Cartago (ciudad antigua)

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Cartago
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Gentilicio Cartaginés

Cartago fue una ciudad de la antigüedad, situada al norte de África, en el territorio ocupado por el actual Túnez. Fue fundada por los comerciantes fenicios de Tiro, según la leyenda por la reina Dido (o Elisa). La colonia llegó a alcanzar tal importancia comercial que rivalizó con las propias metrópolis fenicias.

A su alrededor se erigió el Imperio Cartaginés, la más importante potencia marítima del Mar Mediterráneo occidental hasta las Guerras Púnicas. Tras su derrota en la guerra, se convirtió en provincia romana hasta su conquista por los vándalos, posteriormente fue reconquistada por el Imperio Bizantino, para ser finalmente destruida en un ataque musulmán en 705.

Ubicación

La ciudad de Cartago se encontraba en el noreste del Magreb, en el actual Túnez, cerca de la capital. Se ubicaba en un istmo, una franja de tierra unida al continente africano y protegida por una triple muralla. Era emplazamiento privilegiado, ubicado en lo alto de un promontorio que dominaba la cuenca occidental y oriental del Mediterráneo. Dentro de la ciudad, próximos a la línea de costa, se encontraban los dos puertos de la ciudad, muy famosos en la Antigüedad. Las descripciones de los puertos nos han llegado gracias al historiador griego Apiano, testigo de los últimos días de la ciudad.

Fundación

Ruinas de Cartago

La leyenda dice que Cartago fue fundada en el 814 a. n. e. por Dido, hermana de Pigmalión, rey de Tiro. Este tenía una serie de "pequeñas" desavenencias con su hermana, que se había casado con un tal Acerbas. Acerbas era el sumo sacerdote de la ciudad, a cuyo cargo añadía la condición de ser uno de los hombres más ricos y el elemento consanguíneo, pues era su tío. Pigmalión y Acerbas representaban la punta de un entramado civil y sacerdotal, cabezas del poder fenicio, sustentado por el poder del dinero. Se desconoce, porque no lo dice claramente el mito, si este sacerdote era ambicioso, si estaba hostigado por una camarilla de aristócratas o si la ambiciosa era su esposa.

El desenlace de este pulso terminó con el asesinato de Acerbas, con su fortuna embargada, y una esposa desdichada, que puso a salvo lo que pudo de sus riquezas y, temiendo por su vida, urdió la excusa de ir a por sus bienes para dárselos a su hermano, pero dispuso del tiempo necesario para reunir a un equipo de medrosos nobles que la apoyaban y huir hacia Chipre.

En Chipre eligió un nuevo sumo sacerdote, pero consagrado a Astarté y ochenta doncellas, que convencidas o no, servirían como prostitutas sagradas a la diosa en un futuro templo que construiría para la diosa. Desplegó velas, siguió la costa del Norte de África y encontró un promontorio protegido donde decidió fundar una ciudad. Su nombre, Cartago. Dida, como buena fenicia, entró en conversaciones con la tribu libia dueña de los terrenos, para proceder a su compra. Los indígenas encontraron una solución para quitarse a tan molesta vecina.

Decidieron concederle el terreno que ocupara una piel de buey. Pero Dida, descendiente de una generación de comerciantes, antes que príncipes, dividió la piel del animal en finísimas tiras y rodeó una porción considerable de terreno del promontorio, y allí fundó el núcleo de Cartago, llamado Byrsa. Un gobernante vecino exigió a Dida como esposa. El consejo de ancianos, por miedo a la joven reina, no se atrevió a comunicar la petición a la reina.

Para ello, maquinaron una artimaña: se entrevistaron con ella y le comunicaron que les habían pedido que fueran a vivir con los indígenas para poder civilizarlos, pero que ellos tenían miedo y no querían ir. La reina les reprochó su cobardía, diciéndoles que debían realizar ese sacrificio por el bien de la ciudad. No sabía que se estaba enredando en una trampa. En ese momento, los ancianos le dijeron la verdadera petición, no se podía negar. Sus argumentos se volvían contra ella. Durante tres meses preparó una pira funeraria, sacrificó a varias personas y se apuñaló en la cima de la pira. Así murió esta reina.

Los puertos

Puerto de Cartago

Los puertos de Cartago eran su razón de ser. Una ciudad que basaba su existencia en el mar, en el comercio marítimo, necesitaba puertos adecuados, y los de Cartago fueron los más famosos de toda la Antigüedad. El testimonio de primera mano sobre los puertos es el del historiador griego Apiano, testigo presencial de la destrucción de Cartago y que describe dos puertos, uno rectangular de uso civil y otro circular de uso militar unidos por un canal.

La ciudad de Cartago poseía dos grandes puertos, el comercial y el militar, que le permitieron dominar militar y comercialmente el Mediterráneo occidental. El acceso a los puertos desde el mar venía facilitado por una entrada de unos 21 m de ancho, que en caso de necesidad era cerrada con una cadena de hierro. Los dos puertos estaban unidos por un estrecho canal navegable. Fueron construidos artificialmente, en lo que fue una gran obra de ingeniería, admirados y envidiados, y siendo los más famosos de la Antigüedad.

Puerto civil

Era de forma rectangular. Allí fondeaban las naves comerciales, que en su mayoría importaban garum, trigo, púrpura, marfil, oro, estaño y esclavos de las factorías, de las colonias y de las explotaciones agrícolas creadas en numerosos enclaves costeros a lo largo del Mediterráneo. Las exportaciones a otras ciudades, colonias o pueblos costeros nativos de las costas del Mediterráneo occidental fueron mercancías manufacturadas, vidrios, cerámicas, objetos de bronce o hierro, y tejidos de púrpura.

Puerto militar

Era de forma redonda y albergaba en su interior una isla artificial también circular. La isla era la sede del almirantazgo, y su acceso era restringido. El puerto militar según las fuentes clásicas podía albergar 220 barcos de guerra, y sobre los hangares se levantaron almacenes para los aparejos. Delante de cada rada se elevaban dos columnas jónicas, que dotaban a la circunferencia del puerto y de la isla el aspecto de pórtico.

Los restos arqueológicos descubiertos han permitido extrapolar la capacidad de acogida del sitio: 30 diques en la isla del almirantazgo y de 135 a 140 diques en todo el perímetro. En total, de 160 a 170 diques, podían albergar tantos barcos de guerra como han sido identificados. Por debajo de los diques de la dársena se situaban los espacios de almacenaje. Se ha supuesto que en cada dique podían tener cabida dos filas de barcos. En medio del islote circular,había un espacio a cielo abierto, a cuyo lado se levantaba una torre. Los diques podían tener sobre todo la función de astillero naval.

Gobierno cartaginés

El gobierno de Cartago era la oligarquía, no muy diferente de la República Romana, pero no se conocen muchos detalles. Las cabezas del estado eran los sufetes (literalmente, jueces; los escritores romanos se refirieron a ellos como reges, reyes), que podría haber sido originariamente el título de los gobernadores de la ciudad asignados por la ciudad madre de Tiro.

Más adelante, 1 o 2 sufetes, que se cree que realizaban funciones judiciales y administrativas, pero no militares, eran elegidos anualmente entre las más acaudaladas e influyentes familias. Estas familias aristocráticas estaban representadas en el Gran Consejo, comparable al senado romano, que tenía un amplio espectro de poderes, pero no se sabe si los sufetes eran elegidos por este consejo o por una asamblea del pueblo. Aunque el pueblo podría haber tenido influencia en la legislación, la democracia era bastante débil en Cartago, y los oligarcas controlaban firmemente la administración de la ciudad.

Eratóstenes, director de la Biblioteca de Alejandría, advirtió que los griegos habían estado equivocados al considerar a los demás pueblos (bárbaros) como no civilizados, viendo que tanto los cartagineses como los romanos poseían una constitución. Aristóteles también supo de la Constitución Cartaginesa y escribió sobre ella en uno de sus libros. El libro se perdió, pero algunas descripciones de su contenido han sobrevivido. Es importante destacar que Cartago jamás olvidó sus lazos con la metrópoli Tiro.

A pesar de ser, a partir de cierto momento, más poderosa que la ciudad madre, Cartago pagó impuestos a Tiro y la ayudó en los momentos de mayor debilidad, como cuando Asiria la amenazaba. Otro hecho que demuestra que las colonias fenicias (como Cartago) eran, en cierta forma y al menos en sus comienzos, política y administrativamente dependientes de la metrópoli se comprueba cuando algún soberano extranjero conquistaba sus ciudades de origen: en ese momento se autoproclamaban reyes de las colonias occidentales. Se conoce, además, que Cartago llevó botines de guerra (Sicilia) al templo de Melqart en Tiro, como ofrenda al dios patrón de la ciudad fenicia.

Comercio

El imperio comercial cartaginés tuvo, en sus inicios, una fuerte dependencia de sus relaciones con Tartessos, así como de otras ciudades de la Península Ibérica. De allí se obtenían grandes cantidades de plata y, lo que era más importante, estaño, necesario para la fabricación del bronce tan usado en aquella época. Cartago utilizó las mismas rutas comerciales ya establecidas por su ciudad madre (Tiro).

Cuando Tartessos cayó, los barcos cartagineses fueron directamente hacia las fuentes de estaño del Noroeste de la Península Ibérica, incluso más al Norte, hasta las islas británicas. Otras expediciones llegaron a traer oro de lugares tan lejanos como Senegal, en la costa atlántica africana. El relato de la expedición cartaginesa desde las islas británicas hasta el Senegal nos ha llegado a través del único hallazgo literario cartaginés descubierto hasta la fecha: El periplo de Hannón.

Es el diario de navegación de Hannón (460 adC) y está escrito en griego (no se conserva la versión original, sino la traducción griega). Para Heródoto, con este método nadie sale perjudicado, sin embargo es evidente que los cartagineses tenían la voz cantante en el trueque y todas las de ganar. Si la poesía épica griega y los historiadores contemporáneos del Imperio Romano dejaron constancia de la oposición militar de Cartago a las ciudades-estado griegas y después a Roma, fue gracias al teatro griego y a sus comedias que han llegado hasta nosotros descripciones de los mercaderes cartagineses, vendedores de tela, vasijas y joyería.

Religión

Cartago fue famosa entre sus vecinos por el sacrificio de niños. Plutarco menciona su práctica, así como Tertuliano. Sin embargo, otros historiadores no lo hicieron. Las excavaciones arqueológicas modernas parecen haber confirmado la versión de Plutarco. Se estiman en unas 20.000 las urnas depositadas entre el 400 a. n. e. y el 200 a. n. e. en el cementerio de niños denominado Tofet.

Las urnas contenían los huesos de recién nacidos y, en algunos casos, los de fetos y niños de 2 años, indicando que si el niño nacía ya muerto, el hijo más joven debía ser sacrificado por los padres. Sin embargo, a veces se argumenta a favor de que, simplemente, se trata de los restos calcinados de hijos que fallecieron de muerte natural, aunque, a la vista de otras evidencias halladas en Canaán, esto parece menos probable. Parece ser que el lugar elegido para el Tofet fue el mismo donde la reina fundadora de la ciudad, se inmoló.

Es quizá, por esa autoinmolación que apareció la tradición del Tofet. Otro caso parecido fue el de la mujer de Asdrúbal, el general derrotado en la última Guerra Púnica, que se lanzó a las llamas con sus hijos desde lo alto del templo de Eshmún (en la colina de Byrsa), el último bastión de la resistencia cartaginesa, cuando los soldados romanos ya habían entrado en la ciudad. Por otra parte, los dioses principales de la ciudad fueron: Melqart (patrón de Tiro), Ashtart (la fenicia Astarté), pero sobre todos los demás se encontraba Tanit ("La Señora"), asociada al Señor Baal Hammón. A este último se ofrecían los sacrificios humanos rituales denominados molk (o molek).

Véase también

Fuentes