María Mandel

María Mandel
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Sello del Tercer Reich.png
Guardiana en campos de concentración nazis
1938 - 1945
Datos Personales
NombreMaría Mandel
Nacimiento10 de enero de 1912
Münzkirchen, Bandera de Austria Austria
Fallecimiento24 de enero de 1948
Cracovia, Bandera de Polonia Polonia
OcupaciónCarcelera, torturadora y política
Partido políticoPartido Nacionalsocialista Obrero Alemán

María Mandel. Fue una guardia femenina de las SS nazis con alto rango en el Campo de concentración Auschwitz-Birkenau. Fue la responsable de la muerte de, aproximadamente, 500 000 mujeres civiles, entre ellas judías, gitanas y prisioneras políticas. Fue ejecutada por crímenes contra la humanidad en 1948.

Síntesis biográfica

Nació en Münzkirchen el 10 de enero de 1912, un pequeño pueblo austríaco, en el seno de una familia modesta. De pequeña, Maria fue una niña que lo tenía todo, y que al terminar los estudios en su ciudad se trasladó a estudiar a una Bürgerschule, un tipo de centro donde preparaban a los alumnos para desempeñar labores comerciales y artesanales. Allí, Maria gozó de una gran popularidad gracias a su indudable belleza.

Al terminar los estudios, la búsqueda de trabajo resultó infructuosa, por lo que Maria tuvo que volver a su casa donde trabajó con su padre durante un tiempo. Pero la relación con su madre poco a poco se fue deteriorando hasta el punto de hacerse insostenible y Maria volvió a marcharse. Pero la joven no consiguió ningún trabajo estable, incluso perdió la plaza que había obtenido en correos por no ser lo "suficientemente nacionalsocialista" (una carencia que más tarde compensaría con creces).

Carrera en el Tercer Reich

Tras su enésimo fracaso laboral, Maria acabó encontrando trabajo gracias a un familiar que la ayudó a ingresar, en octubre de 1938, en el centro de internamiento de Lichtenburg como aufseherin (guardiana). Cuando Lichtenburg se quedó pequeño para acoger al gran número de prisioneros que llegaban, se construyó el campo de Ravensbrück en 1939, el cual estaba reservado sólo para mujeres.

En Ravensbrück –en alemán "el puente de los cuervos"– fue donde Maria Mandel empezó a labrarse su siniestra fama en vista de su trato a las internas. A pesar de que era la encargada de formar a otras compañeras en tareas administrativas, Ravensbrück representó el primer paso en el camino que tomó esta mujer para perpetrar las más macabras vejaciones, torturas y crímenes que se pueda imaginar.

En el campo, Maria se encargaba de pasar revista a las reclusas. Las que no superaban estas agotadores sesiones eran trasladadas al búnker de castigo, donde eran humilladas hasta la extenuación mediante todo tipo de flagelaciones en tandas de 25, 50, 75 y 100 golpes cada una, hasta que caían exhaustas. Durante el castigo, eran obligadas a contar en voz alta, aunque ninguna lograba llegar hasta diez. La culminación a estos actos de sadismo terminaba cuando Maria se paraba frente a las reclusas esperando que alguna se atreviera a mirarla. Según recuerda una superviviente del campo:

"Era capaz de pasar horas en esa posición, la que rompía ese rito… desaparecía. Jamás volvíamos a saber de ella. De la cámara de gas pasaba al horno crematorio".

Experimentos médicos

Dotada de una gran inteligencia, de ese físico aterrador y con un carácter inflexible, María se convirtió en una de las personas más odiadas y repudiadas del campo. Siempre llevaba guantes blancos. Le encantaba ver cómo aquella prenda se teñía con la sangre de sus víctimas después de cada maltrato, de cada golpe o flagelación. Además, fue una de las guardianas que supervisó los terribles experimentos médicos donde practicaban auténticas atrocidades con las presas.

Desde crearles una discapacidad permanente, adelantarles la menopausia o provocar su infertilidad, hasta romperles huesos y músculos para después suturárselos en carne viva. La mayoría de aquellas víctimas morían sobre la mesa de operaciones después de una larga agonía para después llevarlas al crematorio.

Auschwitz

Auschwitz-Birkenau también sufrió su presencia desde octubre de 1942. La supervisora no solo pasaba revista en los barracones, si no que además, se encargaba de la selección de las reclusas que iban directamente a la cámara de gas. Derecha, izquierda, derecha, izquierda… Así distribuía a aquellas mujeres que iban a morir o a seguir viviendo. Los niños tampoco se salvaban de la criba. Ya lo dijo Himmler:

“hasta el niño en la cuna debe ser pisoteado como un sapo venenoso”.

Sin embargo, Mandel en un momento de lucidez quiso salvar a un pequeño gitano de cuatro años al que cuidó como si fuese su propio hijo. Algunas supervivientes recuerdan que la guardiana llegó a quererle, pero esa puntual ternura, no logró ablandar por completo su corazón de hierro. Poco después, le mandó asesinar.

Todos sus movimientos infundían pánico, incluso entre sus propios camaradas que evitaban encontrarse con ella. Además, la música clásica siempre acompañaba sus fechorías. La pasión de Mandel por Puccini era casi obsesiva y esto le llevó a crear la primera “Orquesta de Mujeres de Auschwitz”. Dicha agrupación constaba de prisioneras cualificadas que debían tocar distintas piezas de música dependiendo de la situación. Había música cuando llegaban los reclusos al campamento, durante las selecciones a la cámara de gas, en los pases de revista, durante los trabajos forzados, y por supuesto, durante las torturas y asesinatos. Los nazis lo tenían todo bien estudiado. Por un lado, debilitar el físico del recluso privándole de víveres; y por otro, minar su moral con la interpretación de música alemana y cánticos arios.

Aunque uno de los problemas que siempre preocupó a Mandel a su llegada a este campo de concentración, fueron las malas condiciones de salubridad de sus instalaciones, además de la escasez de alimentos.

Los cadáveres se apilaban después de cada ejecución y eso generaba multitud de epidemias. Ni siquiera se quemaban los pijamas a rayas de los presos. Éstos volvían a entregarse a nuevos reclusos que se acababan infectando por el gas Zyklon B y muriendo envenenados. Así que la obsesión de esta supervisora, no era otra que realizar sendas desinfecciones para que los contagios no se siguieran propagando.

Uno de ellos ocurrió en el invierno de 1942-1943. Concretamente, un domingo muy frío donde, como venía siendo costumbre, Mandel pasó revista en el Frauenkonzentrationslager a las cinco de la madrugada. En un santiamén, la perturbadora desinfección se volvió trágica cuando tras las órdenes de la SS-Lagerführerin unas 1.000 prisioneras murieron congeladas. Además, durante las largas horas que duraba la fumigación, la Bestia se entretenía pegando tiros a determinadas reclusas asesinándolas en el acto.

Captura

Tras Auschwitz-Birkenau, esta guardiana fue transferida al subcampo de Mühldorf, en el campamento de Dachau, donde siguió perpetrando torturas y llevando a cabo las selecciones a la cámara de gas. No estuvo mucho tiempo destinada allí porque la llegada de los aliados en abril de 1945, provocó su huida a través de las montañas del sur de Baviera. Quería regresar a su ciudad natal de Münzkirchen (Austria). Sin embargo, la libertad le duró poco. El 10 de agosto de 1945 la Bestia de Auschwitz por fin era detenida por los norteamericanos, e interrogada concienzudamente.

Durante un año, las tropas americanas tuvieron en cautiverio a María Mandel. En octubre de 1946 fue extraditada a Polonia y tuvo que esperar otro año más a ser juzgada por crímenes contra la humanidad. La vista judicial comenzó en noviembre de 1947 en Cracovia.

Juicio

Durante el mes que duró esta vista se escucharon los testimonios de los implicados activamente en la masacre, selección y asesinatos de judíos, pero también a los supervivientes de aquella catástrofe humana que de forma valiente decidieron alzar la voz y señalar a sus verdugos sin temor a represalias. Pero Mandel nunca asumió su culpa y negó todos los cargos que se le imputaron.

“Yo no tenía ni látigo ni perro. Cumpliendo con mi servicio en Auschwitz me vi obstaculizada por la terrible severidad de Höss, dependía totalmente del comandante y yo no podía impartir ninguna pena”. Explicó al tribunal subida al estrado. Incluso se dirigió a una superviviente que se encontraba en la sala, Bertha Falk, y le dijo: “Entiendo que usted sueña con una patria, pero recuerde que no hay vida para los que no se rinden”. Aquellas palabras evidenciaban que los acusados se consideraban inocentes, creían ser simples ruedas, meras piezas de un engranaje mayor conducido por Adolf Hitler.

Muerte

El 22 de diciembre de 1947, el tribunal dictó sentencia y la Bestia de Auschwitz fue condenada a morir en la horca. Justo antes de proceder a la ejecución sus ultimas palabras fueron “¡Viva Polonia!”.

Fuentes