Portal:Panorama Mundial/DE LA PRENSA/2016-01-19

Obama en el discurso de la Unión: La hegemonía de Norteamérica y sus contradicciones

PROGRESO SEMANAL 14 de enero de 2015 EEUU

La mención a Cuba Más cerca de Bernie Sanders que de Hillary Clinton

Jesús Arboleya*


SALIÉNDOSE DEL TEXTO oficial distribuido originalmente a la prensa, en su último discurso sobre el Estado de la Unión, Obama tuvo un pronto imperialista: “Somos el país más poderoso de la Tierra, punto”.

Si se trató de un mensaje para el mundo, simple retórica para acallar a sus oponentes conservadores o ambas cosas, está por verse. De todas formas, la necesidad de reafirmar lo que debiera ser obvio y el propio contenido de su intervención, reflejan las contradicciones que acechan a la hegemonía norteamericana.

Con lo que pudiera ser considerado un exceso de optimismo, Obama defendió los resultados de su gestión al afirmar que “la sombra de la crisis ha pasado”, aunque al mismo tiempo reconoció la difícil situación que planteaba el momento actual.

Refiriéndose a los logros macroeconómicos de su administración, dijo que la economía había crecido y generaba empleos más rápido que en los últimos quince años; que la industria mostraba un desarrollo “desbordante”; que el auge de la producción energética había hecho al país menos dependiente del petróleo extranjero; que habían disminuido los déficits fiscales en dos tercios; que más jóvenes se graduaban en las universidades; que mayores personas disfrutaban del seguro médico y que la guerra en Afganistán había terminado, una afirmación que debe haber sorprendido a los afganos.

No obstante, quizá para explicar porqué estos logros no se han traducido en un mayor índice de apoyo a su gobierno, entró a explicar que ello solo beneficia de manera extraordinaria a unos pocos; que la protección a los trabajadores es insuficiente; que Estados Unidos es el único país avanzado que no garantiza licencia pagada por enfermedad o maternidad; que el salario mínimo es insuficiente para vivir –aquí invitó a los congresista a que lo intentaran si dudaban de ello–; que las mujeres son discriminadas salarialmente; que los costos educacionales son muy altos y que se requiere de leyes que refuercen el papel de los sindicatos y den voz a los trabajadores.

Para enfrentar estos problemas en el año que apenas resta a su mandato, prometió presentar al Congreso un presupuesto con ideas “prácticas, no partidistas”. Sin embargo, parte de premisas tan liberales, que difícilmente encuentre el consenso de sus oponentes conservadores.

Su programa consiste en “crear la economía más competitiva del mundo” y para ello propone: desarrollar la ciertamente decadente infraestructura norteamericana y multiplicar por treinta la fuerza de trabajo empleada en este rubro –con lo que retoma los planes del New Deal–; promover no solo la firma de tratados de libre comercio, sino el comercio “justo” –imagino que para las transnacionales estadounidenses–, con vista a enfrentar la competencia de otros países, particularmente de China; desarrollar la investigación básica, los avances en la medicina y la modernización de Internet; atraer la inversión en el país y la recuperación de empleos; universalizar y abaratar la enseñanza universitaria, así como los planes de recalificación de los trabajadores.

Todo ello a partir de la instauración de un código fiscal equitativo, que grave más a los ricos y facilite el progreso de la clase media y los sectores menos favorecidos. En realidad un proyecto impecable desde el punto de vista social, si fuese realizable en las condiciones que impone el debate político en Estados Unidos.

Obama se adelantó a este debate, criticando de manera implícita a los republicanos por los cierres del Congreso a la administración gubernamental; amenazar la seguridad de las familias, al tratar de quitarles el seguro de salud; tratar de deshacer las reglas que regulan a Wall Street y enfrentar los problemas de la inmigración desde una óptica obsoleta, que impide su solución. También sacó a flote el lenguaje racista y xenófobo de algunos políticos republicanos y su insensibilidad frente a los problemas que genera la falta de control de las armas y la violencia generalizada en el país.

El propio presidente reconoció que la agudización de la polarización política constituye uno de los grandes fracasos de su gobierno. En realidad no es su culpa, hizo todo lo posible por evitarlo, hasta el punto que los intentos de conciliación imposibles se convirtieron en un lastre para su administración, dañaron su imagen y lo alejaron de las bases sociales que lo llevaron al poder.

Obama conoce las causas de su impotencia e hizo una velada referencia a las mismas: “En los últimos seis años, los expertos han señalado en más de una ocasión que mi presidencia no ha dado resultados sobre la base de esta visión. Qué irónico, dicen, que nuestra política parezca estar más dividida que nunca. Esto se presenta como prueba no solo de mis propias fallas, de las cuales tengo muchos, sino también como prueba de que la propia visión es errónea e inocente y de que en esta ciudad hay demasiada gente que de hecho se beneficia del partidismo y de la paralización gubernamental para que nunca hagamos algo al respecto”.

El asunto es que uno de los problemas básicos del sistema norteamericano es la contradicción que, a veces, se presenta entre los intereses particulares de ciertos grupos y el interés nacional. Esto es apreciable en casi todas las manifestaciones de la vida del país, incluso en la relación de los individuos con el resto de la sociedad, pero resulta determinante cuando se trata de los grandes intereses empresariales, de cara a la política doméstica e internacional.

Esto explica que, en ocasiones, resulten incomprensibles los excesos de la política exterior norteamericana y ello forma parte de un debate teórico y práctico en el cual Obama toma partido a favor del llamado “poder inteligente”:

“Cuando tomamos decisiones apresuradas y reaccionamos ante los titulares en vez de usar nuestra cabeza, cuando la primera respuesta ante un desafío es enviar a nuestras fuerzas armadas, corremos el riesgo de ser arrastrados a pelear en conflictos innecesarios y le damos la espalda a la estrategia de más amplio prospecto que necesitamos para tener un mundo más seguro y próspero (…) Yo creo en un liderazgo estadounidense más inteligente. Lideramos mejor cuando combinamos nuestro dominio militar con una estrategia diplomática sólida, cuando utilizamos nuestro poder para formar alianzas internacionales, cuando no dejamos que nuestros temores nos cieguen y nos impidan ver las oportunidades que nos presenta este nuevo siglo. Esto es exactamente lo que estamos haciendo ahora mismo, y está marcando la diferencia alrededor del mundo”.

En esta lógica se inserta el tema de la nueva política hacia Cuba, quizá el único asunto de política exterior donde la oposición republicana no es tan compacta, por lo que el presidente no perdió la ocasión de retarlos: “Cincuenta años de aislar a Cuba ha fallado en promover la democracia y nos apartó en América Latina (…) ¿Quieren consolidar nuestro liderazgo y credibilidad en este hemisferio? Reconozcan que la Guerra Fría ha terminado. Levanten el embargo”, dijo Obama y recibió un aplauso cerrado.

Fue su último mensaje al país y al mundo desde el púlpito del Congreso y quizá donde más libre se sintió de expresar sus ideas, haciendo gala de su usual elocuencia. Por ello debemos entenderlo como un legado doctrinario de su administración y, también, como una propuesta para la agenda demócrata en las próximas elecciones. Donde, por cierto, según lo dicho, Obama parece más cerca de Bernie Sanders que de Hillary Clinton.

Selección en Internet: Melvis Rojas Soris

  • Doctor en Ciencias Históricas; Investigador del Centro de Estudios sobre Asuntos de Seguridad Nacional.

Bancarrota del proyecto histórico capitalista

LA HAINE 14 de enero de 2016 ESPAÑA

Cuando la economía real mantiene bajas tasas de rentabilidad y los capitales emigran hacia el sector financiero, el resultado es una reducción en la tasa de crecimiento

Alejandro Nadal*


UNO DE LOS mitos más populares sobre el capitalismo gira alrededor de su capacidad para generar crecimiento económico de manera continua. De aquí se derivan consecuencias importantes en materia de niveles de vida y bienestar, por no mencionar la leyenda de que el capitalismo es el mejor amigo de la democracia y la libertad. Pero, ¿es cierto que el capitalismo está asociado al crecimiento sin fin?

Se ha sugerido que la economía mundial está adentrándose en una fase de estancamiento que podría prolongarse varios años. La combinación de fuerzas que conspira para que este letargo económico se profundice y se extienda en el tiempo son poderosas y afectan a todos los grandes centros de dinamismo económico. Además son de muy variada índole y eso hace difícil encontrar un remedio que las pueda contrarrestar.

Entre estas fuerzas se pueden enumerar las siguientes tres: Primero, el proceso deflacionario que hoy afecta a los centros económicos más importantes del mundo (EEUU, Europa y China). Segundo, la expansión del sector financiero y su hegemonía sobre la economía mundial. Y, tercero, la profunda desigualdad económica que hoy sigue intensificándose. Estas tres fuerzas se encuentran íntimamente vinculadas, aunque no son los únicos factores capaces de contrarrestar las fuerzas endógenas que favorecen el crecimiento.

La primera está relacionada con el des-endeudamiento y responde a una combinación de factores macroeconómicos. No se trata de un fenómeno coyuntural, como algunos podrían creer. El crecimiento económico en las últimas dos décadas en los centros de la economía mundial estuvo sostenido por el endeudamiento y episodios de rápido crecimiento en los precios de muchos activos (burbujas). El ajuste que sigue cuando revientan esas burbujas conduce al desapalancamiento y frena el crecimiento. Por eso en los centros de dinamismo económico mundial la deuda del sector privado sigue siendo un factor fundamental para entender el mediocre ritmo de crecimiento económico. Hoy el endeudamiento del sector privado (familias y empresas) en China y EEUU alcanza 207 y 198 por ciento del PIB, respectivamente. La pérdida de dinamismo en China se pudo frenar ligeramente entre 2012 y 2014 gracias a medidas que permiten más endeudamiento pero a la larga la medicina podría agravar la enfermedad.

Quizás algunos pueden ver en la deflación un fenómeno coyuntural, pero lo cierto es que el festín de endeudamiento de familias y empresas fue tan profundo que las cicatrices serán difíciles de borrar. El ejemplo de Japón en los últimos 20 años demuestra que el proceso de des-endeudamiento puede frenar el crecimiento de manera significativa durante muchos años. El debate sobre si EEUU podría recaer en una recesión en 2016 está alimentado por este tipo de problemas.

En una economía capitalista es normal que el capital fluya hacia los sectores de mayor rentabilidad. Sin embargo, cuando la economía real mantiene bajas tasas de rentabilidad y los capitales emigran hacia el sector financiero para buscar ganancias en la especulación, el resultado es una reducción en la tasa de crecimiento. No es coincidencia que las tasas de crecimiento en las economías más importantes del mundo conservaron su tendencia hacia la mediocridad al mismo tiempo que el sector financiero mantuvo su expansión. Pero el sector financiero puede ser refugio seguro solamente durante un lapso de tiempo corto. La volatilidad y la incertidumbre son los compañeros inseparables de las inversiones en la especulación y los arbitrajes. La mejor muestra es la sacudida en el mercado bursátil de todo el mundo, comenzando con el colapso de las bolsas en China.

Finalmente la desigualdad económica sigue siendo un lastre para la economía mundial. Los datos del grupo CreditSuisse indican que hoy el uno por ciento de la población mundial es poseedora de más de la mitad de la riqueza (y el 10 por ciento superior es dueño del 88 por ciento de la riqueza mundial). Mientras los salarios reales se mantienen sin recuperarse, la demanda agregada sigue comportándose de manera tímida. El crecimiento del salario real en las principales economías del mundo lleva ya muchos años estancado. Hoy el desendeudamiento y los bajos salarios deprimen la demanda agregada y enturbian el panorama y las expectativas de los inversionistas.

El crecimiento en el capitalismo mundial no se anuncia como un proceso fácil para los próximos años. ¿Podría detenerse la expansión económica? La pregunta se antoja difícil de responder, pero una cosa es cierta: sin crecimiento el capitalismo mundial entrará en una crisis profunda.

Sin una oleada de innovaciones análoga a las primeras dos revoluciones industriales es difícil que el capitalismo global pueda reiniciar un proceso expansivo similar al del periodo 1850-1950. Esas oleadas de innovaciones abrieron nuevos espacios de rentabilidad y propiciaron aumentos notables en la productividad del trabajo. Hoy que el pronóstico en materia de cambio técnico no es prometedor, los nubarrones macroeconómicos y ambientales se multiplican.

Selección en Internet: Melvis Rojas Soris

  • Economista mexicano, doctor en Economía por la Universidad de París X, actualmente es profesor e investigador de economía en el Centro de Estudios Económicos del Colegio de México. Publica habitualmente en los periódicos La Jornada de México y la revista Sin Permiso.

Cuarenta y cinco millones de personas viven en la pobreza en Estados Unidos

TERCERA INFORMACIÓN 14 de enero de 2016 ESPAÑA

No aparece en los medios de comunicación más poderosos, no ha sido ampliamente discutido en los debates presidenciales, no aparece en las conversaciones diarias en las esquinas o en las oficinas.

Patricio Zamorano*

PERO TODOS LOS cientos de miles de trabajadores que laboran en las áreas sociales del país (los profesores, los analistas de políticas públicas, los asistentes sociales), lo saben: existen 45 millones de personas viviendo en la pobreza en Estados Unidos. Es decir, entre un 14% y 15% de la población, como destaca un reporte de Alternet. Y uno de cada cinco niños pasa hambre.

Más allá de eso: el tema no es parte del debate público entre los candidatos a la presidencia de Estados Unidos. Entre los cinco debates del Partido Republicano y los tres del Partido Demócrata, ningún moderador ha preguntado ni siquiera una vez algo que involucre la palabra “pobreza” o “pobre”, informa Alternet. Bernie Sanders ha sido uno de los pocos que ha hablado sobre el tema, justamente debido a que las áreas de justicia social son parte fundamental de su plataforma.

Los candidatos republicanos mencionan el tema solo como forma de criticar a Obama, lo que por lo demás es un descaro político, considerando que los sectores conservadores creen firmemente que la ayuda estatal, los subsidios y en general las medidas paliativas del gobierno central son las responsables de la pobreza en el país (!). El Partido Republicano aún cree en el efecto “chorreo” y en la iniciativa individual y privada, sin intervención del Estado, como forma de desarrollar la economía y dotar de bienestar a los ciudadanos… La América Latina de los años noventa y la miseria provocada con esas políticas neoliberales es, no hay duda, prueba tangible que las teorías de los Chicago Boys causan más pobreza que desarrollo sostenido a través de todo el espectro social.

Los debates reflejan las preocupaciones de los estadounidenses medidas por encuestas que a su vez se alimentan de percepciones que la cobertura mediática prioriza. Es decir, la amenaza del terrorismo y la seguridad interior. La pobreza no es parte de esas prioridades de percepción.

Un estudio de TheIntercept, citado por Alternet, señala que justamente dentro del universo de la televisión por cable, al final de 2015 y en medio de la campaña de primarias presidenciales, el tema del terrorismo y el Estado Islámico es mencionado 20 veces más que el tema de la pobreza.

En Contexto

Para poner las cifras en perspectiva, la pobreza está creciendo en Estados Unidos, sostenidamente. Si en 2014 un 14.5% de los estadounidenses era pobre, en 2000 solo un 11.3% lo era. Los índices han ido empeorando por razones coyunturales como la crisis económica de 2008, que golpeó fuertemente la actividad productiva del país. Pero también hay razones políticas: el Congreso, perdido por los demócratas en favor de los republicanos desde que Obama asumió el poder en 2008, ha frenado muchas leyes sociales, y limitado los fondos para los llamados “foodstamps” (certificados que las familias pobres pueden intercambiar por comida). Asimismo, el Congreso a manos de la derecha de EEUU ha logrado limitar los beneficios de desempleo, quitar fondos para la educación y cerrar el gobierno federal en una ocasión, y con ello, afectado los beneficios de miles de personas.

El tema de la pobreza no es difundido ampliamente por los medios de comunicación ante la ilusión cultural de los estadounidenses sobre el carácter de “desarrollado” del país, y por la percepción profundamente enraizada en la clase política y en los sectores más conservadores sobre el llamado “excepcionalismo estadounidense”. Un país donde una de cada seis personas es pobre, no es el ideal imaginario que un habitante orgulloso del país espera discutir cómodamente.

El tema va más allá: según cifras oficiales del Departamento de Agricultura, 15 millones de niños menores de 18 años viven en hogares donde no existe suficiente comida para sobrevivir. Es decir, un 20 por ciento, o uno de cada cinco niños, pasa hambre. En Estados Unidos…

Selección en Internet: Inalvys Campo Lazo

  • Analista político, profesor universitario y trovador chileno. Es editor del portal de noticias y análisis InfoAmericas.info.

El espejismo de las remesas

REBELIÓN 14 de enero de 2016 ESPAÑA

Manuel E. Yepe*

CUANDO EN LAS naciones industrializadas se afirma que las remesas de los inmigrantes de países “en vías de desarrollo” a sus familiares en sus países de origen constituyen “ayuda al desarrollo”, se enmascara una cruel forma de explotación del Sur por el Norte.

Lo mismo ocurre cuando se atribuye a la emigración la cualidad positiva de ser factor de descompresión de las tensiones sociales en las naciones pobres porque sus remesas son fuente de ingreso de recursos pecuniarios que atenúan situaciones extremas.

Es cierto que las transferencias de dinero fresco que hacen los emigrantes hacia sus familiares contribuyen a mejorar las balanzas de pagos en sus naciones de origen y a veces llegan a representar una parte significativa del producto bruto de éstas.

Pero, a más largo plazo, el éxodo de trabajadores jóvenes y la dependencia que surge de las transferencias de dinero, se traducen en perjudiciales para el desarrollo del país emisor de migrantes.

Más claro: la crisis económica suscita el éxodo, las remesas de los emigrantes atenúan sus efectos nocivos inmediatos, pero, a mediano o largo plazo, la crisis se profundiza porque no han cambiado las condiciones que la provocaron sino que se han agravado precisamente a causa del éxodo de la fuerza de trabajo que sigue aumentando.

Las remesas familiares de los inmigrantes latinoamericanos residentes en Estados Unidos aportan a sus países de origen más que sus exportaciones agrícolas, superan sus ingresos por concepto de turismo y en tiempos de depresión de los precios del petróleo sobrepasan el valor de las ventas petroleras de algunos países tradicionalmente exportadores del hidrocarburo.

Cuando el gobierno de Estados Unidos anuncia, o insinúa, su disposición de expulsar inmigrantes indocumentados, son muchos los gobiernos latinoamericanos que se han visto obligados a demandar clemencia porque tal medida provocaría el surgimiento de insalvables crisis de gobernabilidad y el desplome de las economías de sus países de origen, incapaces de asimilar a los expulsados, e impedidos de prescindir de sus remesas.

Basta que trascienda por la prensa una amenaza por parte de Washington de prohibir las remesas de los emigrados de un país específico para que cambien bruscamente las predicciones de las encuestas y un candidato a Presidente con popularidad suficiente para ganar una elección por amplio margen, sufra un descalabro y deba abandonar la carrera.

Cuando hace algunos años parecía que el candidato del izquierdista Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, Schafik Jorge Handal, habría de ser electo presidente de El Salvador por un margen muy amplio, el Presidente de Estados Unidos formuló la amenaza de prohibir las remesas de los migrantes salvadoreños establecidos en Estados Unidos si ello ocurría. La dependencia en las remesas convirtió a ese país en rehén del imperio, que de tal manera fue capaz de imponer al candidato de la derechista Alianza Republicana Nacionalista (ARENA).

Por el sostenido ritmo de crecimiento de las remesas y su monto tan elevado, parecería que se está logrando que el Norte opulento empiece a compensar al Sur por los daños de la histórica expoliación. Pero ni remotamente es esto así. Durante siglos, el sistema capitalista global ha saqueado a los países pobres de manera cruel. Les ha despojado de sus recursos naturales, y sometido a un intercambio injusto de sus mercancías, además de la explotación inmisericorde de su fuerza de trabajo.

El hecho de que las remesas de los emigrantes lleguen a ser base de sustentación de las economías de un número cada vez mayor de países depauperados del Tercer Mundo, debe ser visto como la denuncia de un crimen contra la humanidad y no como un motivo de complacencia.

Con los actuales términos del intercambio, si no se incrementa la ayuda verdadera al desarrollo; si no se conmuta la deuda externa que ahoga las economías de los países subdesarrollados del mundo; si se insiste en forzar la creación de mecanismos de falsa “integración”; si no se renuncia a la práctica del proteccionismo agrícola y comercial que los países ricos imponen en acto de inconsecuencia con sus propios reclamos neoliberales, las remesas nada bueno significan para las naciones pobres.

Si no se crean mecanismos de estímulo a las exportaciones de los países subdesarrollados; si no se apoyan sistemas que obliguen a que las empresas transnacionales se sometan a medidas de control contra la explotación laboral, el traslado de beneficios y la especulación para evitar la descapitalización y la fuga de cerebros de los países pobres que ellas generan; si no se promueven inversiones que expandan el mercado laboral para contribuir al arraigo de la población, las remesas no serán más que un paliativo aplicado a una injusticia que se hará cada vez más insoportable.

Selección en Internet: Melvis Rojas Soris

  • Periodista cubano especializado en política internacional, profesor asociado del Instituto de Relaciones Internacionales Raúl Roa de La Habana, miembro del Secretariado del Movimiento Cubano por la Paz.