Tuberculosis aviar

Tuberculosis de las aves de corral
Información sobre la plantilla
Ga.jpg
Agente transmisor:Gallinas, Pavos,faisanes
Forma de propagación:Ingestión de órganos tuberculosos o heridas de la mucosa bucal y de la piel.
Tuberculosis de las aves de corral. La tuberculosis es una enfermedad infecciosa, en casos típicos crónica, del hombre y los animales domésticos, producida por el Bacillus tuberculosiso por sus variedades, y anatómicamente caracterizada por vegetaciones celulares especificas y procesos exudativos.

Historia

Antes del descubrimiento del bacilo de la tuberculosis, Paulicki había notado ya la semejanza entre la tuberculosis de las aves de corral y las tuberculosis del hombre y de los mamíferos. Luego R. Koch (1882) demostró bacteriológicamente la tuberculosis de las gallinas. Pero al principio consideró idénticos a los del hombre y mamíferos los bacilos de la tuberculosis de las aves, mientras otros investigadores (Maffucci, Strauss y Gamaleia) llamaron la atención sobre las particularidades de los bacilos de la tuberculosis de las últimas. R. Koch, cambió, entretanto, de opinión, mas otros investigadores, al frente de ellos Romer y M.Koch y Rabinowitsch (1907), siguieron creyendo los bacilos de la tuberculosis de las aves idénticos a los de la tuberculosis del hombre y mamíferos, porque habían logrado infectar experimentalmente gallinas con material morboso de personas y de animales mamíferos y aislar en cultivo puro bacilos de tuberculosis aviaria de las alteraciones tuberculosas.

Esta idea fue más tarde abandonada, por haberse comprobado que en gallinas exentas de toda infección tuberculosa, como demostraba la prueba tuberculínica, la infección experimental por medio de bacilos de tuberculosis humana o bovina producía sólo, en el peor caso, alteraciones locales que curaban, pero nunca lesiones tuberculosas como las que se presentan en la tuberculosis espontánea de las gallináceas (Tschebnitz 1923, Ritchters, R. Eber y otros). Se comprobó, además, que los bacilos de la tuberculosis de las aves pueden producir alteraciones tuberculosas en cerdos (O. Bang, Mohler y Washburn), y, en casos aislados, en otros mamíferos.

Ubicación

La tuberculosis de las aves de corral se presenta con alguna frecuencia y causa sensibles pérdidas en gallineros y palomares. También se observa en otras gallináceas (pavos, pintadas); en cambio, es excepcional en las aves acuáticas.

Las aves de lujo, los papagayos, canarios y pájaros análogos también la padecen con frecuencia. Asimismo se le observa de cuando en cuando en aves libres (perdices, faisanes, urogallos, grigallos, chovas, etc.).

El aparente aumento de la frecuencia de la tuberculosis de las aves de corral en los últimos tiempos, guardaría relación con las malas condiciones de alojamiento e higiene en que se tienen muchas aves de corral en las ciudades. Pero tampoco es rara la enfermedad en pequeñas explotaciones del campo, donde seguramente se dinfunde mucho porque las aves, en parte, sólo son sacrificadas en edad avanzada. En cambio, en las grandes explotaciones avícolas el grado de infección disminuye desde que, últimamente, suelen sacrificarse las aves reproductoras en cuanto cumplen 2 años de edad y se mantienen las crías alejadas de las aves adultas.

Etiología

La tuberculosis de las aves de corral es causada por el bacilo de la tuberculosis aviaria (tipo gallinácea del bacilo de la tuberculosis). Solamente la tuberculosis de las aves de lujo se debe las más veces abacilos de tuberculosis humana. Las infecciones ocasionales de las aves de corral por bacilos de tuberculosis humana o bovina, incluso cuando prenden, carecen de importancia práctica, ya que a lo sumo producen alteraciones locales que propenden a la curación.

Infección natural

Suele producirse por ingestión de órganos tuberculosos o eliminaciones de aves enfermas. También se produce por heridas de la mucosa bucal y de la piel y no es imposible la infección por las vías respiratorias. Por lo regular, el agente infeccioso es introducido en los gallineros sanos por aves de corral tuberculosas o por material contaminado con eliminaciones bacilíferas de dichos animales.

En los huevos de gallinas tuberculosas hay bacilos de tuberculosis con relativa frecuencia (según Fitch y Lubbehusen y Dikmans 1928, deben considerarse como infectados hasta 1 % de los huevos de gallinas que reaccionan simplemente a la tuberculina). A los 10 días de la infección, los bacilos pueden asentar ya en el ovario, de modo que ya, desde este momento, las gallinas suelen poner huevos infectados (Raebiger 1929). A pesar de esto, la infección germinativa no tendría gran importancia, pues en los huevos infectados o no se desarrollan embriones (Fitch y Lubbehusen 1924, F. Schmidt) o, si se desarrollan, los polluelos mueren inmediatamente (Baumgarten). En la práctica, la infección por huevos que contienen bacilos únicamente puede acontecer cuando se alimentan las aves con huevos crudos.

Según Scheible (1950) y otros, en la mayor parte de los casos pueden encontrarse bacilos también en la sangre yen la carne de las aves muertas o sacrificadas a causa de su reacción positiva a la prueba de tuberculina, los cuales pueden ser motivo para el contagio de gallinas.

En los corrales infectados, las posibilidades de contagio y el número de casos dependen de las condiciones en que se tienen las aves, pues la falta de limpieza y el hacinamiento del averío en locales reducidos y poco cuidados favorecen la infección. La edad en que las aves padecen tuberculosis depende también de las condiciones locales. En los grandes criaderos, en los que los polluelos están aislados durante algún tiempo de las aves adultas, no suelen presentarse casos de tuberculosis en aves de menos de 1 año; en cambio, en gallineros pequeños en los que desde un principio los polluelos están en contacto con aves tuberculosas adultas, la enfermedad se observa ya en aves jóvenes. Incluso en las explotaciones pequeñas el número de casos de enfermedad y muerte aumenta con la edad.

Las malas condiciones higiénicas, y, ante todo, la insuficiente alimentación, influye en el curso de la enfermedad, ya que en los corrales en buenas condiciones el enflaquecimiento de las aves a causa de la tuberculosis suele observarse a una edad más avanzada que en los gallineros defectuosamente alimentados.

Patogenia

Los bacilos de tuberculosis llegados al tubo digestivo penetran por los folículos linfáticos de la faringe o del intestino en las capas más profundas de los tejidos, de donde, tanto si han producido como no alteraciones patológicas en el tubo digestivo, entran en la circulación y van con la sangre a los más diversos órganos, especialmente al bazo, al hígado, a los huesos, etc., donde producen alteraciones tuberculosas. La tuberculosis de las aves empieza siempre, pues, por una bacteriemia, que puede acontecer ya, en las infecciones abundantes, de 2 a 3 días después (Raebiger).

En el curso ulterior de la enfermedad, los bacilos de los focos formados del modo descrito pueden pasar temporalmente a la sangre y llegar a órganos todavía no alcanzados. Además, al hígado llegan bacilos de tuberculosis, no sólo con la sangre, sino también por las vías linfáticas. En los raros casos en los que la infección se produce por las vías respiratorias o por heridas cutáneas, el foco primario se desarrolla en los pulmones o en la piel, de donde luego los bacilos entran asimismo en la vía hemática y van con la sangre a los órganos más diversos.

Las manifestaciones caquécticas que sobrevienen en casos avanzados, resultan de la acción tóxica de los productos químicos del bacilo y de los tejidos destruidos. La muerte sobreviene, ora a consecuencia de la caquexia, ora por hemorragia interna, particularmente del hígado y del bazo.

Alteraciones anatómicas

En la necropsia se halla enfermo lo más a menudo el hígado, el cual se ve aumentado de volumen y color, ya rojo pardo, ya notablemente amarillo o grisamarillento. En casos avanzados, presenta degeneración adiposa y es quebradizo, friable. El número y tamaño de los focos tuberculosos que contiene varían mucho. Los foquitos pequeños como grano de mijo (miliares) y los todavía menores (submiliares) son transparentes como vidrio, blancogrises o blancos y, a veces, también amarillentos.

Al seccionarlos, aparecen, ora uniformemente hialinos o con un puntito amarillento en el centro. Mientras los focos pequeños no sobresalen de la superficie del hígado, los mayores forman nódulos más o menos prominentes. Los focos que alcanzan el tamaño de guisantes son amarillos o amarillopardos, y su superficie puede ser transparente u opaca. La sección de semejantes focos es hialina en la periferia y en el centro presenta el aspecto de queso duro, más rara vez toda la superficie es blanda o únicamente en la parte central. Los todavía mayores pueden alcanzar el tamaño de avellanas y aun de nueces. Ora semejan esferas, ora, sobre todo cuando resultan de la coadunación de varios nódulos, ofrecen una superficie como de coliflor. Los nódulos mayores son amarillos y duros como cartílagos o más duros aún, de manera que sólo pueden cortarse con trabajo, pero al cortarlos no suelen rechinar, porque sólo excepcionalmente contienen sales de cal. Su superficie de sección también es amarilla o grisamarillenta, pero rara vez uniforme. Se caracterizan por anillos concéntricos que recuerdan el dibujo del ágata o por manchas amarillo-claras o amarillooscuras mezcladas con otras gris sucias, de modo que la superficie de sección semeja la pulimentada de conglomerados de mármol.

Como el tejido tuberculoso del hígado es extraordinariamente frágil, son frecuentes las hemorragias debajo de la cápsula de Glisson y también (según, A. Eber, en 20 % de los casos aproximadamente) la rotura de dicha cápsula, por lo cual, en tales casos, junto a tuberculosis del hígado se hallan señales de hemorragia interna.

El bazo también está lesionado con frecuencia. Suele hallarse aumentado de volumen, a las veces hasta tener el de un huevo de gallina. Los focos son parecidos a los del hígado, pero suelen ser más pequeños. Excepcionalmente se ven algunos muy grandes, y hasta todo el órgano se puede hallar transformado en una masa caseosa. En algunos casos, también se observan hemorragias debajo de la cápsula y roturas de la misma con hemorragia interna.

Síntomas

Generalmente transcurren meses hasta que se manifiestan fenómenos morbosos. En algunos casos, una cojera singular, de una pata, despierta precozmente la sospecha de la tuberculosis ósea, pero, las más veces, únicamente la despiertan el enflaquecimiento progresivo, a pesar de mantenerse el apetito y aun de estar aumentado, y la anemia. Más tarde sobreviene inapetencia, disminuye o cesa del todo la puesta de huevos, y las aves, que se han quedado entretanto en los huesos, mueren tras un plazo de 6 a 8 semanas de manifiesta enfermedad, si antes la rotura de cualquier órgano tuberculoso no pone fin a la vida por hemorragia interna.

Además de estos signos morbosos vagos, con elevación temporal de la temperatura, en otros casos pueden servir para el diagnóstico los fenómenos que siguen. La tuberculosis intestinal se manifiesta por diarrea incoercible y, en las aves muy emaciadas, a través de la pared abdominal pueden palparse los tubérculos del intestino.

A veces también se pueden palpar nódulos tuberculosos en el hígado (Jakob propuso examinar los órganos abdominales después de abrir el abdomen, como, por ejemplo, en la castración, pero es examen prolijo y no suele hacerse). La tuberculosis de las glándulas del cuello se manifiesta por una tumefacción del tamaño de una avellana que no se puede deslizar hacia el estómago, y esto la distingue de granos de maíz atascados. En la tuberculosis articular (que en la paloma mensajera es, con el paratifus, la causa más frecuente de la parálisis del ala), existen, además de dolor y tumefacción de las articulaciones, trastornos motores (claudicación, caída del ala enferma, imposibilidad de volar). A veces la tumoración articular se abre, fluyendo por el orificio abierto una secreción caseosa.

En la tuberculosis de la piel se desarrollan, lo más a menudo alrededor de los ojos, en la piel y en el tejido subcutáneo, nodulillos aislados o en grupos que, poco a poco, llegan a tener el tamaño de guisantes. Más tarde los nódulos mayores se abren y se transforman en úlceras de bordes minados por debajo y con tejido de granulación tórpido, cubierto de material caseoso.

En un caso de Pallaske (1942), el fondo ulceroso, recubierto de pus y costras, tenía un aspecto sarcoide, sin caseificación, que histológicamente se caracterizaba por una proliferación de células epiteliales gigantes. En un caso de absceso de los pulpejos, Hepping (1938) halló bacilos de tuberculosis en el contenido evacuado previa incisión.

Diagnóstico

En el animal vivo, generalmente sólo permiten diagnosticar la enfermedad la demostración de bacilos de tuberculosis en las eliminaciones y secreciones o el resultado positivo de la prueba tuherculinica, por la gran semejanza de las manifestaciones clínicas con las de otras enfermedades (verminosis, cólera de las aves de corral, tifus de las mismas, paratifus). En la necropsia suele bastar para diagnosticarla el hallazgo de focos circunscritos, consistentes, a menudo de dureza cartilaginosa, con caseificación o reblandecimiento centrales. En estos casos merecen especial atención las alteraciones óseas, que afectan, en la mayoría de los casos de tuberculosis, a los huesos largos ya mencionados.

En casos dudosos, especialmente cuando las alteraciones, por ser muy recientes, pueden parecerse mucho a las de otras enfermedades infecciosas (tifus de las aves de corral, paratifus, seudotuberculosis, aspergilosis), es menester, además de la necropsia, la investigación microscópica de los tejidos alterados.

Prueba tuberculínica

Para descubrir la infección tuberculosa en las aves de corral, es adecuada la prueba intradérmica de Van Es y Schalk (1914); en cambio, son inadecuadas la prueba tuberculínica subcutánea y la ocular. El resultadopositivode la prueba intradérmicaes un signo cierto de infección tuberculosa; en cambio, el resultado negativo indica con menos certeza la ausencia de tuberculosis.

A menudo, la reacción positiva no se presenta en aves muy decaídas precisamente a causa de tuberculosis y, por otra parte, transcurren hasta tres semanas, después de la infección, antes de que el animal reaccione a la tuberculina. Por esto, en aves enflaquecidas, únicamente tiene valor el resultado positivo de la prueba tuberculínica e, incluso en aves robustas, el negativo sólo decide la exclusión de la infección tuberculosa cuando la prueba, repetida, por lo menos, tres semanas después, resulta de nuevo negativa.

Técnica e interpretación de la prueba tuberculínica

En la gallina, se inyecta en medio del borde anterior de la barbilla 0,1 c. c. aproximadamente de tuberculinade ave de corralconcentrada o al 50 % en la piel (en caso de necesidad, también se puede inyectar en una orejuela o en la cresta).

Si se ha de repetir la prueba, se debe recurrir a la otra barbilla, ya que, según Revesz (1931), el tejido inyectado una vez con tuberculina permanece insensible a ésta desde algunas semanas hasta dos meses (cosa no confirmada por Bamberger (1942). En condiciones prácticas, las aves no tuberculosas no se hacen sensibles a la tuberculina por las inyecciones de la última (según Radtke, son menester para esto siete inyecciones como mínimo, efectuadas con intervalos de una semana).

Poco después de la inyección, los alrededores del punto inyectado se hinchan incluso en aves no infectadas, a causa de la lesión de los tejidos y de las materias irritantes no específicas contenidas en la tuberculina. En las aves no infectadas, esta tumefacción especificara desaparece de las 24 a las 36 horas después; en cambio, en las gallinas que reaccionan positivamente, la hinchazón se transforma en una tumefacción específica; muy patente a las 36-48 horas, que desaparece paulatinamente, tardando, a veces, de 7 a 8 días. Por esto, la prueba debe juzgarse desde las 36 a las 48 horas que siguen a la inyección.

La reacción positiva se manifiesta por una hinchazón consistente, circunscrita, de las inmediaciones del punto inyectado. Si se mide con un pequeño pie de rey, pueden conceptuarse como signos de reacción positiva los aumentos de grosor de más de 2 mm. Pueden confundirse muy fácilmente con la reacción tuberculínica positiva, tumefacciones que se observan, en algunos gallineros, después de la inyección intradérmica de tuberculina, en aves portadoras de bacilos del cólera de las gallinas, por fijarse pasteurelas en el punto de inyección de la tuberculina, llevados a él con la sangre, las cuales, proliferando en el tejido lesionado, pueden producir la enfermedad de las barbilla. Pero entonces la tumefacción es edematosa e invade toda la barbilla y, a veces, también la garganta y la otra barbilla y suele seguir extendiéndose todavía 48 horas después.

Suerodiagnóstlco

Desde que Moses, Feldmann y Mann (1943) encontraron satisfactoria la prueba de aglutinaciónen experiencias de laboratorio, empleando cepas de bacilos de la tuberculosis aviar bien emulsionables, para el estudio del suero de las gallinas sospechosas de tuberculosis, Larson y Feloman (1950) elaboraron un método en portaobjetos, aplicable a la exploración heinática de las aves en el gallinero.

Este método de sangre fresca llegó a hacer superflua la utilización de las pruebas tuberculínicas, y, además, puede aplicarse a la vez para descubrir en las aves las infecciones tíficas. Los resultados obtenidos hasta la fecha son alentadores, aunque todavía falta un juicio decisivo sobre la efectividad del método.

Tratamiento y profilaxis

La tuberculosis de las aves de corral se considera hoy como una enfermedad incurable, por lo cual la lucha contra la enfermedad debe establecerse a base del sacrificio de los animales enfermos y de preservar la salud de los no contagiados aún. A los corralesno infectadosno deben llevarse sino aves de criaderos libres de tuberculosis (en este sentido es de importancia el reconocimiento oficial de tales criaderos, como exentos de tuberculosis) y, si esto no es posible, las adquiridas de nuevo se mantendrán aisladas y se someterán dos veces a la prueba tuberculinica con el intervalo de 3 a 4 semanas, dependiendo su empleo como aves reproductoras del buen resultado de la investigación.

Una vez demostrada la presencia de la tuberculosisen un corral, deben sacrificarse, no solamente las aves enfermas visiblemente, sino también las que sólo reaccionen a la tuberculina, valojar en lugar limpio de tuberculosis la parte sana de la población avícola. Mediante una nueva investigación, efectuada de 3 a 4 semanas después (y, más tarde, al menos, anualmente), y la eliminación de las aves que reaccionan, el corral se mantiene definitivamente limpio de tuberculosis.

Enlaces externos

Fuente

  • Libro de Medicina veterinaria “Patología y terapéutica especiales de los animales domésticos”.