Diferencia entre revisiones de «Monolatría»

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La '''monolatría''' (del griego μονο-, uno, y λατρεία, adoración) es una forma de práctica religiosa en la que se adora a una única divinidad sin negar la existencia de otros dioses. Es un término relativamente reciente, razón por la cual continúa inclusive hoy en día ausente del Diccionario de la [[Real Academia Española|Real Academia de la Lengua Española]] (DRAE). Por su semejanza conceptual con el término '''henoteísmo''' se le confunde o equipara habitualmente con éste.  
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'''Monolatría''' (del griego μονο-, uno, y λατρεία, adoración) es una forma de práctica religiosa en la que se adora a una única divinidad sin negar la existencia de otros dioses. Es un término relativamente reciente, razón por la cual continúa inclusive hoy en día ausente del Diccionario de la [[Real Academia Española|Real Academia de la Lengua Española]] (DRAE). Por su semejanza conceptual con el término '''henoteísmo''' se le confunde o equipara habitualmente con éste.  
  
 
== Monolatría vs. henoteísmo  ==
 
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Revisión del 11:31 22 ene 2011

Monolatría
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Louxor Amon Ra Alexandre.jpg
Concepto:Es la práctica religiosa en la que se adora a una única divinidad sin negar la existencia de otros dioses.

Monolatría (del griego μονο-, uno, y λατρεία, adoración) es una forma de práctica religiosa en la que se adora a una única divinidad sin negar la existencia de otros dioses. Es un término relativamente reciente, razón por la cual continúa inclusive hoy en día ausente del Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (DRAE). Por su semejanza conceptual con el término henoteísmo se le confunde o equipara habitualmente con éste.

Monolatría vs. henoteísmo

Por mucho tiempo se ha confundido el término monolatría con henoteísmo, debido a su definición similar, sin embargo son fácilmente diferenciables. En común tienen la idea de la existencia de varios dioses, la diferencia radica en la práctica de la adoración de las divinidades: mientras que en la monolatría los fieles adoran a una única divinidad, en el henoteísmo puede adorarse a más de una divinidad, una de las cuales es la divinidad suprema.

Históricamente el henoteísmo asume a todos los dioses como entidades iguales, y la elevación de uno de ellos se debe a factores sociopolíticos, no a matices teológicos. Citando la concluyente obra sobre el tema de Max Müller, M. Yusa subraya que el henoteísmo es una expresión técnica acuñada “para designar una forma particular de politeísmo (… en que) cada dios es, ‘a la vez una divinidad real, suprema y absoluta’ no limitada por los poderes de otros dioses”[1]. Müller llama a esta idea “creencia en dioses individuales (… y) el culto de un dios por sobre otro”[2].

Estudios modernos sobre monolatría y henoteísmo en la antigüedad

El término monolatría fue acuñado por Erich Winter y Siegfried Morenz en referencia a las concepciones de Dios en el Oriente Próximo a mediados del siglo XX, y aplicado al Egipto antiguo por Erik Hornung, Jan Assmann, y otros egiptólogos y estudiantes de religión. Estos últimos desarrollaron un concepto más apegado al henoteísmo que a la pura monolatría, una especie de "monolatría incluyente" que definieron como una forma diferente de politeísmo en la que se adora a varias deidades, entendiéndolas como parte de una única fuente divina. Una acepción más precisa, si no completamente adecuada, fue dada al caso de la religión israelita por Meek y otros.

Antiguo Egipto

Es bien conocida la influencia sobre el carácter de la civilización egipcia de la unión entre política y poder religioso. Las prácticas religiosas de los antiguos egipcios no eran estrictamente politeístas como se creía hasta hace poco. Existe gran cantidad de evidencia en la literatura tanto religiosa como profana que avala esta hipótesis. Una de las fuentes más antiguas resulta la teología menfita, que en la IV dinastía representa un esfuerzo original para reducir a la unidad la pluralidad divina, sustituyendo a Atúm-Ra de Heliópolis por Ptah de Menfis, creando un sistema panteísta más depurado claramente henoteísta.

Sobre los trabajos de Junker acerca de la teología menfita, J. Pirenne afirma que:

(...) ha podido mostrar el alto nivel alcanzado en Egipto por el pensamiento filosófico y científico desde el Reino Antiguo. ´sucedió –dice el texto egipcio– que el corazón y la lengua ejercen su poder sobre todos los miembros, partiendo de la consideración de que él (el corazón) se halla en todos los cuerpos y que ella (la lengua) se halla en la boca de todos los dioses, de todo hombre, de todo ganado, de todo ser que repta y de todo lo que vive; mientras que el corazón concibe todo lo que quiere, ella (la lengua) ordena todo lo que quiere. La visión de los ojos, la audición de los oídos y la respiración de la nariz llevan noticia al corazón. Él (el corazón) es el que hace nacer todo conocimiento; y es la lengua la que repite lo que el corazón ha pensado. Así son ejecutadas todas las obras y todos los trabajos del artesano, las actividades de las manos, la marcha de los pies y los movimientos de todos los demás miembros, siguiendo este orden que ha sido proferido por la boca y que constituye la naturaleza de toda cosa´. (…) Si en este texto reemplazamos ´corazón´ por inteligencia y ´lengua´ por voluntad nos daremos cuenta del estrecho parentesco que une el pensamiento egipcio con la psicología moderna. Al concebir la razón como nacida directamente de la divinidad, pone al ser en contacto con la creación a través de los sentidos, que dan a la razón, facultad puramente espiritual, una base real, y proclaman el libre albedrío individual haciendo depender nuestros actos de nuestra propia voluntad.[3]

Otro ejemplo, pero de la literatura profana, ocurre más adelante durante la dinastía XXIII, es la sabiduría de Amenemope, en la que el fiel se refiere a la divinidad únicamente utilizando el término Necher (nṯr), que en el egipcio antiguo significa "poder divino", sin mencionar directamente el nombre específico de la misma. Aquí se introduce un término que los académicos llaman emanación, y se refiere al nombre o identidad particular de la única divinidad, Necher, que se manifiesta de forma independiente con atributos independientes, por ejemplo: Amón, Thot, Isis, Osiris, etc.

Este sistema incluye la asimilación de un nombre por otro, como es el conocido caso en el Reino Medio de la unión del antiguo dios Ra con el nuevo dios de la realeza, Amón, para formar Amón-Ra. Otros ejemplos pueden ser Ptah-Seker-Osiris, Horus-Ra, etc., en todos los casos la unión supone la suma de los atributos de cada nombre particular en el de la nueva divinidad con renovados poderes.

Muchos otros estudiosos han dado su aporte a la comprensión de la religiosidad en el antiguo Egipto. Así Hornung (1982) expuso la idea de que la unidad puede ser entendida como “singularidad”, aplicable a todas las divinidades como tales, e inherentes al concepto de Necher, “Dios”. El mundo divino, que constituía la expresión espiritual de la realidad, era concebida como una multiplicidad. De acuerdo a Hornung, fuera de la creación y la existencia, el único lugar en el que los egipcios encontraron la absoluta unidad de la divinidad, fue durante la transición entre la no-existencia y la existencia, es decir, el zep-tepi (zp-tpj) o “el primer instante”.

Para Assman (1995), y con razón, Hornung fue demasiado lejos, puesto que existen muchos ejemplos textuales dedicados a la “soledad” del dios supremo, especialmente en la teología de Atón y en la posterior teología ramésida de Amón-Ra. Efectivamente, los más prominentes teólogos y académicos idearon un concepto henoteísta de Amón-Ra, que abarcaba tanto el lado no dicho como el simbólico de la bipolaridad fundamental de la divinidad.

Solamente podrían realizarse conjeturas de los trabajos de una minoría de especialistas acerca de que los “misterios” o “secretos” de Amón-Ra tenían un concepto abstracto (descontextualizado) del dios único, solitario y supremo. Esta idea creció al pasar de mano en mano al interpretar el panteón, comprendido como teofanía en los varios aspectos, formas, imágenes, manifestaciones y transformaciones del Gran Dios / Dios Único (henoteísmo racional o maduro en vez de puro monoteísmo). Por otra parte, esta teología expresaba sus puntos de vista en un lenguaje icónico, pictórico y contextual en el que Dios permanecía accesible al hombre común (piedad personal) y a las prácticas politeístas populares. Permitía “imágenes” y “divinidades” junto a Dios para explicar Su Voluntad. La adoración de la voluntad divina era la ley.

Antiguo Israel

La mayoría de los académicos cuyo trabajo se centra en la religión israelita reconocen que la Biblia hebrea contiene varias referencias en las que se asume e incluso afirma la existencia de otros dioses. Inclusive no se observa en estos textos una negación explícita de la existencia de otras divinidades sino hasta el Deuteronomio de Isaías en adelante (siglo VI a.n.e.), momento en el que los escribas llevan a cabo una campaña con el fin de borrar estas referencias de los textos sagrados. Tanto el Shemá como el primer mandamiento no consignan como parte de la fantasía a los demás dioses, sino más bien se exige que ningún otro dios debiera ser adorado. Estos datos aparentemente demuestran que la religión israelita evolucionó desde el politeísmo arcaico, pasando por un estadio monólatro henoteísta hasta el moderno monoteísmo.

Por otro lado, algunos estudiosos judíos y cristianos asumen que los que escribieron la Biblia se referían únicamente a ídolos cuando discutían acerca de otros dioses, o que las referencias al plural de אֱלֹהִים (“dioses”, en hebreo) en ciertos pasajes pueden entenderse mejor como “seres humanos”. Estas alternativas suponen que el monoteísmo (término del siglo XVII) es valedero, o que puede ser impuesto a la teología de Israel, y que sin este término hay que reconocer que la misma era de hecho henoteísta o politeísta.

Otros académicos han discutido un “monoteísmo incipiente” que quizás podría incluir la noción de ciertos dioses inferiores. T. J. Meek se refiere a la religión israelita antes del exilio como henoteísta y monólatra, equiparando de este modo a ambos términos, basado en la prohibición de adorar a otros dioses. Sin embargo, la cuestión radica en que si realmente el escriba canónico israelita creía en Yavé como un ser superior basado en factores sociopolíticos o si estaba motivado por la naturaleza y atributos del dios que lo harían intrínsecamente diferente a los demás (matiz teológico).

Evolución hacia el monoteísmo

La mayoría de los teóricos concuerda en que la evidencia histórica indica que todas las religiones monoteístas actuales evolucionaron al menos en principio desde un estadio intermedio monólatro o henoteísta, y estos últimos de un primitivo politeísmo.

El culto solar de Atón.

Desde los inicios de la religión egipcia hasta principios de la teología de Amón-Ra, la trascendencia del creador había sido reafirmada a través de la noción de su preexistencia antes de la creación. Por lo tanto, la divinidad cual un halcón era inaccesible. Únicamente mediadores exclusivos podían realizar la conexión (el faraón y el panteón). La teología de Amarna buscó erradicar el polo nocturno, invisible y oculto de la divinidad, representado en el nombre de “Amón”. Atón (el disco solar) era más accesible, físico y luminoso, sin sombras, velos, nubes o cortinas, sin traza de misterio o magia a su alrededor.

Fue Freud quien en 1938 acotó por primera vez el pretendido monoteísmo de la revolución amarniana de Akenatón para justificar su condición de judío, centrando en la vista del debate a una corriente religiosa precedente. Akenatón, faraón de la decimoctava dinastía, que gobernó Egipto entre 1379 y 1362 a.n.e., abolió el culto real de Amón e instauró el culto a Atón, el disco solar. Son bien conocidas las intenciones que motivaron la revolución amarniana: abolir el ilimitado poder del sacerdocio de Amón que asfixiaba no sólo al hombre común, sino también al propio faraón, cuyo poder en aquel momento era únicamente titular, una sombra de lo que fue el antiguo poder heredado de la teología tebana. Este período de cambio no sólo se extendió a la política y la religión, sino que también a las artes y a todos los aspectos de la vida del país del Nilo.

La evidencia arqueológica, apoyada en el hecho de encontrar mutilados en los templos anteriores al período de Amarna no sólo el nombre de Amón, sino también los jeroglíficos que denotan pluralidad en la palabra Dios (nṯr; plural nṯrw), sugieren el monoteísmo de la teología amarniense proclamado por Freud. Sin embargo más evidencia demuestra que durante el citado período continuó el culto a todas las divinidades del panteón egipcio en sus templos locales, e inclusive altas autoridades del gobierno de Akenatón construyeron sus tumbas en Menfis, y no en Ajetatón, la ciudad de Akenatón. Éstas y otras evidencias parecen demostrar que durante los años de reinado de Akenatón continuó el sistema henoteísta clásico, con la diferencia de que el dios principal había cambiado, al menos para la religión oficial del estado, aunque en secreto el pueblo seguía adorando en su mayoría al antiguo rey de los dioses, Amón-Ra.

Por otro lado, los teóricos han discutido ampliamente el papel de la religión egipcia en la génesis de las ideas sobre la divinidad en el pueblo israelita durante el exilio en aquel país, cuyo regreso se narra en la historia bíblica del Éxodo. Parece no quedar dudas de que Abraham, iniciado en los misterios egipcios, tomó las más sublimes realizaciones doctrinales recogidas en la tradición egipcia incluyendo el Capítulo CXXV del Libro de los Muertos, las famosas Confesiones Negativas, para verterlas luego en la confección de los Diez Mandamientos y abrir el camino hacia el monoteísmo de Israel.

En un primer momento, con Abraham (hacia el siglo XIX a.n.e.), la religión naciente de Israel tuvo la forma de monolatría. En la época de Moisés (hacia el siglo XIII a.n.e.), era ya un claro monoteísmo, cada vez más acentuado, acrisolado y purificado de contaminaciones politeístas gracias a las enseñanzas de los profetas (a partir del siglo IX a.n.e.). El mensaje cristiano de Jesús se declara heredero directo de esta fe monoteísta.

Referencias

  1. Yusa, Michiko. Encyclopedia of Religion. 6:266.
  2. Müller, F. Max. Selected Essays on Language, Mythology, and Religion. Vol. 2. New York: AMS Press, 1978. pp. 136-137.
  3. Pirenne, Jacques. Historia del Antiguo Egipto. Vol. I. Editorial Océano, Barcelona, 2002. pp. 146-147.

Enlaces externos

Fuentes

  • Harkness, Georgia. The Sources of Western Morality from Primitive Society Through the Beginnings of Christianity. Charles Scribner's Sons, New York, 1954.
  • Hornung, Erik. Conceptions of God in Ancient Egypt: The One and The Many. Cornell University Press, 1982.
  • M. P. Novikov. Breve diccionario de ateísmo. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1981.
  • Morenz, Siegfried. Egyptian Religion. Cornell Paperbacks.
  • Pirenne, Jacques. Historia del Antiguo Egipto. Editorial Océano, Barcelona, 2002.
  • Siuda, Tamara. The Neteru of Kemet: An Introduction. Eschaton Productions, 1994.