Decimotercera duquesa de Alba

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Duquesa de Alba
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(Imagen: La Duquesa de Alba (1875), Francisco de Goya, Fundación Casa de Alba)
Nombre real Maria del Pilar Teresa Cayetana de Silva y Álvarez de Toledo
Nacimiento 10 de junio de 1762
Madrid, Bandera de España España
Fallecimiento 23 de julio de 1802
Padre Francisco de Paula de Silva y Álvarez de Toledo
Madre María del Pilar Ana de Silva y Sarmiento de Sotomayor

Duquesa de Alba. Aristócrata española, decimotercera duquesa de Alba, una de las tres duquesa de Alba que tuvo el privilegio de recibir el título por derecho propio como los 15 herederos masculinos.[1] Fue un personaje que gozó de gran relavancia en la vida social del dieciocho madrileño. La primera dama española después de la Reina, se casó a los trece años con el marqués de Villafranca, el cuál falleció sin descendencia, dejando a la Casa de Alba sin heredero directo. Fue una de las mujeres más ricas de su tiempo y una de las aristócratas con más títulos del mundo.

Biografía

Nació el 10 de junio de 1762 y había recibido 27 nombres en su bautizo.[2] Era hija de Francisco de Paula de Silva y Álvarez de Toledo, decimotercer duque de Huescar, y de María del Pilar Ana de Silva y Sarmiento de Sotomayor, descendiente del conde de Salvatierra y octava marquesa de Santa Cruz. Cayetana pasó los primeros años de su vida en el viejo palacio de la Casa de Alba, en el centro de Madrid. En 1775, Fernando de Silva concertó el matrimonio de María del Pilar con José María Álvarez de Toledo y Gonzaga y Pérez de Guzmán, décimosexto duque de Medina Sidonia y primo de Cayetana. Algunos estudios mantienen que esta elección respondió al deseo del anciano Fernando de Silva de restaurar el apellido Álvarez de Toledo en el ducado de Alba.[3]

Nieta del duodécimo duque de Alba, Fernando de Silva y Álvarez de Toledo, heredó la titularidad del Ducado de Alba en 1776 a los quince años, fecha de la muerte de su abuelo, ya que en 1770 falleció su padre. Cayetana heredó además de su abuelo más de veinte títulos y cinco grandezas de España, con el correspondiente patrimonio que incluían, a los que añadió los inmensos estados de la Casa de Oropesa, heredada de su abuela paterna. Pronto se convirtió en uno de los personajes más importantes e influyentes de la Corte. Entretanto, su madre se había vuelto a casar con el conde italiano Joaquín Pignatelli, que tenía hijos de un matrimonio anterior. [3]

En 1777 ordenó la construcción del palacio de Buenavista, en el que residió pese a que nunca vio acabadas las obras, pues dos incendios obligaron a su reconstrucción.[4] Cayetana siempre tuvo una salud muy frágil. Al nacer le dieron el agua de socorro porque estaba a punto de morir. Padecía grandes migrañas. Además, tenía un pequeño defecto de escoliosis debido a una pierna un poco más corta que la otra que la hacía caminar de una manera muy particular y sensual; y es posible que una tuberculosis mal curada le llevara a no menstruar. El caso es que no pudo tener hijos y adoptó a María de la Luz, una niña negra.[5]

La duquesa estaba a la cabeza de la oposición a la influencia francesa, por lo que renunció a la moda parisina y gustaba de llevar mantilla. En su palacio se reunían los más grandes intelectuales se su tiempo; destaca la relación que mantuvo con Francisco de Goya, que en 1795 la pintó por primera vez en el famosísimo retrato La Duquesa de Alba. Cayetana, que hasta ese momento había protegido actores y toreros se convertió entonces en benefactora y amiga del pintor. Cayetana, cansada de las intrigas de la Corte, abandonó Madrid y fijó su residencia entre el palacio abulense de Piedrahita y el gaditano de Sanlúcar de Barrameda. Fue en esta época cuando apareció la figura de Francisco de Goya en la vida de la duquesa.

Muerte

Falleció el 23 de julio de 1802 a los cuarenta años de edad en extrañas circunstancias, extendiéndose el rumor de que había sido envenenada. Su pri­mer enterramiento fue en la iglesia del convento del Salvador. En 1945 el duque de Alba ordenó exhumar los restos de su antepasada. No se encontró veneno en el cuerpo, pero los pies estaban amputados ambos pies por encima del tobillo, casi como en el dibujo famoso de Goya, sin duda para que cupiera en el féretro en que fue tras­ladada, en 1843, a la Sacramental de San Isidro. El pie derecho, se hallaba en el féretro, junto al cadáver, pero no así el izquierdo. Según algunas creencias, para impedir que el muerto regrese a la tierra.

El estudio tanatotoxicológico de los restos está perfectamente descri­to en el libro ya citado, publicado en 1949 por Blanco Soler, Piga Pascual y Pérea de Petinto, “La Duquesa de Alba y su tiempo”.[2]

Se demuestra la ausencia total de huellas de venenos, minerales o vege­tales, y se analizan estado y situación de cada uno de los componentes anatómicos del cadáver. De todos los datos que ofrecen, sin embargo, el fundamental para nosotros reside en la existencia de claras lesiones específicas tuberculosas, que explican perfectamente la causa real de la muerte de la Duquesa. En primer lugar, describen los autores huellas de una intensa pleure­sía serofibrinosa, padecida, según indican, en 1792. Además, había una destrucción, también de etiología específica, del riñón izquierdo. Por últi­mo, pudieron constatar que la muerte sobrevino a consecuencia de una meningoencefalitis tuberculosa, última localización del proceso que venía padeciendo desde diez años antes. La pleuresía serofibrinosa había llegado a producir una escoliosis del tipo de las que clásicamente suelen ser deno­minadas toracógenas.

Leyendas y curiosidades

La historia que identifica a las majas de los dos cuadros de Goya (La maja vestida y La maja desnuda) con la duquesa de Alba se fundamenta en la conocida relación entre el pintor y la duquesa y en el hecho de que, cuando se supone que se pintaron estos cuadros, ambos se encontraban juntos en Sanlúcar de Barrameda, adonde habían ido tras la muerte del marido de la duquesa, el 9 de junio de 1796. Se ignora la fecha exacta en la que Goya pintó La maja desnuda, pero se sabe que fue antes de 1800, ya que en esa fecha la obra se encontraba en el gabinete de Godoy. Dada la enemistad entre la duquesa y Godoy, es difícil explicar cómo el cuadro acabó en su gabinete si la retratada fuera la duquesa, a no ser que se de crédito a otra leyenda, aún más improbable, que convierte a Cayetana y a Godoy en amantes. Todo parece indicar que fue el propio Godoy quien encargó a Goya La maja desnuda, máxime si se tiene en cuenta la afición del ministro por los cuadros de esta temática.[3]

Con todo, el cuadro sigue teniendo algo de enigmático. No hay duda de que el rostro no se corresponde con el de la duquesa (es un rostro idealizado que no corresponde a nadie concreto), pero el cuerpo si podría ser el de Cayetana, según se comprobó en 1945, cuando el duque de Alba exhumó los restos de su antepasada para tratar de restar crédito a la leyenda de la maja. La exhumación mostró un hecho también misterioso: al cadáver le faltaba un pie. Extrañamente, cuando se exhumó el cadáver de Goya, se halló que le faltaba la cabeza.[3]

Son muchos los aspectos de la vida de la duquesa de Alba envueltos en la leyenda y el misterio; ni siquiera son claras las causas de su prematuro fallecimiento: suicidio o envenenamiento son algunas diversas hipótesis que se han manejado, pero que no han podido probar ni el día 17 de noviembre de 1945, cuando a instancias del entonces Duque de Alba, se reunieron en la antigua Sacramental de San Isidro de Madrid los doctores Blanco Soler, Piga Pascual y Pérez de Petinto, para proceder a la exhumación y estudio de los restos de la Duquesa.[2] Tras su muerte sin descendencia, la casa de Alba transmitió sus derechos sucesorios a los Fitz-James Stuart, duques de Berwick, y siguió acumulando junto con los títulos nobiliarios uno de los mayores patrimonios de España.[3]

Representación en el arte

Su vida fue fuente de inspiración para artistas como el poeta Tomás de Iriarte o el pintor Francisco de Goya, e incluso en la actualidad su leyenda continúa siendo fuente inagotable de literatura.[4]

Otra escritora, amante de los detalles históricos, que ha escrito sobre la duquesa es Carmen Posadas, la que hace alución en su obra a la adopción de la hija negra de la Duquesa de Alba, María de la Luz, y la trató como si lo fuera al no poder tener hijos propios, le pudo dejar una gran fortuna en herencia, pero no el título.[5]

Notas y referencias

Fuentes

  • Cuadernos 20. Veinte mujeres de Madrid. Ayuntamiento de Villanueva de la Cañada.