguas que cuentan con un menor número de hablantes, no más de cien mil, en todo el continente. Son los idiomas que hablan los pueblos del sur de África: san y khoisán; la más hablada es la nama, por unas 25.000 personas. Lejos de ella, al noreste de Tanzania, existen otras dos lenguas de la misma familia: la sandawe, que cuenta con unos 23.000 hablantes y otra menos divulgada, la hadza. Estas lenguas se caracterizan por un chasquido específico en sus sonidos consonánticos, y en algunas, las palabras se inician con el chasquido. Este sonido consiste en dos oclusiones seguidas, desde la zona gutural hasta la labial. Para emitirlo la lengua succiona y forma una cavidad vacía entre las oclusiones; al deshacerse, porque entra el aire exterior en dicha cavidad, se produce ese sonido característico. En la escritura, los chasquidos se representan por medio de letras que no se emplean como C, Q, X, o bien por medio de unos signos especiales que representan un chasquido alveolar (≠), uno lateral (//), uno palatal (!) y uno dental (/). En este conjunto de lenguas, las hay que poseen el sistema de género gramatical que, entre las lenguas africanas, sólo se encuentra en el grupo camitosemítico.

Familia nigero-kordofana

Incluye dos subfamilias: la nigerocongoleña y la kordofana. Ésta última abarca unas treinta lenguas. Se localiza en un área pequeña al sur de Sudán, en las montañas de Nubia, y está prácticamente rodeada por la familia nilosahariana y las variedades del árabe que se hablan en la zona. La subfamilia nigerocongoleña se distribuye por casi todo el continente al sur del desierto del Sahara. Seguramente, como consecuencia de las migraciones, la subfamilia nigerocongoleña se fragmentó en varias ramas, hará más de 5.000 años, por lo que muchas lenguas emplean palabras parecidas para nombrar objetos y acciones de la vida cotidiana; incluso algo similar ocurre con lenguas más alejadas de la subfamilia kordofana, que muestran caracteres gráficos y estructuras gramaticales próximas a las nigerocongoleñas. En contraste con el escaso número de hablantes con que cuentan las lenguas kordofanas, cada tres o cuatro africanos hablan una lengua del entorno nigerocongoleño.

Hace más de un siglo que se conoce la relación que existe entre las lenguas de esta subfamilia. Por eso, pronto empezó a hablarse de lenguas bantúes (porque la palabra bantú significa gente en muchas lenguas de este grupo). Las lenguas bantúes más conocidas y habladas son: el zulú y el xosa de Sudáfrica, el makua de Mozambique, el ngamya de Malawi, el shona de Zimbabue, el bemba de Zambia, el kimbundu y umbundu de Angola, el swahili y sukuma de Tanzania, el kikuyu de Kenia, el ganda de Uganda, el ruandés de Ruanda, el rundi de Burundi, el ngala y congo de la República del Congo y de la República Democrática del Congo, el fang de Camerún. Ya empieza a ser conocida la producción literaria de quienes escriben en alguna lengua bantú.

Por sí mismas, las lenguas bantúes no constituyen una familia aislada, es más, podrían agruparse con otras de Nigeria como las tiv y birom. Todas se clasifican como Benue-Congo, que es una rama de la subfamilia nigerocongoleña. Se trata de la rama más numerosa de las lenguas africanas. El conjunto bantú aglutina mayor número de hablantes que todas las demás lenguas nigerocongoleñas.

Por encima del área bantú y al norte de las repúblicas del Congo, se encuentra la segunda rama de la subfamilia nigerocongoleña, el grupo adamaua oriental. Sus miembros de mayor difusión son la zandé y la abandi; un dialecto de ésta, conocido por sango, es una lengua franca que emplean las tribus de la República Centroafricana y cuya importancia crece día tras día.

Al oeste de Nigeria se localizan cinco ramas más de la subfamilia nigerocongoleña que han recibido la denominación de lenguas sudánicas occidentales. Una de esas ramas, integrada por tres o cuatro lenguas vecinas, en el delta del Níger, son las llamadas ijo o ijaw.

En la franja que discurre desde el sureste de Nigeria hasta Liberia se localiza la rama kwa. Abarca lenguas tan importantes como: la yoruba de Nigeria, ewé de Togo y Ghana, baulé de Costa de Marfil, kru de Liberia, entre otras. Muchas se enseñan en las escuelas y se empieza a publicar una producción literaria escasa pero creciente.

La rama gur se localiza al norte de la región lingüística kea, desde el occidente de Nigeria hasta el interior de Costa de Marfil; en ella se incluye la lengua moré de Burkina Faso, con dos millones de hablantes.

La rama atlántica occidental se extiende a lo largo de la costa atlántica, desde Liberia hasta el norte del desierto de Dakar. A ella pertenecen las lenguas temné de Sierra Leona, wolof y fulani, que es la más difundida (se la conoce también por fula, fufulda o peul). Hay dos grandes concentraciones de hablantes de esta lengua en Guinea-Conakry, y en el este de Nigeria y Camerún. Se trata de poblaciones diseminadas que viven de una incipiente ganadería, vendiendo carne, leche y mantequilla a las tribus vecinas. La fulani no es, como en ocasiones se ha dicho, una lengua semítica.

Los hablantes de la rama mandé residen en lo que resta del occidente africano. Uno de sus idiomas, que recibe varios nombres como malinka, malinké, mandinga, bambara y diola, según las áreas, cuenta con tres millones de personas, distribuidas desde Senegal hasta gran parte de Malí, Guinea y en el norte de Costa de Marfil. También se hablan lenguas mandé en Sierra Leona y Liberia. Pequeñas comunidades de hablantes de esta rama se diseminan por el occidente de Nigeria. Hace poco tiempo se ha propuesto llamar a esta rama mandekán, y parece que ha sido bien acogida la propuesta. Se cree que se trata de la agrupación más antigua dentro de la subfamilia nigerocongoleña y que se habla desde hace 5.000 años.

Gramática bantú

Las lenguas bantúes, que pertenecen a una rama de la subfamilia nigerocongoleña, clasifican los nombres según un criterio peculiar. En swahili, que es un idioma bantú, un determinado grupo de nombres añaden el prefijo m- para el singular y el wa- para el plural: por ejemplo, mtoto (niño) y watoto (niños). Otro grupo emplea el prefijo ki- para el singular y el vi- para el plural: por ejemplo, kikapu (cesto) y vikapu (cestos). Las palabras que modifican a los nombres concuerdan con ellos según los prefijos: así mtu mzuri (buena persona), y watu wazuri (buenas personas); kikapu kizuri (buen cesto) y vikapu vizuri (buenos cestos). Existen algunos modificadores y pronombres personales de tercera persona que no concuerdan con los nombres en el prefijo. Cada serie de prefijos y de pronombres singular, plural o neutro (como el prefijo u- de uhuru que significa libertad) define una clase de nombres y determina sus concordancias.

Existen otras formas de clasificar los nombres, como lo muestran las lenguas de la rama gur, que lo hacen por medio de prefijos y sufijos, otras sólo por sufijos, pero en todas ellas subsisten pronombres diferentes que no se combinan ni con prefijos ni sufijos y que son sólo aplicables a cada clase de nombres a los que se refieran, rasgo inherente de las lenguas bantúes. En la rama kwa, algunas lenguas poseen prefijos nominales pero carecen de otras características. Existe otro rasgo para identificar las lenguas de esta familia y consiste en el uso de la m como descriptor de nombres referidos a líquidos, como aceite, agua o leche.

Aun cuando varía mucho la estructura gramatical de las lenguas nigero-kordofanas, todas conceden gran importancia al tipo de acción (aspecto verbal) y a la actitud del hablante ante la acción (modo verbal), pero no dan relevancia al tiempo. Tienen construcciones diferentes para indicar la acción habitual (ríe siempre), la potencial (podría reír o reiría), la terminada y experimentada por los sentidos (ha visto al jefe), la actitud exhortativa (ojalá ría), la desiderativa (si riera) entre otras posibilidades, que el español también posee, gracias a la combinación modo y tiempo verbal. En una lengua nigero-kordofana se expresan actitudes y tipos de acción sólo por medio de prefijos, sufijos, partículas o incluso con una leve modificación formal del pronombre o el verbo, que es un procedimiento relativamente sintético. Por otro lado, las construcciones pasivas son escasas o sencillamente no existen dentro de esta familia de lenguas que no son bantúes. Las preposiciones casi no aparecen y lo que expresan, como el movimiento hacia, desde, a través y demás, se expresa incorporado al verbo, en tanto que la localización como ante, detrás de, sobre o bajo van incorporadas a los nombres.

El tono

Salvo pocas excepciones, las lenguas nilosaharianas, las nigero-kordofanas, las khoisán, así como las chádicas y algunas cusitas, son lenguas tonales, esto es, las diferencias de tono en una sola sílaba hacen que cambie el significado de una palabra, de un prefijo o de un sufijo, e incluso la función gramatical en la oración. Por ejemplo, en un dialecto nigeriano ogun en tono alto significa navaja, con tono medio, piedra de molino y con tono bajo, pollo; en el caso de dos sílabas seguidas como ku bi, si las dos se emiten en un tono medio significa él vino, pero si se emite la primera sílaba en un tono alto significa tiene que venir.

En las lenguas nigerocongoleñas, los distintos tipos de pronombres pueden distinguirse únicamente por la altura tonal. En general, tales distinciones tonales, así como las de intensidad, se omiten en la escritura; sin embargo, para que el lector pueda distinguir las diferencias de significado, habría que indicarlas bien con acentos, bien con otros signos diacríticos, que pocos diccionarios y gramáticas de las lenguas africanas incluyen.

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