Saturno devorando a un hijo (óleo)

Saturno devorando a un hijo
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Francisco de Goya, Saturno devorando a su hijo (1819-1823).jpg
Datos Generales
Autor(es):Francisco de Goya y Lucientes
Año:1819 - 1823
País:Bandera de España España
Técnica:Pintura al aceite
Dimensiones:143,5 X 81,4 cm
Localización:Museo del Prado, Madrid, España

Saturno devorando a un hijo, la obra pertenece a la serie de las Pinturas negras, que a lo largo de los años reconocieron a Goya como un genio. Es una de las pinturas al óleo sobre revoco que formaron parte de la decoración de los muros de la casa que Francisco de Goya adquirió en 1819, llamada la Quinta del Sordo.

Historia

El conjunto de catorce escenas al que pertenece esta obra se ha popularizado con el título de Pinturas Negras por el uso que en ellas se hizo de pigmentos, tanto por su gama de color, reducida casi al blanco, al negro y determinados tonos castaños o dorados verdosos, como por su negra significación de pesimismo sombrío. Estaba situada en uno de los paños de las paredes laterales de la planta baja, de la conocida como Quinta del Sordo, casa de campo a las afueras de Madrid, junto al río Manzanares, conocida por ese nombre antes de su adquisición por Goya en 1819. Las Pinturas Negras se pintaron directamente sobre la pared seca, no al fresco, y en la mezcla de los pigmentos se utilizó el óleo.

En 1873 la casa pasó a ser del barón Émile d’Erlanger, fue trasladada de revoco a lienzo a partir de 1874 por Salvador Martínez Cubells, como había encargado el barón, este las cedió al Estado español, que las destinó al Museo del Prado, donde se expusieron desde 1889.

La interpretación en detalle presenta aún muchos puntos oscuros, pero la idea general de la maldad del mundo, la crueldad ciega y de la inútil esperanza, parecen suficientemente explícitas. Quizás de todas estas visiones atormentadoras, la más terrible sea la pintura que lleva por título Saturno devorando a un hijo. El mito, como es bien sabido, alude al Tiempo devorador de sus propias criaturas.

El Goya anciano, atormentado por su visión desolada del mundo, sintió con dolorosa intensidad el absurdo paso del tiempo que le abocaba a la muerte. Esta obra fue uno de los primeros pasos de una nueva corriente cultural: el expresionismo.

Técnica

Es una pintura al óleo sobre revoco, en 1874 se trasladó de revoco a lienzo por Salvador Martínez Cubells. Se usó la técnica mixta.

A parte de la restauración de Martínez Cubells en el Museo del Prado también se han registrado otras dos restauraciones más, en 1919 y en 1987. Lo único que se hicieron fueron varios repintes ante la falta de pinturas y sobre todo los ojos que eran los más dañados.

Descripción

Un espacio totalmente oscuro rodea la figura del dios, en la que destaca su deformidad y su rostro monstruoso. Es una magnífica representación de como el tiempo lo devora todo, una de las obsesiones del pintor. Con expresión terrible, Goya nos sitúa ante el horror caníbal de las fauces abiertas, los ojos en blanco, el gigante avejentado y la masa informe del cuerpo sanguinolento del supuesto hijo.

El hijo devorado, con un cuerpo ya adulto, ocupa el centro de la composición. Uno de los temas centrales es el del cuerpo humano mutilado. No solo lo está el cuerpo atroz del niño, sino también, mediante el encuadre escogido y la iluminación de claroscuro extraordinariamente contrastada, las [[piernas del dios, sumidas a partir de la rodilla en la negrura, en un vacío inmaterial.

Emplea una gama de blancos y negros, aplicada en manchas de color gruesas, solo rota por el ocre de las carnaciones y la llama fúlgida en blanco y rojo y de la carne viva del hijo.

Fuentes