Límites diocesanos

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Límites diocesanos (Hist. Igl.) El territorio eclesiástico de España se distribuye en dos estructuras fundamentales: las Provincias Eclesiásticas que abarcan una región con varias sedes episcopales agrupadas en torno a una sede arzobispal o metropolitana; y las Diócesis que asentadas en una ciudad y con dimensiones más reducidas son gobernadas por un obispo de los Obispos de las diócesis aragonesas. Las líneas geográficas que delimitan y separan a unas de otras se denominan límites diocesanos.

Historia

Aragón ha tenido a lo largo de la historia una repartición del territorio eclesiástico muy poco conforme con la realidad cultural, social y humana de las diversas comarcas lo que ha provocado tensiones, polémicas y enfrentamientos graves no sólo en el interior de la propia Iglesia, sino también en el ámbito civil y político.

El conflicto más serio y el que mayores repercusiones ha tenido en la opinión pública es el referido a las circunscripciones de las Diócesis de Barbastro y Lérida y consecuentemente de las Provincias Eclesiásticas de Aragón y Cataluña, hasta el punto de que ha monopolizado y se ha apropiado para sí en exclusiva de la expresión «límites diocesanos» que, en realidad debe aplicarse, también como problema, a otras comarcas de la región. El origen del problema se remonta a la Edad Media, con la creación de la diócesis de Lérida, por lo que parece conveniente remontarnos a aquella etapa histórica y conocer los criterios adoptados por la Iglesia para su organización territorial.

La cuestión de los límites diocesanos, en la parcela concreta y precisa indicada, consiste en que una buena parte de la zona oriental de Huesca, comúnmente conocida como la Franja, estuvo sometida a la jurisdicción de la diócesis de Lérida hasta el 15-VI-1995 en que fue creada la nueva Diócesis de Barbastro-Monzón. Hasta esta fecha vinieron sucediéndose diversos hechos de notable relieve y que constituyen un capítulo importante en la historia moderna de la Iglesia y de la sociedad aragonesa.

El Aragón Oriental, quicio de todos los vaivenes del contencioso sobre los límites diocesanos, es una extensión de algo más de 3.400 km.2 que estaba estructurada pastoralmente en 4 arciprestazgos y contaba con un largo centenar de parroquias y más de cien mil feligreses. Ahora, tras el traspaso iniciado, la organización eclesiástica de esa porción de tierra aragonesa es diferente.

A partir de los años setenta empieza a surgir un movimiento reivindicativo, alentado por los párrocos y fieles de la Franja y pronto compartido por toda la sociedad aragonesa, para recuperar para la Iglesia aragonesa toda la comarca sujeta a la Iglesia catalana.

El punto de arranque de la toma de conciencia de una voluntad colectiva para conseguir la devolución de las parroquias de la Franja se sitúa el 22-IX-1977, día en que los sacerdotes de la zona, reunidos con su obispo, Ramón Malla Call en Villanueva de Sijena, piden al prelado por primera vez la recreación del antiguo vicariato de Monzón, como signo de un propósito decidido de iniciar el arreglo de unos límites diocesanos que consideraban desdichados e injustos. El 1-IV-1978, por primera vez, un grupo de sacerdotes de las Diócesis de Huesca, Barbastro, Diócesis de Jaca y Arzobispado de Zaragoza, reunidos en Roda de Isábena, se comprometen formalmente a unir sus esfuerzos y trabajar por la reestructuración del territorio eclesiástico aragonés. A esta reunión trascendental se le conoce como «El compromiso de Roda». El 2-II-1981, la Asamblea Plenaria del Episcopado Español, reunida en Madrid, aprueba la reintegración de todas las parroquias de la Franja a la Iglesia aragonesa. Sin embargo, el 29-X-1981, la Nunciatura apostólica en Madrid hace público un comunicado del Vaticano por el que la solución del problema se detenía «hasta que hayan sido definidos los límites de las provincias civiles y consigan la debida estabilidad». Es el decreto que se conoce con el nombre de Dilata. Las reacciones no se hicieron esperar ante tan sorprendente decisión. Obispos, clero, políticos, Cortes aragonesas y todas las instancias religiosas y civiles, cada cual desde su perspectiva y con diversos matices, no siempre mesurados ni desinteresados, hicieron ver su asombro, protestaron contra el decreto romano e insistieron en que debía llevarse cuanto antes a la práctica la decisión del Episcopado español.

El 12-I-1982 se moviliza el clero aragonés, se reúne en Zaragoza y se constituye en Asamblea permanente para seguir en la lucha por recuperar la Franja. Vuelve a reunirse el clero en 1983 en el Monasterio de San Juan de la Peña y en 1984, de nuevo en Zaragoza. Ese mismo año, los obispos deciden disolver la Asamblea del clero aragonés, tomar ellos la dirección de las gestiones en marcha y hacerse oír en el Vaticano.

Habría que esperar hasta 1993 para que el contencioso de los límites diocesanos tomase un giro inesperado propiciado curiosamente por el anuncio de un Concilio de la Iglesia de Cataluña a celebrar en Tarragona en 1995. Ante esa convocatoria, los párrocos de la Franja comunicaron a su obispo, Ramón Malla, así como al presidente de la Provincia Eclesiástica de Tarragona, Ramón Torrella Cascante, arzobispo de Tarragona, al Nuncio y a los obispos aragoneses, que se desmarcaban del Concilio, que reiteraban su condición de aragoneses en lo eclesial y en lo civil, que reivindicaban el paso de sus parroquias a la Iglesia de Aragón y que sólo asistirían al Concilio de la Iglesia catalana, si se hacía oír su voz y sus reclamaciones.

Un hecho, en apariencia baladí, vino a colmar la paciencia de los habitantes de la Franja y de todo Aragón. Por el aula del Concilio Catalán circuló un mapa de la Provincia Eclesiástica tarraconense en el que figuraban incluidos los pueblos aragoneses de influencia catalana, es decir, el territorio aragonés donde se hablan las diversas variantes dialectales del catalán. Esto ocurría a finales de abril de 1995, mientras los asistentes al concilio deliberaban en torno a las cuestiones sobre la integración pastoral del conjunto de la iglesia catalana y la posibilidad de la constitución de una Conferencia Episcopal Catalana independiente de la Conferencia Episcopal Española. El estupor y la indignación en Aragón subieron de grado, si bien los párrocos de la Franja siempre mantuvieron un espíritu respetuoso, dialogante y abierto.

Finalmente, el obispo de Barbastro, Ambrosio Echeberría, el 1-VI-1995 hacía público el documento por el que las parroquias de la Franja pasaban en dos fases a la Iglesia aragonesa, se creaba la Diócesis de Barbastro-Monzón y se erigía en concatedral la colegiata de Nuestra Señora del Romeral de Monzón.

El decreto fue ejecutado por el nuncio Mario Tagliaterri en la ceremonia celebrada en la colegiata de Monzón el 17 de septiembre de 1995. Ese día pasaron a la diócesis de Barbastro-Monzón las 84 parroquias de la diócesis de Lérida pertenecientes a los arciprestazgos de Ribagorza-Occidental, Ribagorza Oriental y Cinca Medio, con un total de 37.793 fieles. El 15 de junio de 1998 se incorporaron las 27 parroquias restantes pertenecientes a los arciprestazgos de la Litera y el Bajo Cinca (incluidos Tamarite y Fraga), con 30.296 fieles. Pendiente de resolución queda la devolución del Patrimonio eclesiástico histórico-artístico de estas iglesias, retenido en Lérida (Bienes del Aragón Oriental).

En relación con los límites diocesanos, queda todavía por resolver un segundo problema: la diócesis de Jaca, cuna del reino de Aragón, está adscrita a la Provincia Eclesiástica de Pamplona. Es una cuestión menor comparada con la de la Franja, pero que ha provocado algunas decisiones pintorescas y absurdas. En todo caso, una configuración geográfica normal en la iglesia aragonesa exige que la diócesis de Jaca se integre en la Provincia Eclesiástica de Zaragoza, junto con Huesca, Teruel, Tarazona y Barbastro-Monzón.

Bibliografía

  • Gros Bitriá, E.: Los límites diocesanos de Aragón Oriental; Zaragoza, 1980.

Fuentes