Incendio en la ferretería Isasi (La Habana, 1890)

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Fuego en la Ferretería Isasi
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Fuego ferreteria Isasí.jpeg
Fecha:17 de mayo de 1890.
Lugar:Calle de Mercaderes esquina a Lamparilla Habana Vieja
País(es) involucrado(s)
Bandera de Cuba Cuba


Fuego en la ferretería Isasi. Incendio de grandes proporciones ocurrido en la Ferretería Isasi, en la Habana Vieja, Cuba, en la última década del siglo XIX, que por sus causas y consecuencias forma parte de la historia de la ciudad.

Leyenda de una rivalidad

Cuentan que durante años existió en La Habana colonial un fuerte antagonismo entre los dos Cuerpos de Bomberos de la ciudad, el Cuerpo de Bomberos Municipales, fundado de manera oficial en el año 1835 durante el gobierno del Capitán General Don Miguel Tacón y Rosique y los del Comercio. Ambos querían llegar primero al lugar del siniestro.

Los vecinos no estaban ajenos a esa rivalidad, a tal punto que ante la alarma de un fuego, corrían a todo lo que daban sus piernas para apoderarse de las fuentes de abasto que solo procuraban a los bomberos de su preferencia. Se dice también que el público permanecía en las proximidades de la catástrofe en cuestión con el propósito de conocer de primera mano todos los detalles y hasta llevaban la cuenta de los incendios dominados por cada cuerpo de bomberos.

El testimonio oral afirma que esta absurda competencia solo terminó cuando La Habana vivió uno de sus hechos más espantosos, el fuego en la ferretería de Isasi.

Escenario del fuego

El fuego comienza cerca de las diez y 30 de la noche del sábado 17 de mayo de 1890 en la Ferretería de Isasi, situada en la calle de Mercaderes esquina a Lamparilla, en el actual municipio Habana Vieja.

Causa de la catástrofe

El fuego de grandes proporciones de la ferretería fue provocado por el irresponsable proceder del propietario del local, Isasi, quien –para evadir los impuestos– no declaró la importación y almacenamiento ilegal de varias sustancias inflamables (pólvora y dinamita), ni informó a los bomberos de su existencia. Estos entraron al inmueble sin conocer la peligrosidad de la mercancía almacenada.

El depósito quemado en el establecimiento estaba asegurado en 20 000 pesos oro y, cosa curiosa, a las 12 de la noche del domingo vencían precisamente las pólizas, pero Isasi, adelantándose a la conflagración, las había pagado “casualmente” el sábado, el mismo día de la tragedia.

El Incendio

El aviso oficial de aquel incendio llegó pasadas las 10:30 de la noche por vía telefónica del número 233 a la estación central de los Bomberos del Comercio, quienes llegaron en unos minutos para hacerse cargo de la situación, de igual modo que los Municipales, que no se hicieron aguardar.

Cuando las llamas se hacían incontrolables desde fuera, se estimó que debía abrirse un boquete en una de las puertas del establecimiento con el propósito de pasar una manguera y organizar la extinción desde el interior de la ferretería.

Ocurrieron dos explosiones, una detrás de la otra, un resplandor intenso alumbró el espacio. Se elevó una densa columna de humo y los escombros obstruyeron la calle Lamparilla. Los principales jefes de los bomberos de ambos cuerpos quedaron sepultados por los cascotes y las piedras que se desprendieron de las paredes y el incendio pareció cobrar nuevos bríos y amenazó con extenderse a los edificios colindantes.

Se refrescaron las paredes de las casas inmediatas y también los escombros a fin de acometer las labores de búsqueda y rescate. No se utilizaron picos ni palas para esa tarea. A fin de no lastimar a los que, vivos o muertos, podían encontrarse abajo, las ruinas se removían con las manos.

Ni siquiera las dos terribles explosiones paralizaron el quehacer de los sobrevivientes, quienes se abrazaron al peligro para impedir que el fuego se extendiera. Noble heroísmo el de aquellos hombres que habían ingresado a esos dos cuerpos de prevención en un acto totalmente voluntario y por cuya labor no recibían retribución económica alguna.

" La lápida explica lo ocurrido aquel 17 de mayo: transeúntes, bomberos del comercio y bomberos municipales, agentes del orden público, marinos… murieron en el acto. El fuego se convirtió en un desastre que provocó una cuestación pública, un sentimiento nacional de solidaridad."


Víctimas del incendio

En el siniestro perdieron la vida 38 personas, de las cuales 25 eran bomberos pertenecientes a los dos cuerpos, Municipales y del Comercio.

En las galerías del Palacio de Gobierno fueron expuestos los féretros de los bomberos, jefes y oficiales, muchos de los cuales eran, en el sentido más estricto y no institucional que tenía aquella época, voluntarios, que fuera de horas laborales prestaban un servicio de extraordinaria utilidad a la población.

El domingo 18 fue de luto para La Habana. Cerraron los comercios. Se suspendieron las fiestas. El entierro, en la tarde del lunes 19, fue apoteósico. El carro de bomberos «Virgen de los Desamparados» transportaba los restos del teniente coronel Zencoviech. En otro carro bomba iban los de Juan Musset, Óscar Conill y Francisco Ordóñez. Otros coches bombas conducían a las víctimas restantes. A todos, menos a Musset por decisión familiar, se les dio sepultura en la tierra.

Como reconocimiento y homenaje, los cuerpos de orden público, el Cuerpo de Bomberos del Comercio y el Cuerpo de Bomberos Municipales recibieron, por Real Decreto, el título de Muy Benéfico y la Cruz de la Orden Civil de Beneficencia, de primera clase; se les autorizó a usar las insignias de la Orden en sus banderas, y el título en sellos y documentos.

Detenido Isasi

Mientras los socios y empleados de la ferretería se hicieron presentes en los alrededores del establecimiento tan pronto supieron del incendio, el propietario principal, Juan Isasi, tardó en dar señales de vida, pese a que supo lo que sucedía cuando un amigo le llevó noticias del siniestro a su casa del Vedado. A la una de la mañana del domingo la Policía lo detuvo en la calle Mercaderes.

Conducido ante el juez de guardia declaró desconocer la causa de lo acaecido. Aseveró que en la ferretería no pernoctaba persona alguna y que en ella no había gas ni materiales explosivos almacenados, ya que la dinamita que vendía la guardaba en depósitos del gobierno. Interrogado sobre si su negocio estaba asegurado, respondió que sí, en veinte mil pesos oro y añadió que aunque las pólizas vencían el domingo 18, a las 12 de la noche, las había pagado el sábado, esto es, el mismo día del siniestro.

El juez dispuso que quedara detenido e incomunicado, y aplicó la misma medida a los socios y dependientes del ferretero. Juan Isasi mentía descaradamente en cuanto al material explosivo. Los peritos que evaluaron el siniestro y sus causas no demoraron en llegar a la conclusión que fue la dinamita, almacenada en grandes cantidades, lo que provocó la explosión fatal.

Sin embargo, cosas de la época, este infame sujeto fue puesto en libertad, desconociéndose el dictamen de la comisión facultativa designada para investigar la hecatombe, la cual dictaminó que las sustancias inflamables en la ferretería causaron las terribles explosiones.

Homenaje a los caídos

Monumento a los bomberos caídos en el fuego de la Ferretería de Isasi, Cementerio de Colón

El Ayuntamiento de La Habana decidió erigir en el habanero Cementerio de Colón, un monumento a los bomberos caídos, devenidos mártires en el fuego de la Ferretería de Isasi. El mausoleo inaugurado el 24 de julio de 1897 es una obra funeraria de mármol blanco, de unos diez metros de alto, del escultor español Agustín Querol Subirats, donde aparecen las efigies esculpidas en mármol de los bomberos blancos y los bomberos negros, de los Municipales y los del Comercio hermanados en la tragedia.

El conjunto escultórico muestra además cuatro figuras de tamaño heroico que simbolizan la Abnegación, el Dolor, el Heroísmo y el Martirio. La columna central está rematada por un grupo escultórico que representa al Ángel de la Fe conduciendo a un bombero a la inmortalidad.

En el monumento aparece la inscripción: «El pueblo de La Habana llora su noble sacrificio, bendice su abnegación heroica y agradecido les dedica este monumento para guardar sus cenizas y perpetuar su memoria».

También en el inmueble donde ocurrió el siniestro se colocó una lápida en recordación del hecho y en 1995 se inauguró una sala museo, dedicada a los bomberos, restaurada por especialistas del Gabinete de Arqueología de la Oficina del Historiador de la ciudad Eusebio Leal Spengler. En el recinto se exhiben carros empleados por el Cuerpo de Bomberos Municipales, uniformes, cascos ceremoniales, megáfonos, hachas y otras piezas de gran valor que datan de los siglos XIX y principios del XX.

En cada aniversario de la tragedia el pueblo de La Habana rinde homenaje a las víctimas en sencillos actos de recordación como el que tuvo lugar el 17 de mayo de 2008, efectuado en la esquina de Mercaderes y Lamparilla en La Habana Vieja, donde estaba situado ese centro comercial, en el que el Dr. Eusebio Leal Spengler, Historiador de la Ciudad, expresó en su intervención en recordación a los bomberos caídos en la Ferretería Isasi:

"Durante 118 años hemos vuelto a este sitio. El fuego de Isasi quedó en la memoria de los ciudadanos como un acontecimiento terrible. En una ciudad infinita, más pequeña que la actual, en una ciudad cuya parte antigua abigarrada hacía difícil el acceso a la técnica, a distinguir un incendio, -lo fue entonces y lo es ahora- uno de los principales problemas era también la necesidad del agua para apagar un fuego de grandes proporciones."

Datos curiosos

  • En el panteón de los bomberos del Cementerio de Colón se esculpen en mármol los retratos de los verdaderos rostros de los bomberos fallecidos. Como elemento significativo, al no encontrarse foto alguna de uno de ellos en el que inspirarse, el escultor Agustín Querol, en un gesto muy de acuerdo con el romanticismo de la época, le prestó su propia apariencia.
  • Cinco años después del incendio, el joven Néstor Aranguren, sobreviviente de la tragedia, cambiaría el casco y el hacha de bombero por el machete mambí, al incorporarse a las filas del Ejército Libertador, donde alcanzó los grados de Coronel.

El monumento es obra de los españoles Agustín Querol (escultor) y Martínez Zapata (arquitecto) es todo de mármol blanco y muestra cuatro figuras de tamaño heroico que simbolizan la Abnegación, el Dolor, el Heroísmo y el Martirio. La columna central está rematada por un grupo escultórico que representa al Ángel de la Fe conduciendo a un bombero a la inmortalidad. Dice en una de sus inscripciones: «El pueblo de La Habana llora su noble sacrificio, bendice su abnegación heroica y agradecido les dedica este monumento para guardar sus cenizas y perpetuar su memoria».

Fuentes