Portal:Panorama Mundial/RESUMEN SEMANAL/2020-01-06


“La generación histórica no frena las reformas en Cuba, Trump sí”

La generación histórica de la revolución no frena las reformas que emprendió Cuba hace una década pero el reforzamiento del bloqueo que aplica la administración Trump obliga a actuar con más calma, asegura el ministro de Economía, Alejandro Gil.


“Puedo garantizar que no hay ninguna posición conservadora del sector histórico de la revolución que no nos permita avanzar”, explica, en entrevista con la AFP.


“El sector histórico, y fundamentalmente el general del Ejército (Raúl Castro, 88 años) son las primeras mentes más jóvenes del país para impulsar el desarrollo”, agrega Gil.


En el cargo desde julio del 2018, este economista de 55 años ha lidiado con un recrudecimiento del embargo que aplica Washington desde hace casi seis décadas.


Sanciones a los envíos de combustible entorpecen el abastecimiento al país, mientras que leyes estadounidenses complican las inversiones extranjeras en la isla y sus transacciones internacionales.


“2019 ha sido un año duro, cargado de tensiones. No atípico, porque llevamos sesenta años viviendo con el bloqueo, pero este año marca un arreciamiento y nos ha obligado a sobreponernos”, explica Gil.


“No solo es resistir sino no renunciar al desarrollo. Tenemos condiciones para continuar con la actualización (reformas) de nuestro modelo económico”, dice.


“El arreciamiento del bloqueo puede tener un impacto en que algunas cosas se hagan con más calma. Si Estados Unidos aspira con su política de agresión a que nos apuremos en los cambios, logra el efecto contrario”, detalla.

La recesión que cambió al mundo

Alejandro Nadal*


El 6 de agosto del 1979, Paul Volcker tomó posesión como nuevo presidente de la Reserva Federal (FED). En la década que estaba concluyendo, la economía estadounidense había estado afectada por un proceso de estancamiento con fuerte inflación.


La coexistencia de estancamiento con inflación ya estaba dejando una profunda huella en los debates de teoría económica. Pero las medidas que tomaría el nuevo responsable de la FED habrían de dejar una espectacular cicatriz en la arquitectura de la economía mundial. Hoy, que acaba de fallecer Paul Volcker, es importante recordar el impacto que tuvo su política monetaria en la economía global.


La inflación en Estados Unidos había alcanzado seis por ciento en el 1970. En el 1974 llegó a 12 y para el 1980 se situaba en 15. Además de esta mala señal, la década había estado afectada por recesiones (1970 y 1974). Cuando el entonces presidente Jimmy Carter designó a Volcker presidente de la FED, el mandato era claro: detener el proceso inflacionario.


Para someter la inflación, Volcker contaba con una herramienta clave: la tasa de interés. Y decidió utilizarla en un tratamiento de choque. En el 1972 la tasa líder de la Reserva Federal era de 3.2%, pero para agosto del 1974 Volcker ya la había incrementado a 12. Y para el 1981 alcanzó 19. El tratamiento dio resultado, y para el 1983 la inflación en Estados Unidos había descendido a 2.5.


El incremento en la tasa de interés actuó como freno de la actividad económica, lo cual generó muchas críticas para la Reserva Federal. Pero Volcker se mantuvo firme. La inflación fue sometida y el establishment (en especial el capital financiero) celebró el triunfo de su política.


La realidad es que utilizar la tasa de interés para dominar la inflación conlleva un fuerte castigo a la economía. Y, sobre todo, implica cargar el costo del ajuste sobre la población, en general, y la clase trabajadora, en particular. La política de Volcker no fue excepción.


El incremento en la tasa de interés de la FED provocó dos recesiones. La primera (en el 1980) fue corta y costó la relección a Carter. La segunda (1981-82) fue más profunda, dejó una fea cicatriz en la economía estadounidense y sus repercusiones internacionales fueron desastrosas.


La contracción económica generó un aumento espectacular de la tasa de desempleo. En el 1983 ese indicador ya se situaba en 11%. El desempleo entre los más desfavorecidos y minorías llegó a superar 20%. Las consecuencias sociales y económicas de esos años fueron decisivas. Muchos sindicatos murieron y otros se debilitaron hasta la irrelevancia, con lo cual desapareció el poder de negociación de la clase trabajadora. Por ello, en esos años, se consolidó el estancamiento de los salarios, rasgo negativo que perdura hasta nuestros días.


Esa parálisis en la evolución de los salarios trajo consigo una deficiencia crónica en la demanda agregada que la economía estadounidense ha tratado de subsanar de manera patológica con episodios de inflación en los precios de algunos activos (burbujas especulativas). El último de estos episodios regaló al mundo la crisis del 2008.


El proceso de creciente desigualdad, que hoy es uno de los rasgos más importantes de la sociedad estadounidense, arranca precisamente en esos años. La recesión Volcker coincide exactamente con el periodo en que los estratos de menores ingresos comenzaron a ver su parte del ingreso reducirse cada año.


Pero esos no fueron los únicos efectos de la política monetaria de Volcker. A escala mundial el contagio en todo el abanico de tasas de interés terminó generando una recesión de gigantescas proporciones. La economía mundial se contrajo, provocando el colapso de los precios de materias primas. Todos los países subdesarrollados que dependían de las exportaciones de materias primas para mantener un precario equilibrio en sus cuentas externas se vieron atenazados en una combinación de pesadilla: altas tasas de interés y bajos precios de materias primas.


América Latina también se vio atrapada en este escenario. México fue el primero en declarar una moratoria en agosto del 1982, desatando pánico en los mercados. Argentina, Brasil, Chile, Venezuela y otros le siguieron los pasos de cerca. Todos acabaron pidiendo ayuda al Fondo Monetario Internacional, en un largo calvario que se conoció como la "crisis de la deuda en América Latina". La recesión Volcker ocupó un lugar secundario en el diagnóstico de la crisis.


El corolario de ese diagnóstico, a todas luces insuficiente, fue que el modelo latinoamericano de industrialización, por medio de la sustitución de importaciones, había fracasado. El análisis llevó a conclusiones equivocadas y abrió las puertas a un neoliberalismo que llegó a Latinoamérica disfrazado de ayuda financiera, prometiendo equilibrios y crecimiento. Hoy, que observamos los estragos que el neoliberalismo trajo a toda la región, conviene recordar el papel de la recesión Volcker en la crisis de la década de los años 80.


  • Economista. Es miembro del Consejo Editorial de Sin Permiso


Tomado de LA JORNADA/11 de diciembre del 2019

Chile: la niña bonita neoliberal está desnuda

La extrema desigualdad social en Chile se exhibe en que el 60% de la población sobrevive con ingresos inferiores a angoleños, mientras que el patrimonio de tres familias (Luksic, Matte y Paulmann) alcanzan los 38 mil millones de dólares.


Diego Rubinzal


La nación chilena continúa en estado de ebullición. La chispa que incendió la pradera fue el aumento de la tarifa del subterráneo. Pocos días antes, el presidente Piñera había manifestado que eran un “oasis” en América latina.


Las extendidas y perdurables protestas revelan una profunda insatisfacción ciudadana con cuestiones estructurales (educación, salud, sistema de pensiones) de la sociedad trasandina. La mayoría de esas transformaciones fueron impuestas por el régimen de Augusto Pinochet.


Haciendo un poco de historia, la dictadura chilena transitó por dos etapas diferenciadas en materia económica: 1) la política monetarista comandada por los “Chicago boys” que finalizó con un rotundo fracaso: la actividad retrocedió 14% en el bienio del 1982-1983; 2) el proyecto liderado por los grupos económicos locales ligados al capital trasnacional. En el período del 1986-1998 (los últimos cuatro de dictadura, los primeros ocho de democracia), la economía chilena creció un 7,3% promedio anual.


La contracara fue la extrema desigualdad social. En un estudio publicado en el 2013, el economista Andrés Zahler estimó que el 60% de los chilenos sobrevivía con ingresos inferiores a los angoleños. Por el contrario, el patrimonio de tres familias (Luksic, Matte y Paulmann) alcanzaba los 38 mil millones de dólares.


Ese mismo año, el presidente del Banco Mundial, Jim Yong Kim, anunció que Chile ingresaba al club de los países de ingresos altos al superar los 20 000 dólares de ingreso por habitante (medidos en Paridad de Poder Adquisitivo (PPA).


La PPA es una técnica, desarrollada originalmente en la Universidad de Salamanca, que empareja la capacidad de compra de los residentes en diferentes países. Como se sabe, la canasta de bienes/servicios que puede adquirir una persona con 1000 dólares será muy distinta en Argentina que en, por ejemplo, Paraguay, Francia o Estados Unidos.


Por eso, el principal problema del ranking del PIB per cápita nacional (en dólares corrientes) es que compara peras con manzanas. La técnica PPA corrige esa cuestión, pero también tiene sus debilidades.


En el artículo Como fue que nos graduamos de país de 'ingreso alto' sin salir del subdesarrollo, el economista chileno Gabriel Palma explica que “si uno mira las cifras del Banco Mundial (excluyendo solo a islas pequeñas, como los paraísos fiscales y un par de países excomunistas), ningún país que tenga un ingreso por habitante PPA similar al chileno tiene tanta diferencia entre el ingreso por habitante a dólares corrientes y a dólares ficticios, los PPA. ¡Ninguno! ¿Es eso algo para estar contentos? Déjenme darle una clave: el país que nos pisa los talones es Sudáfrica. En otras palabras, esa gran diferencia entre las dos estadísticas -un 50%- es también un indicador de nuestro subdesarrollo: de la persistencia de una mala distribución del ingreso”.


En otras palabras, la elevada brecha del ingreso (medida en dólares corrientes y PPA) es consecuencia de que los servicios son más baratos (o sea, salarios bajos) en términos internacionales.


¿Qué pasaría si se aplicara una política económica que rebajara los ingresos en términos reales? “La respuesta paradojal es que, si el ingreso se mide en términos de PPA, tendría el efecto perverso de subir el ingreso por habitante. La razón es obvia: si el precio de la mayoría de los servicios es un mark-up, o margen sobre los costos de producción, lo más probable es que se terminaría pagando menos por el taxi, el peluquero, el restorán, la costurera, etc.”, responde Palma.


Es decir, el empeoramiento de la distribución del ingreso incrementa el PIB per cápita (versión PPA). El país es más “rico” a pesar de que la mayoría de la población se empobrece. “Cuando la brecha entre las dos mediciones del ingreso por habitante desaparezca, entonces la gran mayoría del pueblo chileno también podrá festejar una subida del ingreso nacional en términos de PPA. Mientras tanto, el uno por ciento tiene un nivel de ingresos de élite de país desarrollado y tiene, además, su consumo subsidiado en forma adicional por los bajos precios de los servicios”, concluye Palma. La pregunta no es ¿por qué estalló Chile?, sino ¿por qué no estalló antes?


Tomado de PÁGINA 12/22 de diciembre del 2019

Chile y los héroes de “la primera línea”

Gloria Muñoz Ramírez


Santiago De Chile. La primera línea de las marchas en la capital chilena se ha convertido en el emblema de las movilizaciones. Con todo en contra, la conforman los héroes de la protesta. En los medios de comunicación los llaman vándalos, vagos, delincuentes. Adentro de la marcha les aplauden, los vitorean, casi los alzan en hombros. Existen.


Son cientos de hombres y mujeres, jóvenes en su mayoría, que enfrentan a los carabineros todos los días. Se colocan en los puntos estratégicos para impedir que los gases lacrimógenos, los disparos de municiones y los chorros de agua con químicos lleguen al resto de la movilización pacífica. Son las y los guardianes de las decenas de miles de personas que llevan más de dos meses protestando en las calles contra un sistema que los excluye.


La esquina de Ramón Corvalán con la calle Carabineros de Chile es uno de los campos de la desigual batalla. Piedras contra tanquetas desde las que disparan municiones que han dejado tuertas a más de 300 personas, bombas lacrimógenas o los vehículos conocidos como guanacos que disparan chorros de agua con químicos lacerantes que dejan ardiendo la piel por días. Chile es experto en este tipo de miserias.


Las noches son un hervidero. De un lado grupos de jóvenes quiebran el pavimento con mazos para dotar de piedras a la primera línea. Hileras de chicos con costales de pedazos de concreto atraviesan las calles y se las dejan a quienes repelen los ataques frontales de los carabineros. Gracias hermanos, se escucha desde la refriega y el humo. Y es que sí, la primera batalla que se ganó fue contra el individualismo y el ego, aquí todo es colectivo.


Decenas, cientos de personas esperan a los manifestantes que corren con los ojos llorosos. ¡Agua con bicabornato! ¡Agua con bicabornato!, gritan. Y los gaseados se acercan para que les rocíen el rostro, les digan palabras de aliento, los socorran. Por cada persona lesionada se acercan cuatro o cinco de inmediato. Es el desborde.


Sigue la primera línea. Al oscurecer se juntan manifestantes frente a los guanacos y tanquetas y los desconciertan con la luz verde de cientos de rayos láser en los parabrisas. El espectáculo de luz y sonido inunda la calle. El guanaco retrocede. Los muchachos gritan de júbilo.


De pronto la infantería carabinera se despliega a pie. Parapetados en los vehículos reciben la orden de atacar y corren detrás de los jóvenes y golpean y patean a todo el que se les atraviese, detienen a alguno y sus compañeros tratan de rescatarlo en una batalla cuerpo a cuerpo. A veces lo consiguen. Otras el chico o chica pasa a engrosar las filas en las comisarías. Se habla ya de más de 20 mil detenidos en 60 días de protestas, aunque la mayoría son liberados.


A la primera línea llega Claudia Aranda, reportera y activista de tiempo completo. Durante nuestro encuentro recibe por WhatsApp la imagen del ultrasonido de su próximo nieto. Está feliz. Hace 50 años lo dejó todo y se fue a vivir a una casa okupa para mantenerse disponible todo el tiempo. La tía del agua, le dicen sus miles de nuevos sobrinos en las calles. ¡Hidrátense cabros!, les grita con su bidón de cinco litros en la mano. En su mochila carga el láser para cuando toca desorientar a los carabineros, y su libreta y cámara, para sus crónicas.


En otra esquina del escenario grupos de jóvenes intentan tumbar un semáforo. Lo jalan con un lazo para arrancarlo del concreto y formar con el poste una barricada. Decenas de esquinas ya no tienen semáforo, por lo que otro grupo de voluntarios dirige el tránsito, recibiendo como pago el sonido del claxon de los automovilistas que lo mismo le regalan una botella de agua o algo para comer.


Decenas de médicos, enfermeros y sicólogos cubren los puntos de salud. Llegan aquí luego de largas jornadas de trabajo en hospitales públicos y privados, y durante horas atienden a los heridos de la revuelta. Al parecer, dicen, cada vez le ponen químicos más agresivos al agua que avientan los carabineros, pues en los días recientes los chicos llegan con quemaduras severas de la piel.


Una joven que trabaja como productora de fiestas es ahora la encargada de la logística en el centro de salud. Recibe y clasifica las bolsas de donaciones de la gente: tapabocas, analgésicos, vendas, sueros y un sinfín de artículos que se amontonan a un costado. La solidaridad, por ahora, es más grande que la emergencia.


En la primera fila los jóvenes se protegen con escudos hechos con láminas arrancadas de cortinas de tiendas, con tapas de tambos, con los discos de las antenas satelitales. Son unos gladiadores. Hay hombres y mujeres bombers cuya misión es ahogar las bombas lacrimógenas con garrafas de agua con bicarbonato y sosa cáustica. Se llevan la peor parte, pues sus pulmones se llenan de tóxicos. El aplauso de sus compañeros es el único pago por cada bomba desactivada.


En la manifestación no se pasa hambre. Y menos en la primera línea, pues se organizan ollas comunes y se reparten gratos en carritos recuperados del supermercado. Lentejas y papas nunca faltan. A veces llegan contingentes de ciclistas con ayuda, otras veces son ellos los que la necesitan.


¿Qué pasaría si no existiera esta primera línea? Hace unos días intentó llegar a la Plaza de la Dignidad, antes conocida como Plaza Italia, el centro neurálgico de las movilizaciones, una marcha organizada por maestras de kínder, y contra ellas arremetió la policía con gases lacrimógenos. La primera línea sirve para que ellas y muchas como ellas puedan acceder a la plaza y manifestarse pacíficamente.


Las resorteras y bayonetas improvisadas son las armas de la primera línea. Barricadas de piedras, láminas, llantas, todo lo que sirva para obstaculizar el paso de los carabineros, cuya misión es cada tanto romper esa línea, atravesar las barricadas a como dé lugar e ir tras los manifestantes. Más de 40 días después la mecánica es clara. Rompen la línea, los jóvenes salen disparados, se dispersan y luego retoman sus lugares. Hasta el nuevo ataque. Y así.


¡Encerrona! ¡Encerrona!, gritan cuando vienen los guanacos de los dos lados. No hay mucho que hacer más que agacharse y protegerse con los cuerpos. Se avisan igual cuando uno de ellos con un cóctel molotov está a punto de arrojarlo. ¡Mecha, mecha!, gritan para que sus compañeros abran cancha. La bomba artesanal vuela por los aires y cae cerca de los carabineros. El júbilo se expande, pues eso les da un tiempo para acercarse a los carabineros y continuar el combate con piedras.


En medio del ataque no falta la batucada o un saxofonista que se acerca con El derecho de vivir en paz e inunda con sus notas el ambiente. Anochece y los bloqueos se van apagando. Por semioscuras calles aparecen grupos de carabineros patrullando. Y de entre las sombras, como fantasmas, se escuchan los gritos: ¡Milicos de mierda! ¡Cabros de mierda! ¡Asesinos! Una chica con una enorme piedra en la mano pasa junto a la hilera de carabineros. Los insulta de frente con la piedra escondida. Los carabineros se siguen. Ella también. Aquí se perdió el miedo.


Tomado de LA JORNADA/23 de diciembre del 2019


Los recursos de la dictadura

Atilio A. Borón


La gravísima situación imperante en Bolivia tiene múltiples manifestaciones, a cuál más aberrante. Todas tienen un denominador común: la violación sistemática de los derechos humanos, las libertades públicas y los derechos y garantías individuales. Estos son los resultados previsibles de todo régimen dictatorial, y sin duda el gobierno que hoy se ha apoderado de Bolivia lo es. Una dictadura impuesta por un golpe militar a la antigua usanza y desechando las más sutiles herramientas del “golpe blando”.


Aquí el protagonismo no recayó sobre jueces y legisladores corruptos sino sobre los policías y militares que desde décadas son adiestrados y equipados por Estados Unidos. Fueron ellos los verdugos del golpe de Estado que destruyó no solo un gobierno sino la democracia laboriosamente conquistada en Bolivia. Es obvio que este operativo venía gestándose desde hacía mucho tiempo, como lo demuestra la frustrada tentativa de golpe y secesión del 2008.


Este proyecto nunca fue archivado y se actualizó en el último año en vísperas de la elección presidencial, con la inestimable colaboración de los medios –abrumadoramente en manos de la oposición- que actuaron como punta de lanza del golpismo, creando el “clima de opinión” que justificaría el asalto al Palacio Quemado por parte de las hordas fascistas. Pero a diferencia del 2008 esta vez nada quedó librado al azar: Estados Unidos jugó fuerte y a comienzos de septiembre envió nada menos que a Ivanka Trump a la norteña provincia argentina de Jujuy en un avión cargado de armas, pertrechos para producir disturbios y dinero -mucho dinero- para contratar a los hampones que bajo el mando de Luis F. “Macho” Camacho asolaron las principales ciudades y crearon el caos social requerido para justificar el golpe y su irrupción en el Palacio Quemado portando una Biblia, exorcizar a la Pachamama y ultrajar a la wiphala.


La “donación” de la Casa Blanca fue enviada a Santa Cruz de la Sierra, centro de operaciones de los supremacistas blancos, racistas hasta la médula, y de los agentes estadounidenses operando en Bolivia.


Pero lo de Bolivia va más allá de ser una revancha de la minoría blanca y los mestizos colonizados en contra de los indígenas soliviantados por Evo. No se puede ignorar que ese país es una presa muy codiciada por el imperio por varias razones, pero muy principalmente por ser quien alberga en sus entrañas el más importante depósito de litio del mundo. Y este recurso ha adquirido una importancia excepcional debido a su creciente utilización por las nuevas tecnologías militares, cosa que es plenamente reconocida en informes de diversas agencias del gobierno de Estados Unidos. Téngase en cuenta que si el precio del litio en el 2012 era de 4 220 dólares por tonelada (habiendo llegado a 16 500 en el 2018) el banco HSBC estima que para fines de esta década oscilará en torno a los 10 o 12 000 dólares.


Así como todas, repito: todas, las intervenciones de Estados Unidos en Oriente Medio tuvieron como propósito excluyente el pillaje de las inmensas reservas petroleras de los países del área, su activo involucramiento en el golpe en Bolivia tiene un solo nombre: litio. Y un recurso que ya es estratégico para la industria militar estadounidense obliga a abandonar todo escrúpulo legal o ético, como ya ocurriera en Irak, en Libia, en Siria. Y, por consiguiente masacrar a un pueblo indefenso, incendiar los hogares de los colaboradores de Evo, extorsionarlos raptando a sus familiares, secuestrar y desaparecer opositores, perseguirlos cual si fueran animales feroces y liquidar toda fuente de información independiente está en el repertorio de políticas que el imperio y sus lacayos: Áñez, Murillo, Camacho, Mesa aplican y continuarán haciéndolo en el futuro previsible salvo que una enorme insurrección popular ponga fin a tal nefasto régimen.


Entre esas políticas figura la pertinaz persecución de altos funcionarios del gobierno de Evo asilados en la embajada de México en La Paz y a quienes se les niega la emisión de un salvoconducto para que puedan abandonar el país sin mengua de su integridad física. Se trata del ministro de Gobierno Juan Ramón Quintana; el intelectual y exministro Hugo Moldiz; la ministra de Culturas Wilma Alanoca; el gobernador de Oruro Víctor Hugo Vázquez; el director de gobierno electrónico Nicolás Laguna; el ministro de Defensa Javier Zavaleta; el de Justicia Héctor Arce, el de Minería Félix César Navarro, y el viceministro de Desarrollo rural y agropecuario Pedro Damián Dorado.


La brutal dictadura instaurada por la Casa Blanca y sus torvos compinches autóctonos actúa como las mafias: capturando rehenes para poder así cometer sus fechorías sin impedimento alguno. Es crucial que la presión internacional obligue a la satrapía instalada en La Paz a poner fin a esa práctica.


Se impone la necesidad de que los organismos de derechos humanos de todo el mundo, privados tanto como oficiales e incluyendo también a los del sistema de Naciones Unidas, presionen a los golpistas para que cesen las persecuciones políticas y otorguen los salvoconductos a quienes los requieran. Y también que hagan saber a Áñez y su pandilla que sus crímenes no quedarán impunes, y que más pronto que tarde deberán dar cuenta de ellos ante algún tribunal. Y su condena, estamos seguros, será ejemplar.


Tomado de REBELIÓN/23 de diciembre del 2019


Mario Vargas Llosa y el genio del impostor

Cristóbal León Campos*


I


Suele decirse en el habla popular que “a los arrepentidos quiere Dios”, Mario Vargas Llosa, escritor peruano convertido en español, aprendió muy bien esta frase y la ha hecho parte de su ideario político desde hace ya varias décadas. Arrepentido converso Vargas Llosa dejó atrás su militancia en el Partido Comunista Peruano y se afilió con exorbitante feligresía al liberalismo en sus expresiones más conservadoras, siendo a la fecha, un feroz vocero que celebra las atrocidades que el capitalismo despliega alrededor del mundo, como ejemplo reciente, declaró sin el más mínimo sentimiento de pudor durante una entrevista: “Veo con absoluta perplejidad lo que ocurre en Chile, reconozco mi perplejidad total”, haciendo gala de su común cinismo a la hora de hablar de las justas luchas de los pueblos latinoamericanos.


El escritor oculta con su comentario las razones estructurales de las grandes movilizaciones que desde hace más de cincuenta días sacuden la nación chilena. En la misma entrevista, dijo que Chile es “un ejemplo maravilloso para América Latina”, sí, así literal, expresión sustentada, según Vargas Llosa, en la continuidad del modelo neoliberal implantado nada menos y nada más que durante la dictadura sanguinaria de Augusto Pinochet, tal como se lee, el gran defensor de la democracia liberal no oculta su afiliación a las herencias dictatoriales que aún sobreviven en América Latina y que él conoce muy bien, pues su natal Perú, también ha padecido el dolor de la imposición militar y el sometimiento de las voluntades populares. Pero como si esto fuera poco para caracterizar al personaje, puntualizó en la misma ocasión con una falsa interrogante: “¿Cómo es posible que en una sociedad que está experimentando estos beneficios estalle de pronto con la violencia, con la virulencia con la que ha estallado en Chile? No tengo explicación, a no ser que al mismo tiempo que ese progreso era una realidad en términos estrictamente matemáticos no se haya creado esa igualdad de oportunidades”.


La supuesta sorpresa de Vargas Llosa, no es otra cosa que la actuación cual personaje de novelo, ¿acaso no sabía de los miles de chilenos despojados de todo por la dictadura que defiende y por la profundización del modelo neoliberal? ¿Será que su aguda mirada únicamente puede detectar carencias en países con procesos revolucionarios como Cuba y Venezuela imposibilitándole ver que en toda Latinoamérica gobernada por bajo el régimen capitalista se vive a diario opresión, hambre e injusticia? ¿No sabe Vargas Llosa que los gobiernos neoliberales han maquillado y mediatizado los reales resultados de sus gestiones ocultado los niveles crecientes de pobreza, violencia, desempleo e impunidad? ¿Será que no aprendió nada de matemáticas y por ello le falta un poco de astucia para notar lo que todos sabemos ante las cifras presentadas por el poder burgués? ¿En verdad no sabe Vargas Llosa que la violencia a la que hace referencia es ejercida por el gobierno de Sebastián Piñera con total brutalidad y avalada por la OEA y el imperialismo estadounidense? No hay duda, la mirada ciega de Vargas Llosa solo le permite aplaudir al neoliberalismo y le impide reconocer la necesidad de la lucha social para mejorar la condición de vida de millones de seres humanos, en Chile como en todo el mundo, su adhesión incondicional al liberalismo ultraconservador lo compromete a tener que dejar a un lado los crímenes de lesa humanidad cometidos por la represión y mirar hacia cualquier otra parte a la hora de denunciar y apoyar las causas populares.


Entonces ¿quién es el Dios al que Vargas Llosa le reza?, pues claramente, sus plegarias van dirigidas a sustentar al capitalismo y preservar la dictadura del capital sobre la vida humana.


II


En acto seguido o más bien continuo, Vargas Llosa ha dicho: “Temo que el populismo de AMLO conduzca otra vez a México a la dictadura perfecta”, haciendo referencia a las acusaciones conservadoras que sobre el presidente mexicano pesan, en el sentido de una acumulación de poder al viejo estilo del presidencialismo priista.


La realidad es otra, si bien el proceso reformista abierto por Andrés Manuel López Obrador y su llamada “Cuarta Transformación”, encuentran en sí mismos un sinfín de contradicciones, la afirmación del escritor no es otra cosa que el viejo juego del genio que anda por los lares del mundo denostando las manifestaciones populares de apoyo a gobiernos y procesos de cambio, su carácter ultraconservador le imposibilita reflexionar con calma, las acusaciones que dicen que en México podríamos estar caminando hacia una dictadura vienen, ni más ni menos, de los sectores más reaccionarios del país, grupos empresariales, mafias de poder económico y partidos políticos de corte ultraconservador como el Partido de Acción Nacional son quienes difunden esas ideas, y desde luego, esbirros de la palabra como Vargas Llosa la hacen suya, sumándose al eco derechista que asola las esperanzas de los pueblos latinoamericanos.


El escritor dijo que: “El país estaba en un proceso de modernización muy acelerado, con una política económica bastante buena, dicho sea de paso, a pesar de la corrupción. Y yo creo que con López Obrador ha habido un retroceso hacia el populismo, precisamente, que podría traer muy malas consecuencias para México”. De nuevo la idea de modernidad y progreso presente en discurso liberal-conservador, algo de lo que tampoco escapa AMLO, pero que en la voz de Vargas Llosa se presenta como añoranza del pasado y no como proyección de futuro, la forma en que refiere el “proceso de modernización” hace imaginarlo como la panacea del bienestar, idea falsa como lo ha demostrado la historia. ¿Acaso tampoco se enteró de que en México a raíz de la implementación del modelo neoliberal se incrementó la pobreza, los niveles de violencia se dispararon y la inconformidad social creció exponencialmente? A eso que llama “política económica bastante buena” es la misma cosa que arrojó a la desesperación a millones de mexicanos que encontraron cause a su inconformidad votando por el cambio ofrecido por AMLO, y aquí más allá de las contradicciones naturales del reformismo, lo que está en juego es la conjura conservadora por denostar cualquier avance o cambio que pudiera generar una mejor condición de vida a sectores importantes de la población, es decir, a Varga Llosa no le importa el pueblo mexicano, únicamente se mantiene fiel al discurso liberal cuya matriz se acomoda según la necesidad del mercado que tanto defiende.


Vargas Llosa declaró que AMLO es “la resurrección del PRI”, refiriéndose a las formas ya mencionadas de ejercer el poder, queriendo reciclar su famosa frase de “la dictadura perfecta”, que ahora pone en cuestionamiento para volverla a usar diciendo que: “Felizmente no era tan perfecta era bastante imperfecta, felizmente para los mexicanos y me temo muchísimo, muchísimo que el populismo que parece realmente la ideología del presidente de México nos conduzca otra vez a la dictadura perfecta o imperfecta pero dictadura al fin y al cabo”, ¿y cuando dejo de ser perfecta?, otra vez, ni más ni menos, cuando se dio el triunfo del PAN en el 2000, fecha en que los “analistas” hablaron del inicio del tránsito democrático en México, y entonces ¿cuándo ha regresado la intención de poner la idea en vigencia?, pues justamente cuando los sectores ultraconservadores como los que encabeza el PAN acusan al gobierno de conducirnos a una dictadura mientras preparan si les fuese posible, un golpe de Estado al estilo boliviano.


Ahora bien, es cierto que los sectores políticos y económicos con que la Cuarta Transformación sostiene alianzas e incluso militancia, son herencia de los regímenes anteriores, pero esta contradicción-continuidad no es reflejo de lo postulado por Vargas Llosa, en realidad es la siempre presente contradicción de querer reformar un sistema inhumano como lo es el capitalismo a través de la política de conciliación de clases y manteniendo sus estructuras profundas intactas. Lo que en México acontece es la reformulación del proyecto capitalista, pero ni eso hace feliz al señor Vargas Llosa.


III


La cereza del pastel la puso Vargas Llosa al referir a lo acontecido en Bolivia, negando el golpe de Estado y aplaudiendo lo que llama “la repulsa” del pueblo boliviano queriendo dar a entender que Evo Morales dejó el poder por voluntad popular y no por la traición militar y política que junto a la conjura imperialista mantiene a Bolivia en un estado indefenso, con el pueblo luchando en las calles contra la imposición y los militares reprimiendo a mal salva sin ningún límite.


El escritor hace suyas las acusaciones de la OEA, del imperialismo estadounidense y de las oligarquías latinoamericanas de que en Bolivia hubo un fraude que desencadenó la salida de Evo Morales, pero resulta más que obvio, que Vargas Llosa no leyó ni siquiera el propio informe de la OEA antes de hablar, y en realidad parecería que ni la OEA lo leyó, pues en el, al fin difundido, informe no se sustenta ningún fraude, no hay pruebas, cosa que ya habían demostrado diferentes organismos internacionales a través de investigaciones serias y profundas. La burda acusación se vino abajo en el mismo instante en que se lanzó, la ceguera de Vargas Llosa no le permite ver lo que a todas luces es un golpe de Estado y lo que llama proceso democrático no es otra cosa que las hordas neofascistas liberadas para usurpar el poder en Bolivia bajo las órdenes del imperialismo estadounidense que pretende recuperar su hegemonía perdida en la región y extraer la riqueza natural y mineral. ¿Será que Vargas Llosa no alcanza a ver los asesinatos, el racismo, las claras violaciones a toda la Constitución boliviana y la instauración de un gobierno de facto-golpista? Claro que sabemos que lo ve y lo celebra, su adhesión al conservadurismo le permite esto y muchos otros silencios que a lo largo de su vida ha guardado para alcanzar los premios literarios y posiciones de poder en el mundo cultural, su adoración por la corona española le ha valido reconocimientos y evidencia su apego al neocolonialismo en América Latina.


Cómodo desde Miami (hábitat de la mafia cubana), Vargas Llosa llamó “dictadorzuelo” a Evo Morales, expresión que ha usado para denominar a los gobiernos de Cuba, Venezuela y Nicaragua, y como se ha dicho ahora va buscando usar para el caso de México, justamente, tres de los gobiernos latinoamericanos opuestos al imperialismo estadounidense, ¿será casual que la opinión de Vargas Llosa sea la misma que la emitida desde Washington? Nada es casual y mucho menos si hablamos del oportunismo y el sometimiento de Vargas Llosa y muchos otros intelectuales que arrepentidos han claudicado en su apoyo a las causas populares para terminar siendo voceros de los intereses burgueses-capitalistas y aferrados defensores, del neoliberalismo, el imperialismo y las formas neocoloniales que por siglos han dañado a los pueblos de Nuestra América.


IV


Mario Vargas Llosa es sin duda un genial impostor, es un genio de la palabra usada para la ofensa de los pueblos, su defensa de la democracia colisiona cuando se enfrenta al verdadero deseo popular como el que se manifiesta en Chile, Ecuador, Haití, Honduras, y cuando tiene enfrente la defensa soberana ante la injerencia imperialista como sucede en Bolivia, Venezuela, Nicaragua y Cuba. El politólogo argentino, Atilio A. Borón, ha escrito un libro indispensable para comprender la perversidad del discurso liberal-conservador de Vargas Llosa, la obra de Borón, El hechicero de la tribu (Akal, 2019), es un ejercicio intelectual de gran valía que desmenuza idea por idea el pensamiento del escritor peruano-español, un análisis vigente en estos tiempos de cinismo oportunista en boca de los voceros del imperialismo y el neoliberalismo.


Los ataques y silencios en el discurso de Vargas Llosa son por sí mismos la respuesta del lugar que ocupa y defiende, su arrepentimiento por su antigua militancia socialista, su miedo por desconocimiento del marxismo, su apostolado liberal fanático, lo pone claramente del lado de los intereses capitalistas, y eso, le neutraliza el juego de objetividad y crítica con que quiere presentarse, su papel en la batalla de ideas es defender la opresión y el libre mercado, hace mucho, que decidió vender su pluma al mejor postor y le fue comprada sin mayor esfuerzo por los sectores ultraconservadores de Europa y Latinoamérica, eligió la fama en lugar de la dignidad (un mal común entre los escritores), ahora, tiene su lugar seguro en el parnaso de los galardonados pero alejado de las necesidades reales de los pueblos latinoamericanos y del mundo.


El discurso de Mario Vargas Llosa se diluye como las páginas de sus novelas, el aire se lleva lo superfluo del mensaje al basurero moral en que habita, sobreviviendo; su cínica postura de genio impostor.


  • Escritor e historiador, editor de Disyuntivas, cuaderno de pensamiento y cultura


Tomado de REBELIÓN/10 de diciembre del 2019


La faz injusta de Brasil

Frei Betto*


Desde la dictadura militar (1964-1985) nunca hubo tantos retrocesos en el terreno de los derechos humanos en Brasil como ahora, con Bolsonaro. Nos gobiernan autoridades que insisten en la impunidad de las fuerzas represivas, lo que representa una luz verde para la eliminación sumaria de sospechosos o incluso de ciudadanos no sospechosos, como los nueve jóvenes asesinados por la Policía Militar de Sao Paulo en la favela de Paraisópolis durante la madrugada del 1ro de diciembre. Solo en Río, en este año 2019, seis niños murieron por “balas perdidas”.


Empresas mineras, madereras y agropecuarias invaden tierras protegidas. Se asesina a indígenas, entre ellos al líder Paulo Paulino Guajajara, en Maranhão, el 1ro de noviembre, por defender la reserva de su pueblo de las actividades de madereras ilegales. Los casos de feminicidio se multiplican; en el país, cada cuatro minutos una mujer es violada.


El presidente de la Fundación Palmares, Sérgio Camargo, cuyo nombramiento está siendo impugnado por la Justicia, escupe en la memoria de Zumbi, el héroe quilombola, al declarar que en Brasil no existe racismo, y que “la esclavitud fue beneficiosa para sus descendientes”… En Paraná, el periodista Aluízio Palmar es procesado por denunciar que, en el cuartel del Primer Batallón de Frontera, en Foz de Iguazú, se tortura. El país tiene más de 12 millones de desempleados, y el gobierno ha reducido dos veces el salario mínimo que entrará en vigor en el 2020.


A la orilla de haciendas y carreteras brasileñas se encuentran acampadas 80 000 familias. El expresidente Lula es condenado sin pruebas. Los medios que critican al gobierno son saboteados mediante la cancelación de anuncios oficiales, y las empresas privadas que anuncian sus productos en ellos sufren amenazas. Se incentiva a los alumnos a delatar a los profesores que no corean la cartilla del Planalto. El gobierno, que nunca ha condenado a los paramilitares que, irrespetando las leyes le disputan territorios al narcotráfico, estimula el mercado de armas y municiones.


Además de violar los derechos humanos, se violan también los derechos de la naturaleza. Se incendia criminalmente la selva amazónica para abrirle paso al ganado y la soya, mientras Bolsonaro declara que las quemas son “un problema cultural”. La Justicia procede con lentitud y lenidad en el castigo a los responsables por las tragedias causadas por las roturas de las presas de Mariana (MG), en 2015, y Bramadinho (MG), en el 2019, que segaron 382 vidas. El petróleo derramado en el litoral brasileño no se limpia con la urgencia y el rigor que la situación exige.


Según Marcelo Neri, de la Fundación Getulio Vargas, en 10 años Brasil hizo salir de la pobreza a 30 millones de personas. Pero entre el 2015 y el 2017, 6,3 millones volvieron a caer en la miseria. En los últimos tres años, la pobreza aumentó un 33%. Según el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE), 58,4 millones de personas viven hoy por debajo de la línea de la pobreza, con ingresos mensuales inferiores a 406 reales. La lista de los excluidos no hace sino aumentar: entre el 2016 y el 2017 creció de 25,7% a 26,5%, lo que significa la exclusión de casi dos millones de personas. Según esos datos, 55 millones de brasileños, un 40% de los cuales viven en el Nordeste, sufren privaciones. El ingreso promedio de los ricos creció un 3%, y el de los pobres disminuyó un 20%. Han regresado enfermedades ya erradicadas, y la mortalidad infantil avanza entre las familias más pobres.


Somos una nación rica, muy rica. Pero sumamente injusta. El PIB brasileño es de 6,3 billones de reales, lo que basta para garantizarle 30 mil reales per cápita al año a cada uno de sus 210 millones de habitantes. O 10 000 reales al mes a cada familia de cuatro personas.


Los derechos humanos no son “cosa de delincuentes”, como alardean quienes jamás piensan en los derechos de los pobres. Son uno de los marcos jurídicos y morales más elevados de nuestro avance civilizatorio. Aunque sean violados sistemáticamente por quien se proclama demócrata y cristiano, son inapelables. Le resta ahora a la ONU convocar a los países a elaborar y firmar la Declaración Universal de los Derechos de la Naturaleza, nuestra “casa común”, en palabras del papa Francisco.


  • Autor, entre otros libros, de Minha avó e seus mistérios (Rocco)


La deuda pública argentina es impagable y condiciona la política

Julio C. Gambina


En tiempo récord y a menos de dos semanas de asumido el nuevo gobierno de la Argentina, se acordó una mega ley que legisla la política económica en el corto y mediano plazo, con el horizonte del 2020, aun cuando todavía no hay Presupuesto para el próximo año. Este se formulará si es que en el corto plazo se renegocian los vencimientos con los acreedores de la deuda pública, con la hipótesis de postergar vencimientos por lo menos en el 2020/21. El texto aprobado incluye orientaciones que tienen como trasfondo la negociación con los acreedores de la deuda pública, sea el FMI o los privados.


Al mismo tiempo se dispuso desde el poder ejecutivo el canje de deuda con vencimientos en estos días, antes de fin del 2019, en pesos por 25 mil millones y por 9 mil millones de dólares. Son operaciones que se realizan en el mismo sentido del re-perfilamiento de la deuda impulsado por el anterior gobierno. En la medida de lo posible, se pretende diferir los pagos de manera negociada, sin necesidad de evidenciar la cesación de pagos, aun cuando la deuda no es sostenible, algo que sostiene reiteradamente el ministro de Economía, Martín Guzmán.


Los recursos públicos no alcanzan para comprar divisas y cancelar la deuda al vencimiento. Así, no hay más remedio que renovar los vencimientos con nueva deuda, algo que se dificulta por el elevado costo argentino derivado del “riesgo país”. Por eso las señales relativas a una política económica para el 2020 orientada al logro del superávit fiscal suena muy bien para los acreedores externos, interesados en cobrar ahora o más adelante, lo que exige “sostenibilidad” de la deuda.


Si el país ofrece una política económica de mejora de los ingresos fiscales y expectativas por baja del gasto, los “mercados” (especulativos) y por ende los tenedores de la deuda deducen que habrá condiciones objetivas para atender los pagos de la deuda, por lo que baja el “riesgo país” y suben bonos y acciones.


Con superávit fiscal, el Estado puede comprar divisas para cancelar deuda, premisas para volver al mercado de crédito con tasas menos elevadas que las actuales.


Los acreedores esperan expectantes ese escenario antes de demandar al país por compensaciones que involucren al patrimonio de los recursos naturales o bienes comunes, algo poco mentado, pero sobre lo que conviene tener presente. En épocas anteriores se aludió a la “capitalización” de la deuda, sustento de lo que luego fueron las privatizaciones del capital público en los noventa del siglo pasado.


El superávit fiscal proviene de disposiciones en la mega ley de reciente aprobación relativas al aumento de la recaudación vía retenciones a las exportaciones, aun cuando algunas bajen; por incremento de las alícuotas del impuesto sobre “bienes personales”, especialmente por capital invertido en el extranjero; o por imposición a las compras en el exterior, mal llamado dólar turista.


La mega ley incluye un supuesto relativo a la reducción del gasto previsional, trascendente en el conjunto de las erogaciones públicas.


El supuesto deviene del congelamiento de las jubilaciones, excepto la mínima que recibirá un bono de 5 000 pesos en diciembre y enero, elevando el mínimo previsional a una cifra de 19 068 pesos mensuales.


Todo ingreso superior a la mínima no recibirá las actualizaciones según la fórmula aprobada en diciembre del 2017 con base en la inflación pretérita. La medida está planteada hasta junio del 2020, con actualizaciones por decreto en marzo y junio próximos, mientras se organiza una fórmula de actualización de los ingresos previsionales.


¿Reactivación económica?


Son muchas las incógnitas relativas al impacto económico de las medidas adoptadas, pensadas para no tener que acudir a la emisión monetaria, un supuesto previo que se asignaba a la política del nuevo gobierno en la Argentina.


La lógica parece sugerir que la apuesta del rumbo de la política del Estado se sostiene con la estabilidad macroeconómica.


Poco se deduce de lo aprobado en la mega ley con relación al crecimiento económico, salvo la lógica derivada de las medidas de alivio fiscal a sectores de la pequeña y mediana empresa, y a la potencial negociación con los acreedores, lo que posibilitará liberar recursos públicos para inducir políticas activas que superen la recesión de estos últimos dos años, o el estancamiento de mayor duración.


Recordemos que el vencimiento de deuda en dólares para el próximo año ronda los 35 mil millones de dólares, que si se postergan supone destinos alternativos de esos fondos o parte de ellos, los que se consigan, para pensar y actuar una política económica de superación del estancamiento actual.


Una cifra similar está asociada a los vencimientos en moneda nacional, los que siempre pueden resolverse con “emisión”, aun cuando se sustenta la negativa. También, la mega ley autoriza a un mayor endeudamiento del Estado con entes de gestión estatal, especialmente el Fondo que administra la ANSES, que ahora podrá suscribir títulos de la deuda pública hasta un 70%.


La gran incógnita es la reactivación económica, lo que supone incrementar la inversión.


¿Es previsible que crezca la inversión privada, incluso, que sectores del capital privado?


Los sectores hegemónicos continúan presionando para una reforma regresiva del régimen laboral, incluso y más allá de la legislación general, se pretende ir en contra de los convenios colectivos de trabajo. La flexibilización laboral y salarial estará a la orden del día.


Es previsible que el Estado empuje acuerdos financieros con organismos internacionales para inducir reformas en ese plano, algo que se sugiere de la especialización desarrollada en los últimos años en el BID por Gustavo Beliz, secretario de Asuntos Estratégicos de la Presidencia.


Resulta de interés la apuesta a la pequeña y mediana empresa, pero está claro que la reactivación del capitalismo local demanda de importantes ingresos de inversiones externas, algo que no se logró en el periodo anterior bajo el gobierno de Macri.


Las condiciones de la economía mundial no son favorables para el ingreso de capitales de riesgo del exterior, salvo para sectores emblemáticos del modelo productivo local, caso del agro negocio, la mega minería y los hidrocarburos no convencionales. Más allá de lo concreto en este plano, lo principal provendrá de la capacidad de inversión pública, en un país que hace rato se abandonó un horizonte productivo del sector estatal.


Una cuestión central que aparece como prioridad del accionar público es el combate a la pobreza y al hambre, al mismo tiempo que sectores organizados de la economía popular (movimientos sociales, cooperativas, empresas recuperadas, emprendimientos diversos, etc.) demandan políticas especiales para organizar en condiciones de regularidad un trabajo que hoy suponen ingresos de subsistencia.


Resolver la articulación productiva de la economía campesina, comunitaria, de la agricultura familiar, las empresas recuperadas y la circulación de bienes y servicios más allá de la lógica dominante del “supermercadismo” (destino de las tarjetas de alimentos que ahora provee la política estatal) es una posibilidad a considerar.


No solo resolver la diaria es lo que importa


La expectativa por cambios económicos definió el sentido principal del voto del 27 de octubre pasado, lo que supone ir contra el flagelo de la inflación, mecanismo de transferencia de ingresos de los muchos que no pueden fijar precios hacia los muy pocos que sí los fijan.


Discutir estas cuestiones supera el corto plazo, aun cuando deben iniciarse de inmediato.


Los fundamentos de la mega ley aprobada en estos días parte del supuesto de “tranquilizar” la economía, según sostiene Martín Guzmán, algo que podemos leer como atemperar las tendencias inflacionarias, que en sí mismo pueden mejorar las condiciones económicas de la cotidianeidad afectadas por el incremento de los precios y resolver la diaria de los empobrecidos.


Se sostiene que la tendencia a la baja de la inflación es la precondición para frenar la caída de la producción local y con ello promover el crecimiento económico, base para pensar en la distribución del ingreso y quizá de la riqueza. Un problema en este sentido que ello supone modificar la ecuación de beneficiarios y perjudicados.


Entre los primeros, el sector más concentrado de la economía, los privilegiados del modelo productivo asentado en el agro negocio y las exacerbadas formas del extractivismo que depreda la naturaleza, en el sentido que se avanza en estas horas con la apropiación del agua en Mendoza, a contramano del reclamo social en defensa del derecho al agua y en contra de la mercantilización de la misma. Entre los perjudicados, la mayoría de la sociedad, con expectativas por resolver la cotidianeidad e ir más allá, lo que nos convoca a pensar en términos de emancipación social.


Queda claro el condicionante de la deuda pública y la negociación encarada por el Gobierno, pero más allá de ello, la demanda es por un debate sobre el modelo productivo en su conjunto y las formas de distribuir el ingreso y la riqueza entre toda la población.


Son parte de los debates que aún no son patrimonio del conjunto social, menos aun de interés de los principales medios de comunicación y del poder económico.


Tomado de REBELIÓN/23 de diciembre del 2019

La idiotización de la sociedad: estrategia de dominación

Fernando Navarro*


Para idiotizarnos el poder se vale del entretenimiento vacío, con el objetivo de abotagar nuestra sensibilidad social, y acostumbrarnos a ver la vulgaridad y la estupidez como las cosas más normales del mundo, incapacitándonos para poder alcanzar una conciencia crítica de la realidad.


En el entretenimiento vacío, el comportamiento zafio e irrespetuoso se considera valor positivo, como vemos constantemente en la televisión, en los programas basura llamados “del corazón”, y en las tertulias espectáculo en las que el griterío y la falta de respeto es la norma, siendo el fútbol espectáculo la forma más completa y eficaz que tiene el sistema establecido para aborregar a la sociedad.


En esta subcultura del entretenimiento vacío, lo que se promueve es un sistema basado en los valores del individualismo posesivo, en el que la solidaridad y el apoyo mutuo se consideran como algo ingenuo. En el entretenimiento vacío todo está pensado para que el individuo soporte estoicamente el sistema establecido sin rechistar.


La historia no existe, el futuro no existe; solo el presente y la satisfacción inmediata que procura el entretenimiento vacío. Por eso no es extraño que proliferen los libros de autoayuda, auténtica bazofia psicológica, o misticismo a lo Coelho, o infinitas variantes del clásico “cómo hacerse millonario sin esfuerzo”.


En última instancia, de lo que se trata en el entretenimiento vacío es de convencernos de que nada puede hacerse: de que el mundo es tal como es y es imposible cambiarlo, y que el capitalismo y el poder opresor del Estado son tan naturales y necesarios como la propia fuerza de gravedad. Por eso es corriente escuchar: “es algo muy triste, es cierto, pero siempre ha habido pobres oprimidos y ricos opresores y siempre los habrá. No hay nada que pueda hacerse”.


El entretenimiento vacío ha conseguido la proeza extraordinaria de hacer que los valores del capitalismo sean también los valores de los que se ven esclavizados por él. Esto no es algo reciente, La Boétie, en aquel lejano siglo XVI, lo vio claramente, expresando su estupor en su pequeño tratado Sobre la servidumbre voluntaria, en el que constata que la mayor parte de los tiranos perdura únicamente debido a la aquiescencia de los propios tiranizados.


El sistema establecido es muy sutil, con sus estupideces forja nuestras estructuras mentales, Y para ello se vale del púlpito que todos tenemos en nuestras casas: la televisión. En ella no hay nada que sea inocente, en cada programa, en cada película, en cada noticia, siempre rezuma los valores del sistema establecido, y sin darnos cuenta, creyendo que la verdadera vida es así, nos introducen sus valores en nuestras mentes.


El entretenimiento vacío existe para ocultar la evidente relación entre el sistema económico capitalista y las catástrofes que asolan el mundo. Por esto es necesario que exista el espectáculo vacuo: para que mientras el individuo se autodegrada revolcándose en la basura que le suministra el poder por la televisión, no vea lo obvio, no proteste y continúe permitiendo que los ricos y poderosos aumenten su poder y riqueza, mientras las oprimidos del mundo siguen padeciendo y muriendo en medio de existencias miserables.


Si seguimos permitiendo que el entretenimiento vacío continúe modelando nuestras conciencias, y por lo tanto el mundo a su antojo, terminará destruyéndonos. Porque su objetivo no es otro que el de crear una sociedad de hombres y mujeres que abandonen los ideales y aspiraciones que les hacen rebeldes, para conformarse con la satisfacción de unas necesidades inducidas por los intereses de las élites dominantes.


Así los seres humanos quedan despojados de toda personalidad, convertidos en animales vegetativos, siendo desactivada por completo la vieja idea de luchar contra la opresión, atomizados en un enjambre de egoístas desenfrenados, quedando las personas solas y desvinculadas entre ellas más que nunca, absortas en la exaltación de sí mismas.


Así, de esta manera, a los individuos ya no les queda más energía, para cambiar las estructuras opresoras (que además no son percibidas como tales), ya no les queda fuerza ni cohesión social para luchar por un mundo nuevo.


No obstante, si queremos revertir tal situación de enajenamiento a que estamos sometidos, solo queda como siempre la lucha, solo nos queda contraponer otros valores diametralmente opuestos a los del espectáculo vacuo, para que surja una nueva sociedad. Una sociedad en que la vida dominada por el absurdo del entretenimiento vacío sea tan solo un recuerdo de los tiempos estúpidos en que los seres humanos permitieron que sus vidas fueran manipuladas de manera tan obscena.


  • Periodista e historiador


Tomado de INSURGENTE/22 de diciembre del 2019


Estados Unidos: la reelección es posible

Álvaro Fernández


MIAMI. Hillary Clinton recibió casi tres millones de votos más que Donald Trump durante las elecciones presidenciales del 2016, ¡y perdió! Es un hecho vendido en todo el mundo como democracia estadounidense.


¿La razón de la derrota? Un extraño sistema inventado por los venerados padres fundadores de la república que lo vieron como una forma de contrarrestar el poder de los estados más grandes. En realidad, era un sistema que daba poder a los senadores estadounidenses, que en ese momento no eran elegidos, sino seleccionados, y que generalmente provenían de lo que en los términos de hoy se llamaría el uno por ciento.


Ahora, a menos de un año de las elecciones del 2020, parece que los demócratas siguen jugando a las damas mientras la campaña de Trump juega al ajedrez. Incluso las últimas encuestas nacionales nos dicen que Trump está empatado con Biden, Sanders y Warren, a pesar de sus bajos índices de aprobación. Pero –¿quién lo iba a decir? –, sus cifras pueden haber mejorado después de las audiencias para el impeachment. Vaya usted a saber…


Mientras tanto, los demócratas se están atropellando unos a otros a fin de ganar el caucus de Iowa y las primarias de Nueva Hampshire. Cada uno se presenta como el indicado para vencer a Trump. Y a medida que el tiempo pasa rápidamente, la economía de Trump sigue en ebullición (de acuerdo con los estándares de algunas personas), y el presidente sabe exactamente qué problemas sacar a la luz cuando visita los estados que sabe que debe ganar para ser reelegido.


A Trump no le importa mucho el país. Su único interés es él mismo. Y eso funciona perfectamente en un sistema donde menos de un tercio de los estados puede significar la victoria en una elección presidencial.


15 estados que deciden


Sabemos cómo resultarán las cosas en los grandes estados, como los azules California y Nueva York. Luego está Texas, tradicionalmente rojo, pero tambaleante a medida que cambia su población. Estos estados están casi decididos. Por supuesto, están los estados del sur, y algunos en la zona central, que ya se cuentan como rojos.


Pero son los estados pendulares, áreas del país que cambian de demócrata a republicano y otra vez pasan a ser demócrata –en dependencia del candidato y las circunstancias– los que serán los más importantes en el 2020. Algunos expertos los han reducido de 15 a 6. En otras palabras, 6 de los 50 estados decidirán quién será el próximo presidente de los Estados Unidos.


Son Michigan, Pennsylvania, Wisconsin, La Florida, Arizona y Carolina del Norte. En el 2016, Trump ganó los seis.


En Michigan, donde Hillary Clinton dio por sentada su victoria y perdió, Trump ganó por 11 612 votos. Es un estado donde votaron casi 4,8 millones de personas y el margen fue menos de la mitad del uno por ciento. En Wisconsin, otro estado que Hillary esperaba ganar (solo porque sí), ella perdió por 27 257 votos. Allí, el margen fue ligeramente mayor, pero aún así solo del uno por ciento.


Hay otros ejemplos. Menciono estos dos porque cuestiono el gasto y el tiempo que pasaron los demócratas en Iowa, por ejemplo, un estado en el que Trump probablemente gane en el 2020. Comprendo que es el inicial de las primarias y de los caucus, un lugar para destacarse y diferenciarse del resto.


Pero mientras los demócratas gastan millones para convencer a los miembros de su propio partido de que cada uno de ellos es el que derrotaría a Trump, el presidente visita estados como Michigan y Wisconsin y les dice lo que quieren escuchar –incluso si les miente, lo que es fácil para Trump– mientras también aviva el fuego del nacionalismo, del odio y el racismo por medio de tuits y discursos para aumentar las cifras que lo eligieron por poco margen en el 2016.


Creo que el problema es que casi la mitad de los electores de Estados Unidos con derecho al voto no participan –incluso en las elecciones presidenciales. Las encuestas demuestran que si esa mitad ausente votara, Trump sería un presidente de un solo mandato. Y, sin embargo, se quedan en casa el día de las elecciones.


La gente de Trump se da cuenta de que en el 2016 ganaron a pesar de perder el voto popular. Es un sistema probado que funciona mejor cuando menos personas participan. El bajo índice de votación da a Trump una mayor probabilidad de victoria.


Considérese que Donald Trump es el único presidente que nunca alcanzó o superó el índice de aprobación del 50% durante un período de cuatro años en la Casa Blanca. A pesar de este hecho, debe ser el favorito para ganar nuevamente en el 2020, porque no vota un número suficiente de personas. Y entre 6 y 15 estados decidirán una elección… Es más, otra vez Trump puede perder el voto popular ¡y ganar!


Lo que nos dice varias cosas: en primer lugar, esta llamada democracia es una democracia solo de nombre. En segundo lugar, si los demócratas continúan desperdiciando su tiempo en una especie de concurso de belleza en estados como Iowa y Nueva Hampshire, Trump, que ya está trabajando sobre la base de que 15 estados son los que deciden, acabará con los demócratas en el 2020 y nos amenazan otros cuatro años de la amenaza naranja.


Y si creen que ahora es terrible… ya verán cuando tengamos cuatro años más de Trump.


Tomado de PROGRESO SEMANAL/19 de diciembre del 2019