Agustín y Albanell

Agustín y Albanell
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NombreAntonio Agustín Albanell
Nacimiento26-II-1517
Zaragoza, Bandera de España España
Fallecimiento31-V-1586
Tarragona, Bandera de España España

Antonio Agustín Albanell (Zaragoza, 26-II-1517 - Tarragona, 31-V-1586). Uno de los más importantes polígrafos, de ascendencia aragonesa y catalana.

Datos biográficos

(Zaragoza, 26-II-1517 - Tarragona, 31-V-1586). Uno de los más importantes polígrafos, de ascendencia aragonesa y catalana. Estudia en Zaragoza, Alcalá de Henares, Salamanca, Bolonia y Padua. Becario del Colegio Mayor de San Clemente, en Bolonia (1539), se doctora en ambos derechos en 3-VI-1541 y es nombrado para ocupar la Auditoría de la Rota Romana en la Corona de Aragón. Nuncio de Julio III en Inglaterra en 1555, en 1556 obispo de Alife, Visitador de Sicilia por Felipe II; asiste al concilio de Trento. En España ocupa la sede episcopal de Lérida (1561) y la arzobispal de Tarragona, donde entra el 10-III-1577. Su obra impresiona por la cantidad, calidad y diversidad. Es filólogo, poeta, biógrafo, teólogo, historiador y jurista. Dentro de la Filología es latinista y helenista, así como en el campo del Derecho es romanista y canonista, y en el de la Historia es cultivador de la antigua y la medieval.

Bibliografía

Gómez Uriel, M.: Bibliotecas antigua y nueva de escritores aragoneses de Latassa, aumentadas y refundidas en forma de Diccionario bibliográfico-biográfico; vol. I, Zaragoza, 1884, pp. 24-30.

Historia Moderna

Este polígrafo aragonés resalta con personalidad propia muy destacada a lo largo del siglo XVI por sus estudios y por su actividad. Era hijo de Antonio Agustín, vicecanciller de Aragón (V) y de Aldonza Albanell. En Salamanca, a la edad de 17 años se doctoró en Derecho civil. En Italia fueron sus principales maestros Faseolo, en Humanidades, y Alcieti, en Derecho. Cuando contaba 26 años, en 1543, publicó, tras una revisión del códice mediceo de las Pandectas, sus Emendatonium et opinionum iuris civilis libri IV. Ésta su primera publicación bastó para situarlo a la cabeza de los juristas de su generación: «la obra hizo época, y sirvió a muchos otros de modelo por la sagacidad de observación y la perfección del método». Paralelamente a sus actividades como civilista desarrolla el conocimiento y especialización en el Derecho canónico, singularmente el estudio de sus fuentes, de tal manera que se le ha podido calificar de «fundador de la historia de las fuentes del Derecho canónico».

Pese a su juventud, estas extraordinarias actividades jurídicas llamaron la atención en la Santa Sede, entonces en plena ebullición de los días trentinos, que lo designa, en 1545, Auditor por Aragón de la Rota Romana. Durante su larga permanencia en el Tribunal demostró capacidad y competencia, con lo que su prestigio, tanto en saber como en conducta, aumentó sin cesar, y le acarrea su ascenso en las categorías vaticanas; así, en 1555 es designado, por primera vez, nuncio cerca del emperador Carlos y del rey consorte de Inglaterra, a la sazón el príncipe Felipe de Austria, su hijo, para resolver espinosas cuestiones planteadas en torno a la reintegración de la corona inglesa a la obediencia apostólica. Poco después, durante el pontificado de Paulo IV, este pontífice quiso designarle cardenal, propósito que no se consumó por haberse cruzado la candidatura de Juan Martínez Guijarro, llamado Silicio, obispo de Cartagena, hombre de la máxima confianza de Carlos I y de Felipe II, del que había sido preceptor y sería consejero. En compensación fue designado obispo de Alife, dándose el caso que todavía no tenía el presbiteriado; poco después fue de nuevo designado nuncio, esta vez en Viena, cerca del emperador Fernando I (1558).

Su misión duró sólo unos meses. Felipe II lo reclamó para sí. Primeramente le designó visitador del reino de Sicilia, misión que cubre parte de los años 1559 y 1560; después le promueve para ocupar el obispado de Lérida, del que toma posesión por poderes, para dirigirse inmediatamente al concilio de Trento, donde llegó el 5-X-1561, desempeñando un brillante papel en la tercera y última parte del concilio; fue uno de los más destacados padres españoles.

Terminado el concilio a fines del 64 se incorpora a su diócesis ilerdense, donde permanecerá durante trece años, alternando una eficaz labor episcopal con sus incesantes trabajos humanísticos. Desde el punto de vista eclesiástico su objetivo es el cumplimiento de los cánones trentinos, especialmente los referentes a las reuniones sinodales y a la transformación de su diócesis conforme a las nuevas normas, para lo que tuvo que vencer muchas dificultades.

En 1577, a propuesta de Felipe II, es designado arzobispo de Tarragona. Los nueve años de su arzobispado son fecundos en realizaciones. Por sus Diálogos de las medallas, puede ser considerado introductor de la numismática científica en España, también es destacable su participación en la edición de las obras de San Isidoro, que supone un gran avance crítico para su obra; recordaremos, también, su mecenazgo, que le lleva a ceder parte de su palacio arzobispal para la instalación de la excelente tipografía de Felipe Mey, en 1578, y sus esfuerzos por crear un museo de antigüedades en Tarragona. No podemos olvidar que como aficionado a la poesía se conservan de él diversas composiciones, en latín o castellano. Su muerte hace desaparecer a una de las figuras más representativas del Renacimiento español.

La opera omnia de Agustín, se conserva gracias a la edición que en Luca se realizó durante los años 1765-74, debida a Gregorio Mayáns, en un conjunto de ocho volúmenes en el que se incluye la nota biográfica más amplia del gran humanista aragonés, sin que posteriores estudios hayan ampliado de forma notable la historia de su vida y de su obra.

Bibliología

Este gran bibliófilo aragonés y cultivador de las bellas letras, fue, desde 1576, arzobispo de Tarragona, en cuya diócesis reunió tres concilios provinciales y a sus expensas labró en la catedral una capilla para el Santísimo Sacramento, en la que fue sepultado. Como bibliófilo promovió el sistema de catalogación de las bibliotecas por materias, impulsó el desarrollo de la imprenta de Lérida con la colaboración del impresor valenciano Felipe Mey, y reunió una importante biblioteca propia que a su muerte engrosaría los fondos de la de El Escorial. Fue autor de un centenar de obras, entre las que sobresalen varios comentarios a autores clásicos latinos, la edición del Breviario ilerdense, así como de las Constituciones dictadas bajo su pontificado en Lérida y Tarragona. Su obra más conocida es el Diálogo de medallas, inscripciones y otras antigüedades (Tarragona, 1587), sus Diálogos de las armas y linajes de España, que se editó póstumamente en Madrid en 1743. Son muchos sus comentarios a fuentes del derecho romano, dejó un riquísimo epistolario en latín, español e italiano con eruditos de su tiempo, varias poesías, y muchos trabajos genealógicos. Para Aragón es muy interesante su trabajo De Caesaraugustanis episcopis.

Fuentes