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Ley de Say
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La Ley de Say, también conocida como la Ley de los Mercados, fue propuesta por el economista francés Jean-Baptiste Say (1767-1832) en su Tratado de Economía Política (Traité d’èconomie politique) en 1803. En esencia, esta ley sostiene que la oferta crea su propia demanda.
La definición de dicho principio hecho por Say es:
(...) Un producto terminado ofrece, desde ese preciso instante, un mercado a otros productos por todo el monto de su valor. En efecto, cuando un productor termina un producto, su mayor deseo es venderlo, para que el valor de dicho producto no permanezca improductivo en sus manos. Pero no está menos apresurado por deshacerse del dinero que le provee su venta, para que el valor del dinero tampoco quede improductivo. Ahora bien, no podemos deshacernos del dinero más que motivados por el deseo de comprar un producto cualquiera. Vemos entonces que el simple hecho de la formación de un producto abre, desde ese preciso instante, un mercado a otros productos.
(Say, J.B, Tratado de Economía Política, 1841, p. 124).
En otras palabras, Say argumentaba que la producción de bienes y servicios en una economía genera un ingreso equivalente que se utilizará para comprar esos bienes y servicios. Por lo tanto, no puede haber una sobreproducción generalizada en la economía, porque la propia oferta de bienes genera una demanda suficiente para absorberlos.
La Ley de Say era la respuesta de la economía clásica al argumento de la insuficiencia de demanda agregada planteado por Sismondi y Malthus. Estos economistas sostenían que una situación de sobreproducción generalizada y desempleo de recursos productivos podría extenderse indefinidamente en el tiempo. Sin embargo, la Ley de Say contrarresta esta visión afirmando que la oferta genera su propia demanda, evitando así una sobreproducción prolongada y el consecuente desempleo.
Esta ley ha sido tema de debate y controversia entre economistas a lo largo de los años, especialmente en el contexto de las teorías keynesianas, que argumentan que la demanda agregada puede ser insuficiente para mantener el pleno empleo.
Principio de la ley de Say
La Ley de Say postula que las crisis económicas no se deben a la falta de demanda, sino a problemas en la oferta. Jean-Baptiste Say sostenía que al producir más bienes, se generaba más riqueza, lo que a su vez fomentaba la demanda de otros bienes. Así, la oferta crea su propia demanda, manteniendo un equilibrio continuo entre ambas.
Say argumentaba que no puede haber una sobreproducción o exceso de oferta, ya que producir bienes genera ganancias. Con estas ganancias se compran otros bienes, manteniendo indefinidamente el ciclo de oferta y demanda. Esta es la esencia de la Ley de Say.
En resumen, producción y riqueza están intrínsecamente ligadas; lo que se produce, inevitablemente será consumido. Por lo tanto, siempre que haya producción, se creará riqueza y la demanda mantendrá activa la oferta. Esto explica el equilibrio económico según la Ley de Say, donde oferta y demanda se retroalimentan continuamente.
Trascendencia
La teoría de Say representó el primer intento de abordar el problema del equilibrio general en la economía. Además, fue precursora de las teorías clásicas del valor propuestas por Adam Smith y Karl Marx, y ha mantenido su influencia hasta la actualidad. La moderna escuela macroeconómica de la economía de la oferta, aplicada por la administración Reagan, se basa en los principios de Say, promoviendo el aumento de la demanda agregada a través de incentivos a la producción.
La Ley de Say sigue siendo un fundamento clave en las decisiones macroeconómicas globales y continúa influyendo en la política económica moderna.
Crítica de Keynes
En la teoría de la economía monetaria de Keynes (1936), no existe un mecanismo de autoajuste inmediato que conduzca al pleno uso de la capacidad productiva (pleno empleo), porque las condiciones necesarias para esto no son las comunes. Sin embargo, tampoco se puede descartar lógicamente la posibilidad, ya que el nivel de producción depende de la demanda efectiva, las expectativas y la tasa de interés, y solo en ciertas combinaciones de estas variables se alcanza el pleno uso de la capacidad productiva.
Para Keynes, en la economía monetaria, la relación de causalidad entre la oferta agregada y la demanda agregada va en sentido contrario al de la economía de trueque, donde se cumple la ley de Say. En la economía monetaria, las decisiones de demanda agregada determinan la oferta agregada a través de: 1) la propensión marginal a consumir (PMC) y un consumo menor al ingreso, 2) la demanda de inversión influenciada por las expectativas de los empresarios sobre sus ganancias futuras y su diferencia con la tasa de interés, y 3) la demanda de dinero debido a la preferencia por liquidez.
Por estas razones, la oferta y la demanda no son iguales, ya que cada una de ellas tiene causas diferentes.