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El pasado pendiente

LA PUPILA INSOMNE 1 de octubre del 2016 CUBA

Salam Mousa Reyes*

Para quienes como yo nacieron en los años 80 del pasado siglo, quizás resulte difícil entender los procesos que heredamos de nuestra historia. Más aún, si además tratamos de comprender el carácter y magnitud de la historia de una isla que inequívocamente está ligada y define, en algunos aspectos, al resto del continente sur americano.

Uno de estos hechos es, sin dudas, la Base Naval de Guantánamo (BNG), en posesión del gobierno de los Estados Unidos desde diciembre de 1903, un proceso político-social actual con consecuencias relevantes para ambas naciones.

Interpretaciones menguadas pueden definirla como una mera provocación al gobierno cubano o un eslabón de ataque en caso de escalada contra Cuba. Cuestión que debe ser resuelta mediante la negociación y conciliación de nuestro conflicto histórico. Pero el diferendo de EEUU sobre la BNG no es solamente con Cuba, sino con toda Centroamérica.

Desde sus inicios la BNG fue creada como proyecto de dominación geopolítica, instigado por corrientes que emergían de los EEUU bajo el liderazgo de dos fervientes republicanos, que tipifican el realismo político presente en las relaciones internacionales de esa nación: el veterano de la guerra de secesión y entonces presidente de los EEUU, William McKinley, y el joven y ambicioso Teodoro Roosevelt. Las acciones de ambos fueron determinantes para redefinir las fronteras del entonces naciente imperio.

Los orígenes de este proceso de expansión datan de 1884, año en el que se produce la Conferencia de Berlín. Allí, las potencias de entonces se reparten en el mundo, en un festín al que EEUU no fue invitado. Este hecho motivó a los políticos estadounidenses a orientar sus intereses hacia el Caribe y el Pacífico, espacios donde ya su predominio se hacía sentir por razones de economía y comercio.

La expansión norteamericana por el Caribe y Centroamérica, meridianamente visionada por José Martí, respondía a una doctrina de dominación que permanece intacta y en la cual Cuba fue y sigue siendo el país “pivote” para su despliegue.

Tal doctrina adoptó, a lo largo de la historia, diferentes formas que enmascaran su único fin: la ampliación de las fronteras geopolíticas imperialistas, hegemonizando su dominio a través de la economía, la cultura y las fuerzas militares, todo lo cual hoy sigue vigente. La intervención en Cuba dio nuevas oportunidades al naciente imperio que vislumbró en la Isla la posibilidad de reubicar sus fronteras navales a las puertas del área centroamericana. Así acrecentó su poderío e influencia en la región, la cual hasta ese momento había sido un “protectorado británico”, al que los EEUU no tenían acceso.

Las razones estratégicas para la elección del puerto de Guantánamo resultaban obvias: su cercanía al Paso de los Vientos, la ubicación en línea recta al canal interoceánico que se proyectaba construir en Panamá y el calado de la bahía posibilitaría establecer el control y predominio militar en el mar Caribe, Centro y Sudamérica.

El costo de la no independencia de Cuba y la adquisición del nuevo puerto por las fuerzas imperialistas, tuvo un grave efecto en la región y sus consecuencias no se hicieron esperar. Su estreno se produjo al ser utilizado como centro de operaciones para invadir al hermano pueblo de Puerto Rico en el mismo año 1898.

Posterior a su conformación como base militar se utilizó para invadir a Haití en 1915, y a República Dominicana en 1918. Esto sin contar el apoyo a intervenciones en México, Nicaragua, Panamá, e Islas Vírgenes, todas en los primeros 20 años del siglo XX.

A pesar de que Cuba no fue escenario de la Segunda Guerra Mundial, vale destacar que durante ese período (1939-1945) el volumen de operaciones de la Base en el avituallamiento de los buques y los ejercicios de patrullaje hizo que fuera considerado el segundo puerto más importante para los EEUU en operaciones militares, solo superado por el de Nueva York.

La expansión político-militar estadounidense reubicó sus prioridades en posiciones mucho más ventajosas que Guantánamo, por ejemplo, en la puertorriqueña Isla de Vieques.

La realidad histórica nos cuenta que desde el año 1935, un grupo de expertos norteamericanos[2] contratados por el gobierno de ese país para realizar un estudio a profundidad de la situación interna en Cuba alertaba que:

“…los Estados Unidos deberían dar consideración a la política de renunciar sus derechos en Guantánamo. Numerosos cubanos encuentran difícil de reconciliar la base norteamericana de Guantánamo con la soberanía de la República cubana…”. Más adelante, dice: “… Si los Estados Unidos carecieran de buenos puertos en su propio territorio del Caribe o en el Golfo de México, la retención de la base de Guantánamo quizás pudiera ser defendida por razones de defensa propia. Pero sí existen numerosas otras bahías que pueden utilizarse como base naval…”

Paralelamente la BNG provocó un alto costo social para el pueblo de Caimanera. El enclave militar se convirtió rápidamente en un incentivo para el auge de la prostitución, las salas de juego y el vicio de todo tipo.

Posterior al triunfo de la Revolución cubana la base adquirió otra connotación. Fue el punto seleccionado para generar acciones provocativas o autoagresiones que condujeran a una invasión norteamericana a Cuba, y en otros momentos sirvió a las políticas de estímulo a la emigración ilegal contra nuestro país.

Finalmente devino cárcel ilegal. Los que allí purgan su condena, no tienen derechos de ningún tipo, en violación de todas las convenciones internacionales que tocan los temas de la guerra y los derechos humanos.

Venida a menos, la BNG sigue manteniendo su relevancia geoestratégica, no en el plano militar que formaba parte del proceso de expansión imperialista, sino como carta de negociación en el proceso de restablecimiento de relaciones con Cuba y en un plano externo, como método de intimidación contra los gobiernos contrarios a sus políticas. Su simbólica y costosa presencia es un intento de mantener el “mito” del poderío militar norteamericano.

La Base es el estigma legado por un pasado presente, que lacera el espíritu mismo de la nación. Cuba es el resultado de un largo proceso cultural que nos ha llevado a convertir la libertad e independencia en nuestro paradigma y la justicia y equidad social en ideología profundamente arraigada a nuestro comportamiento.

Pensar que la existencia de un territorio ocupado en nuestro suelo resulta historia pasada sería como tratar de tapar el sol con un dedo. Nuestra generación está muy lejana a los orígenes de la base, pero con el decursar de nuevos acontecimientos, puede que sea la destinada a ver el final de esta historia. Por ello no debemos olvidar nuestras esencias, ni los compromisos y fidelidades a causas como la de Puerto Rico, que corrió el mismo destino de Cuba, sin la suerte de un Moncada.

Romper los anclajes a ese pasado para construir un futuro más justo no solo para Cuba, sino para la América toda, es la visión que debe primar en nuestra generación, para cumplir con el mandato del Apóstol José Martí de “… impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América…”

  • Periodista cubano