Esparterismo

Esparterismo
Información sobre la plantilla
Esparterismo.jpg

Esparterismo. El progresismo liberal durante las décadas centrales del siglo XIX se resume en la adición y fidelidad a la persona que mejor supo encarnarlo popularmente: el general Espartero. Los principales núcleos urbanos de Aragón, y singularmente Zaragoza, mantuvieron largamente el entusiasmo por Espartero y por el liberalismo radical, mientras que otros espacios rurales aragoneses se inclinaban hacia doctrinas carlistas. La Milicia Nacional, los cuadros militares y la población urbana compuesta de pequeña burguesía y capas populares combinan e integran posiciones políticas e insurreccionales en favor del Partido Progresista y de su caudillo.

Síntesis

La revolución de 1840 provoca la renuncia de la reina regente y la acumulación de las funciones de la Corona y la presidencia del gabinete en la persona de Baldomero Espartero. Hasta 1843 el Partido Progresista es el grupo hegemónico política y socialmente en Aragón, y son rechazados los intentos de pronunciamientos conservadores como el del mariscal Emilio Borso di Carminati en octubre de 1841. En el verano de 1843, un pronunciamiento conservador obliga a Espartero a dirigirse a su glorioso exilio inglés y, ya los moderados en el poder, se sublevan algunas ciudades catalanas y Zaragoza, donde la Milicia Nacional nombra una Junta Salvadora de la Patria que se dirige al conjunto de la nación. Durante más de un mes las tropas del general Concha sitian la capital aragonesa, manteniéndose la resistencia hasta el día 28 de octubre. La base social de progresismo esparterista que defiende a la ciudad de Zaragoza es la clase media y sobre todo la clase baja urbana -artesanos, tenderos, empleados-, a quienes satisface el grito indefinido e inconcreto de libertad, el propio origen social de Espartero (hijo de un carretero de Granátula), sus formas rústicas y simples.

Zaragoza es una adelantada en el movimiento revolucionario de 1854, partiendo la primera intentona militar del brigadier José de Hore, quien se rebela en el mes de febrero desde el castillo de la Aljafería. El pronunciamiento fracasa y, como señala el embajador inglés Howden, «si hubiera triunfado la insurrección de Zaragoza, Espartero tenía la intención de presentarse personalmente». El triunfo y la orientación de la revolución de junio de 1854, con la que se abre el Bienio Progresista, se debió al casi simultáneo levantamiento de las ciudades de Barcelona, Zaragoza, Madrid, San Sebastián y Valladolid, y es de la capital aragonesa de donde se envió aviso a Espartero para que acuda a presidir el movimiento. Desde la casa de Juan Bruil y con la ayuda del fiel esparterista general Gurrea se manejan los hilos del levantamiento. La Junta Revolucionaria se instala el día 18 en el gobierno civil y concede la presidencia al duque de la Victoria, general Espartero. Como señala Kiernan, «la única entre todas las Juntas surgidas en provincias que se sintió cualificada para elevarse a la altura de la situación nacional, y ponerse a tono con la de Madrid, fue la de Zaragoza».

En la mañana del 20 de julio entró finalmente Espartero por la puerta de Santa Engracia, siendo triunfalmente recibido a lo largo del recorrido: Coso, Mercado, calle Mayor y San Gil; tomó posesión de la presidencia de la Junta y fue nombrado Generalísimo de los ejércitos nacionales, y una semana después fue a Madrid, con la resistencia de la población zaragozana, a prestar juramento como presidente del Consejo de Ministros. En las elecciones de octubre, Espartero, que fue elegido por seis provincias, eligió representar a la de Zaragoza.

Si Zaragoza fue, al comienzo del Bienio, plaza fundamental para el encauzamiento en sentido progresista del movimiento revolucionario, e incondicionalmente esparterista, dos años después, a la caída de Espartero y en el momento de la liquidación del Bienio, fue la última ciudad que resistió al pronunciamiento militar moderado encabezado por O´Donnell. Se temía que en Zaragoza la resistencia fuese más prolongada y seria, y en efecto, «pareció como si, en realidad, Zaragoza fuese a asumir la dirección del país, o quizá separar Aragón del resto de España» (Kiernan). Madrid y Barcelona pronto fueron vencidas y Zaragoza quedó aislada. El día 31-VII-1856 la Junta daba la última proclama recomendando la rendición, después de que Juan Faustino Bruil y Olliarburu y Jerónimo Borao y Clemente intervinieran celosamente para arreglar con la columna del general Dulce unas capitulaciones razonables. «En ningún otro sitio de España podía producir la caída de Espartero mayor duda y desaliento que allí» (Kiernan). Espartero se retiró a Logroño, y todavía se manejó su nombre para ocupar el trono español vacante en 1868.

Fuentes