Manuel Gutiérrez Nájera

Revisión del 13:13 26 ago 2011 de Yanale.cha.jc (discusión | contribuciones) (Página creada con '{{Desarrollo}} {{Ficha Persona |nombre = Manuel Gutiérrez Nájera |nombre completo =Manuel Gutiérrez Nájera |otros nombres = El Duque Job |imagen = Manuel11.jpg |tamañ...')
(dif) ← Revisión anterior | Revisión actual (dif) | Revisión siguiente → (dif)


Manuel Gutiérrez Nájera
Información sobre la plantilla
200
Poeta y escritor mexicano
NombreManuel Gutiérrez Nájera
Nacimiento22 de diciembre de 1859
Mexico, Bandera de los Estados Unidos Mexicanos México
Fallecimiento3 de febrero de 1895
Otros nombresEl Duque Job

Manuel Gutiérrez Nájera: El Duque Job fue el preferido de los seudónimos con el que firmaba sus textos el poeta mexicano Manuel Gutiérrez Nájera, el que Martí consideraba:Sistema:Cita "un precursor del Modernismo, un post romántico, un poeta absolutamente original y único".


Biografía

Manuel Gutiérrez Nájera nació el 22 de diciembre de 1859, Gutiérrez pasó toda su vida en Ciudad de México, salvo breves visitas a Querétaro y Veracruz y alguna temporada en una hacienda familiar de Puebla, donde se sitúa la dramática acción de su cuento La mañanita de San Juan vivió desde muy niño, en una tormentosa y apasionante lucha por la libertad y la soberanía de su pueblo y por la de Nuestra América; la vida de Manuel, fue rutinaria y aburguesada, con una visión melancólica del mundo que lo rodeaba y una fe salvadora de lo que en su época las nuevas corrientes achacaban a la "santa poesía".Nájera dedicó casi la totalidad de su vida al periodismo. Bajo distintos seudónimos, como El Duque Job, fue dando a conocer, en publicaciones de su país una obra de prosa abundantísima y de gran importancia para el modernismo. Autor de numerosos cuentos y relatos que muestran el inicio de la narrativa modernista para la prensa escribió incontables crónicas de temas variados a las que infundió un ajustado estilo ligero y ameno, a veces voluntariamente superficial pero de gran personalidad expresiva. Cultivó también la crítica literaria y teatral pero dejó poco lugar para la actividad poética que a pesar de ser escasa ejerció gran influencia en la renovación lírica de sus años.Manuel Gutiérrez Nájera cultivó diversos géneros literarios en prosa y en verso, y perteneció a la primera generación modernista. Influido por el marcado afrancesamiento de su ciudad, se inspiró en Verlaine, Gautier y Musset, aunque también admiró a los místicos españoles.De temperamento religioso y sensibilidad en esencia romántica, a su poética se la siente acercarse a esa concepción romántico-simbolista de la poesía que nutre lo mejor de la gestión modernista, especialmente en el primer tramo de su órbita. Y ello tanto por su rechazo al realismo y positivismo y el subsecuente sentido idealista que procesara, como por su defensa de la utilidad de la belleza en sí, liberada de la moral y la preocupación humanista y social.

Se sentía heredero de la idea del arte por el arte, que en Francia propagara Théophile Gautier, a quien tanto admiró. Tanto sus lecturas francesas, de Musset, entre otros, como las del italiano Leopardi, ayudan a comprender la doble vertiente, romántica y parnasista, por las que discurre su palabra poética. Nájera supo ver la causa primera y fundamental, el aislamiento, que obraba en la decadencia de la poesía española de entonces.De adolescente ya escribía. Decían que era tímido y un tanto contrahecho. Enriqueció las letras de nuestra América, con una novedosa y tierna sensibilidad, tanto en su prosa, como en su verso. Jugaba con los seudónimos, sobre todo con el de Duque Job, donde elegante, sencillo y lleno de amor, logró plenamente una insospechada libertad creadora, que nuestro Martí supo descubrir y admirar.Todas estas lecturas influyeron en ese su estilo característico, elegante, donde logró armonizar lo antiguo y lo foráneo, con lo moderno y lo autóctono, logrando una obra muy particular. Era un hombre de una gran cultura. Se casó con una mujer de origen francés Cecilia Maillefert y tuvo dos hijas. Cuando nació Cecilia, la mayor, Martí escribió los más tiernos versos con su poderoso acento lírico a aquella criatura Sistema:Cita"que el padre le tejió de milagrosa música azul y clavellina de nieve".


Obras

Entre las obras de Manuel Gutiérrez Nájera destacan La duquesa Job, los volúmenes de cuentos Cuentos frágiles, de 1883, y Cuentos de color de humo, de 1894.Fundó en 1894,junto a Carlos Díaz Dufóo, la Revista Azul que llegó a ser órgano primero y central del modernismo en aquel país. De su romanticismo esencial, que parece aproximarse al simbolismo, nacen los sentimientos centrales que recorren su poesía, y los temas que aquellos conforman: la tristeza y la resignación ("Mis enlutadas"); la invitación al placer y a la vida, pero invitación casi angustiada por la premiosidad que de sobre ella impone el sentimiento del tiempo ("A un triste"); esta misma conciencia dolorosa pero igualmente resignada de la temporalidad("Para entonces", "Última Necat"); la búsqueda del sentido oculto de la realidad, que unas veces deviene mensaje pesimista("Ondas muertas"), y otras es exaltación de la naturaleza en expresión ya modernista("A la Corregidora"). Y como todos los poetas de su tiempo, la fe salvadora y suprema en la Santa poesía. Pero no falta en su obra la gracia y por la veta parnasista y preciosista que le asistió, dejó exquisitas recreaciones frívolas del esprit francés, aunque adaptadas a ambientes o realidades personales y mexicanas("La Duquesa Job"). No fue un revolucionario en las formas, y cuando más se limitó a introducir nuevos esquemas acentuales en los métodos tradicionales. Pero sí es un avanzado es un avanzado en el ajuste idóneo de un lenguaje colorista y suavemente musical, de un lado, puesto al servicio de la expresión de un dolorido mundo interior teñido por la melancolía, y de una visión enteramente subjetiva de la realidad exterior. Aunque Gutiérrez Nájera se destacó en su tiempo entre los iniciadores del modernismo hispanoamericano, sus obras tuvieron muy escasa divulgación en España en la época modernista. Esta poca resonancia de su obra literaria no puede atribuirse a su extravagancia o mal gusto, pues ni la obra ni el hombre eran capaces de ofender la sensibilidad más delicada. Puede decirse que a este autor, modernista en su sensibilidad poética, le sucedió lo mismo que a Martí y a Silva, ya que los españoles tardaron algunos años en conocer y en apreciar a los tres, fallecidos todos prematuramente. De haber vivido cinco años más, Nájera hubiera encontrado un ambiente más propicio para la aceptación y la difusión de su obra en España. Sólo después de su muerte llegaron los españoles a conocer su obra, y nunca fueron muy numerosos los poemas que pudieron leer en revistas españolas


Selección de algunos Poemas

  • Para entonces

Quiero morir cuando decline el día,

en alta mar y con la cara al cielo;

donde parezca sueño la agonía,

y el alma, un ave que remonta al vuelo.

No escuchar en los últimos instantes,

ya con el cielo y con el mar a solas,

más voces ni plegarias sollozantes

que el majestuoso tumbo de las olas.

Morir cuando la luz, triste, retira

sus áureas redes de la onda verde,

y ser como ese sol que lento expira:

algo muy luminoso que se pierde.

Morir, y joven: antes que destruya

el tiempo aleve la gentil corona;

cuando la vida dice aún: soy tuya,

aunque sepamos bien que nos traiciona.


  • La duquesa Job

En dulce charla de sobremesa,

mientras devoro fresa tras fresa

y abajo ronca tu perro Bob,

te haré el retrato de la duquesa

que adora a veces el Duque Job

No es la condesa de Villasana

caricatura, ni la poblana

de enagua roja, que Prieto amó;

no es la criadita de pies nudosos,

ni la que sueña con los gomosos

y con los gallos de Micoló.

Mi duquesita, la que me adora,

no tiene humos de gran señora:

es la griseta de Paul de Kock.

No baila Boston, y desconoce

de las carreras el alto goce,

y los placeres del five o’clock.



Pero ni el sueño de algún poeta,

ni los querubes que vio Jacob,

fueron tan bellos cual la coqueta

de ojitos verdes, rubia griseta

que adora a veces el Duque Job.

Si pisa alfombras, no es en su casa,

si por Plateros alegre pasa

y la saluda Madam Marnat,

no es, sin disputa, porque la vista;

sí porque a casa de otra modista

desde temprano rápida va.

No tiene alhajas mi duquesita,

pero es tan guapa, y es tan bonita,

y tiene un cuerpo tan v’lan, tan pschutt;

de tal manera trasciende a Francia

que no la igualan en elegancia

ni las clientes de Hélène Kossut.

Desde las puertas de la Sorpresa

hasta la esquina del Jockey Club,

no hay española, yanqui o francesa,

ni más bonita, ni más traviesa

que la duquesa del Duque Job.

¡Cómo resuena su taconeo

en las baldosas! ¡Con qué meneo

luce su talle de tentación!

¡Con qué airecito de aristocracia

mira a los hombres, y con qué gracia

frunce los labios- ¡Mimí Pinson!

Si alguien la alcanza, si la requiebra,

ella, ligera como una cebra,

sigue camino del almacén;

pero ¡ay del tuno si alarga el brazo!

¡nadie le salva del sombrillazo

que le descarga sobre la sien!

¡No hay en el mundo mujer más linda!

Pie de andaluza, boca de guinda,

esprit rociado de Veuve Clicquot;

talle de avispa, cutis de ala,

ojos traviesos de colegiala

como los ojos de Louise Théo!

Ágil, nerviosa, blanca, delgada,

media de seda bien restirada,

gola de encaje, corsé de ¡crac!,

nariz pequeña, garbosa, cuca,

y palpitantes sobre la nuca

rizos tan rubios como el coñac.

Sus ojos verdes bailan el tango;

¡nada hay más bello que el arremango

provocativo de su nariz!

Por ser tan joven y tan bonita,

cual mi sedosa, blanca gatita,

diera sus pajes la emperatriz.

¡Ah, tú no has visto cuando se peina,

sobre sus hombros de rosa reina

caer los rizos en profusión!

¡Tú no has oído qué alegre canta,

mientras sus brazos y su garganta

de fresca espuma cubre el jabón!

¡Y los domingos!...¡Con qué alegría

oye en su lecho bullir el día

y hasta las nueve quieta se está!

¡Cuál acurruca la perezosa,

bajo la colcha color de rosa,

mientras a misa la criada va!

La breve cofia de blanco encaje

cubre sus rizos, el limpio traje

aguarda encima del canapé;

altas, lustrosas y pequeñitas,

sus puntas muestran las dos botitas,

abandonadas del catre al pie.

Después, ligera, del lecho brinca.

¡Oh quién la viera cuando se hinca

blanca y esbelta sobre el colchón!

¿Qué valen junto de tanta gracia

las niñas ricas, la aristocracia,

ni mis amigas de cotillón?

Toco; se viste; me abre; almorzamos;

con apetito los dos tomamos

un par de huevos y un buen bistec,

media botella de rico vino,

y en coche juntos, vamos camino

del pintoresco Chapultepec.

¡Desde las puertas de la Sorpresa

hasta la esquina del Jockey Club,

no hay española, yanqui o francesa,

ni más bonita ni más traviesa

que la duquesa del Duque Job!

De blanco

¿Qué cosa más blanca que cándido lirio?

¿Qué cosa más pura que místico cirio?

¿Qué cosa más casta que tierno azahar?

¿Qué cosa más virgen que leve neblina?

¿Qué cosa más santa que el ara divina

de gótico altar?

¡De blancas palomas el aire se puebla;

con túnica blanca, tejida de niebla,

se envuelve a lo lejos feudal torreón;

erguida en el huerto la trémula acacia

al soplo del viento sacude con gracia

su níveo pompón!

¿No ves en el monte la nieve que albea?

la torre muy blanca domina la aldea,

las tiernas ovejas triscando se van,

de cisnes intactos el lago se llena,

columpia su copa la enhiesta azucena,

y su ánfora inmensa levanta el volcán.

Entremos al templo: la hostia fulgura;

de nieve parecen las canas del cura,

vestido con alba de lino sutil;

cien niñas hermosas ocupan las bancas,

y todas vestidas con túnicas blancas

en ramos ofrecen las flores de abril.

Subamos al coro: la virgen propicia

escucha los rezos de casta novicia,

y el Cristo de mármol expira en la cruz;

sin mancha se yerguen las velas de cera;

de encaje es la tenue cortina ligera

que ya transparenta del alba la luz.

Bajemos al campo: tumulto de plumas

parece el arroyo de blancas espumas

que quieren, cantando, correr y saltar;

la airosa mantilla de fresca neblina

terció la montaña: la vela latina

de barca ligera se pierde en el mar.

Ya salta del lecho la joven hermosa,

y el agua refresca sus hombros de diosa,

sus brazos ebúrneos, su cuello gentil;

cantando y risueña se ciñe la enagua,

y trémulas brillan las gotas de agua

en su árabe peine de blanco marfil.

¡Oh mármol! ¡Oh nieves! ¡Oh inmensa blancura

que esparces doquiera tu casta hermosura!

¡Oh tímida virgen! ¡Oh casta vestal!

Tú estás en la estatua de eterna belleza,

de tu hábito blanco nació la pureza,

¡al ángel das alas, sudario al mortal!

Tú cubres al niño que llega a la vida,

coronas las sienes de fiel prometida,

al paje revistes de rico tisú.

¡Qué blancos son, reinas, los mantos de armiño!

¡Qué blanca es, oh madres, la cuna del niño!

¡Qué blanca, mi amada, qué blanca eres tú!

En sueños ufanos de amores contemplo

alzarse muy blancas las torres de un templo

y oculto entre lirios abrirse un hogar;

y el velo de novia prenderse a tu frente,

cual nube de gasa que cae lentamente

y viene en tus hombros su encaje a posar.


  • Ondas muertas

En la sombra debajo de tierra,

donde nunca llegó la mirada,

se deslizan en curso infinito

silenciosas corrientes de agua.

Las primeras, al fin, sorprendidas,

por el hierro de rocas taladra,

en inmenso penacho de espumas

hervorosas y límpidas saltan.

Mas las otras, en densa tiniebla,

retorciéndose siempre resbalan,

sin hallar la salida que buscan,

a perpetuo correr condenadas.

A la mar se encaminan los ríos,

y en su espejo movible de plata,

van copiando los astros del cielo

o los pálidos tintes del alba:

ellos tienen cendales de flores,

en su seno las ninfas se bañan,

fecundizan los fértiles valles,

y sus ondas son de agua que canta.

En la fuente de mármoles níveos,

juguetona y traviesa es el agua,

como niña que en regio palacio

sus collares de perlas desgrana;

ya cual flecha bruñida se eleva,

ya en abierto abanico se alza,

de diamantes salpica las hojas

o se duerme cantando en voz baja.

En el mar soberano las olas

los peñascos abruptos asaltan;

al moverse, la tierra conmueve

y el tumulto los cielos escalan.

Allí es vida y es fuerza invencible,

allí es reina colérica el agua,

como igual con los cielos combate

y con dioses monstruosos batalla.

¡Cuán distinta la negra corriente

a perpetua prisión condenada,

la que vive debajo de tierra

do ni yertos cadáveres bajan!

La que nunca la luz ha sentido,

la que nunca solloza ni canta,

esa muda que nadie conoce,

esa ciega que tiene esclava.

Como ella, de nadie sabidas,

como ella, de sombras cercadas,

sois vosotras también, las oscuras

silenciosas corrientes de mi alma.

¿Quién jamás conoció vuestro curso?

¡Nadie a veros benévolo baja!

Y muy hondo, muy hondo se extienden

vuestras olas cautivas que callan.

Y si paso os abrieran, saldríais,

como chorro bullente de agua,

que en columna rabiosa de espuma

sobre pinos y cedros se alza.

Pero nunca jamás, prisioneras,

sentiréis de la luz la mirada:

¡seguid siempre rodando en la sombra,

silenciosas corrientes del alma!


Relación con José Martí

En México conoció Nuestro Maestro a Gutiérrez Nájera y precisamente en el periódico El Universal.Cuando Gutiérrez Nájera, conoció la publicación "La Edad de Oro" de Martí en 1894, escribió en El Partido Liberal una reseña, que impresionó a nuestro cubano mayor:{{Sistema:Cita La Edad de Oro es muy buena, no es una criada vieja, salvadora de cuentos de hechicería, porque no es la escuela dura ni el recreo inútil, sino la madre cariñosa que habla tan bonito como mamá habla y también como papá sabe hablar. "La Edad de Oro", es muy buena porque enseña fuera de la escuela y lo que no enseñan en la escuela, porque cuenta cuentos tan hechiceros, como los de brujas, y que sin embargo,son verdades y porque enseña, en fin, no de repente, no de un golpe, sino poco a poco, como se les da el alimento a los niños y todo en forma asequible a sus inteligencias, todo como jugando y junto a la verdad que parece cuento, el cuento que es historia, el verso que es filosofía. ¡Todo sano y todo bello y todo claro! ¡Así quisiéramos los hombres que nos enseñaran muchas cosas que no sabemos! ¡Así me ha enseñado "La Edad de Oro", muchas cosas que ignoraba! Porque en todo hombre hay un niño que pregunta y en todo hombre habla La Edad de Oro como a un niño y por eso lo enseña. |}}

Martí agradeció tanto esas palabras. Fue la primera información crítica sobre ese periódico. Insistió nuestro Héroe en que esta publicación llegara a los niños mexicanos. Al fin, se cumplió este deseo, pero muchos años después, cuando ya Martí y Nájera habían muerto. La primera edición mexicana fue en 1942.

¡Cuántas cosas hermosas unían a estos dos seres! Una devoción literaria y personal traspasaba sus cauces y lejanías. Ambos se admiraban mutuamente. Ambos amaban la poesía española y sentían su decadencia, valoraban a los clásicos y a la tradición española y francesa y comprendieron siempre la necesidad que demandaba su época de abrir nuevos horizontes culturales y literarios a partir del romanticismo hacia nuevas formas en la esencia, la melodía y el colorido del verso, convirtiéndose, en precursores de la tendencia modernista que tuvo definitiva realización en el gran nicaragüense Rubén Darío, que llegó orgulloso a considerar a Martí, como su padre y a quién Martí consideraba ¡Hijo!.

Tanto Martí como Nájera, cultivaron el periodismo, pero el poeta mexicano le dedicó toda su vida. Martí viajando intensamente, combinaba sus crudas batallas independentistas con sus colaboraciones a diversos medios. Manuel, en su Ciudad de México, desde donde salió sólo en breves viajes a Querétaro y a Veracruz mantenía sus compromisos literarios. Visitó Michoacánsólo en su luna de miel y cuentan que en algunas ocasiones fue a Puebla, a una hacienda familiar. Escribió más de trescientas crónicas. Al final de su vida, había aparecido en todos los periódicos.

===SELECCIÓN POÉTICA


Muerte

Falleció a los treinta y seis años de edad,


Fuentes

  • [1]
  • [ttp://www.cubarte.cult.cu/periodico/opinion/17061/17061.html]
  • [2]

Enlaces Externos