Combate de Las Vegas de Jibacoa (29 de julio de 1958)

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Combate de Las Vegas de Jibacoa
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Vegas jibacoa.jpg
Fecha:29 de julio de 1958.
Lugar:Las Vegas de Jibacoa.
País(es) involucrado(s)
Bandera de Cuba Cuba
Líderes:
Ernesto Guevara de la Serna y Camilo Cienfuegos.
Ejecutores o responsables del hecho:
Ejército Rebelde.


El combate de Las Vegas de Jibacoa se produjo el 29 de julio de 1958 y fue dirigido por los comandantes Camilo Cienfuegos y Ernesto Che Guevara; el objetivo principal era impedir la entrada del enemigo a Minas del Frío aquí el enemigo pierde gran cantidad de hombres y equipos bélicos.

Antecedentes

En el mensaje enviado Por Fidel Castro Ruz a Ernesto Che Guevara el 20 de julio, horas antes de la rendición del Batallón 18 en el Jigüe, le anunciaba que se emprenderían dos operaciones simultáneas contra las fuerzas enemigas en Santo Domingo y las Las Vegas de Jibacoa, le adelantaba también que él estaría al frente de esta segunda misión. El Che contestó con una notica en la que pedía conversar personalmente con Fidel porque sus «proyectos dobles» le parecían «demasiado arriesgados». Al final quedó convencido de que eran no solo recomendables sino factibles, cuando supo el volumen del botín capturado en Jigüe y Purialón, y la posibilidad real de contar, a partir de ese momento, con más de 300 hombres armados.

Preparación del combate

Ya el 25 de julio, el Comandante Ernesto Guevara de la Serna había distribuido todas sus fuerzas en las alturas que rodeaban el campamento enemigo, concentrado en el pequeño llano entre las casas de Bismark y Santiago Torres. En este sector actuarían las escuadras de Joel Iglesias, José Ramón Silva y Luis Crespo. El Che y otras escuadras rebeldes se habían situado en la falda de la loma de El Desayuno, directamente sobre el único camino por el que tendrían que tomar los guardias de la Compañía 92 si quisieran escapar. Desde esas posiciones, el Che controlaba de manera total cualquier movimiento, y se hallaba dispuesto, no solo a cerrar en El Desayuno un intento de huida, sino también a golpear al enemigo en retirada desde la retaguardia.

Por su parte, siguiendo nuestra ya probada estrategia, Camilo Cienfuegos y sus hombres, se habían colocado en la falda exterior de la loma de La Llorosa, preparados para rechazar cualquier intento de refuerzo a la tropa sitiada, tanto del Batallón 17 desde Las Mercedes como del Batallón 23 desde Arroyón.

Recuérdese que el único acceso a Las Vegas de Jibacoa desde el llano era a través del estrecho camino que pasaba por la loma de El Mango y atravesaba luego la de El Desayuno, donde discurría a lo largo de un desfiladero entre la abrupta falda de esta loma y el cañón del río Jibacoa, que en esa región fluía entre enormes piedras y grandes pozas, algunas de ellas las más espectaculares de toda la Sierra Maestra.

En este tramo del camino, que apenas daba paso a un vehículo, fue donde pudo haberse montado una resistencia efectiva, en ocasión de la entrada del enemigo en las Vegas. No se logró entonces, como vimos en su momento, pero yo estaba decidido a que esta vez el terreno sería aprovechado al máximo por nuestras fuerzas, y que allí se produjera una nueva victoria. Además, quienes dirigirían la operación eran nada menos que el Che y Camilo, y bien sabía yo que ellos no conocían la palabra vacilación.

Lo importante era que si esa constituía la única ruta de acceso a Las Vegas de Jibacoa, igualmente iba a ser la única de escape de la tropa sitiada en ese lugar. Resultaba impensable que el Ejército intentara otro camino, pues cualquier variante lo conduciría más al interior de la montaña, y a estas alturas, en las condiciones físicas y morales en que se encontraba la tropa enemiga de las Vegas, no cabía en absoluto otra posibilidad que la de intentar la huida. Por otra parte, no salir por el camino planteaba la empresa, casi imposible, de escalar la impresionante mole de La Llorosa o la no menos escarpada falda de El Desayuno. El jefe de la Compañía 92 no podría imitar a Sánchez Mosquera y sorprender con un movimiento fuera del camino existente.

Combate

Al día siguiente del combate en la loma de El Mango y el rechazo del intento de refuerzo a la tropa sitiada en Las Vegas de Jibacoa, el Che recibió a dos oficiales de la Compañía 92 enviados a conferenciar por el capitán Durán. La respuesta que trasmitieron fue que el jefe de la tropa agradecía la propuesta del Che pero no la aceptaba, pues el «honor militar» no le permitía entregar sus armas sin combatir. En vista de ello, el Che declaró reabiertas las hostilidades.

Esa misma tarde, después de pegar candela a sus provisiones y parte de sus balas, la Compañía 92 dio comienzo a su intento de huida. De inmediato el Che ordenó a todas sus escuadras que iniciaran la persecución y el hostigamiento de la tropa en fuga, mientras las fuerzas rebeldes en la loma de El Desayuno intentaban cerrar la vía de escape del enemigo, con el apoyo de las fuerzas de Camilo Cienfuegos desde El Mango. En la persecución de los guardias participaron, entre otras, las escuadras de los capitanes Joel Iglesias, José Ramón Silva y Luís Crespo; y desde El Desayuno y El Mango cerraron la salida las escuadras de los capitanes César Suárez, Orestes Guerra y Lázaro Soltura. Camilo y el resto de su personal contuvieron y rechazaron los intentos del Batallón 23 desde Arroyón por auxiliar a las tropas de Las Vegas de Jibacoa. El combate se prolongó con intensidad hasta el anochecer.

Resultados

Un balance preliminar realizado esa misma noche por el Che, y el informe que me enviaron, daba cuenta de 40 guardias prisioneros, ocho muertos y cinco heridos. En definitiva, el total de prisioneros ascendió a 98, prácticamente la compañía completa. Fue capturada la tanqueta T-17 casi intacta, con un cañón de 57 milímetros, un mortero con 80 obuses, dos ametralladoras de trípode calibre 30, varios fusiles automáticos Browning, 20 carabinas San Cristóbal, 40 fusiles Springfield y 20 000 balas, entre otros pertrechos. En la acción fue hecho prisionero el capitán Gómez Oquendo, y entre nuestras bajas solo resultó herido el combatiente Angelito Frías.

Con esta acción, Las Vegas de Jibacoa quedaba definitivamente liberada, y una nueva unidad enemiga, en este caso la Compañía 92, resultó destruida y anulada como entidad combatiente. Era otra victoria rotunda. Ahora solo quedaban, en las cercanías de la montaña, las fuerzas enemigas de los Batallones 23 del comandante Finalé, acampado en Arroyón, y 17, del comandante Corzo, estacionado desde el comienzo de la ofensiva en Las Mercedes.

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