Portal:Panorama Mundial/POLÍTICA/2016-07-08

Fidel, bolivariano y martiano

LA JORNADA.unam.mx 7 de julio del 2016 MÉXICO

Ángel Guerra Cabrera / I

Dentro de un mes y días Fidel Alejandro Castro Ruz (Birán, Holguín, Cuba, 13/8/ 1926) cumplirá 90 años. Imposible en este espacio ni siquiera enumerar la diversidad de disciplinas e importantes epopeyas revolucionarias en que ha descollado. Por eso, aunque lejos de agotar el tema, me centraré en su pensamiento latinoamericanista, su irreductible solidaridad con la liberación de América Latina y el Caribe y con el logro de su unidad e integración.

A los 21 años, Fidel, miembro del Comité Universitario pro Liberación de Santo Domingo, tomó parte en la frustrada expedición antitrujillista de Cayo Confites (1947). Un año después, en el bogotazo, se puso, arma en mano, al lado de los seguidores de Jorge Eliécer Gaitán. Estaba a la sazón en la capital colombiana entregado a la organización de un congreso estudiantil continental, que se pronunciaría por la independencia de Puerto Rico, la devolución a Panamá por Estados Unidos de la zona del canal, la reintegración de Las Malvinas a Argentina y contra las dictaduras militares al sur del río Bravo, especialmente contra la de Trujillo en República Dominicana.

El joven cubano había ganado el liderazgo del comité organizador de la reunión estudiantil, contrapuesta a la IX Conferencia Panamericana, que crearía la nefasta OEA y adoptaría instrumentos de subordinación al vecino del norte para lo que contaría, entre otras, con la complicidad incondicional de los representantes de los gobiernos dictatoriales que había impuesto en la región.

Hecho simbólico, la OEA, bajo enormes presiones y otras mañas de Washington, expulsó de su seno a la Cuba revolucionaria (Punta del Este, Uruguay, 1962) y, al paso de unas décadas, el clamor unánime de los gobiernos latino-caribeños (San Pedro Sula, Honduras, 2009), hizo revertir esa medida.

La Habana ha reiterado que no regresará a la OEA –sería un despropósito–, pero ello no niega la gran carga política de reconocimiento a la dignidad de Cuba, encabezada por Fidel, entrañada en aquella decisión.

Fue precisamente la exclusión de la Isla del organismo la que dio pie a que el entonces Primer Ministro sometiera la Segunda Declaración de La Habana (1962) a la aprobación –clamorosa– de la Asamblea General Nacional del Pueblo de Cuba. Un documento esencial en la historia de nuestros pueblos, que da continuidad a la Carta de Jamaica (1815), de Simón Bolívar y al ensayo Nuestra América (1891), de José Martí.

Allí se postula: "Ningún pueblo de América Latina es débil, porque forma parte de una familia de 200 millones de hermanos que padecen las mismas miserias, albergan los mismos sentimientos, tienen el mismo enemigo, sueñan todos un mismo mejor destino, y cuentan con la solidaridad de todos los hombres y mujeres honrados del mundo entero".

Discípulo dedicado y consecuente de Bolívar y Martí, ese concepto de fraternidad y unión nuestroamericana ha formado parte del núcleo principal del pensamiento político de Fidel desde aquellos tempranos días de Cayo Confites y el bogotazo.

La Revolución cubana, cuya onda repercusión planetaria es indiscutible, desencadenó un ciclo de luchas populares, revolucionarias y por la unidad e integración de América Latina y el Caribe que no ha concluido, ni concluirá en el futuro previsible. "Cuando hablamos de humanidad pensamos, en primer término, en nuestros hermanos latinoamericanos y caribeños, a los que no olvidamos nunca, y después, el resto de esa humanidad que habita nuestro planeta", ha dicho el comandante. Inspirada por él, Cuba ha sido siempre solidaria con las luchas de todos los pueblos de la Tierra y, en particular, con las de nuestra región.

En ella apoyó las luchas de masas y, cuando fue menester, dio, a quienes escogieron la vía armada, toda su solidaridad y la sangre de algunos de sus mejores hijos. Extendió su mano amiga a los militares patriotas, desde Turcios Lima en Guatemala, pasando por Caamaño en la resistencia dominicana contra la invasión yanqui, al gobierno nacionalista de Velasco Alvarado en Perú y a la lucha de los panameños, con Omar Torrijos al frente, por la devolución del canal.

Desafiando al descomunal plan de Washington para derrocarlo, Fidel y toda Cuba brindaron un respaldo extraordinario al gobierno de la Unidad Popular del presidente Salvador Allende, amigo entrañable, en el primer experimento de liberación nacional y socialista por vía política en nuestra América.

De aquella experiencia concluiría: ni pueblo sin armas, ni armas sin pueblo.

Selección en Internet: Melvis Rojas Soris

  • Analista internacional, graduado de periodismo en la Universidad de La Habana.

Jeffrey Sachs ofrece a Cuba el veneno en frasco de antídoto

LA HAINE.org 7 de julio del 2016 ESPAÑA

Carlos Luque Zayas Bazán*

El periodista de la BBC nos informa sobre la visita de ese “promotor de una economía mundial sustentable” y se sorprende de la “ausencia oficial” a su conferencia

En La doctrina del shock. El auge del capitalismo del desastre, Naomi Klein cuenta cuál fue el último acto, casi testamentario, de Milton Friedman, un año antes de su muerte. El “gran gurú del movimiento en favor del capitalismo de libre mercado”, “el responsable de crear la hoja de ruta de la economía global, contemporánea e hipermóvil en la que hoy vivimos”, como le describe la autora canadiense, pese a su avanzada edad y delicado estado de salud, aprovechó las catastróficas inundaciones ocurridas en Nueva Orleans cuando la furia del huracán Katrina venció la resistencia de los diques, y entre muchas muertes y destrucciones, dejó prácticamente sin escuelas a la ciudad.

El autor de Capitalismo y libertad, esa biblia de la privatización, la desregulación y recorte del gasto social, consideró que la ocasión era digna para solucionar de una vez el “problema” de la educación pública en aquella ciudad. Cita Naomi Klein de ese artículo de Friedman publicado en The Wall Street Journal apenas “tres meses después de que los diques se rompieran”:

«La mayor parte de las escuelas de Nueva Orleans están en ruinas —observó Friedman—, al igual que los hogares de los alumnos que asistían a clase. Los niños se ven obligados a ir a escuelas de otras zonas, y esto es una tragedia. También es una oportunidad para emprender una reforma radical del sistema educativo»

Aprovechar la “oportunidad”, es decir, aquella crisis, consistía para Friedman en que, según Naomi Klein explica:

(...) “en lugar de gastar una parte de los miles de millones de dólares destinados a la reconstrucción y la mejora del sistema de educación pública de Nueva Orleans, el gobierno entregase cheques escolares a las familias, para que éstas pudieran dirigirse a las escuelas privadas, muchas de las cuales ya obtenían beneficios, y dichas instituciones recibieran subsidios estatales a cambio de aceptar a los niños en su alumnado. Era esencial, según indicaba Friedman en su artículo, que este cambio fundamental no fuera un mero parche sino una «reforma permanente».

Esa misma receta póstuma se aplicó en Chile, convertido en el gigantesco laboratorio vivo y sangrante de las teorías neoliberales, después del golpe de Estado que derrocó al presidente electo Salvador Allende, y cuando, como recuerda Naomi Klein, ningún otro gobierno del mundo se atrevía al riesgo de su nefasto y traumático experimento. La historia es bien conocida, y sólo se recuerda aquí que la crisis, aprovechada entonces después de 1973 en Chile para aplicar la terapia mortal a los pueblos, fue entonces impuesta a punta de bayonetas y con un enorme saldo de pérdidas humanas y conquistas sociales.

Sin embargo, la violencia silenciosa y “pacífica” que provoca la crisis de la abismal desigualdad entre la enorme riqueza concentrada en una minoría escandalosa de la población mundial con respecto a la inmensa mayoría de la humanidad, siguió su curso nefasto, y ya fuera mediante eventos bélicos catastróficos inducidos, como la destrucción de Irak y Libia (y ahora Siria y el Oriente Medio) u otros fenómenos como desastres naturales de diverso tipo, ha seguido siendo la ocasión aprovechada por los herederos y discípulos de aquel tristemente célebre premio nobel para aplicar las “soluciones” de siempre en favor del gran capital: privatizar, desregular, confiar en las fuerzas oscuras y automáticas de los “mercados”, recortar los recursos públicos, estrechar y adelgazar la gravitación y responsabilidad de los estados para garantizar la “libertad” de la competencia del capital, todo lo cual se vive hoy en la ilustrada Europa como un verdadero austericidio y en América Latina como una ofensiva contra el último período de gobiernos progresistas.

Uno de los ilustres continuadores, o discípulos espirituales del neoliberalismo, visita hoy Cuba y recibe una nota de bienvenida en el blog de un periodista que nada recuerda de los lazos teóricos y prácticos del visitante con la historia esbozada más arriba.

Mientras, ciertas “ideas (…) flotan en el ambiente”, y puestas en circulación, acentúan sesgada y unilateralmente los tintes de la problemática cubana, con énfasis preferente en el concepto de la “crisis” y el “fracaso” del socialismo. Quizás sea el momento adecuado para ensayar viejas y nuevas “soluciones”, para continuarlas situando en la “atmósfera” social y “mantenerlas vivas y activas”, según el consejo del extinto gurú, y de manera tal que, cuando “lo políticamente imposible se vuelva políticamente inevitable” ya no haya tiempo de reacción. Y el personaje adecuado, entre otros internos y externos al país, pudiera ser Jeffrey Sachs.

Si el lector no avisado sólo lee, como nos informa Fernando Ravsberg, que es “Sachs, director del Instituto de la Tierra de la Universidad de Columbia, del Proyecto del Milenio de las Naciones Unidas y asesor especial de Ban Ki-Moon para los temas ligados a Objetivos de Desarrollo del Milenio” recibe una información cuanto menos muy parcial, y habría que hasta congratularse con euforia de que tan altos visitantes se preocuparan por Cuba. Pero veamos lo que no nos informa el objetivo periodista en una escueta información, donde sí le sorprende y lamenta el “ausentismo oficial” a la convocatoria del alto personaje.

La fría y muchas veces sesgada información pública que se puede consultar en la Wikipedia nos informa que:

“Sachs ha sido asesor de algunos gobiernos de (sic) latinoamericanos, como Bolivia, Argentina y Venezuela; Europa del Este (Polonia, Yugoslavia, Rusia,…), Asia y África. Es reconocido como experto en situaciones de crisis económicas graves y difíciles. Colabora con agencias internacionales (Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional y otras) en la lucha por la reducción de la pobreza y la enfermedad.”

El libro de Klein documenta ese amplio itinerario global por tan variados rincones del mundo, pero apuntemos de entrada que Sachs es uno de los defensores, otros dicen que el definitivo creador, de la “terapia del choque económico” y ha sido criticado, entre otros, por economistas como el norteamericano William Easterly, profesor de Economía en la Universidad de Nueva York, quien señala que de acuerdo a la visión de Sachs, “los países más pobres están empantanados en la miseria y no tienen escape sin la ayuda masiva de los países más ricos”.

Es decir, el clásico argumento del mundo al revés: cuando se ha demostrado hasta la saciedad que la causa primaria y original de la miseria de los países pobres radica en la sobreexplotación y el saqueo, ya ahora globalizado, a que los países ricos someten incluso a sectores de sus mismos pueblos y a los de sus periferias, entonces se propone un modo dudoso de ayudar, retrocediendo hacia una mayor dependencia y, por lo tanto, un ahondamiento de la desigualdad y la miseria.

El panorama que ahora tenemos a la vista, en la misma Europa, es un sur europeo (Grecia, Portugal, España) que va desmantelando al paso de la pérdida de sus soberanías bajo el poder de la Troika y a pasos firmes, su otrora “estado del bienestar”, precisamente bajo la aplicación de las medidas neoliberales, sufridas esta vez en carne propia, por las políticas sociales y monetarias del austericidio y que ha sido uno de los detonantes del reciente Brexit. Pero conozcamos un poco sobre Jeffrey Sachs.

Según Alexander Cockburn, “El neoliberalismo de “la terapia de choque” realmente no está asociado demasiado de cerca con Milton Friedman, sino más bien con Jeffrey Sachs”, para luego agregar que “Sachs introdujo primero la terapia de choque en Bolivia a comienzos de los años noventa. Luego fue a Polonia, Rusia, etc., con el mismo modelo de terapia de choque. La frase contagiosa de Sachs en aquel entonces era que “no se puede saltar sobre un abismo paso a paso,” o palabras en ese sentido. Es realmente donde se conformó el neoliberalismo contemporáneo.”

Después de tan amplio pedigrí ahora en Cuba Jeffrey Sachs hace una advertencia dudosa a la luz de su trayectoria: que no se encamine el país hacia la economía del siglo XX.

En el libro La apuesta por la globalización: la geoeconomía y la geopolítica del imperialismo euro-estadounidense, considerado un instrumento indispensable para comprender la geopolítica y la economía del mundo contemporáneo, su autor, Peter Gowan, dedica el capítulo IX (La teoría y la práctica del neoliberalismo en Europa del Este) a realizar la exposición y el análisis del modelo propuesto por Jeffrey Sachs para conducir los destinos de los países del este europeo, luego de la desintegración del bloque socialista, a la vez que hace una valoración de las consecuencias de las terapias de choque allí donde fueron aplicadas.

Peter Goman afirma que el profesor de Harvard “está reconocido como el fundador de una nueva disciplina: la teoría económica de la transición”.

Al comparar los principios que sostenían el modelo de transición de Sachs con el que entonces se le oponía, Peter Goman constata que “Él expone sus ideas en sintonía con las de los gobiernos estadounidense y británico acerca de cómo transformar Europa del Este regionalmente”. Y sigue: “El enfoque estadounidense alternativo, defendido con pasión por Sachs, implicaba”, por ejemplo, “desmembrar la región del COMECON” (CAME) “rompiendo toda la conexión existente entre los países de Europa central y oriental y la URSS”. En este punto, la alternativa que se le oponía, defendida entonces por Francia, era en cambio, según cita Goman, “Alentar a la antigua región del COMECON, incluyendo a la URSS, a que mantenga sus vínculos económicos”.

El segundo requerimiento del modelo de Sachs es sumamente aleccionador y tiene un no muy sorprendente punto de contacto con los tiempos que corren, pues se refiere a “efectuar un cambio radical encaminado hacia una forma específica de estructura institucional capitalista en cada uno de los Estados, como requisito para alcanzar unas relaciones normalizadas con cada uno de estos Estados”. No podemos comentarlos todos, pero como dejó dicho Shakespeare, “El pasado es un prólogo”.

Así, entre las recomendaciones defendidas por el teórico de la transición y la terapia de choque en aquel 1990 estaba “Iniciar el proceso de transformación regional en los Estados con gobiernos políticamente más proclives y emplear después incentivos negativos y positivos para extender la combinación adecuada de políticas nacionales al conjunto de la región”, abogando en otros puntos por la desmembración de aquellos países cuyo conjunto como un posible mercado común de Europa del Este él descalificaba llamándolo “un club de hombres pobres”, para impedir un eventual mantenimiento futuro de la integración en un bloque de países que, naturalmente, no le convenía a los planes imperiales, como después la historia posterior demostró.

Ya entonces Sachs colaboraba y asesoraba al gobierno Yugoslavo y en Polonia ya se aplicaba su modelo: “Polonia introducirá en Europa del Este las primeras reformas de gran alcance orientadas hacia el mercado. Yugoslavia adoptará un programa similar”. En Rusia, Sachs también impulsó la terapia de choque y fue el vínculo de Boris Yeltsin con el FMI prometiendo una ayuda de Occidente que nunca llegó.

A Polonia, Sachs llego contratado nada menos que por el multimillonario George Soros, el mismo que acaba de financiar en su Fundación Open Society de Nueva York una conferencia sobre el futuro de Cuba, cuyo primer panel moderó un autoproclamado experto alemán en las transiciones al capitalismo de los países de Europa del Este.

Casualmente el proyecto Cuba Posible, organizadores del evento neoyorkino patrocinado por Soros que se proponen un transitional change en Cuba son considerados tanto por el periodista Fernando Ravsberg como por la emisora oficial del gobierno de EEUU Radio y TV Martí a pesar de su raquítica membresía una “nueva fuerza política” en la Isla.

El estudio y análisis del libro y la obra de Peter Goman puede ser muy útil para valorar en sus justas intenciones y con un mínimo de errores los objetivos de los diversos (a)cercamientos que se producen hoy con respecto a Cuba y, en consecuencia, propiciar un mejor control del modo de cómo el país sigue su proceso de inevitable ampliación e interrelación con el mercado mundial.

Para no extender demasiado estas notas apuntemos por ahora que Goman devela mediante un análisis pormenorizado de los resultados de la aplicación de la terapia de choque en cada uno de aquellos países del este, el verdadero sustrato de los objetivos de las concepciones de Sachs, sus seguidores, y los grandes intereses que aquella política económica traducía, y que no eran, ni aún, propician el desarrollo de un capitalismo pleno e independiente en aquellos países, y en igualdad de condiciones con el Occidente, sino, a partir de una supeditación centro-periferia, como lo resume Goman, aplicar un modelo muy específico de economía política para conformar: “un estado que se muestre lo más abierto posible a las fuerzas de los agentes económicos internacionales; un Estado con una estructura institucional globalizada, a través de la cual, de acuerdo con su expresión, los recursos de la economía global predominante, puedan fluir”. Es decir, la aplicación de un modelo que garantizara a Occidente, la parte del león.

La promesa del modelo de Sachs consistía, según sus declaraciones, en que “En efecto, uniéndose al resto de la economía global, ellos [los países implicados] podrán importar parte de la prosperidad del resto del mundo, normalmente mediante la importación de nuevas tecnologías, de modelos organizativos y de financiación.” (Citado por Goman).

Hoy, diversos estudios revelan que en los países del Este otrora socialista, gran parte de la población añora los viejos tiempos del socialismo “totalitario” y la prosperidad prometida por las terapias de choque no alcanzan ni a un conjunto de países de la misma Unión Europea, que se debate en un continuo retroceso de sus estándares de vida bajo la política falsamente llamada de austeridad y que no es más que neoliberalismo a lo Jeffrey Sachs.

En cuanto a las consecuencias de las terapias de choque aplicadas a los países del Este como el vía crucis que debían transitar para que accedieran a la “prosperidad” capitalista, lo resume Goman de modo lapidario: el costo en sufrimiento humano fue colosal. Un amplio análisis estadístico comparativo puede consultarse en su obra que demuestra que aquella catástrofe no fue una consecuencia directa del “comunismo”, sino, precisamente, de la terapia de choque aplicada por Occidente y de la cual Jeffrey Sachs era el máximo teórico y creador.

El periodista Fernando Ravsberg, entonces, nos informa sobre la visita de ese “estadounidense (…) promotor de una economía mundial sustentable” y se sorprende de la “ausencia oficial” a su conferencia en la Fundación Antonio Núñez Jiménez de la Naturaleza y el Hombre. Nada nos informa el objetivo y eficaz periodista, ni en una línea, de la saga del personaje bienhechor que nos viene a advertir que cuidemos el entorno. El que ayer promovía la reconversión de países enteros, no apoyaba el mantenimiento de un bloque comercial común, ni siquiera al capitalismo próspero, sino a meros receptores de la abundancia occidental, y cuyas teorías tantas desgracias prácticas produjeron al aplicarse, ahora aconseja prudencia con respecto a una de las mayores catástrofes que produce ese mismo sistema que promovía: la sustentabilidad del crecimiento.

Es posible que el visitante haya asimilado las duras lecciones de las terapias que antes propagaba y aplicaba por una ancha geografía mundial, y ahora, como saldo de la amarga sabiduría de los años, le preocupe mucho más la sustentabilidad del desarrollo. Vivir para ver.

Mientras, el periodista, fiel a un estilo que a veces roza la subestimación y la ofensa, sigue insistiendo, como al paso, en dar relieve a las ansias consumistas de un pueblo, por encima de cualquier otra consideración, que entre otras pequeñas cosas ha obligado a las instituciones internacionales del caso a reconocer que no tiene niños famélicos y desnutridos, o que ha detenido la trasmisión del SIDA de la madre a sus crías, o que pese a todo lo que se queja, autocritica y exige a partir de lo logrado, tiene el mejor sistema educativo de América Latina. Y ello, sin terapias de choque que el gobierno cubano reiteradamente se ha opuesto a aplicar.

Así como Cuba no necesita que se le regale nada, hay lecciones que en verdad no necesita ni el gobierno, ni el pueblo cubano, y hay lecciones del pueblo cubano que otros harían bien en atender.

Bienvenido el debate, incluso con nuestros adversarios ideológicos, pero que no nos disfracen –como hace Ravsberg- el lobo de oveja ni nos traigan el veneno en frasco de antídoto.

Selección en Internet: Melvis Rojas Soris

  • Graduado de Profesor de Computación y un título de Licenciado en Humanidades.

La guerra mediática

REBELIÓN.org 7 de julio del 2016 ESPAÑA

Entender o no entender… ese es el dilema

Fernando Buen Abad Domínguez*

“Estamos a tiempo”.

Pronunció Walter Martínez el “Discurso de Orden” en la entrega de los premios de periodismo 2016 en la República Bolivariana de Venezuela. Walter fue receptor de tal premio, una vez más, por sus aportes al periodismo latinoamericano y a la “batalla de las ideas”, también con herramientas de comunicación e incluso dentro de los llamados mass media. Es imposible reseñar el total de los temas tratados en tal discurso, pero es indispensable subrayar uno de ellos que es preocupación permanente de Martínez y tema obligado para un continente acosado por las bases militares y las “bases mediáticas” que operan con toda impunidad e impudicia: La guerra mediática o de "cuarta generación”. En “pleno desarrollo” (Walter Martínez Ipse dixit).

Lo que en la ceremonia de premiación tuvo formato de “conferencia magistral”, cumplió con volver a martillar sobre un yunque de principios y de acciones donde es necesario labrar el plan conjunto de los pueblos revolucionarios hacia un frente de unidad para la defensa y para la vanguardia de la comunicación emancipada y emancipadora. La guerra mediática no es una ficción de mentes conspirativas, no es una pesadilla hija de la indigestión, no es un ataque paranoico ni es un destilado de morbos pensados para vender miedos rentables. Aunque a no pocos les parezca exagerado, inverosímil o inaceptable.

Todas las formas del énfasis y todas las tácticas y estrategias discursivas (pertinentes al formato expositivo desplegado por Walter Martínez) fueron usadas para abrir cabezas y despejar nubarrones… la guerra mediática está en marcha y solo faltó tomar por las solapas a los asistentes y sacudirlos para reiterar lo urgente y alarmante de la situación enredada con nuestras debilidades y nuestras confusiones que, a granel, generan frenos, desvíos y extravíos costosos, peligrosos y suicidas.

Una y otra vez el acento en el discurso de Walter Martínez tuvo referencias en las fuentes de información militar pero fue escrupuloso en esclarecer la importancia excluyente de la amalgama cívico-militar, de la movilización popular y su carácter revolucionario inspirado por las ideas y la práctica de Hugo Chávez y su apuesta por el socialismo.

En ese discurso no hubo tiempo suficiente para profundizar, eso lo advirtió el propio Walter desde el principio y su advertencia no fue un simple gesto de cortesía, por el contrario, fue una ventana al realmente enorme problema y un alerta pertinaz para entender la dimensión exacta de una guerra super-dinámica que se nos va de las manos, se nos va de la vista se nos va y nos inunda incluso cuando nos “entretenemos” con la “tele”. Y más allá de las limitaciones del tiempo y de propio formato de la exposición, quedó bien claro que es urgente asumir esa guerra mediática como una prioridad de investigación y como urgencia de acción en momentos en que se llenan los imaginarios con el terrorismo mediático basado, por ejemplo, en convencernos de que la década ganada llegó a su “fin de ciclo”. Que la revolución no es permanente.

Aunque parezca increíble, a pesar de las miles de evidencias y consecuencias que la guerra mediática ha tatuado en nuestra historia reciente, todavía no es materia obligatoria ni agenda prioritaria en los centros de enseñanza ni en los frentes de lucha. Exculpemos a las excepciones. Todavía es necesario tocar miles de puertas y no pocas veces soportar algunos gestos de fastidio por insistir en la obligación de tomar en serio todo plan de ataque mediático para saquearnos y explotarnos mientras nos convencen de que lo “hacen por nuestro bien” y de que debemos estar agradecidos cuando nos humillan y cuando nos ahogan con mentiras, ignorancia e ideología chatarra. Historia, por cierto, nada nueva.

No entender la importancia de la guerra mediática, no comprender su extensión y duración, sus escenarios visibles e invisibles, sus bases materiales y sus bases subjetivas, sus escuelas, sus tradiciones teóricas, sus bibliotecas y sus centros de investigación… es tan irresponsable y tan suicida que no nos quedará margen de lamento ni tiempo para lloriquear las consecuencias que imaginamos y las que no. Eso lo sabe Walter Martínez y por eso insiste, como se debe, en hacer de su insistencia militancia y persistencia que, con su estilo y con su historia, abre oídos donde otros no pueden.

No entender la importancia de la guerra mediática, no combatirla y no derrotarla, pone en evidencia un flanco débil, un descuido, una banalización o una falta de conciencia que no podemos permitirnos más tiempo. No nos ha servido la improvisación, no nos ha servido el voluntarismo, no nos ha servido el auto-halago, no nos ha servido el empirismo… ya nos han derrotado incesantemente.

Los pueblos cuentan con fuerzas inmensas para ganar la guerra mediática, hay muchas experiencias y muchas ansias sólo nos falta derrotar la des-organización y la crisis de dirección. Es verdad “estamos a tiempo” y por eso no hay tiempo que perder.

Selección en Internet: Melvis Rojas Soris

  • Filósofo, intelectual y escritor de izquierda mexicano, militante marxista. Licenciado en Ciencias de la Comunicación.

Medios hegemónicos, líderes neoconservadores y banalización de la política

EL MERCURIO DIGITAL.net 7 de julio del 2016 ESPAÑA

Ava Gómez* y Alejandro Fierro**

La articulación de las dinámicas políticas al interior de las lógicas mediáticas se desarrolla en medio de un proceso tendiente a asumir discursos sencillos debido a que la masificación hace que la cultura y la política dependan de la publicidad y de sus derroteros (Qualter, 1994).

También, explica Redondo (2009), el límite entre el dominio público y el espacio privado no se fija en torno a ‘lo público vs. lo privado’, sino que se extiende a la cantidad de receptores (según criterio de las audiencias). Esto conlleva la inexorable banalización de la política, repercutiendo en la virtud cívica de los mensajes, por la necesidad de su simplificación en pos de que sean más ‘consumibles’ por la audiencia masificada.

El infotainment, que trivializa los asuntos públicos en los medios de comunicación (Harrington, 2009), viene a ocupar un papel intermedio entre la información y el entretenimiento, aunque termina sustituyendo el uno por el otro. En Latinoamérica, el desarrollo de estos discursos se observa particularmente a través de dos subcategorías, por una parte, la que en adelante denominaremos el ‘mito de la unidad’ y, por otra parte, la ‘instrumentalización de las nuevas ciudadanías’.

Antes de pasar a analizar estas dos subcategorías, hay que reseñar que la banalización de la política necesita partir de una democracia puramente representativa a la que, a su vez, fortalece en un ciclo de retroalimentación. La conversión de la política en espectáculo o entretenimiento convierte al ciudadano en un espectador. Al igual que la única forma en la que las audiencias pueden mostrar su disconformidad es apagando la televisión o cambiando de cadena, el único recurso que se deja a la persona es el voto.

Por tanto, la banalización de la política restringe los espacios democráticos. Y lo hace, además, presentando una ficción de ensanchamiento de la democracia. La inmersión en la privacidad de los políticos, el desvelamiento de su lado más humano o la narración simplista de hechos complejos son presentados como la satisfacción del derecho de las personas –convertidas ahora en “audiencias-electoras”- a conocer estas realidades y ejercer su voto con una supuesta mayor información.

Se comprende entonces que la apuesta por la democracia protagónica que han hecho, con mayor o menor intensidad, los procesos emancipatorios latinoamericanos de este siglo XXI, supone una amenaza para estas tácticas funcionales al capitalismo neoliberal, que precisan de una separación total de la esfera político-pública y la esfera ciudadano-privada, sin otro punto de conexión que el voto.

Selección en Internet: Melvis Rojas Soris

  • Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Salamanca.
    • Analista político.

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La Unión Europea y el amigo turco

REBELIÓN.org 7 de julio del 2016 ESPAÑA

Higinio Polo*

La decisión conjunta entre Bruselas y Ankara para poner de nuevo en marcha las negociaciones sobre un nuevo capítulo de la adhesión de Turquía a la Unión Europea fue anunciada a finales de junio, dos días después de la conmoción sobre el atentado en el aeropuerto de Estambul, aunque estaba prevista desde el mes de marzo, cuando ambas partes negociaron la participación turca en el llamado “acuerdo migratorio” que, en realidad, fue la contratación de Turquía para hacer la función de policía y evitar la llegada de nuevas oleadas de refugiados desde Oriente Medio a Europa.

El pago a Erdogan se concretó entonces: ayuda económica europea a Turquía, acuerdo para estudiar la posible exención de visado a los ciudadanos turcos que quieran viajar a Europa, y apertura de esta ronda de negociaciones anunciada por Bert Koenders, ministro holandés de Asuntos Exteriores, país que presidió el Consejo la Unión Europea durante el primer semestre de 2016. La apertura de las negociaciones deberá hacerla ya Eslovaquia, que presidirá el Consejo de la Unión durante el segundo semestre del año.

En esa decisión conjunta hay una parte de representación teatral (no hay que olvidar que Turquía presentó su candidatura para ingresar en la Comunidad Económica Europea, antecedente de la Unión, en 1987, y que las negociaciones se han eternizado hasta hoy) y otra parte de presión política de Ankara, y de necesidad de la Unión Europea. Erdogan, que no se ha privado de manifestar duras críticas a Bruselas, afirmó tras el Brexit británico que con toda probabilidad saldrían otros países de la Unión Europea, además de Gran Bretaña, y acusó de islamofobia a todos aquellos países que ponen dificultades para integrar a Turquía en los organismos comunitarios.

Turquía, con la presidencia de Erdogan, tiene tres objetivos estratégicos: fortalecer su papel regional en Oriente Medio, derribar el gobierno de Damasco, y hacer inviable la hipótesis kurda de construcción de un nuevo país en la región. Por ello, el gobierno turco apoya al terrorismo islamista en Siria, ha mostrado complacencia con Daesh en la esperanza de que los fanáticos guerreros islamistas debilitarían tanto a Bachar al-Asad como a las facciones kurdas, y ha hecho valer su condición de policía de fronteras para presionar a la Unión Europea y convertirse en la muralla que detenga las nuevas oleadas de refugiados que tanto temen los responsables de la Comisión Europea y los gobiernos del continente.

Esa política, que ha supuesto evidentes beneficios para el papel internacional de Turquía, le ha creado a Erdogan también problemas: debe resistir las presiones de la OTAN, alarmada por el caos creciente en Oriente Medio y el terrorismo de Daesh, que alcanza a Europa e incluso a los intereses de Estados Unidos; debe caminar sobre el alambre de las peligrosas relaciones que mantiene Turquía con Israel y Arabia; debe recomponer su buena vecindad con Moscú tras el derribo del avión ruso y la práctica congelación de relaciones que, ahora, quiere reiniciar por el procedimiento de mostrar una cierta contrición ante Putin; y debe hacer frente al creciente terrorismo en el interior del país, que amenaza con enviar a Turquía al paisaje devastado del caos en Oriente Medio.

Por su parte, la Unión Europea (que debe recordarse su condición de club oligárquico y antidemocrático en la toma de decisiones que afectan a la población) tiene ante sí un complejo horizonte, y debe hallar su papel ante las tres grandes potencias mundiales: la Unión Euroasiática que impulsa Rusia, que desempeñará un creciente protagonismo en Europa; China, con su fortalecimiento mundial, y con su apuesta por la nueva ruta de la seda; y Estados Unidos, ante quien Europa debe reequilibrar su condición de potencia dependiente.

Además, la crisis del Brexit ha abierto una gran vía de agua en el paquebot comunitario, a la que hay que añadir la exigencia de nuevos referéndums (en Francia, Alemania, Italia, impulsada por fuerzas de extrema derecha y partidos populistas), la seria desafección en países como Holanda, y los cristales rotos de la xenofobia y el fortalecimiento de la extrema derecha en casi todo el continente, por no hablar de la crisis económica y de la incapacidad de los organismos de la Unión para elaborar un nuevo plan que tenga como objetivo el fortalecimiento de los lazos entre los países asociados. Por todo ello, Bruselas escenifica el acuerdo con Ankara para mostrar ante el mundo, y ante la propia población europea, que la Unión continúa siendo un destino preciado por otros países, utilizando la apertura turca para conjurar su propia crisis.

Muchos son los problemas que esperan en esa nueva ronda de negociaciones: desde la cuantía de las subvenciones económicas de la Unión a Ankara, hasta el asunto de los visados, pasando por las reticencias de Chipre (Turquía, a través de sus clientes locales, sigue ocupando el norte de la isla) y por la exigencia europea para que Turquía apruebe nuevas leyes que respondan a los criterios democráticos de Bruselas, aunque la deriva islamista de Erdogan, la represión política cada vez más dura sobre la izquierda turca, los bombardeos en el este del país contra la población kurda y los oscuros lazos con el terrorismo en Oriente Medio van a suponer un difícil problema para la Unión Europea: Erdogan no está dispuesto a ceder en esos expedientes.

Así, todo indica que, pese a que Bruselas haya tendido su mano a Ankara, la hipotética adhesión de Turquía a la Unión Europea seguirá esperando durante muchos años en los pasillos de la Comisión, mientras sus responsables gobiernan la tormenta con una cruz puesta en la crisis europea y un puño sobre la pólvora de Oriente Medio.

Selección en internet: Melvis Rojas Soris

  • Licenciado en Geografía e Historia, y Doctor en Historia.