Artes Plásticas en Cuba (Siglo XIX)

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Las artes plásticas cubanas son la expresión de la imaginería, pintura, escultura, cerámica, grabado, fotografía, arquitectura de Cuba y diseño gráfico creados en Cuba. Las mismas son expresión de la pluralidad de concepciones estéticas traídas a la Isla especialmente por los colonizadores españoles y por los negros esclavos procedentes de África. Con el transcurso del tiempo y la cimentación de la Identidad Nacional Cubana se fueron creando expresiones influenciadas por el resto de Europa, América Latina y los Estados Unidos, después de la irrupción del socialismo tuvo también una marcada influencia el arte soviético.


Inicio de las artes plásticas en Cuba

Las primeras manifestaciones de las artes plásticas cubanas debemos ubicarlas en las aldeas de los aborígenes donde se han encontrado: vasijas de barro, hachas petaloides de piedras simétricas y pulidas finamente y son lo más característico de la cultura taína. Entre los objetos de uso ceremonial o religioso abundan los cemíes que son ídolos o imágenes labrados y tallados en piedra, barro o madera, concha o madrépora y los dujos, asientos de madera dura como si fuera un banquillo de cuatro patas, cuyo espaldar terminaba muchas veces en una curva continuada con molduras simbólicas que son muy estimados por su valor, delicadeza y cuidado de la talla.

Historia

En 1592 cuando los colonizadores llevaban un tiempo aquí establecidos se fundaron las primeras villas. En 1592 se declaró ciudad a San Cristóbal de La Habana y en su escudo apareció la llave que señala la posición estratégica en el Golfo y las tres torres de sus grandes construcciones militares de defensa de la flota, que antes de zarpar para España procedentes de México y Perú, cargadas de riquezas, pasaban por el puerto de La Habana contribuyendo al esplendor de esta ciudad.

Los Castillos de La Fuerza, La Punta y de Los Tres Reyes del Morro adornaban ese escudo y en el de La Fuerza se colocó la estatua de bronce de La Bella Habana conocida después como La Giraldilla, hoy símbolo de la ciudad.

En el siglo XVI ya estaban trazadas las primeras calles y construidas las primeras iglesias. Un acta de aquella época señala que en año 1584 el pintor Juan Camargo fue el primer artista que realizó el retablo de la Parroquia Mayor.

La necesidad de priorizar la defensa ante los ataques de corsarios y piratas hizo que en la isla y naturalmente en La Habana se construyeran edificaciones militares, en segunda instancia las religiosas y posteriormente las civiles.

Las iglesias hechas de cantería o mampostería contaban casi siempre con una sola nave, su exterior era sobrio y algunas se adornaron con variantes de torres, casi siempre a un solo lado, otras agregaron naves laterales, de ahí que veamos a veces dos torrecillas octagonales que complementan armoniosamente los dos cuerpos de la fachada.

En esta forma sencilla surgieron en La Habana las iglesias de Santa Clara (1644), del Espíritu Santo (1638), de San Agustín (1633) y la de Santo Domingo que era también convento y más tarde sería la primera Universidad Pontificia de Cuba.

Algunas como las iglesias de Sancti Spíritus y de Santiago de las Vegas tenían torres con forma de cúpulas.

En el interior de las iglesias se utilizaron maderas finas en imágenes talladas y polícromas de cierto valor; candelabros, sagrarios y misales muy trabajados, que eran fundamentalmente donaciones.

Durante el siglo XVI y a partir de ahí, se edificaron viviendas y edificios con gran influencia morisca, con balcones y galerías cubiertas en el piso alto con techos y alforjas decorados.

En el siglo XVIII cristaliza la arquitectura con el llamado estilo barroco cubano.

En esta época había florecido una burguesía "criolla" que intervino en el desarrollo de la economía; Estados Unidos se independizó de Inglaterra y se convirtió en el principal consumidor de la Isla.

En España se llevó a cabo el llamado "Despotismo Ilustrado" que implicó un desarrollo bastante rápido de todo el universo cultural; los representantes en Cuba de ese gobierno emprenden la construcción de edificios públicos y la burguesía criolla construye residencias mayores y más lujosas.

La Habana se pavimenta e ilumina, se construye el primer teatro: "El Coliseo", en la Alameda de Paula. El material utilizado es de una piedra porosa y caliza dura, estas impiden la mucha decoración del barroco español.

Las iglesias utilizan arcos transversales en sus naves y techos con arcos artesonados (Iglesia de Guanabacoa, atribuida a Alejandro Hernández). En las torres de las iglesias se utilizaron espirales piramidales de mampostería, torres cuadradas y poligonales y se continúan haciendo trabajos en maderas finamente tallada. La Catedral de La Habana se erige en 1748 surgiendo el motivo ornamental: "La Habanera Jamba" y la supresión de pedestales.

Se sabe que participaron en esa obra el gaditano Pedro de Medina y el cubano, habanero, Fernández Trevejos. Su estilo barroco está dado por el movimiento de la fachada a ambos lados de la puerta principal, el empleo de líneas ondulantes y quebradas, uso de columnas sesgadas y espirales en la cornisa.

En el interior se revistió de madera, pero, en el siglo XIX casi a finales, se cubrió de yeso como bóvedas góticas y se le añadieron pinturas decorativas.

Buenos ejemplos del barroco cubano son: la Casa de Gobierno y la Casa de Correos ambas en la Plaza de Armas, el Castillo de La Fuerza y el Templete (a excepción de La Fuerza, las demás datan del siglo XIX).


Arte en la Colonia (Siglo XVI - Siglo XIX)

Desde mediados del siglo XVI se desarrolla en la Isla una incipiente actividad plástica. En el Museo se conservan algunas piezas realizadas por pintores del siglo XVII y un número mayor de obras de artistas nacidos en el siguiente.

El siglo XVIII se caracteriza en general por el predominio de la estética barroca que llega a Cuba a través de Andalucía. Este barroco andaluz se asimila en la Isla donde adquiere su propio significado y se expresa con características peculiares. Los temas fundamentales utilizados por los artistas son el asunto religioso[1] y el retrato- limitado a las clases sociales altas- y, ocasionalmente, el asunto histórico. El retrato es una pieza de carácter oficial en la cual aparece el modelo- que puede ser el gobernador, el obispo, un alto funcionario o un miembro de la nobleza cubana- con su escudo nobiliario y la cantilla donde se recogen sus datos biográficos. Dos pintores se destacan en el siglo: José Nicolás de Escalera[2] y Juan del Río. Ambos tratan el cuadro religioso y el retrato,

Escalera prefiere con mayor interés el tema religioso. En la Iglesia parroquial de Santa María del Rosario construida entre 1760 y 1766 por José Perera y fundada por el Primer Conde de Bayona, se le decía "La Catedral de los Campos de Cuba". En su interior tiene retablos de madera dorados y pintados; allí podemos apreciar sus pinturas murales que se valora altamente por ser el primer pintor cubano que se conoce en detalle y las escenas que ofrece retratan la sociedad de la época. En una estampa de la leyenda familiar de la Casa Bayona aparece un negro (por vez primera) esclavo que se dice indicó a su amo las propiedades del agua mineral en el predio. La pintura cubana aparece como tal a finales del siglo XVIII, época en que la pintura era considerada un oficio. Los artistas eran pagados por sus retratos que era el tema más frecuente. Nicolás de Escalera fue autodidacta, pintaba copiando, captó la luminosidad de las obras cubanas. Pintó las pechinas de la iglesia de Santa María del Rosario, único ejemplo de escenas costumbristas del siglo XIX.


Primera mitad del Siglo XIX

El género de la pintura más frecuente en los inicios del siglo es el retrato. Lejos ya del antiguo retrato oficial del XVIII, tiene como máximo representante[3][4][5] en La Habana el pintor mestizo Vicente Escobar quien desarrolla en los inicios del XIX, se diferencia en poses y actitudes con respecto al siglo anterior. Escobar representa la tradición española frente a los nuevas corrientes francesas de la Escuela San Alejandro.

El Neoclasicismo

Durante la hegemonía de la oligarquía criolla, los cánones estilísticos se orientan hacia el neoclasicismo, corriente que coexiste con la influencia española tradicional. Este neoclasicismo se introduce en los inicios del siglo, cuando ya el nuevo movimiento está vigente en Europa. Personalidades dentro del ámbito cultural de Cuba, entre los que se encuentra el Obispo Juan Díaz Espada y Landa (1756-1828), imponen el nuevo estilo de líneas clásicas, antítesis de la exuberancia del barroco. El primer director de San Alejandro, el pintor francés Juan Bautista Vermay, orienta a las jóvenes generaciones dentro del neoclasicismo, estilo ya implantado en las iglesias de la Diócesis de La Habana.

Grabado Siglos XVI-XIX

En la segunda mitad del siglo XVI, al convertirse La Habana, en el puerto más importante del Caribe, Cuba despierta el interés del Viejo Continente, y en Europa se realizan numerosos mapas calcográficos de la Isla. En este período es notable también el grabado histórico que recoge un acontecimiento importante resuelto generalmente por medio de las armas. La narración se edita en series y frecuentemente destaca al héroe.

El siglo XIX se caracteriza por un notable auge de la técnica litográfica, introducida en la Isla poco después que Luis Senefelder patentiza su invento. Desde las primeras décadas del siglo los grabadores incorporan las escenas costumbristas.[6][7][8] Primeramente, dentro del paisaje urbano, después la escena callejera y el tipo popular se convierten en el asunto principal de la pieza donde es frecuente ambientar con elementos arquitectónicos o paisajes campestres someramente indicados. Tratado superficialmente, el negro es considerado un elemento de mucha plasticidad en la composición. También es frecuente el tema campesino: el guajiro con sus fiestas y aficiones en contacto con la naturaleza se describe en un ambiente idílico.

Marquillas de tabacos y cigarros

Los fabricantes de tabacos y cigarros explotan las posibilidades de la litografía en la fabricación de las hermosas etiquetas hoy conocidas como marquillas, caracterizadas por la variedad y riqueza de asuntos y de motivos decorativos que complementan los diseños centrales. Desde las primeras litografías monocromas hasta las más lujosas se advierte una evolución en cuanto a la concepción decorativa según los adelantos técnicos y el gusto de la época.

Miniaturas

En Cuba es común la miniatura en el siglo XVIII, pero es el siglo XIX cuando tiene mayor florecimiento. Muchos pintores retratistas se anuncian además como miniaturistas.

Paisaje

Los artistas del siglo XIX enriquecen las temáticas de sus obras al abordar todos los géneros pictóricos, a diferencia de sus antecesores, circunscritos únicamente al cuadro religioso y el retrato. De tal diversidad de asuntos nace el pintor paisajista, próximo la segunda mitad de la centuria, cuando el romanticismo predomina en la estética de la época. El paisaje en la colonia transcurre desde la visión idílica de la naturaleza hasta la corriente realista, influencia directa de la pintura española.

Costumbrismo

Como tema en la pintura, el costumbrismo entra con retraso respecto a los grabadores, pero no por ello deja de ser un género que alcanza notables cualidades plásticas. Los pintores costumbristas, espléndidos dibujantes conocedores del color y la técnica, son observadores sagaces del momento histórico que les tocó vivir y su obra es referencia obligada.

Segunda mitad del siglo XIX.

En la última generación de pintores del siglo XIX, alumnos de San Alejandro, es necesario destacar la desaparición inesperada, en plena juventud, de estudiantes que prometían desde las aulas llagar a ser artistas sobresalientes en la pintura finisecular. Miguel Angel Melero, José Arburu Morell y Julián Ibarbia, al terminar sus estudios en La Habana, continúan su formación en el extranjero.

Cambio de Siglo (1894-1927)

La modernización que se opera en Cuba, durante el siglo XIX, principalmente en su capital, se incrementó notablemente en el último cuarto de la centuria convirtiéndose La Habana en una cuidad cosmopolita. La plástica, básicamente la pintura, no es ajena a este movimiento. Surge entonces una generación de jóvenes creadores que, con disímiles tendencias o influencias más actualizadas, producen obras desde fines del siglo XIX hasta pasado la tercera década del XX. Debido a su carácter heterogéneo estas creaciones, difíciles de agrupar bajo un calificativo común estilístico, son consideradas de modo general como exponentes del período de Cambio de Siglo.

Referencias

Fuentes