Rey Ezequías de Judá

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Ezequías
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Rey de Judá
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Reinado aprox. (c. 715-687 a.n.e.)
Predecesor Acaz
Heredero Rey Manasés
Sucesor Rey Manasés
Residencia Jerusalén
Casa Real Reyes de Judá
Dinastía Judío
Padre Acaz
Madre Abiyah o Abi

Rey Ezequías de Judá (Jiziqyah o Jiziqyahu, Hebreo: חזקיה o חזקיהו, "Yahveh ha fortalecido"). Ezequías fue el decimotercer rey del reino hebreo de Judá; era hijo del rey de Judá, Rey Acaz y de su mujer Abiyah.


Historia

Su reinado en el reino de Judá se puede fechar entre los años 715 a.n.e.-687 a.n.e; aunque las fuentes no lo clarifican del todo y también mantienen el 729 a.n.e. y el 686 a.n.e. como fecha de su reinado.

Muchos años habían pasado desde que las antiguas 12 tribus de Israel habían emigrado de la mano de Abraham del país de Egipto, ansiando el poder establecerse como un reino propio e independiente y rigiéndose bajo sus propias leyes, y no como una minoría en un país extranjero sin voz ni voto.

Al final, en lo que hoy es el estado moderno de Israel se establecieron dichas tribus, pero tuvieron que batallas con los pueblos allí instalados, los cuales no les ofrecieron la tierra de manera gratuita.

Pero los israelíes estaban decididos a establecerse en la tierra que Dios les había dado por herencia, y tras muchos años, el rey David logró crear para el pueblo judío un reino independiente y poderoso en el siglo XI a.n.e.

¡No obstante!, a pesar de estar unidas, cada tribu israelita tenía sus propia manera de ser y gobernarse, por lo que a pesar de estar unidos por un ideal común, se gobernaban de manera autónoma o más bien en una especie de “Confederación”.

Sin embargo esto funcionó con reyes poderosos y fuertes como el mismo David y su hijo el gran Salomón; pero llegó un tiempo en que puede que la solidez erosionara algo el carácter de las 12 tribus; el caso es que llegó un tiempo en que las primitivas tribus de Israel se dividieron en dos reinos.

El reino de Israel gobernó las tierras del norte y el nuevo reino de Judá gobernó las tierras del sur; Durante el siglo X a.n.e. fueron muchos los años de lucha y enfrentamiento entre ambos reinos.

A pesar de que Judá cada vez más se mostraba más independiente e incluso había creado un reino propio, la alianza natural entre las tribus hebreas todavía no se había roto, pero llegó un momento en que la alianza se rompió; Israel no quería resignarse a que la unión entre ambos reinos se resquebrajara, así que se inició una larga lucha entre los dos reinos la cual debilitó la fuerza de ambos contrincantes.

Pero llegó un momento en el siglo IX a.n.e. en que tales luchas hubieron de ser interrumpidas por la aparición en la zona de Mesopotamia de un reino guerrero de gran poder que trajo a muchas naciones de la zona por la calle de la amargura, nos referimos al poderoso reino de Asiria.

La conquista de Asiria

Tal momento llegó de manera tangible en el siglo VIII; el reino de Asiria se había establecido con fuerza en Mesopotamia, en concreto en la zona de la “Media Luna Fértil”, zona mesopotámica rica en recursos agrícolas y ganaderos, lo cual daba una ventaja estratégica a quien poseyera dicha zona.

Pero Asiria era un imperio en expansión militar, y mientras no hubiera una potencia que le parara los pies, (y no la había) no renunciaría a engrandecerse territorialmente, aplastando a los pueblos que osaran hacerle frente.

Sus tentáculos expansionistas se dirigieron a la costa Oriental del Mediterráneo; los pueblos fenicios y filisteos junto al reino de Israel intentaron hacerle frente, pero fracasaron ante la potente máquina militar que era el ejército asirio, la cual no tenía rival alguno.

El rey asirio Sargón II puso fin al reino de Israel en el año 722 a.n.e. y deportó a 27.000 habitantes entre las clases dirigentes del reino israelí a más de 700 Km. al Noroeste de Samaria, para asegurarse de que los que quedaban, no osaran en el futuro preparar revuelta alguna.

La deportación fue uno más de los métodos de doblegar la voluntad los pueblos sometidos por parte del reino asirio; sin bien quizá fue el más humanitario (¡si puede decirse esto!) ya que los otros que practicaban los reyes asirios (y con gran placer por su parte) consistían en la tortura, desmembración, matanzas violaciones, destrucción y toda clase de desmanes que infligieran terror en la población y los mostrara humildes y sometidos.

El caso es que no funcionó bien el método, incluido las deportaciones, ya que los pueblos sometidos en cuanto recuperaban fuerzas, volvían a la carga, ya que era mejor la muerte que someterse eternamente a un pueblo tirano como el asirio, que cuando te rebelabas, sometía al pueblo rebelado, a una salvaje expoliación y un refinado aparato de torturas y humillaciones entre dicha población.

Con el fin de Israel, los reinos vecinos entendieron el mensaje de Sargón II y lo que les podía caer encima si osaban presentar resistencia al invasor, así que los reinos de Judá, Amón, Moab, Edom y los filisteos y fenicios de la costa mediterránea, a cambio de reconocer la hegemonía asiria y pagar un fuerte tributo anual, gobernaron de manera interna con sus primitivos gobernantes.

Eliminando la influencia Airia

Muchos reinos conquistados por Asiria, en especial los muy alejados de sus propias bases, era para el reino asirio un engorro tener que sujetarlos por la fuerza con fuerzas del ejército a modo de ocupación; a ser posible, el reconocimiento de la hegemonía por parte del reino sometido a la par que efectuaba un pago tributaria anual en reconocimiento de sometimiento a Asiria era bastante para los reyes asirios, los cuales a cambio, no sometían a país a una anexión al reino asirio, sino que les dejaba gobernarse autónomamente y conservado sus autoridades, reyes e instituciones propias, incluido las religiosas.

El problema era cuando el reino sometido se revelaba; aparte de ser aplastada la rebelión de manera cruel y despiadada, la reacción asiria en lo tocante a las autoridades que gobernaban el país rebelado, podía ser imprevisible.

Bien podían quedar los asirios contentos con el escarnio cometido con los rebeldes, y a cambio de un tributo que solía ser enorme para dar ejemplo, podían volver a “Statu quo” anterior o bien pasar a ser territorio anexionado al reino asirio.

Ezequías empezó a gobernar el reino de Judá tras la muerte de su padre en el año 715 a.n.e; el nuevo rey quería lo mejor para su reino, y entre esas nuevas esperanzas estaban la de gobernar el país sin injerencias extranjeras de ningún tipo.

Una primera medida estimulada por Ezequías entre la población local, fue estimular el sentimiento religioso; el culto que los Asirios pudieran tener entre la población del reino de Judá fue suprimido en lo posible, concentrando el culto a la religión de Yahvé.

El yahvismo, religión oficial hebrea, fue centralizada y reforzada, concentrando su culto en la ciudad de Jerusalén; también la población fue estimulada para que tuviera conciencia sobre una futura revuelta.

Por ejemplo, se dio importancia a la celebración de Pascua, reforzando los motivos políticos de dicha celebración, como por ejemplo cuando los hebreos salieron de Egipto en busca de la tierra prometida.

El hecho de huir de la opresión que sentían por los egipcios, fue una manera indirecta de hacer ver a la población, que tenían que sacudirse de encima el yugo asirio. Una vez realizadas las medidas religiosas puestas a eliminar poco a poco la influencia de Asiria, había que adoptar medidas militares para que la población se enfrentara a una posible invasión de los asirios.

Varias ciudades de Judá fueron fortificadas, a la par que en Jerusalén, se construyó un canal de agua que proveyera de agua a las fortificaciones de Jerusalén, ¡un asedio de Jerusalén sería la lógica conclusión si Judá se rebelaba!.

Las fortificaciones de Jerusalén eran legendarias, así que expugnarlas sería imposible o tremendamente complicado para los que asediaran la ciudad; con agua suficiente y unas reservas de cereales muy generosas, Jerusalén estaba en condiciones de soportar un asedio prolongado.

Los guerreros Asirios

Bien es cierto que la maquinaria de asedio asiria era famosa por su sofisticación técnica y por la pericia de sus ingenieros en derribar fortificaciones, pero se confiaba en que las sólidas fortificaciones de Jerusalén, aguantaran las embestidas de dichas máquinas.

Si el asedio se prolongaba mucho, podía ocurrir lo que en aquellos casos, que las enfermedades devastasen a las tropas de asedio y que es hastío en lo prolongado del asedio minase la moral de los asirios lo suficiente para que estos abandonasen la empresa.

Ezequías también jugó la baza diplomática como manera de reforzar la posible revuelta; tomó contacto con los yahvsitas de Israel y extendió su poder por los pueblos vecinos de los filisteos y los edomitas, junto con obtener ayuda financiera de Egipto.

Este país siempre dispuesto a financiar rebeliones en los pueblos de Asia Menor, ya que era una manera preventiva de que Asiria no pusiera los ojos en Egipto, ya que su ejército tenía poca eficiencia en combate, sobre todo si se comparaba con la del reino asirio, imbatible en toda la Mesopotamia.

La clase sacerdotal de Judá apoyaba en secreto las medidas de Ezequías, lo cual era muy importante para el rey de Judá, ya que para levantar a la población en masa contra los asirios, le era muy importante que estos estimularan a sus feligreses, de ahí la importancia de ganarse a la clase sacerdotal de Judá.

Con todos los preparativos ya realizados, tanto diplomáticos como militares, ya solo quedaba elegir la fecha de invasión; esta solía realizarse desde hace tiempo cuando un rey asirio moría.

Había muchos pueblos que sufrían el yugo de los asirios, teniendo que pagar enormes tributos en reconocimiento de la hegemonía de Asiria sobre su país; si una población no era anexionada al imperio asirio, esta (como Judá) respetaba la administración interna del reino, pero a cambio, tenía que pagar un tributo enorme.

Esto le venía bien a Asiria, ya que no tenía que dejar guarniciones en el país, ya que por aquel entonces, la máquina de guerra asiria, era sometida a una fuerte presión por las rebeliones de los pueblos subyugados.

Pero por aquel entonces, todavía quedaban varios decenios para que en dicho ejército empezara a crearse grietas en su engranaje militar; de momento la máquina de guerra asiria estaba en plena forma y solía aplastar toda rebelión existente.

La muerte del rey Sagon II

La muerte de un rey asirio dejaba por un tiempo la incertidumbre en el reino asirio, hasta que otro rey tomase cargo del mismo; podía ser que dicho rey no fuera un rey enérgico, por lo que en cuanto los pueblos subyugados tenían noticias de la muerte del rey asirio, no tardaban en lanzarse a una rebelión generalizada, con la esperanza de sacudirse el dominio asirio.

En el año 705 a.n.e. moría el enérgico rey asirio Sargón II, por lo que no tardó mucho tiempo en que los pueblos dominados por los asirios se lanzasen a una rebelión; las tribus del pueblo caldeo en particular, eran famosas por sus continuas rebeliones.

Esta había hecho que Sargón II tuviera que someter a dichas tribus a una férrea vigilancia, lo cual había permitido que el rey asirio no vigilara con atención a Ezequías y este pudiese planificar la rebelión con suma tranquilidad.

Los caldeos, a poco que se enteraron de la muerte de Sargón II se lanzaron a la rebelión de inmediato, esto dio suficientes problemas a los asirios, que Ezequías podía iniciar su revuelta particular.

Como paso inicial a la misma, había entablado vínculos de alianza y amistad con el pueblo Fenicio, los filisteos y el reino de Egipto; todo para aunar esfuerzos en dicha rebelión y que esta fructificase.

Una muestra de la alianza con los filisteos queda reflejada en una inscripción asiria, en la que ponía que en la ciudad filistea de Ecrom, se había entregado a su monarca pro-asirio llamado Padi a Ezequías, el cual lo mantuvo encarcelado.

Pero a pesar de que la rebelión tuvo un éxito en líneas generales, ya que los pueblos rebelados se habían negado a satisfacer los tributos a los asirios, (lo cual podía entenderse como una declaración absoluta de independencia respecto a reino asirio) en el año 701 a.n.e, se tenía noticias de que la rebelión de los caldeos había tocado a su fin.

El nuevo rey asirio llamado Senaquerib, había demostrado ser un rey tan enérgico y decidido como el anterior rey llamado Sargón II; la apuesta o cálculo realizado por Ezequías le había salido mal y ahora le tocaba, como dice el dicho, ¡lidiar con la más fea!.

Asiria estaba en condiciones de preparar un poderoso ejército con el cual devolviese a la obediencia a los rebeldes pueblos de la costa mediterránea; Sanaquerib cuando estuvo preparado se lanzó a abortar dichas rebeliones.

En primer lugar les tocó el turno a los pobres fenicios, estos no pudieron aguantar la avalancha asiria; las ciudades costeras fenicias fueron asoladas sin compasión. Incluso su rey tuvo que huir de su capital de Tiro, refugiándose en la isla de Chipre, donde los fenicios tenían varias colonias.

El Rey Asirio Senaquerib

Ahora le tocó al pueblo filisteo sentir la ira asiria; Contra lo que solía ocurrir, los egipcios decidieron que además de apoyo diplomático, también darían apoyo militar, así que el ejército egipcio se presentó en territorio filisteo para junto a los mismos, hacer frente al ejército asirio.

El anterior rey egipcio llamado Shabako había seguido una línea de cooperación con los asirios, pero el nuevo rey prefirió dar un nuevo enfoque a la misma, en la que la hostilidad pasó a ser la bandera egipcia y se lanzó a una resistencia contra los asirios.

El rey se llamaba Shabitko, y aprovechando que la economía del país funcionaba bien, pasó a financiar la rebelión entre los pueblos costeros del mediterráneo; cuando se enteró de que la rebelión caldea toco a su fin y de que los ejércitos asirios entraban en Fenicia y se lanzarían contra los filisteos, el ejército egipcio se puso en marcha.

Las fuerzas egipcios eran manadas por un hombre de confianza, el hermano del faraón llamado Taharqo y futuro sucesor del faraón; la suerte en armas no fue nada provechosa para las armas egipcias. A pesar de que lucharon con valentía, nada podía hacer frente a las fuerzas lideradas por el mismo Senaquerib en persona.

No hay muchas noticias de la batalla, solo lo esencial, que el ejército egipcio fue derrotado ampliamente por Senaquerib y que este regresó maltrecho a Egipto; Ahora Ezequías comprobó con temor que no tenía ningún aliado posible y que tendría que hacer frente solo, a la furia asiria de Senaquerib.

El rey asirio fue sistemático en la invasión de Judá, dejando a la capital Jerusalén como último reducto que tomar; primero hizo frente a todas las ciudades del reino, tomándolas todas una tras otra, en un relato asirio conmemorativo de dicha campaña, Senaquerib mostraba ufano los pormenores de la misma:

“En cuanto al rey de Judá, Ezequías, que no se había sometido a mi autoridad, sitié y capturé cuarenta y seis de sus ciudades fortificadas, y ciudades más pequeñas sin número, de las que me apoderé en la batalla con mis arietes….Me apoderé de y saqueé 200.150 personas, pequeñas y mayores, hombres y mujeres, caballos, mulos, burros, El Prisma de Senaquerib camellos, bueyes, ovejas sin número.

En cuanto a Ezequías, le encerré como si hubiera sido un pájaro enjaulado en su ciudad real de Jerusalén. A continuación construí una línea de fuertes en contra de él y no permití que saliese nadie de las verjas de la ciudad. Sus ciudades, que había capturado, entregué a Asdod, rey de Ecrom y rey de Gaza”.

Como la esta asiria comenta, Jerusalén fue sometida a un durísimo asedio; Previamente los asirios habían prometido a los defensores que sin capitulaban serían tratados con magnanimidad, pero que si se obstinaban por mantener la lucha, la ciudad sería tomada y asolada sin compasión.

El Asedio de Jerusalén por los Asirios

Pero la ciudad no se había revelado por nada, y rechazó las condiciones de los asirios, por lo que estos respondieron iniciando el asedio de la ciudad; Jerusalén, sola y sin posibilidad de recibir ayuda de nadie, no tuvo más remedio que confiar en la solidez de sus fortificaciones, el heroísmo de sus soldados y la moral de la población, todos juntos soportarían las privaciones, dándose ejemplo los unos a los otros en tan infaustas jornadas.

El tiempo pasaba y las máquinas asirias no podían hacer frente a las fortificaciones de Jerusalén, de probada calidad, por lo que los asirios porfiaron en que el asedio, (el cual no dejaba pasar una rata tanto en la salida como la entrada a la ciudad) hiciera a los defensores desfallecer y se rindieran.

Pero los hebreos de Judá, bien aprovisionados y liderados por su inquebrantable rey Ezequías no estaban dispuestos ni mucho menos a capitular incondicionalmente, ya que la rendición equivaldría a la esclavitud.

Sin embargo Ezequías quería lo mejor para su pueblo, y veía con dolor como este sufría fuertes padecimientos y privaciones por su culpa; así que decidió sondear a Senaquerib si se podía llegar a un acuerdo razonable que beneficiara a ambas partes, sin tener que ocupar militarmente la ciudad.

Un relato asirio de la campaña de Senaquerib, corrobora el ofrecimiento de Ezequías a Senaquerib para llegar a un acuerdo y que cesase el asedio asirio:

“El temor a mi majestad tenía aterrorizado a Ezequías, que me envió tributo, pagándome 800 talentos de plata, piedras preciosas, marfil y toda clase de regalos, incluyendo mujeres de su palacio”.

Sin embargo parece que Senaquerib no estaba del todo conforme con dicho ofrecimiento y deseaba algo más que le compensase de las molestias de apagar dicha rebelión y que supusiese más humillaciones para los habitantes de Jerusalén.

Ezequías para reunir toda esa cantidad de dinero tuvo que rebañar a fondo los tesoros de la ciudad, la misma Biblia cuenta los esfuerzos de Ezequías por reunir un tributo que satisficiera a Senaquerib:

“Dio, por tanto, Ezequías toda la plata que fue hallada en la casa del SEÑOR, y en los tesoros de la Casa Real”.

En estas estaban los asediados habitantes de Jerusalén, cuando los asirios se enteraron de que el faraón Shabitko nuevamente enviaba en ejército a luchar contra los asirios; posiblemente pensase que con la capitulación de Jerusalén, Senaquerib estaría en condiciones, si tenía fuerzas para ellos, de lanzarse contra el reino egipcio.

Había que estimular la moral de los defensores de la ciudad, y que mejor remedio para ello que enviar un ejército en su ayuda, ¡una manera indirecta de beneficio para Egipto!.

Senaquerib accede a las peticiones de Ezequías

Nuevamente el ejército egipcio salió derrotado, estos separaron un cuerpo de ejército de entre las fuerzas sitiadoras para hacer frente a la nueva amenaza; esta vez no fue tan fácil como en la anterior ocasión hacer frente a los egipcios, y las bajas asirias fueron cuantiosas a pesar de la victoria.

El asedio se prolongó en el tiempo y es posible que como relata la biblia, entre las fuerzas asediadoras se produjera un episodio de peste que mermó las tropas asirias de manera apreciable.

También en otras partes del imperio asirio, el que su rey y buena parte de su ejército estuvieran entretenidos demasiado tiempo en el asedio de Jerusalén, les dio fuerzas para iniciar nuevas rebeliones contra los asirios.

De esto tuvo noticias Senaquerib y decidió que ya tenía bastante; los problemas de orden interno en otras partes del imperio requerían su presencia y la del ejército de manera inmediata; el asedio se podía eternizar y no tenía tiempo para pasar más tiempo en las afueras de Jerusalén.

Además tenía que restablecer y reordenar sus fuerzas, ya que las bajas sufridas en la campaña, sobre todo en el asedio de Jerusalén, le habían reportado importantes bajas entre sus tropas.

Decidió acceder a las peticiones de Ezequías, suspender el asedio a cambio del tributo que este le ofertaba; quizá el rey de Judá aprendería la lección y ya no se revelaría más contra su persona (lo cual efectivamente ocurrió, ya nunca más Judá se reveló contra los asirios, pagando puntualmente el tributo anual que este tenía que pagar).

También el territorio de Judá fue reducido drásticamente, entregando parte de su territorio a los pueblos de Asdog, Gaza y Ecrom; el territorio de Judá fue poco más que la ciudad de Jerusalén y algunos territorios circundantes, casi una ciudad-estado.

A cambió Ezequías se benefició de un grado más suave en el pago de tributos a los asirios, quedando su vasallaje reducido a un segundo nivel. Más tarde, Senaquerib, por razones estratégicas, decidió restituir magnánimamente los territorios perdidos a Judá, porque le interesaba crear un reino-tapón entre Asiria y el hostil Egipto.

También a Ezequías le quedó el consuelo de que al contrario que el estado de Israel, el cual había sido ocupado por los asirios veinte años antes, su capital y símbolo de Judá no había podido ser expugnada por los asirios.

El creyó que el templo de Judá había jugado un importante papel en las rogativas de los feligreses que estos hicieron para que la ciudad no cayera en manos de los odiados sirios, ¡es más!, se había probado que los dioses asirios no eran rival para su Dios Yahvé, lo cual jugó un importante papel en la conservación de la moral de los habitantes de Judá.

En el año 697 a.n.e. Ezequías cedió el mando del reino a su hijo Manasés; el desprestigio de Ezequías era evidente entre el pueblo de Judá. No se vio que la moral de su líder y su incuestionable liderazgo habían salvado a Jerusalén de la catástrofe.

Solo se vio que el reino había sido convertido en un estado de segundo orden, con un territorio que apenas abarcaba poco más de la ciudad de Jerusalén; las protestas en el reino de Judá fueron lo bastante enérgicas para que su rey, cansado y fatigado de las tensiones de los años de reinado que le habían tocado lidiar, dejase el mando del reinado en su hijo y se relajara lo poco que le quedara de vida.

Fuentes