Kolmanskop

Kolmannskuppe la ciudad de los diamantes, (Namibia),
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Kolmannskuppe la ciudad de los diamantes, (Namibia) . Es un pueblo minero de vida efímera, situado muy cerca de la costa de Namibia, en el suroccidente africano, que cayó en el olvido en la década de los 50 del siglo pasado., la aldea devorada por la arena.

Ubicación

Está a unos kilómetros de la ciudad portuaria de Lüderitz, único núcleo habitado en 130 kilómetros a la redonda Kolmannskuppe, situada en el desierto del Namib, antigua ciudad minera hoy abandonada es la única curiosidad turística del desierto del Namib erauna pequeña Alemania

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Historia

Cuenta la leyenda que en el año 1908, que un trabajador del ferrocarril, de nombre Zacherias Lewala, se topó con una curiosa piedra mientras se ocupaba de sus tareas en la construcción de la vía férrea. Se lo llevó a su jefe y este abrió los ojos como si hubiera visto el fantasma del mismísimo Bismarck. Aquella piedra era diamante.

El descubrimiento hizo surgir precipitadamente, como una seta, esta ciudad, en su día fue una de las más prósperas del continente. Contaba con tranvía, casino, teatro, escuelas, piscina y hasta grandes almacenes donde se vendían las últimas novedades de Berlín.

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Su hospital fue uno de los primeros del mundo en utilizar los rayos X y las calles se barrían cada mañana para mantener el desierto a raya. Pero el agua era más cara que la cerveza. Aquella pequeña Alemania era un paraíso para ingenieros y colonos germanos, aunque no tanto para los mineros negros. Vivió su apogeo en la década de 1920 –más de 1.000 habitantes– pero, poco a poco, la antigua perla del desierto fue declinando su brillo a medida que se agotaban los filones. . El pueblo Kolmannskuppe debe tanto su fortuna como su infortunio a los diamantes En 1956 se cerró definitivamente su hospital y los últimos residentes hicieron las maletas.


Actualidad

En 1990, el gobierno namibio y la empresa de diamantes De Beers decidieron convertir esta ciudad fantasma en una atracción turística y lo consiguieron. Se acondicionó incluso un pequeño museo en el antiguo casino, abrieron tiendas que venden piedras preciosas como souvenir, se restauraron algunas viviendas coloniales mientras otras quedaron tal cual, como congeladas en el tiempo. Una cosa es innegable: es difícil resistirse al encanto del luga Los viajeros que se animan a visitarla (previa autorización del gobierno) dicen que aún se siente a los fantasmas errantes entre las casas abandonadas de la que, en otro tiempo, fue un próspero enclave minero gracias a los diamantes

Fuentes