La leyenda del tesoro del fraile
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La leyenda del tesoro del fraile. Leyenda camagüeyana que narra a través de una terrible historia un conmovedor testimonio del amor eterno de un padre hacia un hijo.
Sumario
La historia
A mediados del siglo XVIII, la fatalidad tocó de forma inesperada a la morada de una de las familias más respetadas del Camagüey, la muerte se ensañó con el linaje de Manuel Agüero y Ortega. Viudo y acaudalado patricio principeño, el mayor bien que poseía en esta etapa de viudez que le impuso la vida, eran precisamente sus hijos, y ahora le anunciaban la fatalidad de que había perdido a uno, y nada menos que su primogénito, el principio de su vigor.
Pelea a muerte por una mujer
Este muchacho, conjuntamente con su hermano de crianza, hijo del ama de llaves de los Agüero, habían ido hacia la capital para estudiar en la recién fundada Universidad de La Habana. Tristemente ambos se enamoraron de la misma mujer y por ella se enfrascaron en un duelo a muerte con sendos cuchillos, perdiendo la vida en el enfrentamiento, el primógenito de Manuel.
El destino del homicida
Al caer en la cuenta de la horripilante acción que había cometido al matar a el joven Agüero, el remordimiento, más que las espuelas, caló hondo en la jaca del asesino, y éste no tardó en llegar a Camagüey. Fue con su madre en la casona de los Agüeros, situada en la calle Mayor, hoy Cisneros, y contó las desdichadas nuevas a su protector.
Don Manuel recibió la noticia estoicamente, le dio una ayuda monetaria al culpable y le solicitó que tomara a su madre y se fueran bien lejos, donde ninguno de sus otros hijos pudiera encontrarlos y continuara el derramamiento de sangre tratando de vengar a su hermano mayor.
Así lo hicieron, huyeron a México y el honorable caballero, luego de enterrar el cadáver de su vástago, abandonó todo placer mundano y decidió consagrarse por completo a Dios ingresando en el Convento de La Merced y haciéndose llamar Fray Manuel de la Virgen.
Fray Manuel de la Virgen
A continuación, y de acuerdo a los planes que llevaba trazados, Fray Manuel solicitó las habilidades del reconocido maestro platero mexicano Juan Benítez Alfonso. Le entregó más de 25 mil pesos de plata y le encomendó labrar para la Iglesia de La Merced un enorme sepulcro, todo de plata, donde descansaría la imagen yacente de Jesús crucificado.
El Santo sepulcro es concluido
Corría el año 1762 cuando el habilidoso artista termina su encomienda y entrega, en el plano físico, un espléndido tesoro a la distinguida Iglesia de La Merced; y en el espiritual, un conmovedor testimonio del amor eterno de un padre hacia un hijo.

