Pensamiento Pedagógico Cubano

Pensamiento Pedagógico Cubano
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Pensamiento pedagógico cubano. Cuba es heredera de una rica tradición pedagógica, que se puede enmarcar desde la segunda mitad del siglo XVIII, en que aparece la cubanidad y, este ideario educativo se fortalece a lo largo del siglo XIX y del XX, y por supuesto, en lo que va del siglo XXI, con figuras cimeras que han creado un pensamiento original, sin dejar de tener vínculos con el europeo y el latinoamericano.

Antecedentes

Educadores como José Agustín Caballero (1762-1835), Félix Varela y Morales (1788-1853), ambos sacerdotes, y José de la Luz y Caballero (1800-1862), en la primera mitad del siglo XIX, y que se proyectaron con un pensamiento ilustrado y liberal, cumplieron ampliamente con este objetivo.

Le siguen, en la segunda mitad del siglo: Enrique José Varona y Pera (1849-1933), representante del positivismo y José Martí (1853-1895), con una concepción humanista y científica muy avanzada, que es la figura más significativa del pensamiento cubano de todos los tiempos, síntesis del anterior y paradigma de los nuevos rumbos del pensar cubano, que llega hasta la actualidad. Martí nos dejó como herencia un sólido pensamiento educativo de liberación que nació en la primera mitad del siglo XIX cubano.

La polémica filosófica[1], surgida de la enseñanza de la filosofía,- si el estudio de esta debía comenzar por la física y no por la Lógica, dada la complejidad que este conocimiento suponía- en los finales de la década del treinta, tiene consecuencias que, de no advertirse, el análisis del pensamiento de la segunda mitad del siglo XIX quedaría necesariamente fragmentado. El enfrentamiento de ideas de dos concepciones filosóficas opuestas –la ideológica vareliana lucista y la del eclecticismo espiritualista, o sea, la teoría de la emancipación y la teoría de la sujeción-, definió los caminos esenciales de la filosofía en Cuba, de la enseñanza, y a la larga su destino político. La ciencia, la religión, la conciencia, el origen de las ideas, la lógica, la moral, la literatura, la sicología, el método de conocimiento, entre otros conceptos medulares, fueron discutidos en aquella contienda teórica que quedaría trunca pasados los años.

El proceso ocurrido en el año 1842, de inestimable valor en la historia de las ideas en Cuba, la secularización de la enseñanza en la Universidad, durante el cual se cambió el plan de estudios en detrimento de la enseñanza de la filosofía, del enfoque social de la realidad, implicó que la especulación filosófica y la recreación estética de la realidad, la literatura, ganaran un inmenso espacio, muy al contrario de lo que sucedería con la investigación social. Las señoras categorías se adueñaban del escenario teórico en la exposición concienzuda de una lógica formal fosilizada. Habían sido desterradas las Lecciones de Filosofía de Varela. Así lo haría saber en su crítica al nuevo plan de estudios, en 1845, el sacerdote patriota.

Se favorecería para bien el estudio de la medicina, la farmacéutica, y otras ramas de las ciencias naturales, sobre todo, después de entronizarse la corriente del positivismo, no en el campo filosófico propiamente dicho, en el cual su influencia no fue decisiva, no así en el científico particular. Por eso la incidencia mayor de esta corriente puede considerarse como movimiento cultural.

Veinte años después, en 1862, aparecerían en el escenario intelectual dos textos que merecen atención: De la Filosofía en La Habana[2], de José Manuel Mestre y Lógica[3], de Manuel González del Valle, el contrincante de José de la Luz en la polémica de 1838-1840 que más fuertemente arremetió contra sus tesis. Mestre, que en el año 1856 asumía la Cátedra de Filosofía, aunque por breve tiempo, en la Universidad Real y Literaria cuyo ambiente metafísico no ofreció sitio alguno a la concepción emancipadora del conocimiento, realizaría una síntesis de lo producido en filosofía, en Cuba, hasta su actualidad. Partidario de las ideas de su maestro, José de la Luz, intentaba situar los valores de cada propuesta al mismo tiempo que resignificaba lo que en 1839 José Zacarías González del Valle, otro de los polemistas más importantes en esos años en defensa del espiritualismo ecléctico, había comunicado en su texto La filosofía en La Habana.

Por otra parte, Manuel González del Valle con su Lógica reafirmaba su vocación cousinista en el empeño de socavar el método inductivo y experimental de la ciencia y de establecer la preeminencia de la Lógica, en su sentido metafísico, como garantía única del conocimiento de la realidad a partir del estudio de la conciencia. Este texto tuvo su antecedente en los discursos pronunciados, por él, en las Cátedras de Lógica y Moral de la Universidad Literaria, en el año 1856, cuando se despedía de la misma después de haber permanecido en ella desde el año de la secularización. Esto significa, como he acotado con anterioridad, que la tendencia teórica predominante en los círculos académicos era precisamente la de corte ecléctico espiritualista con todas sus implicaciones en el terreno político: la conservación del status quo de la sociedad.

Precisamente son estas dos vertientes del pensamiento filosófico las que atraviesan los años finales del siglo XIX y continúan en el XX. En el plano de la enseñanza se advierte que el vínculo de la filosofía y la pedagogía que tan fuerte había sido en aquel primer cuarto del siglo XIX, ya se desdibujaba progresivamente y creaba una distancia entre estos saberes que solo la voluntad de lo más avanzado del pensamiento pedagógico estaba dispuesta a recuperar, aunque nunca tuvo el vigor de aquellos años.

Si consideramos y validamos el alcance que la educación tiene en las sociedades, su participación y vinculación profunda con todas las estructuras sociales, su poder formativo o deformador, su instrumentalización en los proyectos de dominación para perpetuar la dependencia de los pueblos, se comprenderá la utilidad de la recuperación de un pensamiento pedagógico que se generó en la sociedad neocolonial cubana como forma de resistencia y de rescate de una tradición que permitiría reformular una contrapropuesta liberadora de la educación y de la sociedad.

La contribución de la escuela a la unidad nacional puede comprenderse a fondo en esa obra educativa lenta y perenne que, en la República, hicieron los maestros y pedagogos cubanos. Un estudio de la esencia liberadora del hombre y de la sociedad, en la pedagogía cubana, requiere proyectarse en la búsqueda de todas aquellas dimensiones que definirían el ideal de educación. El siglo XIX, su producción de ideas y los proyectos elaborados a favor de la enseñanza, constituyó un referente permanente para la intelectualidad cubana que en el siglo XX intentaba crear los fundamentos de una pedagogía nueva en Cuba. Sin embargo, mientras el siglo XIX soñó y actuó en el plano del pensamiento con la creación de una sabiduría cubana, fruto intelectual de la cultura universal pero colocada en términos relativos para generar la comprensión de su singularidad, los tiempos de los pensadores de la primera mitad del siglo XX, sin que ellos mismos fuesen totalmente conscientes, fueron más dependientes de lo foráneo generando una concepción acrítica-o crítica- que se impuso no sólo en el análisis del pensamiento anterior, sino también en la propia comprensión de su época y de su espacio insular. Significativamente historiadores y maestros se mantenían más cercanos a una realidad que retorcía los cánones foráneos para exigir el ejercicio activo, crítico y creador del pensar desde Cuba.

El dilema de la escuela tradicional y la escuela moderna atraviesa toda la historia cultural, ideológica y social cubanas. En los orígenes fundacionales del pensamiento cubano se expresaron tendencias teóricas y políticas radicalmente opuestas: la concepción de la emancipación del pensamiento y la concepción legitimadora de la mentalidad colonialista y colonizadora. La primera requiere de la investigación enfrentada a la especulación, la segunda privilegia la erudición y la autoridad del dogma.

El siglo XX cubano hereda la encrucijada y la enfrenta. La Real Universidad Literaria si bien bajo el influjo del positivismo proyectó y desarrolló la medicina y otros campos de la investigación científica en menor medida, en el terreno del análisis social mostraba una precariedad crítica, hija legítima de un largo proceso que se inició con la secularización en el siglo XIX, y que hizo que perviviera por más tiempo que el que se hubiese pensado, la concepción metafísica y la enseñanza retórica y verbalista. Era una de las garantías más preciadas del poder que recien había nacido después de haber sido conquistada y truncada la independencia del país. Un poder que se ejercía por consenso. Y la escuela, toda ella, desde los estudios primarios a los universitarios, se convertía en eje central que ese poder instrumentalizaba en su beneficio. Desde los libros de textos hasta los planes de estudios y la orientación general de la educación, así lo demuestran.

El siglo XX fue muy significativo en la historia de la educación cubana, en el que se hacen aportes al pensamiento pedagógico en las tres primeras décadas, por: Luciano Martínez, Ramiro Guerra, Arturo Montori, Medardo Vitier, Alfredo M. Aguayo, Diego González, Ana Echegoyen, Piedad Masa y tantos otros, que nos resultaría interminable la relación. Existen educadores que se formaron en la república mediatizada, pero que su pensamiento fue muy progresista, algunos de ellos asumieron el Marxismo, y alcanzaron la etapa revolucionaria con grandes aportes, como Dulce María Escalona, Herminio Almendros, Julio López Rendueles (españoles nacionalizados), Max Figueroa Araujo, Raúl Ferrer, entre otros, cuyo pensamiento de primera línea y sus ideas político-sociales concuerdan con el ideal de la Revolución cubana y se funden con ella hasta el final de sus vidas.

La situación política y social que vivía el país a inicios de los años cincuentas queda revelada en el alegato La Historia me absolverá de Fidel Castro, en 1953, que marca un rumbo nuevo en la historia de Cuba y en la de la educación, por eso, no se puede prescindir de este período histórico para entender la obra educacional cubana en la etapa entre 1959 y 2005, ya en este documento se expresa la crítica al estado de la sociedad y en especial de la educación en ese momento, pero también y muy especialmente, se presentan las soluciones y el único camino posible a seguir para resolver esos conflictos sociales: la lucha armada. En Fidel Castro aparece la nueva síntesis del ideario cubano, que une creativamente, el marxismo y el pensamiento martiano.

No se puede renunciar a la educación que se desarrolló en los Frentes de lucha por la liberación nacional en las montañas del Oriente del país y en otras zonas, porque tienen una doble expresión. En primer lugar, reflejan la continuidad histórica, porque de la misma manera ocurrió durante la Guerra de Independencia de (1868- 1878) y en la que comenzó, dirigida por José Martí, entre (1895-1898), en ellas se educó a las poblaciones desfavorecidas en medio de las contiendas bélicas, y por otra parte, posibilita al estudioso comprender esa profunda vocación acerca de la educación que se inició durante la guerra de liberación por sus dirigentes máximos, y que comienza a alcanzar su mayor plenitud a partir del primero de enero de 1959. Lo que se refleja en los documentos seleccionados para la Antología realizada por el equipo de trabajo del ICCP en el año 2008, permite conocer la voluntad política que ha asistido a la Revolución cubana en el desarrollo educacional y los avatares que se han presentado, contra los cuales ha habido que luchar, unidos en un propósito, la alta dirigencia del país y el magisterio en general, así como todo el pueblo, porque de una forma o de otra, todos se sienten comprometidos con la labor educativa. Así como se evidencian, con algunos ejemplos, y en una amplia relación, los nuevos pedagogos que han aportado con sus investigaciones y experiencias a la nueva pedagogía que ha ido conformándose en el país.

Se ha decidido, después de un minucioso estudio, dividir la etapa de l959 a 2005 en períodos históricos bien delimitados, y hasta en subperíodos, y cada uno de ellos revela un paso en el desarrollo de la educación en el país. Este particular se plasma en la Antología, con los discursos de los dirigentes políticos de la Revolución, otros pensadores, y el protagonismo que ha tenido el magisterio cubano. Deben advertirse las diferencias y hasta los retrocesos en los períodos mencionados.

Primer período (1959-1962)

Primeras transformaciones revolucionarias de la educación y la escuela. Medidas y leyes que inciden en el sector.

Fragmentos del discurso en el acto de la Universidad de La Habana

(...) La Revolución que estamos haciendo no llegará al máximo de sus realizaciones, si parejamente no se produce en nuestras Universidades el equipo de hombres que salve la tremenda laguna, por ausencia de hombres técnicamente capacitados, porque hasta hoy muchos de los que produjo se perdieron en la mediocridad del ambiente, muchos de lo que produjo nuestra Universidad se perdió en la corrupción y en la politiquería que caracterizó nuestra vida pública y sin embargo enfocamos hoy esa carencia de hombres que tanta falta nos hacen para llevar la obra de la patria nueva hacia adelante.

Segundo período (1962-75)

Tránsito hacia una educación, escuela y pedagogía socialistas

Subperíodo (1962-1970)

Continuidad de las transformaciones revolucionarias de la educación y la escuela.

Subperíodo (1971-1975)

Reestructuración y mejoramiento del Sistema Nacional de Educación.

Tercer período (1976-1990)

Fundamentos marxistas de la Pedagogía en el perfeccionamiento del Sistema Nacional de Educación.

Subperíodo (1976- 1985)

Primer perfeccionamiento del Sistema Nacional de Educación.

Subperíodo (1986- 1990)

Segundo Perfeccionamiento del Sistema Nacional de Educación.

Cuarto período (1991-2000)

Lucha por el fortalecimiento de la labor ideológica en la educación.

Quinto período (2001-2005)

La llamada revolución pedagógica en Cuba.

Referencias

  1. José de la Luz y Caballero: La Polémica Filosófica Cubana (1838-1840), vols. I y II (Ensayo introductorio, compilación y notas de Alicia Conde), Editorial Imagen Contemporánea, La Habana, 2000.
  2. José Manuel Mestre y Domínguez: De la filosofía en La Habana (discurso por D. José M. Mestre…seguido de una carta inédita del Pbro. Félix Varela, y un artículo del dr. José Zacarías González del Valle), Imprenta La Antilla, Habana, 1862.
  3. Manuel González del Valle: Lógica, Manuscritos en Memorias de Sociedad Económica Amigos del País.

Fuentes

  • Chávez Rodríguez, J. A. y otros. Antología del pensamiento pedagógico cubano (1959-2005). Resultado de investigación del Intituto Central de Ciencia Pedagógicas.
  • Conde Rodríguez, Alicia: Pensamiento pedagógico cubano de la República (1902-1920). Crítica y conciencia en la República, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2017.
  • Conde Rodríguez, Alicia: Enrique José Varona: Orígenes fundacionales de la educación y la pedagogía en Cuba, primera y segunda partes, en revista La Jiribilla del Ministerio de Cultura, abril de 2021. ISSN: 2218-0869
  • Conde Rodríguez, Alicia: La historia en los orígenes de la pedagogía nacional, en revista La Jiribilla del Ministerio de Cultura, septiembre de 2021. ISSN: 2218-0869
  • Conde Rodríguez, Alicia: Pensamiento pedagógico de liberación en los preludios de la Revolución Cubana (1930-1958), en revista del Instituto de Historia Universal de la Academia de las Ciencias de Rusia: Almanaque Histórico Latinoamericano. ISSN 2713-0282 (on-line) ISSN 2305-8773 (print), n. 30, 2021.
  • Conde Rodríguez, Alicia: Prólogo del libro de Emilio Roig, Males y vicios de Cuba Republicana. Sus causas y sus remedios: Emilio Roig de Leuchsenring: la luz de su huella, Editorial Historia del Instituto de Historia de Cuba, La Habana, 2023. ISBN 978-959-309-106-0de
  • Conde Rodríguez, Alicia: Prólogo al libro: Cien años de filosofía en Cuba (1795-1895), Editorial de Ciencias Sociales, 2023, de Rita Buch. ISBN: 978-959-05
  • Conde Rodríguez, Alicia: Historia del pensamiento cubano. Selección de Lecturas, Cubaliteraria, Ediciones Digital, La Habana, 2019-2022. ISBN General: 978-959-263-191-5;