Portal:Panorama Mundial/DE LA PRENSA/2016-01-07

Qué hacer

Tercera Información. 4 de enero de 2016. España Por Luis Britto García*

Debatir estuvo mal, cómo y por qué.

Reservar el debate para el ámbito interno, pues toda competencia de acusaciones e invectivas desacredita.

Reafirmar el socialismo como base ideológica, guía y meta de las organizaciones políticas.

Seleccionar escrupulosamente funcionarios y candidatos por trayectoria, ejecutoria y convocatoria y no por parentescos o acuerdos de cúpulas.

Articular escuelas de formación política e ideológica de cuadros.

Sanear las estructuras de corruptos que destruyen cuanto tocan.

Investigar exhaustivamente aumentos inusitados de fortunas y de signos externos de riqueza tanto en el sector público como en el privado.

Combatir la guerra económica, en la cual hasta ahora ha peleado solo el bando agresor.

Mantener en sus cargos y no relevar de inmediato a los funcionarios que ejerzan en forma activa y efectiva el control de precios, de acaparamientos y de desabastecimiento.

Asumir el control estatal de la importación y distribución de alimentos y bienes básicos.

Asumir el control estatal de la banca.

Dejar de premiar con dólares a tasa preferencial a un empresariado que no los emplea en las finalidades previstas sino en la destrucción del país.

Clarificar que votar por un revocatorio también revocará todas las conquistas económicas, sociales, culturales y asistenciales logradas en quince años.

Solicitar del Tribunal Supremo de Justicia la nulidad de las leyes que atenten contra el principio de irreversibilidad de las conquistas sociales acogido en la Constitución.

Vetar por acto presidencial las leyes que nieguen o destruyan derechos económicos, sociales, políticos o culturales.

Proponer una reforma tributaria que aplique el principio de progresividad a los grandes contribuyentes, y denunciar como cómplices de éstos a los parlamentarios que se opongan.

Establecer un precio del combustible que resarza por lo menos su costo de producción.

Apoyar activamente a los movimientos sociales que luchen contra el paramilitarismo, la corrupción, el bachaqueo y el contrabando de extracción.

Informar que se vive una crisis económica planetaria, con escasez de alimentos global, en la cual el precio de los hidrocarburos ha bajado más de la mitad y el gobierno ha disminuido su ingreso en la misma medida.

Divulgar los incomparables logros económicos, sociales, culturales, educativos y políticos del bolivarianismo y su cumplimiento de las Metas del Milenio.

Rememorar los miserables indicadores económicos, sociales y culturales del siglo pasado y de los países que caen bajo gobiernos neoliberales.

Examinar minuciosamente el origen, antecedentes, trayectoria y actividades de los posibles titulares de beneficios sociales.

Recordar que quien sube precios, acapara y esconde mercancías es el empresariado actor de la Guerra Económica y no el gobierno.

Revelar que están sometidos a juicio más de dos mil funcionarios por corrupción.

Rememorar que el bolivarianismo restauró las prestaciones sociales para los trabajadores y que si no luchan por ellas el neoliberalismo se las volverá a quitar.

Reestructurar el sistema de medios públicos para desterrar sus prácticas meramente reactivas y convertirlo en generador de matrices de opinión y de agendas de debate.

Instalar plataformas 2.0 y 3.0 y encargar a expertos su manejo y contenidos.

Dejar de remedar formatos, interrupciones, inserciones, cintillos, acoso al usuario, chabacanerías y vulgaridades de los medios capitalistas en los socialistas.

Sustituir eventología efímera por acciones de gobierno perdurables.

Erradicar el paramilitarismo y su concomitante, la parapolítica.

Mantener el riguroso control de fronteras para inhabilitar paramilitares, bachaqueros y contrabandistas.

Rotar con regularidad y frecuencia efectivos y mandos del control de fronteras.

Impedir que se autodesigne representante del gobierno ante las FANB y viceversa quien propuso la privatización de PDVSA, el derrocamiento del gobierno bolivariano mediante el artículo 350 de la Constitución y el enjuiciamiento de Chávez por la Corte Penal de La Haya.

Investigar a las ONG e inhabilitar a las financiadas por la potencia hostil que declaró a Venezuela amenaza extraordinaria para su seguridad.

Descartar asesores extranjeros que nunca han ganado el poder en sus países y pueden contribuir a que en el nuestro lo perdamos.

Abandonar toda esperanza de pacto, conciliación o contubernio con una derecha que lleva 16 años tratando de asesinar al bolivarianismo.

Actuar en lugar de decir que se actuará.

Selección en Internet: Inalvys Campo Lazo

*Escritor, historiador, ensayista y dramaturgo venezolano.

Venezuela candente

Le Monde Diplomatique. Enero de 2016. Francia Por Ignacio Ramonet

El año 2016 podría ser de alta conflictividad en Venezuela. Por razones internas y por razones externas.

En el plano interior, la amplia victoria en las elecciones legislativas del pasado 6 de diciembre de la coalición opositora Mesa de la Unidad Democrática (MUD) configura una Asamblea Nacional controlada –por mayoría cualificada, y por primera vez desde 1999– por fuerzas hostiles a la revolución bolivariana. Pero en cuyo seno, la bancada chavista del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) sigue siendo la más numerosa con 51 diputados. Lo cual permite augurar, a partir del 5 de enero, un enfrentamiento dialéctico de alta intensidad.

Con el control de los dos tercios de la cámara legislativa, la oposición cree sin duda que ha llegado la hora de la revancha y sueña con deconstruir pieza a pieza la revolución bolivariana. Teóricamente podría hacerlo. La Constitución lo permite siempre que se cuente también con el apoyo del Tribunal Superior de Justicia (TSJ), que hace funciones de Tribunal Constitucional, y del Poder Ciudadano (integrado por el Defensor del Pueblo, la Fiscal General y el Contralor General de la República [1]). Pero sería un gravísimo error. La MUD no debe confundirse. Porque está claro –un simple análisis de los resultados lo demuestra– que los electores no le han dado mandato para ello, ni potestad absoluta para gobernar jurídicamente. El enfrentamiento institucional podría ser frontal y brutal.

Sociológicamente, el chavismo sigue siendo ampliamente mayoritario. En un eventual referéndum a favor o en contra de la revolución bolivariana, todos los estudios concluyen que una sólida mayoría votaría a favor de la continuidad del proceso. El 6 de diciembre pasado, se trataba únicamente de elecciones legislativas, de designar diputados, y no de cambiar de República, ni de cambiar de Presidente. Los ciudadanos, inteligentemente, aprovecharon para enviar un mensaje de alerta y de protesta a las autoridades. Muchos de ellos no imaginaban ni remotamente que otorgarían a la oposición una victoria tan excesiva. Nunca fue un voto de adhesión a un (oculto) programa de la MUD, sino un voto de advertencia a la actual Administración.

Y es bastante normal. Porque desde hace largos meses, como consecuencia –en parte– de una “guerra sucia” económica fomentada y auspiciada por las oficinas de la Internacional conservadora, y también –tal y como lo ha denunciado el presidente Nicolás Maduro–, a causa de “la asfixia de la burocracia y de la corrupción”, la vida cotidiana se ha vuelto bastante infernal para la gente. El desabastecimiento de productos de primera necesidad –tanto alimentarios como de higiene personal y del hogar– y de medicamentos transforma el día a día de los venezolanos en una incesante lucha para resolver escaseces que casi nunca antes se conocieron a este nivel. Aunque muchos comentaristas no lo reconocen, las autoridades han hecho un esfuerzo colosal y prioritario para combatir esta plaga. Pero los electores consideraron que no fue suficiente. Y sancionaron con su voto negativo esa ausencia de victoria en un frente capital.

Esa es la causa principal de los adversos resultados del 6-D para el chavismo. Si a eso añadimos diversos problemas que siguen sin solución –como los temas de la inflación, de la inseguridad y de la corrupción, que contaminan la imagen de la revolución bolivariana–, completamos el diagnóstico de un malestar general que se ha tornado en sentimiento crítico contra los gobernantes.

La oposición, decíamos, cree que le ha llegado su hora: la hora de la restauración neoliberal. Y después de haber ocultado cuidadosamente su programa durante la campaña electoral, ya está anunciando en voz alta su intención de multiplicar las privatizaciones, de reducir los servicios públicos, de revocar las leyes laborales, de liquidar los logros sociales, de desmantelar los acuerdos internacionales... Ante semejante provocación (recordemos que el chavismo es sociológicamente mayoritario), el presidente Maduro ha alertado a la opinión pública y acelerado la constitución de un Parlamento Comunal cuya función en la arquitectura del Estado aún no está clara, pero que podría funcionar como un órgano representativo y consultivo de la sociedad en paralelo a la Asamblea Nacional.

Todo indica que puede haber choque de trenes. La sociedad venezolana es profundamente democrática y pacífica –tal y como lo ha demostrado en los últimos diecisiete años–, pero estamos ante un duro pulso entre las dos grandes fuerzas políticas, chavismo y derecha, que controlan, respectivamente, el poder ejecutivo y el poder legislativo. La tentación de recurrir a la calle y a las manifestaciones de masas va a ser muy grande. Con el peligro que ello conlleva en términos de enfrentamientos y de violencia.

Este escenario de guerra civil tampoco es el deseado por la mayoría de los electores cuyo mensaje del 6 de diciembre pasado significaba abiertamente una llamada al diálogo entre oficialismo y oposición con un propósito claro: que las dos fuerzas se entiendan para resolver los problemas estructurales del país.

Decíamos al principio que, en 2016, la conflictividad podría ser alta en Venezuela también por razones externas. Y es que este año se anuncia, en términos de coyuntura económica internacional, como uno de los peores en los dos últimos decenios. Esencialmente por tres razones: el ­derrumbe del precio de las materias primas y del petróleo, la crisis de crecimiento en China y el aumento del valor del dólar estadounidense.

Es inútil insistir en que los precios del petróleo tienen una incidencia fundamental en la vida económica de Venezuela, ya que más del 90% de los recursos en divisas del país proceden de la exportación del oro negro. En dieciocho meses, los precios del barril, que estaban en 115 dólares, se derrumbaron a 30 dólares... Y no es imposible que, a lo largo del año, bajen hasta 20 dólares... Para cualquier país petrolero (Angola, Argelia, México, etc.), eso representa en sí una catástrofe, pero para Venezuela (y, en cierta medida, Ecuador o Bolivia), que redistribuye en políticas sociales lo esencial de su renta petrolera, significa un golpe muy duro y una amenaza mortal para el equilibrio de la revolución bolivariana.

El segundo parámetro exterior es China. Este país ha modificado su modelo de desarrollo y crecimiento apostando ahora por su mercado interior (1.500 millones de consumidores), por el aumento de los servicios y de la calidad de vida que la contaminación amenazaba de muerte. Las tasas de crecimiento, antes del 10 o 12%, se han reducido al 6 o 7%. Consecuencia: la importación de materias primas (minerales o agrícolas) se ha reducido, lo cual ha acarreado un derrumbe de los precios que afecta de manera frontal a los países exportadores latinoamericanos de metales (Perú, Chile) y de soja (Argentina, Brasil). Las crisis políticas que están viviendo estos dos últimos países no son ajenas a esta situación, y ello afecta indirectamente también a Caracas, socio importante de Brasilia y Buenos Aires en el marco del Mercosur.

Por último, el dólar. La decisión que tomó el 16 de diciembre pasado la Reserva Federal de subir los tipos de interés en un 0,25%, después de nueve años sin hacerlo, aumenta la fuerza del dólar. Que el dólar sea más rentable en Estados Unidos alienta a los inversores a retirar sus capitales –invertidos masivamente en los “países emergentes” desde que empezó la crisis en 2008–, y a desplazarlos hacia Norteamérica. Consecuencia: el valor de la moneda de los “países emergentes” (Brasil, Colombia, Chile) se desploma y se devalúa doblemente por el reforzamiento del dólar y por la huida de capitales. Y todos los productos importados se encarecen.

Semejante contexto latinoamericano e internacional dibuja, para 2016, un entorno poco favorable para la economía de Venezuela. Y coloca muy cuesta arriba la perspectiva de hallar soluciones rápidas para resolver los problemas del país. Desde que ganó las elecciones el 14 de abril de 2013, el presidente Nicolás Maduro ha lanzado llamadas a la oposición y al sector privado en repetidas ocasiones para establecer un Diálogo Nacional. Es muy importante, ante las tempestades que se avecinan, que la MUD responda ahora a esas llamadas con espíritu constructivo de responsabilidad. Venezuela se lo merece.


Notas

(1) Tres cargos ejercidos actualmente por personalidades afines al Ejecutivo.

Selección en Internet: Inalvys Campo Lazo

*Doctor en Semiología, especialista en geopolítica, director del periódico Le Monde Diplomatique en español.

Venezuela: La tentación de una dictadura parlamentaria

La Haine. 6 de enero de 2016. España Por Atilio Borón*

La derecha venezolana se apresta a inaugurar su mayoría calificada (parece que acepta el dictamen del Tribunal Supremos) en la Asamblea Nacional con un grito de guerra

Desandar el camino iniciado en enero de 1999 cuando Hugo Chávez Frías juró sobre la moribunda constitución de la Cuarta República que impulsaría las transformaciones políticas, económicas y sociales que el pueblo de Venezuela reclamaba desde hacía mucho tiempo.

Más allá de las especificidades y los innegables problemas del momento actual, lo cierto es que la irrupción de Chávez marcó un antes y un después en la historia no solo de su país sino de América Latina y el Caribe.

Después de Chávez nada seguirá siendo igual, y se engañan quienes piensan –en Venezuela como en la Argentina de Mauricio Macri– que se puede hacer andar hacia atrás al reloj de la historia. Así como la izquierda sabe que una circunstancial mayoría electoral no basta para garantizar el triunfo de la revolución, no es menos cierto que aquella tampoco es suficiente para hacer lo propio con un proyecto reaccionario. Las clases y capas populares pueden estar muy descontentas con la gestión macroeconómica o con los estragos de la corrupción, pero parece muy poco probable –por no decir imposible– que la paciente labor pedagógica de Chávez y el aprendizaje popular de todos estos años hayan caído en el olvido.

Los problemas económicos del momento no alcanzan para cancelar los notables cambios en la conciencia de las clases y capas populares. El pueblo sabe lo que fue la Cuarta República, al servicio de quienes gobernó y quienes fueron sus personeros. Y el chavismo, antes y ahora, podrá haber cometido muchos errores pero sus aciertos históricos superan ampliamente sus desaciertos. En ese sentido, el balance deja un saldo positivo que los problemas del momento no alcanzan a eclipsar. Y si la derecha se confunde y cree que una transitoria mayoría en la Asamblea Nacional equivale a una carta blanca para volver al pasado, más pronto que tarde caerá en la cuenta de que el poder social es una construcción mucho más compleja y que excede los límites del ámbito parlamentario. Este es importante, sin duda, pero está lejos de ser una plataforma desde la cual impulsar un proyecto que recorte ciudadanía, atente contra derechos económicos y sociales y socave la soberanía nacional.

Si, ensoberbecida, la derecha tuviera la osadía de pretender avanzar por este camino –que en términos históricos sería retroceder– se enfrentaría con una encarnizada resistencia social y sus temerarios mentores tropezarían rápidamente con los límites de una dictadura parlamentaria. Aprenderían, rudamente lo que es la dualidad de poderes.

La calle asumiría bien pronto un inesperado (para ellos) protagonismo, demostrando la eficacia práctica de un contrapoder que se nutre de la memoria histórica de un pueblo y de los sueños emancipatorios que Chávez supo inculcar entre los venezolanos y que son como las brasas aún vivas debajo de las cenizas engañosas del momento, que un simple soplo las hará renacer con fuerza. Y ese soplo lo puede originar la tentación de la derecha al incurrir en lo que Marx llamó el “cretinismo parlamentario”: pensar que una mayoría legislativa equivale a una mayoría social, y que una momentánea supremacía electoral autoriza a ejercer una dictadura parlamentaria. Por una de esas trampas de la dialéctica histórica, o de una hegeliana astucia de la razón, probablemente ese mal paso sea lo que necesita el chavismo para re-encenderse con fuerza en la noble tierra venezolana.

Selección en Internet: Melvis Rojas Soris

*Politólogo y sociólogo argentino, doctorado en Ciencia Política por la Universidad de Harvard.

Venezuela 2015: Economía en jaque sin renunciar al progreso

PL. 23 de diciembre de 2015. Caracas Por Mario Hubert Garrido *

El 2015, declarado por el Gobierno bolivariano como decisivo en la lucha contra la guerra económica, atrajo incesantes ataques de la derecha contra ese sector y el desplome de los precios petroleros, principal fuente de ingresos del país suramericano.

El crecimiento previsto junto al presupuesto de la nación para ese ejercicio fiscal, encontraron que la proyección sobre la base de 60 dólares el barril del crudo se precipitó ante una realidad de menos de 30 de esa divisa extranjera en varios momentos del año que concluye.

En ese escenario, el Ejecutivo instaló mecanismos centrales de interacción y control con los diversos ministerios y sectores, sin descuidar políticas sociales, a cuyos programas destinó el 62 por ciento de todos sus recursos financieros.

El propio jefe de Estado, Nicolás Maduro, encabezó el llamado Estado Mayor Presidencial, integrado por vicepresidentes, ministros y otros dirigentes del área económica, empresarios estatales y privados, y productores.

Esa instancia buscó enfrentar por diversas vías fenómenos como la inflación inducida, la manipulación de precios galopantes y el déficit de la producción, y distribución y comercialización de alimentos, entre otros rubros.

La estrategia incluyó al Servicio Nacional Integrado de Administración Aduanera y Tributaria (Seniat) como fuente alternativa de ingresos con aportes del 68,8 por ciento del presupuesto, un 11,4 por ciento más con respecto a 2014, una meta que sobrecumplió.

De manera temprana, diputados del Partido Socialista Unido de Venezuela, como Ramón Lobo, alertaron sobre la necesidad de perfeccionar el sistema económico venezolano para sacar adelante al país.

El legislador recordó la importancia de medidas para estimular la producción y la actividad industrial con el objetivo de superar el modelo rentista petrolero, que inhibe el auge de los demás sectores.

En esa dirección, el Ejecutivo insistió en dedicar todas las energías al cumplimiento del denominado Plan de la Patria (2013-2019), creado por el fallecido presidente Hugo Chávez y consolidar lo que denominó el socialismo productivo.

También se impulsó el Gobierno Económico de Calle, con el fin de estabilizar la entrega de bienes para el pueblo, el abastecimiento y precios equilibrados de los productos clave.

Además se anunció la creación de un fondo estratégico en bolívares (moneda nacional) y se instauró un nuevo sistema cambiario y reformas fiscales para elevar la recaudación real, optimizar el gasto público y fortalecer las reservas internacionales.

En el intento de reacomodar mecanismos estructurales de dirección, el gobierno sostuvo varias reuniones con representantes del empresariado nacional y privado en diversos sectores (alimentos, automotriz, higiene personal y del hogar, agrícola y avícola) y de cadenas de distribución, que buscaron mayor compromiso con los planes de desarrollo.

Sin embargo, tal como evalúan ahora las propias autoridades a raíz del revés en los comicios parlamentarios del pasado 6 de diciembre, en los que la oposición ganó la mayoría calificada, fenómenos como la caída de los precios petroleros, pero también la burocracia, el contrabando desmedido, la corrupción y la ineficiencia de varios instrumentos legales, torpedearon la urgencia de avanzar hacia mayor progreso y convertir a Venezuela en país potencia.

En sus estudios, la propia Comisión Económica para América Latina y el Caribe vaticinó que hacia 2016, en un complejo escenario global, la región solo crecería un 0,2 por ciento y señala como naciones duramente golpeadas en la gestión de 2015, a Venezuela (-7,1 por ciento) y Brasil (-3,5 por ciento).

Nuevas fórmulas

En un proceso de autocrítica y perfeccionamiento, el propio Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) desarrolló un Congreso Económico de Pensamiento Socialista hacia el Modelo Productivo.

Los resultados de esas deliberaciones se entregaron a la dirección de la organización política con el objetivo de crear un plan para la contraofensiva revolucionaria solicitada por Maduro en 2016.

De acuerdo con el mandatario, los principales retos son hacer frente a la caída de los precios del petróleo y analizar temas como la eficiencia en la gestión de gobierno, la labor del partido y de la clase obrera en la economía.

Analistas como el diputado Jesús Faría, también vicepresidente de la actual Comisión de Finanzas del Parlamento, plantean que la vulnerabilidad económica del país responde a una arraigada dependencia de la industria petrolera.

Faría apuntó que para lograr el impulso de Venezuela son necesarios los estímulos a la producción nacional, la simplificación cambiaria, la planificación de la asignación de divisas y la disciplina fiscal. Al referirse a las tres áreas donde impera trabajar, el parlamentario subrayó que una es la cambiaria, pues sobre ella descansa -en un alto porcentaje- la posibilidad de salir de la situación actual.

Es imposible el manejo de la economía con tres tasas de cambio oficiales, más una cuarta que se desprende de un mercado negro con repercusiones negativas para la sociedad, criticó. El otro ámbito que no se puede dejar de lado es el fiscal, explicó Faría; y recalcó que cuando los ingresos del Estado disminuyen, lo que ocurrió de manera brutal en Venezuela, se debe racionalizar el gasto público.

Asimismo pidió aplicar estrategias coherentes que involucren estímulos importantes a la producción nacional, tanto en el sector público como el privado.

De otra parte reiteró que es indispensable buscar espacios de acuerdos entre el Gobierno y el sector privado, lo que no se hizo antes por la conflictividad política.

Para Faría hay importantes niveles de ineficiencia en el manejo de esos recursos, inversiones que no se garantizaban en el tiempo.

Hay que revisar de manera detallada los mecanismos que intervinieron. Al respecto mencionó que por ejemplo no puede haber una producción comunal, cooperativista o socialista sin una conciencia por parte de los productores. Ahí falló la planificación de los recursos y también el plan político.

Otros expertos como el economista Tony Boza declaró que uno de los temas cruciales es el vinculado a la alimentación, pues es fundamental garantizar la producción y distribución de esos productos básicos para los hogares venezolanos.

A su juicio uno de los desafíos es revisar y mejorar las cadenas de distribución, que no sean solo las grandes empresas las que se encarguen de la entregar alimentos, y garantizar que los productos lleguen a los lugares más alejados.

En ese contexto, también los consejos presidenciales de campesinos, pescadores y obreros de Venezuela, entre otros, manifestaron su compromiso de impulsar el sector productivo.

Ese objetivo general, a solicitud del jefe de Estado, será perfilado por rubro, sector, región y Estado, de manera paralela a la necesidad de ubicar a profesionales en áreas como comunicación, economía e ingeniería, entre otras, que constituya un banco de capacidades preparado para todos los escenarios.

Se trata ahora, al decir de Maduro, de prepararse para un gran renacimiento progresivo y expansivo de la Revolución Bolivariana que afiance el desarrollo económico, como prueba de la vialidad del Socialismo del siglo XXI.

*Corresponsal Jefe de Prensa Latina en Venezuela