Pegaojos (cuento)

Pegaojos
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Cuento para niños pequeños
Autor(a)(es)(as)Hans Christian Andersen
GéneroCuento

Pegaojos. Cuento para niños mayores de seis años, el duende pegaojos es muy bueno con los niños y los ayuda a dormir tranquilos y tener dulces sueños.

Datos del autor

Hans Christian Andersen, escritor danés, sus obras comprende diversos ]]libros]] de poemas, ]]novela]]s y piezas para el ]]teatro]]; sin embargo, Andersen debe su celebridad a las magníficas colecciones de cuentos de hadas que publicó entre 1835 y 1872. Son creaciones suyos relatos como El patito feo, La sirenita, El soldadito de plomo, El sastrecillo valiente o La reina de las nieves, tan divulgados y conocidos que a veces son tenidos por cuentos tradicionales anónimos. Por su poderosa inventiva y la equilibrada sencillez de su estilo y de su técnica narrativa, Andersen es el primer gran clásico de la literatura infantil.

Valores

Creatividad.

Sinopsis

Nadie sabe tantos cuentos como Pegaojos.

Al anochecer viene un duende llamado Pegaojos. Se desliza por detrás, les sopla a los niños suavemente en la nuca y los hace quedar dormidos. Pero no les duele, pues Pegaojos es amigo de los niños; sólo quiere que se estén quietecitos para que él pueda contarles sus cuentos.

Cuando ya los niños están dormidos, Pegaojos se sienta en la cama. Lleva un traje de seda. Y lleva dos paraguas, uno debajo de cada brazo.

Uno de estos paraguas está bordado con bellas imágenes, y lo abre sobre los niños buenos; entonces ellos durante toda la noche sueñan los cuentos más deliciosos; el otro no tiene estampas, y lo despliega sobre los niños traviesos, los cuales se duermen como marmotas y por la mañana se despiertan sin haber tenido ningún sueño.

Ahora veremos cómo Pegaojos visitó, todas las noches de una semana, a un muchachito que se llamaba Federico, para contarle sus cuentos. Son siete, pues siete son los días de la semana.

Lunes

-Atiende -dijo Pegaojos, cuando ya Federico estuvo acostado.

Y todas las flores de las macetas se convirtieron en altos árboles. Las ramas estaban llenas de flores, y cada flor era más bella que una rosa y exhalaba un aroma delicioso, y sabía más dulce que mermelada.

Pero al mismo tiempo salían unas lamentaciones terribles del cajón de la mesa, que guardaba los libros escolares de Federico.

-¿Qué pasa ahí? -inquirió Pegaojos, y abrió el cajón. Algo se agitaba en la pizarra: era una cifra equivocada que se había deslizado de una cuenta, y todo andaba revuelto. El pizarrín salta, como si fuese un perrillo ansioso. Pero lo peor era el cuaderno de escritura. Todos lamentos y quejas que partían el alma.

-Miren, tienen que poner así -decía la muestra-. ¿Ven? Así, inclinadas, con un trazo vigoroso.

-¡Ay! ¡qué más quisiéramos nosotras! -gimoteaban las letras de Federico-. Pero no podemos; ¡somos tan raquíticas!

- Entonces les voy a dar un poco de aceite de hígado de bacalao -dijo Pegaojos.

-¡Oh, no! -exclamaron las letras, y se enderezaron.

-Pues ahora no hay cuento -dijo el duende-. Ejercicio es lo que conviene. ¡Un, dos, un, dos!

Y siguió ejercitando a las letras, hasta que estuvieron esbeltas y perfectas como la propia muestra. Más por la mañana, cuando Pegaojos se hubo marchado, Federico las miró y vio que seguían tan raquíticas como la víspera.

Martes

En cuanto Federico se metió en la cama, Pegaojos roció los muebles de la habitación, y enseguida se pusieron a charlar todos a la vez. Solo callaba la escupidera.

Encima de la cómoda colgaba un gran cuadro que representaba un paisaje en el que se veían viejos y corpulentos árboles, y flores entre la hierba, y un gran río. Pegaojos tocó el cuadro y los pájaros empezaron a cantar; las ramas, a moverse, y las nubes, a desfilar, según podía verse por las sombras que proyectaban sobre el paisaje.

Fuentes

https://www.biografiasyvidas.com/biografia/a/andersen.htm

http://www.cuentoscortos.com/cuentos-clasicos/pegaojos