Portal:Panorama Mundial/DE LA PRENSA/2016-02-23

Las tratativas entre Estados Unidos y Cuba

POR ESTO!.net 18 de febrero de 2016 MÉXICO

Pedro Díaz Arcia*

ES DIFÍCIL PASAR por alto el notable intercambio bilateral y las intenciones por incentivar el proceso de normalización entre Estados Unidos y Cuba. Salvo las salvedades. Ambos países retomaron el miércoles el diálogo regulatorio, instaurado en La Habana en octubre de 2015 con el fin de avanzar en las acciones del presidente Barack Obama para modificar el bloqueo.

En este nuevo diálogo, que tiene como sede a Estados Unidos, participan la secretaria norteamericana de Comercio, PennyPritzker, acompañada de representantes de los Departamentos de Comercio, Tesoro y Estado, y el ministro cubano del Comercio Exterior y la Inversión Extranjera, Rodrigo Malmierca, al frente de una delegación de directivos y empresarios de la isla caribeña.

Es oportuno indicar que tanto la vicepresidenta para las Américas de la Cámara de Comercio norteamericana, Jodi Bond, como el exsecretario de Comercio Carlos Gutiérrez insistieron en eliminar el bloqueo. Gutiérrez afirmó recientemente que “Hay garantías legales en Cuba. Sentimos, dijo, que esto es una nueva época.”

En este escenario acaba de firmarse en Cuba el Memorándum de Entendimiento sobre aviación civil que permitirá un servicio regular de transporte aéreo entre ambas naciones a partir del próximo otoño. El documento dispone la posibilidad de realizar hasta 30 vuelos regulares diarios entre aeropuertos de Estados Unidos y Cuba. Aunque habría que ver, digo yo, hasta dónde nuestro país puede resistir, con sus actuales infraestructuras, el aluvión que se nos anuncia, en medio del beneplácito de las principales líneas aéreas norteamericanas, que se preparan para iniciar sus solicitudes de autorización al Departamento de Transporte a partir del próximo 2 de marzo.

Pero hay que apuntar que la línea de bandera de la nación caribeña, Cubana de Aviación, queda fuera de las licitaciones pues de volar alguna aeronave a territorio estadounidense podría ser embargada debido a “litigios” en el país, según declaró el subsecretario de Estado adjunto para Asuntos de Transporte, Thomas Engle. Es decir, que la apertura en determinados cotos cerrados hasta ahora no es un camino de doble vía.

Además, una empresa estadounidense, aprovechando que se permite la exportación de maquinaria agrícola desde Estados Unidos, obtuvo la autorización del Departamento del Tesoro para abrir una fábrica de tractores en Cuba. Sin embargo los equipos, con un valor por unidad de unos 10,000 dólares no se venderían a entidades gubernamentales, sino a campesinos y cooperativas.

En tanto una delegación integrada por siete congresistas, ha permanecido varios días en Cuba, informándose sobre temas relacionados con el intercambio comercial, las inversiones y sobre el levantamiento del bloqueo y la actualización del modelo económico cubano. Entre ellos se encontraban Tom Emmer, congresista republicano por Minnesota, quien patrocinó en 2015, junto a la congresista Kathy Castor, demócrata por Florida, una propuesta que busca la eliminación del bloqueo. También el congresista republicano de Arizona, Paul Gosar, autor de otro proyecto de ley que propone la eliminación de Ley de Ajuste Cubano, a la que calificó de discriminatoria y afirmó que “todos los migrantes deben ser tratados por igual”.

En fin, la aguja de telar se mueve incesante en el intento de crear un nuevo tejido de relaciones sin el peso vivo del acoso.

Selección en Internet: Melvis Rojas Soris

  • Investigador y analista político cubano.

Cuando normalizar se torna difícil

REBELIÓN.org 19 de febrero de 2016 ESPAÑA

Manuel E. Yepe*

MENUDA TAREA LA encargada a los dirigentes y funcionarios de Estados Unidos y Cuba que deben ponerse de acuerdo para hallar el camino hacia la normalización en las relaciones entre dos países tan vecinos como diferentes.

Ante todo porque la normalización no puede reducirse a reproducir una situación pretérita, porque las relaciones entre Cuba y Estados Unidos siempre ha sido afrentosas.

Las desavenencias entre Estados Unidos y Cuba que originan las presentes tensiones provienen de políticas contrapuestas de uno y otro Estado que derivan de la contradicción entre la vocación independentista de los cubanos y los afanes de una cúpula de orientación imperialista que poco tiene que ver con los mejores intereses de los ciudadanos de la nación estadounidense.

En los albores del siglo XX, Estados Unidos impuso a Cuba un tipo de relación -por entonces novedosa-, que hoy se reconoce como neocolonialista. Estados Unidos había intervenido de manera oportunista en la guerra de independencia que Cuba libraba contra España, cuyo sistema colonial apetecía y finalmente obtuvo.

Washington logró así convertir a Cuba en un país dependiente de Estados Unidos sin conquistarlo a la usanza tradicional. De hecho, el término “esfera de influencia” se convirtió, desde entonces, en un eufemismo internacional para el neocolonialismo.

Posteriormente, Estados Unidos intervino militarmente en Cuba en 1906, 1909 y en 1912. Desde 1925 los intereses de Estados Unidos en Cuba estuvieron protegidos por un cruel dictador que fue derrocado en 1933 por una insurrección popular.

Washington envió a Cuba un embajador especial encargado de prevenir el surgimiento de un gobierno de tendencia izquierdista tras el poderoso movimiento revolucionario que se había desarrollado en la Isla para derrocar al tirano.

El presidente Franklin D. Roosevelt, movido por estratégicos intereses derivados de la guerra mundial que sobrevendría, declaró lo que denominó “Política del Buen Vecino” y se manifestó contrario a las intervenciones armadas en América Latina, lo que redujo las tensiones en la región.

Respecto a Cuba, se revocó en este período la Enmienda Platt pero se mantuvo la base militar de Guantánamo y se firmó un nuevo acuerdo azucarero que reforzó la dependencia cubana de EEUU.

Tras dos décadas de “democracia representativa” supervisada por Washington, en marzo de 1952 el “hombre fuerte” de Estados Unidos en Cuba, Fulgencio Batista, produjo un golpe de Estado llamado a impedir el ascenso de un gobierno que se anunciaba inusualmente honesto y por ello disfrutaba de mucha popularidad, pero no era el favorito de Washington.

La lucha armada contra la tiranía fue la réplica de los cubanos. Batista recibió amplio apoyo norteamericano. Había consejeros militares estadounidenses en cada arma y en la policía. La base militar de Guantánamo suministró combustible y municiones para los aviones del dictador que bombardeaban indiscriminadamente áreas rurales y poblados indefensos.

Luego del triunfo revolucionario de enero de 1959, el régimen estadounidense encabezado por Dwight Eisenhower inició un período de acciones hostiles contra Cuba continuado por las sucesivas administraciones hasta la actual, siempre con la CIA como instrumento principal.

Estados Unidos cortó la cuota azucarera asignada a Cuba y el gobierno cubano respondió nacionalizando los centrales azucareros de propiedad norteamericana. Inmediatamente, el Estado Mayor Conjunto las Fuerzas Armadas de EEUU recomendó al Presidente que autorizara una invasión total a la Isla.

Una fuerza de 1.500 mercenarios, entrenados, armados y dirigidos por la CIA, desembarcó en la bahía de Cochinos, en la costa Sur cubana. La invasión resultó un humillante fracaso para Estados Unidos al ser derrotada en solo 72 horas.

Diez sucesivos gobiernos de los Estados Unidos han intentado estrangular a la Revolución cubana con todos los medios a su disposición, a excepción de la guerra abierta y total. Las actividades terroristas promovidas por Estados Unidos han provocado la muerte de unos tres mil quinientos cubanos, en tanto que más de dos mil personas han quedado mutiladas por tales acciones. Sabotajes en objetivos económicos, acciones de guerra bacteriológica y repetidos atentados contra la vida de Fidel Castro y otros dirigentes ha sido algunas de las manifestaciones del desigual enfrentamiento.

En 23 votaciones anuales consecutivas, el bloqueo económico decretado por Estados Unidos, fue rechazado por una abrumadora mayoría de los Estados miembros de la Asamblea General de las Naciones Unidas, sin que Washington respondiera a tal clamor casi unánime de la comunidad internacional.

Por tanto, ante la inexistencia de referentes más justos, la normalización de las relaciones con Estados Unidos solo puede significar para los cubanos el avance hacia unos vínculos más respetuosos y más equitativos. Es eso lo que debía estar en la cartera de Obama en su próxima histórica visita a Cuba.

Selección en Internet: Melvis Rojas Soris

  • Periodista cubano especializado en política internacional, profesor asociado del Instituto de Relaciones Internacionales Raúl Roa de La Habana, miembro del Secretariado del Movimiento Cubano por la Paz.

El proceso electoral en Estados Unidos

ALAInet.org 18 de febrero de 2016 ECUADOR

Alberto Rabilotta*

LOS BOMBARDEOS DE artillería de Turquía en Siria y la amenaza de una invasión terrestre con tropas sauditas muestran la desesperación de dos socios claves de Estados Unidos frente a una avizorable derrota de los fanáticos islamistas, apoyados por Estambul y Riad, por las fuerzas del gobierno sirio apoyadas por Rusia.

Esta aventurada acción puede desatar una guerra en la más volátil región del mundo, en la cual difícilmente se puede pensar que Estados Unidos combatirá al lado de Rusia contra dos de sus aliados. Washington señala que no dio el aval a Turquía y que pidió el cese de esa agresión, pero bien sabemos que una doble personalidad caracteriza la política exterior de Washington, y que sólo una de ellas –la que busca imponerse por la fuerza- es la verdadera.

Esta grave y muy peligrosa acción de Turquía y Arabia Saudita tiene lugar en momentos en que se entra a las etapas decisivas de las elecciones primarias en las cuales los partidos Republicano y Demócrata elegirán sus candidatos para los comicios presidenciales de este año, lo que implica que la política exterior de EEUU frente a sus aliados en el Oriente Medio y una posibilidad de guerra que puede escalar, entrarán en la discusión política de estas primarias.

Y si esto puede favorecer a algunos candidatos, en particular a los que representan las élites dominantes, al “establishment” como se dice en inglés, no será bien recibido por la mayor parte de las bases que en ambos partidos están apoyando a los candidatos que discuten sobre los problemas internos y atacan a las élites, al actual sistema político e institucional.

Hay que añadir que la actual y profunda crisis en las finanzas y las economías reales, que pueden conducir a una implosión de los mercados bursátiles, a una contracción crediticia y a una recesión económica, es más que suficiente para seguir inflamando la repulsa popular que está manifestándose en las primarias.

De lo “local” y del “porkbarrel”

Lo primero que aprendíamos quienes cubríamos la política estadounidense era que “toda política es local”, porque todo se resume a cómo repartir el “barril con carne de puerco” (Porkbarrel), según lo definido por el legendario representante demócrata Tip O’Neill, “vocero” de la Cámara de Representantes y reconocido “maestro” en el arte de la política interna de EEUU.

Los asuntos internacionales siempre fueron vistos como algo “extranjero” al proceso electoral de EEUU, algo falso porque el consenso fundamental en la política exterior e interior desde el fin de la Segunda Guerra Mundial fue el anticomunismo y la lucha en todos los planos contra la Unión Soviética, hasta el derrumbe de la URSS, y contra Cuba hasta el día de hoy, a pesar del reciente deshielo.

Ese fue el consenso dominante, lo que explica que no había más que discutir, y que se podía atacar a saciedad a la URSS y a Cuba sin provocar mayores disidencias, para regresar rápido a la cuestión fundamental del “barril de carne de puerco”.

Empero, dos cabildeos relacionados con la política exterior de EEUU, el de los “anticastristas” y el de los sionistas con el AIPAC (American IsraeliPublicAffairsCommittee**), han actuado en las últimas décadas dentro de los procesos electorales porque movilizaban fuerzas electorales localizadas, votos que podían hacer elegir a candidatos de uno u otro partido.

De esos cabildeos el más importante ha sido indudablemente el de AIPAC, una muy efectiva organización que cuenta con un impresionante abanico de apoyos, desde las iglesias evangelistas que quieren avanzar el regreso del Mesías hasta oligarcas financieros como Paul Singer, el de los fondos buitres, pasando por los magnates de casinos, como SheldonAldeson, o de los medios de difusión como Rupert Murdoch.

O sea que si hay constantes –porque están incrustadas en la ideología y el consenso que comparten Republicanos y Demócratas-, estas son dos: el anticomunismo (que en gran parte ha devenido rusofobia) y el apoyo al sionismo. La política contra la Cuba revolucionaria ha ido perdiendo peso, pero no desapareció.

Fuera de eso los asuntos internacionales, salvo la guerra en Vietnam por la conscripción y el número de soldados muertos, o sea un asunto local, han tenido poca influencia en los procesos electorales, confirmando lo que decía el “padrino” O’Neill, de que toda política es local y que lo importante es cómo distribuir, o alcanzar a meter la cuchara, en el barril con carne porcina que simboliza la producción de la riqueza y el presupuesto del Estado.

Y aun si sigue siendo una constante, el cabildeo sionista ha perdido recientemente algunas plumas por las impertinentes intromisiones del primer ministro Benjamín Netanyahu en la política interior de EEUU, como cuando buscó impedir que la Casa Blanca completara las negociaciones en el capítulo nuclear con Irán para poner fin a la política de tensar las confrontaciones entre Washington y Teherán.

Y en eso llegaron Trump y Sanders…

Y si algo hay de sorprendente en estas primarias es la importancia que adquirieron los candidatos Donald Trump (republicano) y Bernie Sanders (demócrata), en realidad dos “outsiders” que critican las élites que dominan sus propios partidos y el sistema de gobierno, y luego la preeminencia que adquirió la cuestión de cómo distribuir el “barril de carne de puerco”, porque en ambos casos la crítica principal de ambos candidatos está dirigida fundamentalmente a la inequidad que en EEUU reina en la distribución de la riqueza socialmente producida.

El foco en lo local no ha cambiado, sino que se amplió a escala nacional y sistémica porque los antiguos problemas locales de desempleo, pobreza, falta de presupuesto para programas u obras sociales y la exclusión social, entre otros aspectos, han aumentado. Con el endeudamiento de los estudiantes y las familias, por ejemplo, la inseguridad sobre las perspectivas del bienestar se ha expandido a toda la sociedad, en una metástasis que explica el rechazo al estatus quo, al poder de las élites.

La actual serie de crisis en las finanzas, el estancamiento de la economía real, y la probabilidad de una recesión que golpee duramente a la ya fragilizada clase trabajadora, es algo que marcará no solamente lo que resta de las primarias sino la campaña electoral presidencial.

Si hay una forma de explicar esto, la más fácil sería decir que el imperialismo neoliberal basado en la libertad de explotar a todo el mundo es apátrida por naturaleza al no reconocer fronteras ni pertenencia a un país, y que está haciendo en EEUU lo mismo que hace en el exterior, subordinando la sociedad a una economía que funciona exclusivamente para las élites, y por lo tanto destruyendo la sociedad.

Introducir en esta caldeada primaria de ambos partidos el tema de la guerra regional en el Oriente Medio, y de una potencial guerra total porque Rusia está presente en Siria, es algo extremadamente peligroso para las élites, porque aumentará la cólera que se manifiesta en las bases, que quieren soluciones a los problemas internos y no más guerras, algo entendible si uno lee lo que el libertario y conservador politólogo estadounidense Charles Murray escribió en el Wall Street Journal (WSJ).

Murray señala que si alguien se desmaya por el trumpismo, no debe engañarse pensando que se esfumará si Donald Trump no gana la nominación Republicana. El trumpismo es una legítima expresión de la cólera que muchos estadounidenses sienten por el rumbo que el país ha tomado, y su aparición era predecible. Es la parte final de un proceso que viene actuando desde hace medio siglo. El despojo de la identidad nacional histórica estadounidense. Y el politólogo agrega que “la verdad central” del fenómeno trumpista es que la totalidad de la clase trabajadora estadounidense tiene legítimas razones para estar muy enojada con la clase gobernante.

El politólogo enumera el despojo a que han sido sometidas las familias de la clase trabajadora y cómo, en el caso de la mitad de la población, sus ingresos reales no han aumentado desde finales de los años 60, mientras que las empresas estadounidenses “exportaban millones de empleos”, en especial los mejor pagados. Y este libertario conservador apunta, en las páginas del WSJ, que en tanto que asunto político tampoco es un problema que el señor Sanders no comparta el significado tradicional estadounidense de libertad e individualismo. Tampoco lo comparte el señor Trump. Ni, desde hace algún tiempo, muchos de la clase trabajadora blanca (que) se han unido a otros desertores del credo estadounidense.

Lo que es claro es que los opositores a Trump en el Partido Republicano (la dinastía de los Bush, y demás candidatos), y de Sanders en el Demócrata (Hillary Clinton), no comparten esta percepción y por ello han concentrado sus propuestas en cambios para que todo siga igual en lo interior, enfatizando los asuntos de política exterior, algo que en el pasado nunca funcionó en la política estadounidense.

Y es cada vez más probable que si Trump y Sanders no pueden ser impedidos de alcanzar la nominación, las élites en ambos partidos –con la ayuda de los concentrados medios de difusión- sacarán de la manga las “candidaturas salvadoras”: los republicanos con la de Michael Bloomberg, el magnate que creó la agencia Bloomberg, y los demócratas la del vicepresidente JoeBiden, por ejemplo.

Es claro, para quien haya observado desde hace muchos años el proceso político estadounidense a escala federal, desde las primarias hasta la campaña electoral, que nunca en el pasado hubo “outsiders” con tanto arrastre electoral. Los que existieron representaban franjas a veces extremistas del establishment, como el ultra-anticomunista republicano Barry Goldwaters en las elecciones de 1960 y 1964, y el segregacionista y anticomunista Demócrata George Wallace en las primarias de 1964 a 1976, pero en ningún caso llegaron a constituir fenómenos políticos de una amplitud que pudieran amenazar los intereses de las elites dominantes de ambos partidos.

La reproducción del sistema bipartidista estadounidense ha tenido altibajos pero nunca en la historia contemporánea se topó con una situación en la cual las elites de ambos partidos, lo que ahora muchos llaman el “deepState” (“estado profundo”), que comparten el control del poder político, institucional y la economía de EEUU, se encuentran como centro de una repulsa tanto en las primarias de los Republicanos con la candidatura de Trump, como en la de los Demócratas con la de Sanders.

Lo que está sucediendo en estas primarias, como afirma Murray, ya tiene y seguirá teniendo un impacto político y social, no importa las nominaciones y el resultado de las elecciones presidenciales, porque en lo tocante al “barril de carne de puerco” ya quedó en claro que a menos de una “revolución política”, como dice Sanders, seguirá estando destinado a “alimentar” las voraces bajas de impuestos para los ricos de las finanzas y de los monopolios, y que gran parte del resto se lo seguirán comiendo el Pentágono y las empresas beneficiadas por el sistema.

Es por eso que la cuestión de la distribución del “barril” se ha convertido en un cuestionamiento del sistema, lo que aclara la creciente aceptación de la palabra tabú, “socialismo”, como la que mejor describe lo que cerca de la mitad de los estadounidenses prefieren en materia de distribución de la riqueza, en lugar del “capitalismo” a la Ayn Rand, de que lo justo es que los poderosos se coman el 90 por ciento de la riqueza, como sucede ahora.

La política exterior y el electorado

En materia de política exterior, Trump ha criticado la militarización de las relaciones internacionales y la política de “lucha contra el terrorismo” de George W. Bush y Obama, en particular la invasión de Irak y la destrucción de Libia, y también la política de cambio de régimen en Siria, pronunciándose a favor de buscar soluciones políticas a los problemas internacionales en diálogo con Rusia.

Cuando uno escucha a los demás candidatos republicanos, a pesar de todo lo que disgusta profundamente en Trump, no caben dudas de que él es el único que tiene una dosis de realismo y que al menos promete oponerse a la destructiva política de Washington.

Por su parte Sanders dista de ser una “paloma”, pero tampoco es un “halcón” que asimiló la tradición neoconservadora, como su rival Hillary Clinton. No es ni de lejos un socialista en la línea de un Jeremy Corbyn en Inglaterra, pero puede con justicia ser comparado a un Liberal canadiense, por ejemplo el (ex) primer ministro Leaster B. Pearson, autor de reformas sociales importantes y respetuoso de la ley internacional, lo que lo hizo pasar a la historia como constructor de la paz mediante la diplomacia y la negociación.

Y sin lugar a duda, Sanders piensa así porque viene de Vermont, un estado lindante con Canadá, y conoce los programas sociales en ese país. Sus propuestas indican que quisiera terminar con el histórico atraso estadounidense en materia de políticas sociales, como en la salud y la educación pública, y solucionar de alguna manera el desempleo y la precariedad laboral, el endeudamiento de los estudiantes, entre otras cosas más que constituyen las verdaderas preocupaciones de la mayoría del pueblo estadounidense.

O sea que Trump y Bernie tienen en común, y comparten con una gran parte del electorado potencial de ambos partidos, el interés de resolver problemas sociales y políticos internos, y no en seguir siendo el “gendarme” del mundo para completar la hegemonía neoliberal, porque de eso se trata.

Claro, es muy temprano para saber si llegarán a ser nominados como candidatos a la elección presidencial, pero es tiempo de entender que ya dejaron una huella en la forma de hacer política dentro del contexto actual en EEUU, y que si Hillary es la ganadora de la nominación, tendrá que metamorfosearse bastante para lograr que los seguidores de Sanders voten por ella. Y lo mismo para el candidato Republicano que reemplace a Trump.

El “establishment” puede terminar imponiéndose por las buenas o por las malas, tiene los medios para eso, incluyendo los medios de prensa, pero como señala Murray, la consciencia de la realidad y lo que se dijo en esta campaña contra las elites dominantes no será olvidado fácilmente por los millones de Republicanos y Demócratas que en esta ocasión se interesaron en la política precisamente porque estaban Trump y Sanders.

Selección en Internet: Melvis Rojas Soris

  • Periodista internacional. Colaborador de ALAI, PL, El Correo, El Independiente y otros medios desde el 2009.
    • Comité de Asuntos Públicos Israelo-Estadounidense.