Cuevas de Hércules en Toledo

Cueva de Hércule en Toledo.
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La cueva presenta una rica historia arquitectónica.
UbicaciónToledo, España

La Cueva de Hércules. Se le denomina así a unos espacios subterráneos abovedados de la época romana situados en la ciudad de Toledo, España), que se localizan fundamentalmente en el callejón de San Ginés, bajo un inmueble que ocupa el solar de la que fue iglesia de San Ginés hasta 1841.

Historia

En época romana se había construido aquí un depósito de agua para el abastecimiento de la ciudad, que formaba parte de la red hidráulica romana de Toletum. Posteriormente, ya en época visigoda, parece que sobre el depósito de agua se levantó un templo cristiano. Más tarde, probablemente en el siglo XII, un nuevo templo se construyó en el mismo lugar, dedicado a San Ginés, sede de la parroquia homónima. La pequeña iglesia de San Ginés se abandonó en el siglo XVIII y fue demolida en el siglo XIX (1841), quedando en pie sólo algunos de sus muros perimetrales, parte de la sacristía y los sótanos.

El alcalde de Toledo inaugura las Cuevas de Hércules

La Cueva de Hércules y La Torre de Hércules, fueron construidas en el año 1037 a.n.e., en tiempos del rey hebreo Salomón. Todo este enclave sagrado se construyó en esa época para que diera a descubrir a la humanidad en los postreros días del fin del mundo. Su cometido sería empezar a mostrar las verdades bíblicas y que se empiecen a aclarar y descifrar todos los misterios y asuntos oscuros que ha padecido la humanidad desde siempre.

A la entrada de la Cueva de Hércules hay unas frases interesantes, escritas en azul, en idioma griego, y dice lo siguiente: " El rey que abriere esta cueva, y pudiere descubrir las maravillas que tiene dentro, descubrirá bienes y males".

Leyenda

Dicen las leyendas que el héroe griego Hércules, cuando llegó a Toledo, construyó un palacio descrito por unos y por otros como un edificio maravilloso que daba gloria a la ciudad y en el que se supone que guardó un gran tesoro. Más tarde cerró sus puertas dejando a diez guardianes, a los que entregó la llave del candado. Dando orden expresa a estos que cuando muriera alguno fuera remplazado por otro.

Así pasó el tiempo y se cogió la costumbre que los reyes posteriores pusieran cada uno un nuevo candado en la puerta de este palacio, como reconocimiento de la disposición de su creador, cuyo objetivo era que nadie entrara en él para evitar posibles males.

Llegaban los candados a número de veinticuatro en el tiempo que empezó a reinar el último monarca visigodo, don Rodrigo, al que los jueces y clérigos de la ciudad le insistieron a que pusiera su candado como tradicionalmente habían hecho sus antepasados. Este rey no sólo se negó a ello sino que quiso entrar en el recinto, intrigado enormemente por lo que había dentro del recinto pudiera encontrar. Por todo el mundo fue advertido que no lo hiciera, y que si lo que buscaba eran tesoros ellos se lo conseguirían para él, pero don Rodrigo hizo caso omiso de las súplicas, pidiendo las llaves de los candados que ya estaban colocados. Al notar la tardanza pensó que era desobedecido y uno por uno fue arrancando los candados de las puertas hasta que penetró en las puertas del palacio.

Lo que por fuera parecía tener forma cilíndrica en su interior era cuadrado, formado por cuatro estancias. Una de ellas era blanca como la nieve; otra negra como la pez; otra verde como la esmeralda y la cuarta roja como la sangre. Al llegar a la tercera sala se encontró un arca finamente labrada, con un candado que al final también violentó, con gran deseo de descubrir el gran secreto que contenía. Cara de asombro tanto en el monarca como en los que le acompañaban al descubrir que en su interior una tela blanca que tenía pintados hombres con arcos, flechas, lanzas y pendones, montados sobre caballos y todos ellos vestidos a la usanza árabe. Tenía también una inscripción o leyenda que rezaba así: <<Cuando este paño fuere extendido y aparecieran esas figuras, hombres que andarán así vestidos conquistarán España y se harán de ella señores>>.

Al rey le preocupó bastante lo allí visto, y arrepentido dejó todo como estaba antes de entrar, ordenando a los que allí se encontraban que no comentaran nada de lo sucedido. Cuenta la leyenda que al poco un águila gigante bajó con un tizón encendido en el pico y lo depositó en el palacio y que aleteando fuertemente sobre él produjo tal incendio que al poco dicho palacio se hallaba reducido a cenizas y que éstas fueron tomadas por otras aves, que con sus alas las esparcieron por toda la península. En el año 711 Toledo era conquistado por los musulmanes tal como predijo la tela blanca.

Fuentes