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== Historia  ==
 
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Revisión del 10:01 29 jun 2010

Teatro Nacional de Cuba
Información sobre la plantilla
Institución
Teatro nacional de cuba.jpg
Dirección:Paseo y 39, Plaza de la Revolución, La Habana


Teatro Nacional de Cuba. Institución cultural nacional, que promueve la danza, el arte dramático, el teatro para niños, la música y la plástica en la isla; capaces de desarrollar el espíritu e intelecto de la sociedad con calidad y promover los más auténticos valores de la cultura nacional e internacional en todas las manifestaciones artísticas, con excelencia y profesionalidad.

Historia

Los orígenes del Teatro Nacional de Cuba fueron muy accidentados:

Un total de 1094.09 metros cuadrados de la finca nombrada “El Factor”, perteneciente a la Compañía Inversionista Conill S.A y los 681.60 metros cuadrados del inmueble perteneciente a la Sra. Cecilia Sarrá en el lugar conocido como La Ermita de los Catalanes, sumaron el total de 1775.69 metros cuadrados concebidos por el ingeniero Manuel Febles Valdés, entonces Ministro de Obras Públicas, y aprobados por el presidente de la República Carlos Prío Socarrás, en febrero de 1951, para llevar a cabo el proyecto de construcción del Teatro Nacional de Cuba.

En junio del mismo año se crea el Patronato de lo que sería el Teatro Nacional, se convoca a un concurso para la selección del anteproyecto del edificio. Tres fueron los premios concedidos: el primero, al arquitecto Julio Conesa. Extendidos trámites burocráticos en la entrega del terreno al Patronato, dan al traste con el golpe de estado de Fulgencio Batista el 10 de marzo de 1952 y aunque este asume la continuidad del proyecto, no es hasta el 29 de junio de este mismo año, que en acto público, presidido por el propio Presidente y después de su discurso de rigor, que se coloca la Primera Piedra.

El nuevo gobierno no fue más ágil que el anterior y las dilaciones continuaron. El 25 de octubre de 1952, se firma el contrato de construcción con la Purdy and Henderson Company, a un costo de $ 2 275 000.00 y con un tiempo de duración de 18 meses sin interrupción.

Finalmente comienzan las obras, pero a paso muy lento. La prensa se hacía eco de cada avance significativo y vaticinaba que el resultado final sería comparable con el Radio City de Nueva York, previéndose el 10 de octubre de 1954 como fecha de inauguración.

Para el mes de julio, tres meses antes de la fecha inaugural, se suma el tema de su denominación que ya en 1952, un movimiento de opinión pública que integraban grandes personalidades del mundo teatral y literario, entre otros, abogaba por nombrarlo el Teatro de la Avellaneda, en homenaje a la insigne literata cubana Gertrudis Gómez de Avellaneda (1814-1873) y porque además el actual Teatro García Lorca, en aquel momento, Centro Gallego, ya ostentaba el título de Teatro Nacional.

En medio de esta preocupación se agota el presupuesto y se aplaza la inauguración prevista. Entre los años 1954 y 1958, nada se concretaba al respecto. Aparecen varios contratos que solo adelantaban parcialmente la obra y se vaticinaba que para enero o febrero de 1959 estaría finalmente terminado.

El Triunfo de la Revolución Cubana del 1ro. de Enero encuentra un teatro sin concluir. Entre los meses de enero y mayo se nombran arquitectos y se contrata personal para su continuación, pero dada la falta de datos y de los planos definitivos que obraban en manos del proyectista anterior, no se podía determinar en qué fecha y con qué presupuesto se podría terminar. El tesón, entusiasmo y voluntad del personal administrativo y artístico, así como de los arquitectos, por echar a andar este teatro, permitieron que aunque solo con la sala Covarrubias a medio terminar, el 16 de junio de 1959, se publicara oficialmente en la Gaceta de la República, la inauguración y denominación del proyecto que se originara alrededor de 15 años atrás: “Teatro Nacional de Cuba, Gertrudis Gómez de Avellaneda”

No es hasta 20 años más tarde, el 3 de septiembre de 1979, con una función de gala para las delegaciones asistentes a la VI Cumbre de los Países No Alineados, celebrada en La Habana, que definitivamente queda terminado. Un edificio de moderna arquitectura donde se conjugan armoniosamente lo utilitario y lo estético, es hoy un Complejo Cultural y Recreativo que engloba diversas manifestaciones artísticas, en el cual se brinda no sólo un repertorio teatral cubano y universal de primera línea, sino infinidad de espectáculos y diversos programas colaterales.

Salas

Archivo:Sala covarrubias.jpg
Escenario durante un ensayo de en la Sala Covarrubias

El Teatro cuenta con dos grandes salas:

La Sala Covarrubias (805 capacidades entre sus dos niveles de observación) nombrada así en homenaje a Francisco Covarrubias (1775-1850), autor teatral considerado fundador del Teatro Cubano, se inauguró el 20 de febrero de 1960 con las obras “Mátalo” y “Mambí”, de Ramiro Guerra y seguidamente, el 16 de marzo, con la puesta en escena de “La Ramera Respetuosa”, dirigida por Francisco Morín y con la sistencia del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz. En esta sala, con preferencia se dan cita las artes dramáticas en cualquiera de sus manifestaciones, así como conciertos de música de pequeño formato e intérpretes vocales, la danza o espectáculos variados donde ellas se puedan interrelacionar.

La Sala Avellaneda (2254 capacidades entre sus tres niveles de observación), lleva su nombre por la figura femenina más excelsa de las letras románticas del Siglo XIX cubano: Gertrudis Gómez de Avellaneda. En su escenario se dan cita espectáculos de gran producción artística para la música, el ballet o cualquier otra manifestación de gran formato.

Ambas salas poseen excelentes condiciones acústicas y están dotadas de modernas tecnologías en iluminación y sonido, así como de diferentes servicios (vestuario, maquillaje, servicios escenotécnicos, etc.) lo cual permite ofrecer una alta calidad y facilidades en los numerosos espectáculos que en ellas se ofrecen.

Galerías de Arte

La instalación cuenta además con dos Galerías de Arte: René Portocarrero y Avellaneda, que ocupan los espacios de los vestíbulos de las salas. Ambas son dadas a la promoción y venta de las obras del mundo de las Artes Visuales en el campo nacional e internacional, correspondientes a creadores de excelencia y con ganado prestigio artístico.

El Teatro Nacional de Cuba es uno de los pocos en nuestro continente que posee una colección de obras de arte en interiores, desde su segundo nacimiento en 1979. La iniciativa había partido de la Dirección de Artes Plásticas del Ministerio de Cultura, como sucedió con otras instituciones durante el período. Sin embargo, mucho antes de esa fecha ya la fisonomía del teatro podía exhibir, como atributos de identidad, algunas piezas de importantes artistas cubanos de la tradición de vanguardia. A ellas debía integrarse armónicamente la nueva colección.

En sus jardines habían sido emplazadas entre 1959 y 1960, valiosas escultoras ambientales de artistas reconocidos como Rita Longa, Roberto Estopiñán, Alfredo Lozano y Tomás Oliva. También destaca el trabajo de diseño de interiores que desarrollara Zilia Sánchez. Además, se habían ejecutado los murales de Raúl Martínez, en el propio jardín ( quien entonces utiliza el lenguaje geométrico como defensa por la validez de la abstracción cuando se le imputaba su procedencia burguesa y su naturaleza enajenada); y otro de René Portocarrero, en el vestíbulo de la Sala Covarrubias, conectado sin dudas con su momento más característico del barroco, la mascarada y el carnaval.

Muchas de ellas estuvieron contempladas en los proyectos iniciales, integradas al discurso arquitectónico del inmueble, y fueron premiadas en un concurso que se realizó a tales efectos, en 1948. Estas intervenciones de arte público, a pesar de su desfasaje temporal (pues se realizaban perfectamente en el espíritu de una época (la revolucionaria) en la que el artista se proyecta hacia el espacio exterior con total desprejuicio.

Los comentarios huelgan, pero recordemos que ya en plena realización estas obras eran punto de observación importante. Graciela Pogolotti señala en 1960 que René Portocarrero consagra su actividad principal a los murales del Teatro Nacional y no ha dado a conocer ninguna obra verdaderamente importante. En efecto, la estaba realizando. Y además, el teatro atesora cuatro de los cinco bocetos en óleo sobre tabla, que el artista realizó para el mural.

Por su parte, Rosario Novoa confiesa en un artículo dedicado a la Escultura cubana que: entre los escultores activos en estos momentos, hemos seleccionado a tres, que a nuestro juicio, ejemplifican los rumbos de la plástica cubana: Alfredo Lozano, Roberto Estopiñán y Tomás Oliva. Y comenta las obras para el Teatro Nacional:

La Crisálida (1959), de Lozano, según Novoa, reúne el dinamismo de las formas orgánicas y una gran dosis de poesía, en una muy lograda síntesis de forma y espacio”. La pieza de Estopiñán, en cambio, es de factura exquisita con gran preocupación por las texturas, bien balanceados sólidos y vacíos, llena de sabiduría plástica erguida y segura. Mientras, la de Oliva le recuerda su temperamento apasionado, que gusta de la lucha abierta con los materiales, en especial el metal (en este caso el acero), y refleja un instante de reposo, por la selección del esquema y la relación serena entre los diversos planos. Aunque desaparecida, hemos localizado la que debe ser una de las pocas imágenes que se conservan de esa obra.

Y sobre la escultura de Rita Longa, señala Alejandro G. Alonso:

"Si seleccionáramos una de esas obras resumen de experiencias, afán lanzado hacia nuevas audacias, inconformidad con lo alcanzado, sería La muerte del cisne, de 1959 (...), la evocación de la danza, el movimiento, la línea, el volumen penetrado de espacio (...), imagen totalizadora en la que vemos latir una sensibilidad alerta capaz de descubrirnos la más profunda esencia de los gestos."

Lo cierto es que esta temprana asociación del Teatro Nacional con la vanguardia plástica va a encontrar relativo eco en la posterior ampliación de su colección. Al realizarse la ambientación del teatro para su reinauguración, con motivo de la celebración en La Habana, de la IV Cumbre de los No Alineados, se adquieren valiosas piezas que enriquecerán su tesoro.

Aunque no muy afortunada por su emplazamiento, destaca la escultura cinética en metal de Osneldo García, de 1979, por su empleo del metal con sentido erótico y festinado. Una obra significativa en la carrera de este artista, pero que provoca un efecto de franco anacronismo en el sitio donde fue ubicada. No se tuvo en cuenta el proyecto, que la concebía para ser colocada en la parte posterior, cerca de las obras ya mencionadas.

Asimismo, para los locales interiores se adquieren piezas tan importantes como el Tapiz brocado (1978) de Umberto Peña, que documenta una labor crucial en la evolución plástica de este creador, una talla en madera de Rita Longa, perteneciente a la serie “Majagua” donde incorpora los materiales propios como elemento de autenticidad, Rita Montaner (1979), un dibujo a plumilla de Gilberto Frómeta, y Pedro Pablo Oliva.

Peña venía desarrollando el camino de la experimentación textil desde 1976:

"Se lanza a elaborar tapices de grandes dimensiones, de familiaridad escultórica, partiendo de elementos fáciles de adquirir en Cuba y a muy bajo costo: retazos y muestrarios de telas, corbatas desusadas, hilo, aguja (...) Persigue formas florales que sugieren, directa o indirectamente, erotismo.

Estas piezas no son expuestas en conjunto hasta 1980 en el Capitolio, por lo que es durante la inauguración del Teatro Nacional que vio el gran público por primera vez este tipo de obra.

En cambio, el dibujo de Frómeta, aparentemente atípico en su producción, pertenece a una etapa que podría catalogarse como un retorno al orden. Se enfrasca en estas búsquedas entre 1977 y 1980, que concluye con una exposición en la galería Habana.

Sobre esto señala Mosquera:

"Después de experimentar pictóricamente hasta con los agentes físico-químicos de la fotografía, Frómeta, como para probar que no sólo sabía trabajar con negativos y emulsiones, se puso de golpe a dibujar del modo más tradicional (...) Estos dibujos han sido resueltos sin líneas de contorno, agolpe de claroscuro, sobre la base de una trama de líneas rectas entrecruzadas que moldean las formas, sus volúmenes e iluminación."

El lienzo de Pedro Pablo Oliva, de notable hechura, pertenece a ese momento de madurez en el acercamiento a temas relacionados con los personajes de los pequeños pueblos campesinos, "a quienes refleja con una poética actitud que lo acerca a Chagall. Las dimensiones y la calidad de este cuadro nos permiten ubicarlo como pieza de primer orden de importancia".

Así también pasan a enriquecer la colección los cuadros Puerta al sueño (1979), de Flavio Garciandía, Sin título, de Gustavo Acosta y Triángulo de las Bermudas, de Rogelio López Marín (Gory), quienes formarían parte de la avanzada que en los ochenta revitalizaría el arte cubano.

Particular interés tiene el trabajo de Garciandía, correspondiente a una etapa intermedia entre el hiperrealismo más natural y aquel de marcado corte expresionista, que es a su vez la antesala de sus indagaciones sobre el kitsch. Esta tendencia es intensificada durante 1978. Vista por Mosquera como una pintura filosófica, respondía a preocupaciones cósmicas y trascendentales: "

"El sustrato formal de todo esto se hallaba en la combinación de base fotográfica, ciertos efectos de la mancha y el color y, sobre todo, el uso de la brocha de aire (...) aparecía entonces la figuración, de génesis fotográfica y ocupando un espacio reducido de la superficie total: mujeres, caballos, mariposas nocturnas elevados a la categoría de símbolos trascendentes."

Por su parte, el trabajo de Gory está marcado por la veta conceptual, donde el juego lingüístico que se establece con el título, nos remite al sentido paralelo de herencia intimista y filosófica, tan propio de su hiperrealismo de los setenta. Esta etapa inicial de su obra es poco conocida, y sobre ella ha vuelto en su trabajo reciente fuera de Cuba.

Gustavo Acosta se nos presenta aquí con uno de esos paisajes ruinosos que solía realizar como la memoria fotográfica de viejas edificaciones recreada por una lluvia caligráfica. La tela importante, dividida en dos paneles, recrea esa atmósfera que Orlando Hernández describía:

"Cuando Gustavo superpone a la imagen (o interpone entre nosotros la imagen) una avalancha de borrones, o una confusa niebla de erizados palotes, de ágiles garabatos, de tupidas tramas diagonales, horizontales, verticales, está creando un tipo sui géneris de ruinas".

Es importante señalar además la adquisición de varios trabajos escultóricos de interés, como es el caso de las piezas de Agustín Drake y José A. Díaz Peláez, artistas que han sido reconocidos entre los más sobresalientes de esa época. Uno trabajando el metal para realizar piezas de un marcado sentido decorativo; otro, mostrando ese interés pertinaz "por la proyección monumental de las formas, no por condición de escala sino como intrínseca calidad de la obra (...), por acortar las diferencias entre las llamadas “ escultura de salón” y la escultura ambiental".

De igual modo, los dibujos de Adigio Benítez aquí expuestos parecen ser parte de una serie que habría de exhibir en 1981, en la muestra personal Del casi mito a la semi realidad. Allí decía Pedro de Oraá:

"Verticales vibrátiles, diagonales de justo equilibrio, horizontales hábiles que deslindan el ámbito de la imagen naciente y creciente."

Un caso curioso es el anónimo del Quijote (no se ha podido precisar el autor), una pieza que activa la estética del reciclaje de objetos en una suerte de neoconstructivismo. Este podría ser considerado un símbolo de la cultura para la época, pues se trata de una pieza en desuso de automóviles norteamericanos utilizados para representar la figura del eminente guerrillero.

De cualquier forma, la colección pública del Teatro Nacional, que espera por una atención más efectiva en términos de cuidados de restauración y conservación, abre sus puertas al espectador interesado, quien podrá encontrar virtuales “cortes transversales” en dos momentos importantes del arte plástico cubano aun por estudiar a profundidad.

Más allá de la pertinencia o no de los aciertos en su conformación, la colección verifica ese mutuo intercambio que siempre ha caracterizado el ámbito artístico. El Teatro Nacional de Cuba tampoco ha estado ajeno a la creación plástica, a ello debemos agradecer que hoy se muestre esta colección.

Cursos y talleres

Dentro de las actividades que desarrolla el Teatro Nacional de Cuba, se imparten cursos y talleres que persiguen el desarrollo personal y profesional de todos aquellos que participan masivamente, desde niños y niñas pequeñas hasta una amplia presencia de personas de la tercera edad. Entre los cursos más importantes se encuentran:

Gimnasia suave: Preserva y crea un mayor desarrollo físico y mental fomentando y favoreciendo la estabilidad física y psíquica del equilibrio orgánico.

Danza creativa: Logra en los niños el desarrollo de la creatividad mediante un riguroso y científico método de expresión corporal. Logra un acercamiento a la danza contemporánea en particular.

Iniciación al ballet: Desarrolla el interés y conocimiento por el arte del ballet. Prepara niños con talento para el ingreso en escuelas elementales de ballet.

Conoce tu cuerpo y proyéctate: Logra en los alumnos el desarrollo de sus capacidades físicas volitivas y psíquicas. Ayuda a conocer su cuerpo a través del trabajo osteomiarticular.

Danzas y cantos de origen africanos: Pretende iniciar en el conocimiento de la cultura arará y bailes de santería. Propone un acercamiento a la historia, geografía y cultura entre África y Cuba.

Bailes tradicionales de salon y populares: Ofrece el conocimiento de los bailes de la contradanza al danzón y del son a la salsa e incita a aventurarse en las improvisaciones del rap.

Yoga basico y medio: Introduce al tallerista en el conocimiento del yoga. Enseña y realiza ejercicios de relajación.

Del juego a la actuación: Interrelación de estimulación y desarrollo de los sentimientos y el pensamiento. Coordinación y ritmo, proyección y dicción, adaptación escénica e improvisación.

Apreciacion musical: Desarrolla la sensibilidad hacia la música y el hábito de escucharla con atención para su disfrute.

Proyecto larga vida: Meditación occidental I, II y III. Meditación oriental, Chakras, energía universal, control mental.

Proyecto: dr. Oscar ojeda delgado: Los colores de la salud. Aceites esenciales para el bienestar, Feng Shui. El Poder curativo de la mente.

Técnicas de ventas: Metodología de la investigación, psicología del cliente, fundamentos de marketing, relaciones publicas, comunicaciones y técnicas de dirección.

Idioma inglés: Capacita al estudiante para que sea capaz de escuchar, entender, hablar y escribir en inglés.

La sanacion espiritual por arquetipos: Terapia complementaria que permite la sensación holística, para equilibrar el cuerpo, la mente, el espíritu y el karma.

Centro de Información María Lastayo

Tiene su sede en el Teatro Nacional de Cuba y fue creado en Diciembre de 1982. Debe su nombre y existencia a la Dra: María de los Ángeles Lastayo y Margolles, quién en una labor de incesante perseverancia, dedicó los últimos quince años de su vida a la selección y adquisición de valiosos documentos de las artes escénicas y los espectáculos, principalmente el Teatro y la Danza, dando como resultado la existencia de un considerable fondo documentario, proveniente de adquisiciones, donaciones y canje.

Este Centro especializado nace con una clara vocación de servicio público y con las funciones específicas de localizar, adquirir, almacenar, conservar, analizar y difundir toda la documentación e información relacionada con el Teatro y la Danza en y fuera de Cuba, teniendo dentro de sus objetivos básicos el desarrollar un sistema de análisis, organización y recopilación de la información asociado a este campo artístico cultural para la explotación en la práctica científico informativa a fin de utilizar racional y eficientemente los recursos informativos y productos documentales puestos a disposición de la comunidad de usuarios, así como extender el perfil temático de la institución a las restantes manifestaciones de las artes escénicas y los espectáculos.

El centro pretende constituirse en unidad docente, atendiendo en su práctica pre - profesional y en la elaboración de informes técnicos , a los alumnos de la escuela de técnicos del nivel medio de Bibliología y Técnicas Documentarias del MINCULT y del Departamento de Ciencias de la Información y Bibliotecología de la Facultad de Comunicación de la Universidad de la Habana.

Este Centro pone a disposición de los usuarios un amplio fondo de documentos editados e inéditos únicos en el país, útiles principalmente para las tareas de creación, investigación y docencia, aunque abrimos también nuestras puertas para todo el público interesado en conocer más profundamente sobre el Teatro y la Danza.

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A través del Centro se facilita la información lo más completa y rápido posible en:

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  • Préstamos temporales de documentos disponibles en los fondos. Cuando el documento solicitado en préstamo es único ejemplar, estará supeditado a la decisión de la Dirección del Centro.
  • Préstamos Inter-bibliotecarios (entrega de documentación a usuarios de otra institución informativa)

Otros servicios

Por otro lado el 9no Piso, ubicado en la torre central del edificio es un espacio multiuso utilizado mayormente para representaciones de teatro experimental, talleres y laboratorios especializados de alto nivel, ensayos, grabaciones de videos, etc.

Los jardines con una bella, exuberante y variada flora cubana, entre las que se destacan las palmas reales (nuestro árbol nacional) alberga instalaciones escultóricas y cerámicas de destacados creadores nacionales como: Rita Longa, Raúl Martínez, Roberto Estopiñan y Alfredo Lozano entre otros y son sede de presentaciones de agrupaciones teatrales infantiles dirigida a los niños.

El Café Cantante Mi Habana y el Piano Bar Delirio Habanero se encuentran también situados dentro de las instalaciones del Teatro, donde se ofrece lo mejor de la música cubana en vivo, acompañado de una exquisita coctelería y gastronomía.

Fuente

Reseña del Teatro Nacional de Cuba