Surgimiento de las Farmacias en Cuba
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Surgimento de las Farmacias en Cuba. Se hace difícil resumir sobre la actividad farmacéutica sin mostrar un breve panorama sobre como era la situación de la salud en La Habana, fundamentalmente en los siglos XVIII y XIX, que provocó el desarrollo de la medicina y de la proliferación de las boticas, droguerías y/o farmacias.
Eran muchas los problemas de salud que aparecían en la época de la conquista, eran escasos el personal médico, frecuentes las enfermedades como las diarreas, la constipación, el asma, las dificultades en la orina, las contusiones, las heridas, úlceras o infecciones parasitarias externas.
En su mayoría estos problemas eran aparejados por la falta de sanidad de la ciudad, por el abasto de agua, las lluvias, la falta de higiene por lo que sus principales métodos curativos fueron el agua, tratamiento en varias enfermedades; también utilizaban numerosas plantas medicinales del país, como la caña santa, la manzanilla, las guayabas maduras y otros.
Los médicos – cirujanos no podían ejercer sin un examen ante el Real Tribunal del Protomedicato o por orden Real. Los médicos que se establecieron en Cuba procedían fundamentalmente de la Universidad de Salamanca, donde además se graduaban de licenciados y bachilleres en medicina impregnadas de la filosofía escolástica.
Por la escasez y la necesidad de médicos y boticarios preparados, es que en el siglo XVIII, el 15 de enero de 1728 la Real y Pontificia Universidad San Jerónimo de La Habana funda las cátedras de Teología, Filosofía, Leyes, Cánones, Anatomía, Matemáticas, Retórica, Gramática y Medicina. En 1751, son ya 20 cátedras, cuatro de ellas referidas a las Ciencias Médicas.
La guerra con la inhumana reconcentración de población rural constituyó una verdadera tragedia epidemiológica para el pueblo de Cuba. La insalubridad de todas las ciudades y pueblos, prácticamente sin organización de salud pública. Hasta que durante la primera ocupación militar norteamericana, se llevó a cabo una importante labor de higienización tomándose medidas contra las enfermedades contagiosas (la aplicación del descubrimiento del doctor Finlay para la erradicación de la fiebre amarilla) y se reorganiza la salud pública con la participación de los médicos del país.
Con la república burguesa, fue nombrado Secretario de Gobernación el doctor Diego Tamayo Figueredo. Quien nombró al doctor Finlay y al higienista doctor Manuel Delfín Zamora frente de la dirección nacional los servicios de sanidad y beneficencia respectivamente. El primero frente a la Escuela de Higienistas Cubanos trató de estructurar un sistema nacional estatal de salud, logrando erradicar la fiebre amarilla definitivamente en 1908. Se disminuye la mortalidad por tétanos infantil, establece de manera permanente la vacunación contra la viruela y elaborara una avanzada legislación en materia sanitaria. La Escuela de Higienistas Cubanos (1906-1909) logra que las organizaciones sanitarias y de beneficencia formen parte del primer ministerio de salud pública del mundo.
Con la revolución se desarrolla la integración y formación del primer del Sistema Nacional de Salud Único integral en la historia de nuestro país y del continente americano. El propio desarrollo del carácter estatal de la salud pública hace que, en forma paulatina, las unidades de la Empresa Mutualista (mutualistas y privados con autonomía) se vayan convirtiendo en hospitales u otros tipos de instituciones estatales, en 1969 se incorporaron, casi en su totalidad, al Ministerio de Salud Pública.
El desarrollo de alta tecnología médica, impulso a las investigaciones y dispensarización de acciones de salud a toda la población del país a través del modelo de atención primaria del médico de la familia (década de 1980). También la lucha por la preservación de las conquistas logradas en el campo de la salud pública y por su desarrollo en condiciones de crisis económica profunda al ser interrumpido el desarrollo del Sistema Nacional de Salud Único, principalmente por las dificultades económicas para la obtención de equipos, materiales médicos y medicamentos. También las instalaciones alcanzan un deterioro por la falta de recursos para los mantenimientos e inversiones.
Actualmente se trabaja en una recuperación paulatina, son muchos los problemas que se presentan fundamentalmente en la recuperación de los inmuebles. Esto no ha imposibilitado la atención a la población y la cooperación internacional.
Farmacias, boticas y droguerías en La Habana
También se dice que por los frascos o botes, donde se guardaban los fármacos en aquella época.
Las boticas en toda la colonia funcionaban en los conventos u hospitales, pero durante el siglo XIX se inició el funcionamiento de multitud de boticas privadas. Por las protestas el trabajo del boticario fue reglamentado por el protomedicato, estableciéndose que ninguna receta fuera despachada sin autorización de los médicos. Pero a la falta de estos y el alto costo que suponía tener acceso a uno de ellos, eran los boticarios los que prescribían los medicamentos simples fundamentalmente a los pobres.
Las Leyes de Indias dieron a conocer las instrucciones de almacenamiento y venta de específicos, con medidas a impedir que personas sin patentes, ejercieran el arte de la botica. Por el crédito que estos conseguían entre los vecinos, era inútil retirarlos del oficio. Además, porque la venta de específicos no sólo se realizaba en las oficinas de droguerías, sino en las tiendas de mercancías y víveres, que comerciaban a precios más bajos.
Se otorgaba a principios del siglo XVII, por el Rey Felipe III las licencias y favores excepcionales a aquellos que pudieran demostrar, tanto mediante la presentación de títulos de universidades españolas o de su habilidad en el manejo de cocimientos de materia vegetal (pócimas curativas) y ungüentos y en la realización de sangrías y otros métodos curativos, su capacidad para curar enfermos o elaborar y dispensar preparados medicinales. A su vez el Rey dio su autorización para que tales personas pudieran enseñar y otorgar la condición de practicante a los jóvenes aprendices, fundamentalmente los criollos.
En algunas bodegas se ofertaban medicamentos, especializándose algunas hasta la conformación de boticas, farmacias y droguerías. Los medicamentos eran desde medicina verde hasta los importados de la colonia, posteriormente se produce un cambio sustancial por el conocimiento de las causa de algunas enfermedades y los avances científicos y tecnológicos que darán lugar a la industrialización farmacéutica en Cuba.
En 1834 las boticas estaban como en los tiempos primitivos y a partir de ese año se fueron transformando con la introducción de nuevos productos farmacéuticos que salían de las principales droguerías de Francia, Inglaterra y Alemania.
En 1842, el Boticario se formaba casi en el empirismo práctico del mostrador Un año después, en 1863, la Facultad de Farmacia se emancipa para siempre de la de Medicina y Cirugía. Según investigaciones realizadas por los doctores Pilar Marchante y Francisco Merchán desde su fundación en 1728 hasta su secularización en 1842, en la Real y Pontificia Universidad de San Jerónimo de La Habana no existieron estudios de Farmacia.
El total de farmacéuticos autorizados a ejercer por el Protomedicato entre 1795 y 1833 eran 330, 22 doctores y 128 licenciados, incluye a los inscritos en la Real Junta Superior Gubernativa de Farmacia desde 1834 hasta 1842.
Para ejercer de boticario solo necesitaban tener el título de licenciado en la Universidad de La Habana, o en cualquier otra de España. Podía abrir un dispensario público, presentar el croquis de la casa y una copia del título académico. Residir en el mismo lugar donde se fuera a abrir la botica, así como tener a buen recaudo, en un armario habilitado al efecto, las sustancias venenosas y heroicas.
Cada boticario debía llevar un libro de fórmulas, reflejando en él cada medicamento que despachaba y su contenido. El uso y tenencia de ésta última en las oficinas de farmacia fue de obligado cumplimiento durante todo el siglo XVIII y XIX. Era frecuente la venta de preparados con patentes extranjeras, pues no había dificultad para su entrada en el país; sólo debía efectuarse el pago del Arancel de Aduana, vigente desde 1870.
También se publicó el Diccionario botánico de nombres vulgares y plantas medicinales, aromáticas y venenosas de Cuba de Juan Tomás Roig, distinguido hombre de ciencias, de profesión farmacéutico.
La figura más destacada de aquella época fue José Estévez y Cantal, que estudió botánica, aunque se dedicó a la química. Personalidades como Tranquilino Sandalio de Noda, José Luis Casaseca y Silván, sin ser farmacéutico fue profesor de farmacia y de química en Cuba.
Bibliografia
- Actas Capitulares del Ayuntamiento de La Habana./ Museo de la Ciudad, Libro 1, Folio 48V-49,
- Francisco Debesa García, /El farmacéutico y la salud pública,/ Rev Cubana Farm 2006; 40(1)
- Zoila Sánchez Bazalar, Farmacias en el virreinato
- Gregorio Delgado García, //Cuaderno de historia de la salud pública. /Evocaciones del pasado médico cubano, /Ciudad de La Habana, Cuba, 2004
Fuentes
- Arq. Mayelín Alfonso Rodríguez./ Máster en Conservación y Explotación de Edificaciones.