Manuel Ortiz Guerrero

Manuel Ortiz Guerrero
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poeta paraguayo
NombreManuel Ortiz Guerrero
Nacimiento16 de julio de 1887
Villa Rica del Espíritu Santo, Bandera de Paraguay Paraguay
Fallecimiento8 de mayo de 1933
Asunción,Bandera de Paraguay Paraguay
ResidenciaParaguaya
NacionalidadParaguaya
CiudadaníaParaguaya
PadresVicente Ortiz y Susana Guerrero

Manuel Ortiz Guerrero. Escritor paraguayo, uno de los pocos representantes del modernismo en este país.

Síntesis biográfica

Nació en Villa Rica del Espíritu Santo el 16 de julio de 1887, y murio el 8 de mayo de 1933en Asunción. Hijo de Vicente Ortiz, juez de campaña, y Susana Guerrero, que murió tras el parto, fue criado por la abuela.

Juventud

Siendo muy joven se unió a su padre para participar en la revolución de 1912. Al resultar vencidas las fuerzas revolucionarias, deambuló con él por las selvas de Mato Grosso (Brasil), donde contrajo el beri-beri, la antesala del mal que más tarde lo llevaría a una vida aislada y solitaria: la lepra.

Su enfermedad, que ensombreció su vida social, aunque no su producción literaria, aparece varias veces en sus versos. Mucho antes había viajado a Asunción para completar la secundaria en el Colegio Nacional. Allí adquirió la fama de orador y recitador, y vivió un prolífico período de bohemia escribiendo para los diarios y algunas revistas literarias. Su obra en castellano recibió las influencias de Rubén Darío, aunque sus mejores trabajos los escribió en guaraní. Algunos versos alternan ambos idiomas. Su estilo no fue uniforme.

Muerte

Falleció el 8 de mayo de 1933, víctima del mal de Hansen, antes de cumplir cuarenta años. Sus restos fueron trasladados desde su ciudad natal a una céntrica plaza asuncena que lleva el nombre de “Manuel Ortiz Guerrero y José Asunción Flores” peremniza la memoria de estos creadores, sin duda de los más populares en la rica historia del arte paraguayo.

Trayectoria artistica

Al manifestarse su enfermedad, decidió volver a Villarrica, donde se encerró a vivir con gran dignidad sin pedir o aceptar la ayuda de nadie. Dejó de salir a la calle durante el día, de allí que en las representaciones de su persona siempre apareció totalmente cubierto por una gran capa negra y un sombrero de alas muy anchas. Compró una imprenta e instaló su propia editorial, Zurucuá-Editoral Paraguaya, que manejaba con su compañera, Daidamia, gracias a la cual recuperó la alegría de vivir.

En ella editaba libros y vivía de los talonarios de recibos, notas de venta y facturas que componía e imprimía. Algunas de sus obras son la comedia en un acto Eireté (1921), el poema Surgente (1922) y El crimen de Tintatila (1926), tragedia en tres actos. También incursionó en la sátira política. Sus Obras Completas (1952) revelan un fuerte compromiso social. Por otra parte, muchos de sus versos fueron incorporados como letras de canciones: Nde rendápe ayú (Vengo a tu encuentro), Panambí Verá, India, con música de José Asunción Flores. Editó la revista La Órbita.

Obras

Volcado decididamente al modernismo, siguen a “Loca” otros poemas que, sin embargo, resumen un inexcusable sabor romántico: “Raída poty”, “Guarán-i”, “La sortija”, “Diana de gloria”. Escribió indistintamente en español y en guaraní, si bien en esta última lengua logró resultados admirables, sobre todo en los bellísimos poemas que sirven de texto a las guaranias más importantes del Maestro José Asunción Flores: “Panambí verá”, “Nde rendape aju”,“Kerasy” y “Paraguaype”. En su libro “La poesía paraguaya - Historia de una incógnita” escribe el crítico e intelectual brasileño Walter Wey: “Ortiz Guerrero personificó el heroísmo de ser intelectual en un Paraguay sin editores, todavía, el de tener que vivir exclusivamente del arte, ya que no sabía hacer otra cosa que poetizar y tocar la guitarra. Fue el poeta y el tipógrafo de sus poesías.

Las imprimía en la pequeña y tosca máquina tipográfica de su propiedad y vendía los folletos de puerta en puerta. Consiguió conmover al pueblo y lo obligó a volverse sentimentalmente hacia el pobre leproso, que ya al fin de su vida, recibía los últimos amigos en el rincón más oscuro del miserable cuarto, colocando las siglas estratégicamente distantes de la cama, para que ellos no viesen la “carne pecadora que ya tiene las señales profundas de la vida” lo que realzaba, entre tanto, aún más, los hermosos “ojos de color esperanza”. Las huellas de esta lucha con la vida y por la vida quedaron en algunos de sus versos y en la prosa de los anuncios dolientes que ponía en los folletos intitulados “Cantimplora”, que atestiguan el doloroso destino del poeta de guaranítico aliento para cantar e implorar que le comprasen los libros.”

Fuentes