Batalla de Crecy

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Batalla de Crecy
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Parte de Guerra de los Cien Años
Crecy.jpg
Ingleses y franceses en Crecy
Fecha 26 de agosto de 1346
Lugar Crécy-en-Ponthieu, al sur de Calais, Francia
Causas Considerada la segunda gran batalla del conflicto territorial y dinástico conocido como guerra de los Cien Años -luego del combate naval de La Esclusa-, Crécy acaeció como consecuencia de la incapacidad de Eduardo III de Inglaterra de invadir Francia a través de Flandes. El objetivo de la campaña que culminó en el choque de Crécy fue la captura de París, cuya conquista debía poner fin a la guerra.
Resumen Crécy fue testigo del enfrentamiento entre el reducido ejército inglés de aproximadamente 12.000 hombres (las fuentes francesas estiman 20.000), incluidos 7.000 arqueros, comandados por Eduardo III y un gigantesco ejército francés con agregados bohemios, mallorquines, navarros e italianos de 20.000 a 30.000 hombres (incluyendo a 12.000 caballeros montados) con Felipe VI al mando.
Resultado Victoria decisiva inglesa
Territorio Francia
Beligerantes
Ingleses 12 000 (las fuentes francesas estiman 20.000) Franceses 20.000 a 30.000
Comandantes
Eduardo III de Inglaterra Eduardo de Woodstock Felipe VI de Francia Juan I de Bohemia †
Bajas
1.200 muertos y heridos 12.000 muertos

Batalla de Crecy. Tuvo lugar el 26 de agosto de 1346 cerca de Crécy, al norte de Francia, y fue una de las batallas más importantes y decisivas de la guerra de los Cien Años. La batalla contó con un total de 90 001-100 002 hombres, 2500 caballeros y 6500 infantes​ aproximadamente (en su mayoría arqueros).

Descripción

Crécy fue testigo del enfrentamiento entre el reducido ejército inglés de aproximadamente 12 000 hombres (las fuentes francesas estiman 20 000), incluidos 7000 arqueros, comandados por Eduardo III y un gigantesco ejército francés con agregados bohemios, mallorquines, navarros e italianos de 20 000 a 30 000 hombres (incluyendo a 12 000 caballeros montados) con Felipe VI al mando. Eduardo resultó victorioso a causa del uso de unas tácticas y armamento superiores. Fue una batalla en donde se demostró la eficacia del arco inglés (longbow) usado en masa contra la caballería acorazada. Los caballeros franceses, provistos de armadura de placas, fueron reducidos por las flechas de punzón al cargar contra los ingleses, que se habían ubicado en una elevación para lograr una mejor trayectoria del fuego.

El resultado fue que la élite de la nobleza francesa pereció en Crecy (alrededor de un tercio de la misma, según la fuente considerada).

Preparación

Aprovechando las enseñanzas ofrecidas por sus anteriores combates contra escoceses e irlandeses, Eduardo III conocía las ventajas de los campos agrícolas -de ser posible recién arados- en una lucha contra los franceses.

El peso y la dificultad de movimientos que provocaban las armaduras de los hombres de armas franceses facilitaban la labor de los casi desnudos arqueros ingleses (vestidos sólo con un pañal debido a que la mayoría estaban enfermos por disentería), que arrojaban nubes de flechas contra el enemigo y clareaban las filas francesas apenas comenzadas las batallas.

Es por ello que en Crecy, el comandante inglés eligió (como haría años después Enrique V en Agincourt) un terreno recién labrado, rodeado por elevaciones y colinas (el de Agincourt lo estaba por bosque impenetrable).

El rey se colocó, junto a su plana mayor, en un viejo molino de viento sobre una pequeña colina que se encontraba a retaguardia, desde donde tenía una excelente visión del campo de batalla.

Desde esa fuerte posición defensiva, Eduardo III dispuso que todo el mundo combatiera a pie, y dividió a su ejército en tres grupos o batallas.​ Su hijo de dieciséis años, Eduardo de Woodstock, príncipe de Gales que a partir del siglo XVI sería conocido en la historiografía como «Príncipe Negro», mandaba el de vanguardia.​ Tras este se disponía la batalla que mandaban los condes de Arundel y Northampton y en último lugar se hallaba la retaguardia a cargo de Eduardo.​ El arma secreta del ejército, los arqueros, provistos de sus arcos largos, se establecieron en una formación en “V” a lo largo de la cresta de la colina. En el período de espera que siguió, los ingleses construyeron, además, un sistema de fortificaciones defensivas compuesto de zanjas, hoyos y estacas afiladas para detener y derribar la caballería enemiga y proteger de paso a los arqueros.

Como ocurrió en la batalla de Sluys, sucedería en Agincourt y seguiría aconteciendo a lo largo de casi todos los episodios de la guerra de los Cien Años, uno de los principales problemas del bando galo era su enorme exceso de confianza. Seguros debajo de sus armaduras de 40 kg y montados en sus enormes y poderosos caballos de guerra, los caballeros franceses creían que un ataque a la carga contra los arqueros ingleses sería devastador y definiría el combate en pocos minutos.

Pero Felipe VI no había organizado correctamente a sus tropas. Colocó delante de los caballos a seis mil mercenarios genoveses armados con ballestas lo que,​ llegado el momento, dificultaría la carga de caballería.

En segundo lugar, dejó a los ballesteros a la intemperie, con lo que, por causa de las grandes lluvias que habían caído durante la espera, las cuerdas de sus armas se mojaron y se volvieron inútiles. Por contraposición, los comandantes ingleses repartían bolsas impermeables a sus arqueros a fin de que protegieran las armas de la temida humedad.

Desarrollo

Los primeros en entrar en combate fueron los ballesteros genoveses del ejército francés.​ A pesar de que manejaban armas temibles, su cadencia de fuego era sólo de uno o dos 2 virotes por minuto contra las cinco o seis flechas que un arquero inglés disparaba en el mismo tiempo. A pesar de la lluvia de dardos que los ballesteros descargaron sobre los grupos de arqueros enemigos, pronto fueron masacrados por la superior cadencia de fuego del arco largo.

Además, Felipe cometió un error aún mayor. Se suponía que cada ballestero debía estar acompañado de un escudero armado con un pavés, especie de escudo grande de pico puntiagudo que se clavaba en la tierra, delante del ballestero. El objetivo de este soldado era proteger al ballestero durante los instantes en que este estaba indefenso, durante el lento y penoso proceso de recargar la ballesta. Durante esta operación el ballestero tenía un pie y ambas manos ocupadas en el arma, por lo que obviamente necesitaba de un hombre que lo protegiera de las flechas enemigas.

Pero el rey francés les ordenó disparar antes de que los encargados de los suministros les hubiesen entregado los paveses a los escuderos. Cuando todos los ballesteros y sus paveseros murieron bajo la lluvia de flechas inglesas, los paveses blindados estaban aún en los carromatos de transporte.

La banda musical francesa, con aires marciales pensados para asustar al enemigo, se encontró de pronto acompañando con sus sones la matanza de sus propios compañeros. En medio de la confusión que siguió, y viéndose superados por el mejor armamento inglés, muchísimos genoveses intentaron retroceder. Esto no fue tolerado por la propia caballería francesa, que tenía orden de reprimir severamente los actos de deserción y cobardía de los ballesteros genoveses, de modo que terminaron con aquellos a los que los arcos enemigos no habían conseguido alcanzar.

El paroxismo de la destrucción de los ballesteros genoveses llegó cuando los pocos sobrevivientes que aún disparaban fueron alcanzados por el devastador fuego de tres bombardas que Eduardo llevaba consigo en previsión de tener que mantener un largo asedio contra alguna ciudad amurallada.

Carga de la caballería

Viendo el pobre desempeño de los ballesteros, se decidió la carga de la caballería, método preferido por el estado mayor francés. Aunque los caballeros estaban en desventaja en el campo arado y sobre una pendiente ascendente, atacaron en oleadas o hileras sucesivas.

La sobrecarga de peso y las estacas afiladas les impidieron llegar siquiera hasta los grupos de arqueros, que se cebaron en los jinetes, ya que sabían que sus flechas eran perfectamente capaces de perforar las armaduras. Por consiguiente, cada fila de caballeros era rechazada rápidamente y debía retirarse con espantosas pérdidas. Dieciséis veces intentó Felipe quebrantar las líneas inglesas sin conseguirlo, mientras las nubes de flechas aniquilaban incluso a los que se retiraban a retaguardia.

El Príncipe Negro se vio aislado y atacado, mas su padre, Eduardo III se negó a enviarle ayuda, expresando que el joven debía «ganarse sus espuelas de caballero». A poco de luchar, el Príncipe rechazó el ataque, distinguiéndose, como el resto de oficiales y hombres de tropa, con esa gran victoria en una drástica inferioridad numérica. Las unidades del conde de Arundel acudieron para sostener las filas del príncipe, que por fin rechazó las acometidas francesas.

Al atardecer, Felipe VI, herido él mismo, perdió completamente la esperanza y ordenó la retirada. Crecy fue una desastrosa y humillante derrota para Francia, solo superada más tarde por el desastre de Agincourt. Los ingleses habían disparado más de setenta y dos mil flechas, y se calcula que más de una de cada tres habían hecho blanco en hombres o caballos franceses. Al anochecer los galeses del ejército de Eduardo recorrieron el campo de batalla sembrando el pánico entre los heridos, la flor de la nobleza francesa.

Kaufmann, 2004: 101

Fuentes

  • Telmo Meléndez, ed. (2001). Las Grandes Guerras del Milenio. Las Cruzadas. Tomo II. Santiago de Chile: Editorial Ercilla, pp. 62.
  • Mitre Fernández, 1990, p. 106.
  • Mitre Fernández, 1990, p. 107.
  • Mitre Fernández, 1990, pp. 107-108.
  • Mitre Fernández, 1990, p. 108.
  • Mitre Fernández, 1990, pp. 108-109.
  • [1], La formación de Francia, Isaac Asimov.