El dios de la lluvia llora sobre México (Libro)

El Dios de la lluvia llora sobre México
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Título originalA rain Iiten sír fölött Mexikó
Autor(a)(es)(as)László Passuth
Editorial:EL ALEPH, 2003
GéneroNovela histórica
Edición2003
Primera edición1939
ISBN978-841-596-222-9
PaísBandera de Hungría Hungría

El Dios de la lluvia llora sobre México Novela escrita por László Passuth en 1939. La novela europea más imaginativa y a la vez realista sobre la historia de la Conquista de México fue publicada por primera vez en vísperas de la Segunda Guerra Mundial en Budapest.

El tema no podía estar más alejado de las preocupaciones apremiantes del momento. Sin embargo, salió a la venta, y dicen que los budapestinos amontonados en los refugios durante los bombardeos se lo pasaban de mano en mano. El libro los transportaba a un mundo totalmente desconocido; era como un punto mágico que desviaba la atención del angustioso presente y los ayudaba a soportar la incomodidad y el miedo.

Sinopsis

Soberbio relato que hace el autor de “La Noche Triste, la retirada de Cortés y sus tropas de México”, cuando sucumbió una gran parte de los españoles; perdieron la artillería, muchos caballos y casi todo el oro que habían atesorado. La conquista de México constituyó sin duda una de las mayores gestas acontecidas en la historia de la España imperial. Hernán Cortés y su ejército de quinientos soldados consiguieron para su Rey y su religión el más importante de los imperios del Nuevo Mundo: el azteca. En esta obra, convertida ya en todo un clásico dentro de la novela histórica contemporánea y que se edita ahora en una excelente nueva traducción, Passuth combina hábilmente las crónicas contemporáneas.

La conquista de México constituyó sin duda una de las mayores gestas acontecidas en la historia de la España imperial. Hernán Cortés y su ejército de quinientos soldados consiguieron para su Rey y su religión el más importante de los imperios del Nuevo Mundo: el azteca. En esta obra, convertida ya en todo un clásico dentro de la novela histórica contemporánea y que se edita ahora en una excelente nueva traducción, Passuth combina hábilmente las crónicas contemporáneas, los datos arqueológicos y su amplio conocimiento del escenario histórico para recrear una de las etapas más fascinantes de la historia del Nuevo Mundo, y reflexionar sobre el impacto que supuso para españoles y mexicanos el choque de dos culturas contrapuestas.

Argumento

Lo que más llama la atención en esta obra voluminosa, aparte de la amplitud de conocimientos históricos del autor y más allá de la descripción basada en documentos auténticos de los acontecimientos, es su afán por penetrar en el mundo interior de los protagonistas. No solamente nos hace vivir en sus detalles cotidianos la increíble aventura de la Conquista de México, así como descubrir a través de los ojos de los españoles de entonces un país nuevo con su gente, su impresionante cultura y costumbres extrañas, sino también trata de acercarse a los protagonistas en sus rasgos humanos: a éstos los vemos en su calidad de seres humanos con sus debilidades, sus dudas y sus emociones, que los hacen más reales.

El orgulloso Cuauhtémoc baja de su pedestal del Paseo de la Reforma para volverse de carne y hueso. Cortés y Moctezuma dejan de ser lejanos personajes históricos del siglo XVI. Los vemos de cerca, entramos de pronto en su intimidad. Seducido por la belleza de la mujer indígena, vemos a Cortés aproximarse con gestos delicados a Marina en su primera noche de amor.

Después de estudiar por varios años la personalidad de Cortés a través de sus cartas y las descripciones que hacen de él los cronistas, Passuth no lo imagina comportándose con brutalidad con una mujer que, además, le gusta por su inteligencia, juventud y belleza. ¿Quién podría imaginar cómo fue esa primera noche entre el conquistador y su esclava? Passuth lo hace a su manera: entra sigilosamente en la tienda de campaña del capitán, los “ve”, y siente lo que ellos pudieron sentir o pensar en ese momento.

Pasajes del libro

Ella era tan suave y perfumada, mujer codiciable y virginal a un tiempo, exhalaba todos los perfumes y esencias del mundo […] Todo le era nuevo: la forma de la tienda, la cruz sobre la mesa. Un cuarto varonil, sin flores […] la cama de campaña, con algunas prendas de vestir en desorden arrojadas encima. Cortés estaba allí con el cuello de la camisa desabrochado dejando ver la palidez de su piel. Y sobre ésta se posó la vista de la muchacha llena de curiosidad y de deseo.

El miedo había cedido. Cortés se arrancó la almilla y quedó así con sus pantalones de soldado, su calzado sin espuelas, con la camisa de tela de Holanda abierta por el cuello [...] la acariciaba con aquella su mano pesada, acostumbrada a las armas [...] en sus caricias apartó con cuidado la guirlanda de flores que adornaba sus cabellos, busco después el broche de sus vestidos y lo fue desabrochando con dedos pacientes y enamorados hasta que cayeron las telas [...] Marina quedó como embelesada mirando su pecho desnudo y como una niña curiosa extendió su mano como queriendo arañar aquella piel para convencerse que era realmente piel como las otras. [...] deslizó un dedo sobre el pecho de Cortés y por ese dedo debió subir una ola de ardor viril. Atrapó él aquel dedo y lo condujo hasta su corazón que palpitaba locamente [...] él entonces apagó la bujía. El cacique de Tabasco le había regalado una princesa encantada, tal fue su último pensamiento lógico.

¿Y cómo podía ser la última hora de Moctezuma, el monarca sagrado en su captiuidad? Passuth la “visualiza” también:

Innumerables recuerdos acudían a la memoria de Cortés ante aquel hombre que ahora estaba junto a la puerta de la muerte [...] Miró las almohadas amontonadas donde se apoyaba el rostro demacrado, iluminado, sin embargo, por una maravillosa mirada aterciopelada. Era el rostro del hombre que no había pestañeado ante la visión de millares de corazones arrancados en vida. Ese hombre había conquistado reinos enteros, adoraba a sus dioses y no se había humillado más que ante la memoria de Quetzalcóatl, cuando el pasado otoño había abrazado a Cortés a la entrada de Tenochtitlán [...] Allí estaba el gran señor con su aureola imperial [...] Dos muchachas, sentadas sobre cojines, cuidaban de cambiar los vendajes y de lavar la frente del herido.

Era todo lo que éste permitía que se hiciera. Ambos hombres se contemplaron mutuamente. Moctezuma extendió la mano. Cortés comprendió el gesto y tomo aquella mano, como hacen dos camaradas cuando uno de ellos va a morir [...] Pensó en su alma que iba a desprenderse de su envoltura mortal y rezó entonces la oración de los agonizantes. Después sacó su puñal del cinto y aproximó a los labios de Moctezuma la empuñadura en forma de cruz. – Gran señor [...] piensa en tu alma. Es tu última ocasión. Te conjuro a que lo hagas [...] besa la cruz y tu alma se salvará. Moctezuma le miró. Dirigió después sus ojos a la ventana como para ver si llegaba ya el nuevo día [...] – Mis dioses me protegieron siempre mientras viví. No quiero abandonarlos en la hora de mi muerte. Gracias, Malinche, gracias por haber venido a verme [...] El intérprete iba traduciendo lentamente.

Y cómo se veía, qué decía Cuauhtémoc, el rebelde, cuando cayó prisionero de los españoles?:

Detrás de sus capturadores marchaba Cuauhtémoc con la cabeza erguida, su manto de plumas y su corona, y sus sandalias de oro, sucias ahora por el barro de las calles [...] En su rostro cansado brillaban, fuertes como siempre, sus ojos. Quedó frente a Cortés esperando. Su aspecto famélico y agotado indicaba bien las privaciones de las últimas semanas. Su gesto era duro, rasposo cuando se dirigía a Cortés. Hablaba lentamente, marcando bien cada sílaba. Hablaba en el idioma de la corte empleado solamente por los príncipes de sangre y los sumos sacerdotes: –Malinche (el amo de Marina). Yo debía defender este pueblo y a mi país, del cual era monarca. Así lo ordenaba la voluntad de mis antepasados. Ahora todo ha terminado, he caído en tu poder. Te suplico Malinche que no me hagas sufrir largo tiempo.

Avanzó dos pasos y, tomando con su mano el puñal que pendía del cinto de Cortés, lo sacó de la vaina. Cortés, inconscientemente, llevó rápidamente su mano a la espada.

Águila-que-se-abate continuó: –Te suplico que uses esta arma que llevas al costado [...] que me quepa a lo menos el honor de morir de tus manos, ya que no pude caer en la lucha [...] Te suplico, acaba pronto. ¿Qué esperas?

László Passuth, autor del libro

Datos del autor

László Passuth, nació en Budapest el 15 de julio de 1900 y falleció en Balatonfüred, el 19 de junio de 1979. Fue un escritor prolífico y traductor húngaro, conocido especialmente por sus novelas históricas, algunas de las cuales tratan sobre España. Su primer gran éxito fue El dios de la lluvia llora sobre México (1939), novela histórica sobre Hernán Cortés y la conquista de México.

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Fuentes