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Chile: Los escenarios adversos de 2016

PUNTO FINAL 18 de diciembre, 2015 CHILE

Paul Walder*

Hay numerosas variables que convierten este momento en una encrucijada que podría conducir a una nueva crisis económica de magnitudes aún no predecibles. Si no global, sí para Latinoamérica y para Chile. Las estadísticas y sus proyecciones para el corto y mediano plazo son muy bajas y confirman un freno a la actividad, no observada desde hace por lo menos una década.

En Chile se contraen todos los indicadores, y en la región ya hay países en recesión. Un proceso regresivo marcado por rasgos comunes: la desaceleración en Asia, particularmente en el gigante chino, y la dependencia económica latinoamericana de los precios de las materias primas.

Como ejemplo, basta mirar la caída del cobre a la mitad de su valor en cuatro años, lo mismo que el petróleo, que ha pasado de 120 dólares el barril en 2012 a 38 dólares a inicios de diciembre, el punto más bajo en diez años.

El Banco Central (BC) de Chile publicó la primera semana de diciembre los resultados de su encuesta de expectativas económicas, que están en línea con otras proyecciones de analistas y observadores.

La mayoría de los encuestados estiman que el producto mensual medido por el Imacec crecerá bajo el dos por ciento durante estos últimos meses del año. Para noviembre, los consultados consideran que el producto mensual se expandirá un dos por ciento y 1,8 por ciento para el último trimestre del año. Puntos más puntos menos, lo claro de estas estimaciones es que la economía chilena va cuesta abajo.

Es muy probable que la expansión del producto nacional cierre el año estrechamente alrededor del dos por ciento.

A la encuesta oficial del BC se han agregado otros informes privados de grandes corporaciones financieras.

El economista jefe del BBVA Research, Jorge Selaive, afirmó en una entrevista al portal especializado DF que los crecimientos mensuales de la economía chilena para el mes en curso y enero 2016 serán inferiores al uno por ciento, proceso ralentizado que se extenderá por todo el año.

Selaive afirma que el crecimiento del PIB de 2016 será, incluso, más bajo que el de 2015, lastrado por un enfriamiento general de la economía. Uno de los últimos datos duros es la fuerte caída de las importaciones de bienes de capital. En noviembre cayeron 22 por ciento, desplome que se explica por el freno a las compras en el exterior de vehículos de transporte de carga.

Otros informes independientes confirman la violenta caída de las economías latinoamericanas, empujadas a este barranco por el desplome de los precios de los commodities y la dependencia de los mercados externos.

En esta dirección descendente, Latinoamérica cerraría el año con una caída del 0,7 por ciento, el peor desempeño desde 2002, afirmó un informe del Barclay’s Bank, momentos en que el estallido de las “punto.com” sacudió las economías de la región.

DESDE EL COBRE A SUS PROVEEDORES Y AL RESTO DE LA ECONOMIA

Los problemas que ahogan a la economía chilena, que vienen básicamente de su dependencia de los mercados asiáticos y de China, derivan en diferentes expresiones locales.

De partida, menores ingresos en las corporaciones mineras, con su inmediata consecuencia de despidos y cierre de faenas, que, a su vez, se desbordan hacia otros sectores de la economía.

El dato estadístico citado más arriba respecto a la caída de las importaciones de bienes de capital se relaciona con este fenómeno. El cierre y/o recorte de actividades mineras reduce también la actividad de sus proveedores.

Chile, como muchos otros países de la región, ha puesto todos los huevos en una canasta.

Las exportaciones de minerales ocupan más de la mitad del total nacional, en tanto las de recursos naturales cerca del 95 por ciento. El cambio en la demanda externa y la caída de los precios internacionales afecta a las corporaciones, a la economía nacional, a los trabajadores y a la sociedad.

Este modelo exportador primario nos deja en una situación de extrema vulnerabilidad ante los ciclos económicos externos. Bancos de inversión han publicado que junto a Brasil, Chile es la economía latinoamericana que más riesgos enfrenta ante la actual coyuntura internacional. Un riesgo que tiene a lo menos tres aspectos que se retroalimentan entre sí.

De partida, está la total dependencia de las oscilaciones de los precios internacionales de las materias primas; en segundo término, está la creciente concentración de las exportaciones en China y Asia, con más de un 40 por ciento del total.

Por último, por lo menos un 20 por ciento de las exportaciones están dirigidas hacia otros países latinoamericanos, todos ellos víctimas del mismo mal y también dependientes de recursos primarios. Las exportaciones chilenas, dice la Cepal, caerán cerca de un 20 por ciento este año.

Es a partir de este contexto -levantado sobre una estructura económica de libre mercado, traje a la medida para la rentabilidad de las grandes corporaciones-, desde el cual emergen nuevos y mayores problemas para la economía nacional.

Una de estas alertas la dio hace menos de un mes la revista especializada The Economist en artículos sobre el alto endeudamiento de las empresas de los países emergentes. Para este adalid de las políticas neoliberales, a partir de ahora se está gestando una nueva crisis planetaria, gatillada por los países emergentes.

UNA SEÑAL DE ALARMA: ENDEUDAMIENTO EMPRESARIAL

En Chile nada se habla del endeudamiento del sector privado. El problema del endeudamiento ha estado relacionado con la mantención de los niveles de consumo de las personas, actividad bastante bien instalada y administrada por la banca y las casas comerciales. Un endeudamiento menor e inofensivo para el conjunto de la economía, si lo comparamos con el de las empresas, sobre las cuales descansa la actividad económica y millones de puestos de trabajo.

En un artículo publicado en El Clarín de Chile titulado “La economía chilena y la catástrofe anunciada”, el cientista político Fernando Duque hace referencia a la llamada de atención del medio de comunicación británico.

Lo que ha alimentado la economía de las naciones emergentes desde la década pasada han sido los capitales golondrina planetarios, que aterrizaron en estas latitudes para beneficiarse, entre otros negocios, del alto precio de los recursos naturales.

Para Duque, los bancos occidentales y asiáticos han hecho préstamos poco productivos a empresas privadas mal administradas del Tercer Mundo, en tanto también estos inversionistas globales han comprado en moneda local bonos emitidos por compañías privadas de dudosa reputación técnica y financiera de países emergentes.

“Se ha creado de esta forma una nueva y gigantesca burbuja crediticia y ella ya está explotando. Los países emergentes más afectados y en más grave peligro son aquellos donde la deuda privada supera en más del 100 por ciento el producto bruto del país”.

Aun cuando hay países como Singapur, con una deuda cercana al 250 por ciento de su producto, o la misma China, con un 200 por ciento, Chile tiene una deuda privada de un 150 por ciento de su producto, afirma Duque.

Citando a The Economist, “tres cuartos del peso de la deuda privada en países emergentes está en manos de empresas privadas. La deuda corporativa ha crecido de un 50% del producto bruto en 2008, a un 75% en el año 2014. La mayoría de estos préstamos se hicieron en Asia, particularmente en China. Pero Turquía, Brasil y Chile, también recibieron enormes préstamos. Empresas en el área de la construcción, particularmente en China y América Latina, aumentaron su endeudamiento en forma exagerada”.

En este escenario podemos colocar, en primer lugar, a las empresas mineras, cuya actividad depende del alto precio del cobre en los mercados internacionales.

Hoy, con el metal alrededor de los dos dólares, se puede observar desde el constante recorte de costos, casi siempre laborales, hasta el cierre de faenas.

El gigante transnacional Angloamerican, con cuatro minas en Chile, anunció a inicios de diciembre la eliminación de 85 mil puestos de trabajo a escala mundial, lo mismo que otras compañías chilenas que ya han tomado esas decisiones.

Este es el inicio de un proceso expansivo que se amplía hacia otras áreas de la economía a través del freno de las inversiones, de la adquisición de bienes de equipo y capital, del congelamiento de contratos con sus proveedores. Una espiral cuyos derroteros son todavía impredecibles.

Hay otro factor también detonado por el descenso de los precios del cobre. La escasez de divisas extranjeras conlleva a un deterioro en el tipo de cambio, o un alza del dólar, que impacta en los precios de todos los productos importados o con componentes importados, que son virtualmente todos.

Si esta alza en el valor del dólar respecto al peso chileno impacta a los bolsillos de todas las personas, también lo hará en las empresas endeudadas en dólares, las que sufrirán un doble impacto. Por un lado menos ingresos, ya sea por las exportaciones o por la menor actividad económica, en tanto tendrán que enfrentar crecientes aumentos de las deudas. El dólar ha subido más de 230 pesos desde diciembre de 2012.

IMPACTO EN LOS BOLSILLOS

En medio de este inestable panorama, están el trabajador y consumidor, sobre quienes no sólo pende el riesgo del desempleo sino también el peso de las deudas.

Si observamos las estadísticas, veremos que prácticamente toda la población activa tiene deudas, en circunstancias que estas tienen mayores incidencias en las personas con menores ingresos.

Datos de la Superintendencia de Bancos e Instituciones Financieras (SBIF) de diciembre revelan que las personas con ingresos hasta 750 mil pesos mensuales concentran hasta el 40 por ciento del total de los créditos de consumo. En este mismo grupo están también quienes registran los más altos niveles de morosidad.

En estas circunstancias, con volúmenes de endeudamiento por varias veces los ingresos mensuales, la Fundación Sol ha calculado que el 50 por ciento más pobre de los hogares endeudados tienen un ingreso promedio de sólo 312 mil pesos y debe destinar el 45 por ciento de su sueldo a pagar deudas. En el otro extremo, el 20 por ciento más rico de los hogares endeudados recibe un ingreso de dos millones 170 mil pesos y destina solo el 25 por ciento a pagar deudas.

Un estudio de la Universidad San Sebastián afirma que en septiembre de 2015 había en Chile casi cuatro millones de deudores morosos. El valor de la morosidad y el número promedio de documentos impagos es de un millón 298 mil y 5,3 documentos, respectivamente. De este grupo, el 78 por ciento tiene ingresos mensuales menores a 500 mil pesos.

La Fundación Sol publicó a inicios de mes un informe titulado Los verdaderos sueldos en Chile, en el que queda expresado en toda su magnitud la gran vulnerabilidad de la población trabajadora ante un descalabro económico. Según el estudio, el 50 por ciento de los trabajadores chilenos gana menos de 305 mil pesos y siete de cada diez menos de 450 mil pesos líquidos. Solo un 15 por ciento recibe más de 750 mil pesos, en tanto casi el 85 por ciento de las mujeres que tienen trabajo remunerado gana menos de 600 mil pesos líquidos.

Desigualdad y precariedad que no resistirán un escenario adverso.

  • Periodista chileno, editor de El Clarín, de Chile

¿Hay todavía un piloto en Washington?

RED VOLTAIRE 21 de enero de 2016 FRANCIA

Michael JabaraCarley*

La crisis siria es un claro ejemplo de doble juego e hipocresía políticas. Aunque el Consejo de Seguridad adoptó –por unanimidad– dos resoluciones, una contra el financiamiento de al-Qaeda y el Emirato Islámico y otra a favor de la paz en Siria, la guerra sigue su curso… gracias al financiamiento de varios miembros de ese mismo Consejo de Seguridad. ¿Son los gobernantes incapaces de lograr que sus administraciones obedezcan? ¿Es una forma de incompetencia política de gobernantes que ya no saben qué hacer? ¿O será más bien una voluntad maquiavélica de proseguir la guerra sin decirlo?

EL SECRETARIO DE Estado estadounidense John Kerry viajó recientemente a Moscú para conversar allí sobre la crisis siria con su homólogo ruso Serguei Lavrov y con el presidente Vladimir Putin. Los periodistas pudieron observar los estrechones de manos así como las sonrisas y risas calurosas entre Kerry y su homólogo ruso. Kerry declaró que el presidente sirio Bachar al-Assad no tendrá que dimitir de inmediato y que Estados Unidos no está tratando de aislar a Rusia. ¡Qué buena noticia y qué agradable sorpresa para los rusos! El show de Moscú dio la impresión de un verdadero éxito. Kerry paseó por la calle StariyArbat, donde se encontró con transeúntes rusos sonrientes y compró suvenires para su regreso a casa.

En los siguientes días, el Consejo de Seguridad de la ONU adoptó una resolución que exhorta al alto al fuego y la negociación. Periodistas rusos y occidentales ahora dicen igualmente que existe una esperanza para evitar que lo peor llegue a suceder en Siria. Y es posible que ustedes lo sepan, si Estados Unidos quiere un alto al fuego es porque sus aliados «yihadistas moderados» están siendo derrotados por el ejército sirio, que goza del respaldo de la aviación rusa.

¿Puede ese optimismo garantizar una paz en Siria? Es difícil imaginar de qué manera.

Kerry dirá lo que quiera en Moscú, pero en cuanto llega a Washington cambia de canción, o son sus colegas quienes lo hacen. Su jefe, el presidente Obama, repitió que «Assad tiene que irse» sólo unos días después del regreso de Kerry a casa. Y después apareció la extraña historia publicada por Seymour M. Hersh, el periodista estadounidense especialista en revelar escándalos, quien afirma que no todos los miembros del gobierno [estadounidense] se hallan en estado de muerte cerebral, notable descubrimiento cuando vemos la política exterior de Estados Unidos. Varios altos oficiales de las fuerzas armadas estadounidenses, entre los que se hallaba nada más y nada menos que el entonces jefe del Estado Mayor Conjunto, el general Martin Dempsey, estaban en efecto enviando –de manera indirecta y muy secreta– información militar al gobierno sirio para ayudarlo a combatir el Emirato Islámico, al-Qaeda y las fuerzas yihadistas aliadas que operan en Siria. Simultáneamente, la CIA, con el respaldo de Obama, enviaba armas por aquí y por allá para ayudar a los yihadistas a derrocar el gobierno de Assad.

El general Dempsey salió del cargo en septiembre de 2015 y fue reemplazado por el general Joseph Dunford, un verdadero rusofobo, que ve a Rusia como una «amenaza existencial» para Estados Unidos. Este es el tipo de respuesta clásica de Washington: El agresor acusa a su víctima de agresión premeditada. El 22 de diciembre, Estados Unidos golpeó a Rusia con la adopción de nuevas sanciones injustificadas. El pretexto sigue siendo el mismo: la «agresión» rusa en Ucrania.

Una nueva provocación estadounidense, estarán pensando ustedes, mientras que Rusia busca una solución pacífica para la guerra en Siria. El gobierno ruso adopta una posición sensible. Pero, ¿existe una real posibilidad de paz negociada en las actuales circunstancias?

Si la guerra en Siria fuese una simple guerra civil, como dicen frecuentemente los medios de prensa, sería posible estimular los beligerantes a vestirse de traje y corbata y sentarse a negociar una solución. Desgraciadamente, la guerra en Siria no es una guerra civil. Es más bien una guerra de agresión a través de intermediarios dirigida por Estados Unidos, el Reino Unido y Francia (hasta el momento de la masacre perpetrada en París en noviembre de 2015), guerra de agresión que Turquía, Arabia Saudita, Qatar, Jordania y el Estado de apartheid de Israel se empeñan en proseguir.

Turquía desempeña en esa guerra un papel sucio, diabólico. Suministra, a través de sus fronteras con Siria, armas y municiones destinadas al Emirato Islámico. En sentido opuesto a esas armas y municiones viaja el petróleo que el Emirato Islámico se roba en Siria, que se vende a bajo precio para generar ganancias que los yihadistas utilizan en su guerra contra Assad. Se estima que el Emirato Islámico obtiene mensualmente 40 millones de dólares gracias a la exportación de ese petróleo (estimado anterior a la intervención rusa), pero eso es una bagatela en relación con el dinero que los yihadistas necesitan para su guerra contra Siria.

En realidad se necesitan muchos más millones de dólares. Arabia Saudita y Qatar son importantes proveedores y financistas del movimiento yihadista salafista. Jordania permite el entrenamiento de yihadistas en su territorio y autoriza el paso hacia Siria a través de sus fronteras. Israel también los apoya en el Golán ocupado, prestando incluso atención médica a los yihadistas heridos.

Una coalición de países –cuatro de ellos son incluso miembros de la OTAN– está librando una guerra de agresión contra Siria. Frente a este grupo de enemigos, el gobierno y el Ejército Árabe Sirio, desplegando una notable maestría en materia de guerra, han logrado resistir durante más de 4 años. El presidente Assad ha demostrado su coraje y tenacidad, así como sus calidades como líder, rechazando las presiones para obligarlo a dimitir y manteniéndose presente en Damasco, compartiendo así el peligro que corren todos los sirios con el simple hecho de vivir en su país. No hay dudas de que Obama quisiera deshacerse de Assad antes de hablar de elecciones en Siria, elecciones que Assad ganaría casi con seguridad.

En Moscú, la agencia Sputnik estimó que en Siria hay probablemente no menos de 70 000 yihadistas extranjeros. Esos combatientes parecen en su mayoría muy motivados, ampliamente aprovisionados con armas por Estados Unidos y profundamente implantados en diferentes lugares de Siria. Desde el inicio de la intervención rusa del lado del gobierno sirio, se han alcanzado progresos en cuanto a sacar a los yihadistas de lugares que controlaban. Pero la guerra no estará cerca de terminarse mientras se mantengan abiertas las vías de aprovisionamiento a través de Turquía, Irak, Jordania, Israel e incluso el Líbano.

El papel de Turquía es particularmente peligroso. Es un país miembro de la OTAN y está utilizando su posición privilegiada para cometer actos de agresión, simultáneamente contra Irak y contra Siria. Turquía derribó un avión ruso en una acción premeditada, seguramente con el consentimiento tácito de Estados Unidos, y luego corrió a esconderse bajo las faldas de la OTAN. Todo indica que el gobierno turco quería sabotear la nueva tendencia a la cooperación de Europa con Rusia en la lucha contra el Emirato Islámico, o a provocar una guerra entre la OTAN y Rusia, por muy absurdo que eso pueda parecer.

Los demás miembros de la OTAN (como Estados Unidos, Francia y el Reino Unido) también han estado profundamente implicados en esta guerra por intermediarios en contra de Siria. En efecto, después de la destrucción de Libia, se ha sabido que aviones de la OTAN fueron utilizados en secreto para transportar yihadistas y armas provenientes de Libia hacia los frentes del Medio Oriente. Los miembros de la OTAN son, en efecto, aliados del Emirato Islámico y al-Qaeda en la lucha contra el gobierno sirio.

Para estar tranquilos, Estados Unidos y sus vasallos europeos han tratado de enmascarar sus vínculos con la guerra yihadista en Siria iniciando falsas incursiones aéreas contra objetivos del Emirato Islámico, bombardeando a veces unos cuantos buldóceres aquí y allá y provocando explosiones en la arena para que todos las vean. La intervención rusa sacó a la luz el doble juego de Estados Unidos e invirtió la correlación de fuerzas militares en Siria. Pero, en este momento, la fuerza aérea estadounidense advierte a los conductores de los camiones-cisterna de los yihadistas antes de bombardearlos, o simplemente se niega a bombardear esos vehículos –que transportan el petróleo robado por el Emirato Islámico– alegando que son propiedad privada.

¿Cuándo se ha visto, desde la Segunda Guerra Mundial, a Estados Unidos vacilar en bombardear blancos civiles? Podemos imaginar que Obama y la CIA, al verse atrapados con las manos en la masa en Siria, están furiosos contra Putin, que los ha desenmascarado ante todos. Pero el gobierno ruso ha ofrecido a Estados Unidos una «puerta de salida» al proponer una amplia alianza anti-yihadista y negociaciones de paz para resolver el conflicto.

La paz es una idea maravillosa y constituye la puerta de salida ideal para Washington. Es un gesto práctico. Pero, ¿cómo hará el ministro ruso de Exteriores Serguei Lavrov para que Arabia Saudita, Turquía, Qatar, Jordania e Israel –sin entrar a mencionar a los propios Estados Unidos y el Reino Unido– cesen su apoyo al movimiento yihadista en Irak y en Siria? Hablar de una alianza imposible es como meter un pie en un nido de serpientes con la esperanza de que no muerdan. ¿Son realistas tales esperanzas? «Quizás, pero eso no es diplomacia.» Lavrov podrá decir: «Al menos, nosotros hicimos el esfuerzo.» Para ser diplomático ruso en este momento se necesitan infinita paciencia y talentos de actor.

Rusia está tratando con gran delicadeza de llevar a Estados Unidos a poner fin a su apoyo a los «yihadistas moderados». La realidad es que no existen tales moderados. Como tampoco existe el llamado Ejército Libre Sirio (ELS). En cuanto los yihadistas decapitan a unos cuantos infelices, los voluntarios del ESL salen corriendo horrorizados y dejando su armamento en manos del Emirato Islámico, o se mofan de la estupidez de los infieles y se pasan con sus armas al bando de los yihadistas.

Incluso si Rusia obtuviera compromisos verdaderos de parte de Estados Unidos, lo que hasta ahora no parece nada seguro, ¿qué hacer con Turquía, Arabia Saudita y los países del Golfo? ¿Y qué hacer con los yihadistas extranjeros en Siria? ¿Se estimulará a los terroristas y criminales de guerra a regresar a los 40 países de donde provienen para incrementar allí la violencia? ¿Y qué hacer con los yihadistas sirios, aunque no dispongamos de ninguna fuente de información sobre su número? ¿Serán autorizados a quedar en libertad, o peor aún, serán reconocidos como «oposición siria legítima»?

Una coalición anti-yihadista de voluntarios tendría que trabajar muy duro para acabar con el Emirato Islámico y sus aliados. Pero la coalición de serpientes que Rusia está tratando de hacer evolucionar se compone de padrinos del Emirato Islámico. ¿Cómo puede funcionar eso? Algunos temen que la Coalición de Voluntarios, con la posible excepción de Francia, no haya renunciado en realidad a respaldar el Emirato Islámico, a pesar de que digan lo contrario. Estados Unidos sigue siendo el culpable en jefe que sigue aplicando sus peligrosas políticas de doble juego: «Los 4 puntos fundamentales de la política de Obama en Siria se mantienen intactos hasta el día de hoy», escribe Seymour Hersh. Y cita: - la insistencia en cuanto a la partida de Assad; - la afirmación de que una amplia coalición contra el EI (Estado Islámico) es imposible; - el mito de que Turquía es un aliado firme en la guerra contra el terrorismo y - el mito de que realmente existe una oposición moderada que Estados Unidos tendría que apoyar. Una política basada en falsas promesas conduce inevitablemente a un fracaso. La política de Obama no es la excepción. Assad es un valiente líder de la resistencia siria contra la invasión yihadista. La única coalición posible contra el Emirato Islámico, al-Qaeda y sus satélites es con Assad y Rusia. Turquía es un peligroso provocador que está jugando con fósforos en medio de barriles de pólvora, tratando de arrastrar la OTAN hacia una alianza más profunda con el Emirato Islámico, o incluso a una guerra contra Rusia. Y para terminar, en Siria no hay fuerzas yihadistas «moderadas». El Ejército Libre Sirio (ELS) no existe en lo absoluto y los supuestos «moderados» no son menos asesinos que sus aliados del Emirato Islámico.

No podemos reprochar a los rusos que traten de organizar una alianza anti-yihadista en Siria. Pero sus potenciales aliados, quizás con excepción de una Francia supuestamente arrepentida, son todos un nido de serpientes en la arena. Y Obama, el premio Nobel de la Paz, es la serpiente principal.

«¿Se dan cuenta ustedes de lo que han hecho?», preguntaba Putin en septiembre desde la tribuna de la ONU. Parece que no, todavía no se dan cuenta, aunque digan lo contrario. Pero, como ya sabemos, no hay peores ciegos que los que no quieren ver.

Selección en Internet: Melvis Rojas Soris

  • Historiador canadiense nacido en Brooklyn, Nueva York, en 1945. Emigró a Canadá en 1967. Actualmente es profesor de Historia en la Universidad de Montreal.