Portal:Panorama Mundial/RESUMEN SEMANAL/2022-09-26

LA REVISTA DEL LUNES

No.125 /La Habana, lunes 26 de septiembre del 2022 / Año 64 de la Revolución / / RNPS 2442

El tiempo que compartimos

El problema de la vigencia del pensar martiano es el de su necesidad en nuestro tiempo en nuestra América, y desde ella. Guillermo Castro H./ Especial para Con Nuestra América Desde Alto Boquete, Panamá “Piénseme siempre: cuando lo encienda la fantasía o lo arrebate la indignación. Piense en lo que yo en cada caso le diría si estuviese a su lado”. José Martí, 1895.[1] El problema de la vigencia de Martí como un elemento activo en el desarrollo de esa vasta familia de pueblos que llamamos nuestra América tiene una extraordinaria importancia en nuestro tiempo. Atender a ese problema pasa por encarar tres riesgos mayores en la lectura contemporánea de la obra de Martí. Uno es el del anacronismo, que nos lleve a asumir como si fueran contemporáneos pensamientos y situaciones correspondientes al último cuarto del siglo XIX; otro, el de la fragmentación, que nos mueva a recordar frases aisladas de su obra, al calor del atractivo estético y moral de su palabra escrita, y el tercero está en olvidar que lo sentimos como un contemporáneo porque se forjó por entero como un hombre de su tiempo, como intentamos nosotros serlo del nuestro, que tomó forma con él. Esto último es menos difícil que lo que podría parecer. En efecto, con Martí no compartimos una mera suma de años, sino la larga duración que va del ascenso a la bancarrota del imperialismo como fuerza organizadora del moderno sistema mundial. De aquí que nos resulte contemporáneo tanto en el sentido de la era que compartimos –él, en sus orígenes; nosotros, en su crisis contemporánea-, como en el de la aspiración de trascender esta era para abrir paso a otra de mejoramiento humano, sustentado en la utilidad de la virtud, y en el trabajo con la naturaleza y no contra ella. Visto así, el problema de la vigencia del pensar martiano es el de su necesidad en nuestro tiempo en nuestra América, y desde ella. Para abordar ese problema, puede ser útil recordar los debates que se dieron en torno al legado de Marx a comienzos del siglo XX, cuando la socialdemocracia europea iniciaba la tarea de convertirse en el ala izquierda de la democracia liberal de su tiempo y su región. Parte de aquella tarea incluía dar por agotada la dimensión transformadora del pensar marxista, para aceptar con regocijo la colaboración con los estados noratlánticos en los que el imperialismo naciente alentaba ya el tránsito hacia la Gran Guerra de 1914-1945. Ante aquella situación, Rosa Luxemburgo planteó en 1903 que el legado de Marx iba más allá de lo “directamente esencial para la realización práctica de la lucha de clases”, y que, en ese sentido, era falso afirmar que “Marx ya no satisface nuestras necesidades” sino que, por el contrario, “nuestras necesidades todavía no se adecúan a la utilización de las ideas de Marx.”[2] Veinte años después, ya en pleno auge del fascismo en la Europa liberal, Antonio Gramsci abordaría el problema de la vigencia de la obra de Marx y Engels desde una perspectiva a un tiempo afín y más compleja: la del cambio cultural inherente a toda transición civilizatoria verdadera. Al respecto, decía que la utilidad de aquel legado se expresaba ante todo en el concepto de que el marxismo “se basta a sí mismo, contiene en sí todos los elementos fundamentales, no solo para construir una concepción total del mundo, una filosofía total, sino para vivificar una organización práctica total de la sociedad, o sea para convertirse en una civilización integral, total.”[3] Desde allí, y tras señalar que una teoría era revolucionaria “en cuanto es precisamente elemento de separación completa en dos campos, en cuanto que es vértice inaccesible para los adversarios”, Gramsci destacaba que el del legado de Marx presuponía todo el pasado cultural precedente –“el Renacimiento y la Reforma, la filosofía alemana y la Revolución francesa, el calvinismo y la economía clásica inglesa, el liberalismo laico y el historicismo que se encuentra en la base de toda la concepción moderna de la vida”. Con ello, decía, ese legado coronaba “todo este movimiento de reforma intelectual y moral, cuya dialéctica es el contraste entre cultura popular y alta cultura”, de la cual resultaba “una filosofía que es también política y una política que es también filosofía”, a partir de lo cual, al ingresar en la lucha por la hegemonía, cabía desarrollar una ciencia de la política.[4] En este sentido, una visión del mundo -y la ética acorde a su estructura–, en tanto filosofía de una época, no podían ser reducidos a ningún “sistema individual y de tendencia”, pues “ella es el conjunto de todas las filosofías individuales y de tendencia, más las opiniones científicas, más la religión, más el sentido común”. En este plano, por el contrario, la actividad crítica venía a ser “la única posible”, especialmente “en el sentido de plantear y resolver críticamente los problemas que se presentan como expresión del desarrollo histórico.”.[5] En esa perspectiva, toda discusión sobre la vigencia del pensar martiano – cuya plena madurez ya es evidente a fines de la década de 1880-, no puede ser reducida a la mera expresión de una circunstancia inédita en que confluían la historia de Cuba y de la América española en la vorágine de la transición del sistema mundial a una nueva etapa en su desarrollo. Por el contrario, esa vigencia se fundamenta en el hecho de que el pensar martiano expresa críticamente un proceso de formación y transformaciones que no se limita al liberalismo de su tiempo -cuya vertiente democrática constituye una de sus raíces-, sino que lo trasciende al referirlo a circunstancias y objetivos de un tipo enteramente nuevo, cuyo desarrollo aún está en curso. La plena madurez de ese pensar se expresa, en lo que hace a su entorno mayor, en la publicación del ensayo Nuestra América –que es como el acta de nacimiento de nuestra contemporaneidad– en Nueva York y en México en enero de 1891. Y, en cuanto al papel de Cuba en la transformación de ese entorno, se hace evidente en su texto “El alma de la revolución y el deber de Cuba en América”, dedicado al tercer año de actividad del Partido Revolucionario Cubano. Es allí, en efecto, donde expresa de manera admirable la trascendencia de la visión del mundo que le permitía afirmar que era “un mundo lo que estamos equilibrando” y no solamente “dos islas las que vamos a libertar.” Y cierra la idea con un corte moral y político irreversible: “¡Cuán pequeño todo, cuán pequeños los comadrazgos de aldea, y los alfilerazos de la vanidad femenil, y la nula intriga de acusar de demagogia, y de lisonja a la muchedumbre, esta obra de previsión continental, ante la verdadera grandeza de asegurar, con la dicha de los hombres laboriosos en la independencia de su pueblo, la amistad entre las secciones adversas de un continente, y evitar, con la vida libre de las Antillas prósperas, el conflicto innecesario entre un pueblo tiranizador de América y el mundo coaligado contra su ambición!” [6] Ese llamado a transformar el mundo, además, culmina con una advertencia que no puede tener vigencia mayor en nuestro tiempo: “Un error en Cuba, es un er ror en América, es un error en la humanidad moderna. Quien se levanta hoy con Cuba se levanta para todos los tiempos.” Así las cosas, gana un renovado valor, en su carta última a Manuel Mercado, el párrafo en que le dice que, si bien entiende “que no se puede guiar a un pueblo contra el alma que lo mueve, o sin ella,” comprende también que “en cuanto a formas, caben muchas ideas, las cosas de hombres, hombres son quienes las hacen”, para agregar enseguida “Me conoce. En mí sólo defenderé lo que tengo yo por garantía o servicio de la revolución. Sé desaparecer. Pero no desaparecería mi pensamiento ni me agriaría mi oscuridad. Y en cuanto tengamos forma, obraremos, cúmplame esto a mí, o a otros.” [7] Y la carta, abierta más que inconclusa, se cierra de manera afectiva con una frase cargada de futuros: “Hay afectos de tan delicada honestidad...”. Como el que nos une a él en la culminación del tiempo que compartimos, podemos agregar nosotros.

  • Doctor en estudios Latinoamericanos de la facultad de filosofía de Universidad Nacional

Autónoma de México. Fue miembro fundador de la sociedad Latinoamericana y Caribeña de Historia Ambiental e investigador asociado de la fundación Antonio Núñez Giménez de la naturaleza y el hombre de la Habana [1] Carta a Enrique Loynaz del Castillo. Montecristi, Abril de 1895. XX, 481. [2] Rosa Luxemburgo, 1903: “Estancamiento y progreso del marxismo” https://www.marxistsfr.org/espanol/luxem/03Estancamientoyprogresodelmarxismo_0.pdf [3] Gramsci, Antonio, 1999: “Apuntes de filosofía. Materialismo e idealismo”. Cuadernos de la Cárcel. Edición crítica del Instituto Gramsci. Ediciones ERA, México, II, 147 - 148. [4] Gramsci, Antonio: Introducción a la filosofía de la praxis. Selección y traducción de J . Solé Tura. Nueva Colección Ibérica. Ed. Península, Barcelona. 1967: 48. Al respecto, también, Gramsci, Antonio, 1999: IV, 11/Apuntes para una introducción y una iniciación en el estudio de la filosofía y de la historia de la cultura/ 1932-33, p. 337 - 338. [5] Gramsci, Antonio, 1999: “Cuestiones de nomenclatura y de contenido”, en “Observaciones y notas críticas sobre un intento de “Ensayo popular de sociología”. Cuadernos de la Cárcel. Edición crítica del Instituto Gramsci. Ediciones ERA, México. IV,


Elogios del FMI a la Argentina

Julio C. Gambina* Hace una semana los elogios de la titular del FMI fueron para el Ministro de Economía Sergio Massa, claro, con la confirmación argentina del cumplimiento de los acuerdos suscriptos con el FMI. El turno de los elogios de Kristalina Georgieva llegó ahora para Alberto Fernández, de visita en EEUU para participar de la Asamblea de la ONU. La felicitación es por el “acuerdo entre los técnicos del FMI y el gobierno argentino” anunciado en la fecha en el sitio oficial del Fondo. Se trata de un acuerdo respecto de la segunda revisión de las cuentas macroeconómicas, las auditorías trimestrales a que se somete el gobierno argentino por el acuerdo de marzo pasado. Argentina cumple con el ajuste. Ese acuerdo es el resultado de la segunda auditoría trimestral, y claro, aún resta la aprobación por el Directorio del FMI, lo que ocurriría el próximo 7 de octubre. Aún r estan 8 auditorías trimestrales, lo que augura un largo periodo de ajuste a los compromisos derivados de una deuda odiosa e impagable, que hipoteca por décadas al país. Mientras tanto apruebe el Directorio del fondo, el país deberá cancelar el vencimiento de estos días con el FMI, para lo cual se dispusieron varias medidas para colectar divisas y acrecentar las reservas internacionales, las que venían en baja ante las corridas cambiarias. Es el caso del “dólar soja”, diversas restricciones a la disposición de moneda extranjera para importaciones de insumos productivos, y otros mecanismos para obstaculizar las negociaciones con divisas. La información del BCRA indica que en las dos últimas semanas las reservas internacionales crecieron en unos 1.300 millones de dólares, todo para cancelar al FMI, y que este libere esos mismos recursos para sostener una deuda comprometida hasta el 2034. Esos elogios se materializan en un proyecto de “Presupuesto 2023” de ajuste, pero que se acompaña con una “política económica” que ofrece negocios a inversores transnacionales para profundizar el modelo productivo y de desarrollo de dependencia y extranjerización de la economía local. Remitimos al agro-negocio de exportación, no solo del complejo sojero; a la minería, a los hidrocarburos y especialmente a la novedad demandada de litio. EEUU y el poder global Quién manda en el FMI es el gobierno de EEUU, en su calidad de socio hegemónico, único con capacidad de veto en el organismo. En ese marco no sorprenden los elogios hacia los gobernantes del país, ya que no solo se cubren en sus acreencias, cuantiosas, por cierto, sino que aseguran un rumbo de política económica de la Argentina en sintonía con las necesidades del capital concentrado y las premisas de política exterior del imperialismo estadounidense. Ocurre en un momento en donde está amenazada la omnipotencia de EEUU, por lo que desde Washington se agilizan acuerdos con gobiernos que en la región recogen consenso crítico a las políticas liberalizadoras, casos de los cambios de gobierno recientes en Perú, Chile o Colombia, las previsibles mutaciones en Brasil y especialmente la revuelta popular de Haití. Desde EEUU necesitan adecuar su política exterior en la región para asegurar lo que consideran su patio trasero. Si no logran consenso electoral con gobiernos afines, buscan condicionar aquellos que remiten a consensos críticos al orden liberalizador. No es solo una cuestión política o diplomática, sino y sobre todo de intereses materiales, de asegurar la provisión de materias primas y bienes comunes para la lógica de explotación y saqueo en tiempo de tendencias decrecientes de las tasas de ganancia y de productividad, base material del deterioro relativo de la hegemonía estadounidense en el capitalismo mundial. El capitalismo está en crisis, lo que se visibiliza en las tendencias a la desaceleración económica, con baja producción y por ende una enorme disputa por el excedente económico mundial, lo que eleva los precios, especialmente de alimentos y energía. Remitimos a la inflación como fenómeno global. Es un fenómeno que agrega especificidades nacionales, caso de la Argentina, con una tasa de inflación en torno a los tres dígitos. Allí deben buscarse los puntos para pensar la encrucijada local en contra del ajuste y la profundización de la regresiva reestructuración económica y social con antecedentes desde 1975, muy especialmente en los 90 del siglo pasado y durante la gestión Macri entre 2015 y 2019. Por un lado, es una lucha por la independencia del poder mundial, de las transnacionales y especialmente de EEUU; pero también en contra de la disputa del poder concentrado local por la apropiación del excedente, el plusvalor socialmente generado. Se trata de una lucha a dos puntas, contra el poder local y su entramado con el global; proceso necesario para encarar una dinámica con eje en un plan productivo orientado a satisfacer las necesidades sociales, antes que la actual subordinada a la demanda de ganancias y acumulación del poder, de acá y de allá. Es claro que se trata de una decisión política a resolver desde el movimiento popular, gestando un nuevo ciclo de construcción de identidad por la liberación y la independencia del poder global.

  • Doctor en Ciencias Sociales de la UBA. Profesor titular de Economía Política, Universidad

Nacional de Rosario. Presidente de la Fundación de Investigaciones Sociales y Políticas, FISYP. Director del Instituto de Estudios y Formación de la CTA Autónoma, IEF-CTA. Tomado de: BLOG DEL AUTOR/19 de septiembre de 2022

Los aires contaminados de la Independencia

Carolina Vásquez Araya* Las celebraciones de septiembre omiten el verdadero concepto de Independencia. En varios países de nuestra América resuenan, durante septiembre, las proclamas, los homenajes y las fiestas de celebración de los más de doscientos años de una declaración de independencia que cada día muestra con mayor nitidez sus agujeros. A pesar de los años transcurridos, ha quedado patente la fragilidad de nuestras estructuras sociales, en donde se ha conservado casi intacto un sistema colonial de poder basado en pueblos privados de educación, élites poseedoras de los mecanismos legales y jurídicos indispensables para garantizar su hegemonía y, como colofón, en ideologías que lo justifican. Nos han repetido hasta el cansancio que la pobreza es cosa del destino; que más importante que rebelarse contra ella, es llevarla con dignidad. Inculcaron en el imaginario colectivo -a fuerza de sermones de púlpito- la idea de la resignación ante los designios divinos, como si la miseria y la explotación fueran pruebas anticipadas para merecer el paraíso. Nos dieron una versión edulcorada de la Historia de nuestros países en la cual dominaron las nuevas aristocracias criollas que, unidas en consenso, crearon a su medida las normas que regirían a partir de entonces y, de común acuerdo, se repartieron todos los privilegios. El colonialismo de entonces se fue sofisticando a lo largo de los años y su enorme poder, desde el dominio de la economía hasta la injerencia en las decisiones y la conformación de los poderes de los nuevos Estados, ha logrado mantener no solo la estructura social sino también una actitud de aceptación de este sistema depredador, alejado del propósito de construir auténticas naciones independientes y soberanas. Sin embargo, en este escenario solemos pasar por alto a otros protagonistas de nuestra historia: las organizaciones criminales. Premunidas de un poder difícil de medir, las organizaciones dedicadas al narcotráfico, a la trata de personas, al secuestro, al contrabando de los tesoros nacionales, al lavado de activos y a la manipulación de las leyes se han infiltrado con pasmosa habilidad en casi todas las instituciones de nuestros Estados -con especial énfasis en los partidos políticos- manteniendo así su capacidad de maniobra y la impunidad sobre sus operaciones. Esta es una realidad ante la cual los estamentos encargados de resguardar la paz social y la independencia de los poderes, son impotentes o han sido ya dominados y vencidos. El crimen organizado se ha infiltrado profundamente en nuestros Estados. La independencia, sin perjuicio de lo que significa la inmensa presión de potencias extranjeras sobre nuestros gobernantes, es un mito cada vez más débil. Las celebraciones, tan esperadas por nuestros pueblos, llevan en sí el sello del silencio ante los abusos de las castas privilegiadas y sus instrumentos de represión. El concepto mismo de independencia -el cual se acepta como una realidad, sin la menor resistencia- requiere de una revisión profunda; y, como resultado, de un ejercicio colectivo de reflexión sobre los conceptos e ideas, inculcados desde la niñez, sobre los cuales se apoya este viejo mito. La verdadera independencia descansa sobre un sistema auténticamente democrático, justo e igualitario. En tanto existan pueblos explotados, grupos sociales discriminados y criminales al mando, las celebraciones de independencia constituyen una enorme mentira y una cara distracción que pone en suspenso, por unos días, esa importante tarea pendiente.

  • Periodista, editora y columnista chilena que reside en Guatemala.

Tomado de: EL QUINTO PATIO/18 de septiembre de 2022

Ultraderechas y neonazismo: mucho más que “discursos

Así como la izquierda y la derecha han atravesado distintos cambios en las últimas décadas, también puede decirse lo mismo de la extrema derecha. Por lo pronto, lo que impera en una gran diferenciación entre variantes y subvariantes como neonazis, alternativas, supremacistas, ultranacionalistas, tradicionalistas, reaccionarias, etc. Daniel Kersffeld* Lejos de las antiguas organizaciones que, como sectas, congregaban a militantes en lugares públicos y visibles, hoy el principal centro de reclutamiento tiene lugar en las redes sociales, especialmente, en grupos cerrados de Twitter o en aquellas plataformas que, como “4chan”, no aceptan regulación de ningún tipo y que, por el contrario, fomentan los “discursos de odio” a través de la “libertad de expresión” de sus participantes, sin límites ni sanciones. Su ideología hoy, como antes, está guiada por un conjunto de premisas centrales que apenas han cambiado con el tiempo. Como los nazis de la primera hora, defienden a la violencia como la única vía de acción posible, y por lo mismo, descreen de la política, a la que inmediatamente identifican con la decadencia y con la subversión de valores tradicionales. La democracia continúa siendo en su interpretación un régimen decadente y corrupto, que iguala a toda la sociedad a través del voto, sin preservar las diferencias económicas, sociales, educativas, culturales ya existentes y que deberían perpetuarse. Por lo mismo, rechazan a las democracias por lo que ellos consideran “ventajas” y “oportunidades” que éstas brindarían a los sectores que ellos más rechazan: los pobres, los extranjeros, los judíos, las mujeres, las personas trans, etc. Así, la democracia s olo serviría desde un punto de vista instrumental, para difundir su propuesta y ocupar espacios institucionales (gobierno, congreso, etc.) pero, claro está sin apego alguno a valores democráticos como el diálogo, la tolerancia y, mucho menos, el respeto y la valoración de las diferencias. En este sentido, todo lo que huela a progresismo es considerado como una herencia perversa del “marxismo cultural”, al que responsabilizan de la supuesta “crisis terminal” en la que hoy como civilización nos encontramos. Así, la llamada “ideología de género” o el “climantismo”, en referencia al cambio climático, serían s olo expresiones de grupos minoritarios, pero con el poder suficiente para adoctrinar a la sociedad, por ejemplo, a través del sistema educativo y de los grandes medios de comunicación (por lo que uno de los principales enemigos a doblegar es el imperio de Hollywood, creado además por empresarios de origen judío). Frente a la crisis en la que se encuentra la sociedad y la caracterización negativa de la política, solo queda el recurso a la violencia y a la acción directa, ya sea llevada adelante por organizaciones o por individuos. En todo caso, los ataques y atentados son útiles para el “aceleracionismo”, un concepto místico para propiciar la aparición de salvadores y redentores. La pandemia de la Covid-19 y, sobre todo, las restricciones y cuarentenas aplicadas por buena parte de los gobiernos en todo en el mundo dispararon hasta límites insospechados los niveles de paranoia de la extrema derecha, al tiempo en que comenzaron a proliferar los relatos de tipo conspirativo a partir de preguntas muy simples: ¿por qué los gobiernos nos quieren encerrar en nuestras casas?, ¿qué es realmente lo que nos están ocultando? o ¿quiénes son los que realmente se están beneficiando con todas estas medidas? Así, congregarse en movilizaciones cuando imperaba la política de distanciamiento social, el rechazo a medidas sanitarias como la vacunación, y más aún, la quema pública de barbijos y tapabocas, operaron como verdaderas epopeyas de “resistencia” para grupos minúsculos que, con poco, obtenían enorme repercusión y visibilidad pública en medios de comunicación, en distintas ciudades en todo el mundo. Hoy la extrema derecha, en sus distintas vertientes, aflora a la superficie en países como Estados Unidos, donde anteriormente prefería operar en las sombras. Pero todo cambiaría en 2016 con la campaña presidencial de Trump, en la que se empoderaría una “derecha alternativa” (alt-right) que tuvo como a uno de sus máximos representantes al publicista Steve Bannon. Desde el gobierno no existió mayor inconveniente en convalidar la actuación abierta de organizaciones neonazis y de ultraderecha como Proud Boys, Oath Keepers y el movimiento Boogaloo, entre muchos otros, además del tradicional Ku Klux Klan. La campaña de 2020, que enfrentó a Trump con Joe Biden, tendría además una novedad con la participación activa de QAnon, una organización de creciente importancia para sustentar al gobernante republicano en su lucha contra el “Estado profundo”, las organizaciones de i zquierda y el Partido Demócrata, al que consideran una red internacional dedicada a la pedofilia. La conocida denuncia de fraude electoral y la toma del Capitolio del 6 de enero de 2021 no hicieron sino fortalecer las tesis conspirativas de estos sectores. Por otra parte, y en Europa, distintas organizaciones de extrema derecha conforman los gobiernos en Hungría, bajo la presidencia de Viktor Orban, y de Polonia, con la hegemonía de Ley y Justicia (PiS): en ambos países imperan políticas autoritarias, xenofóbicas, antiislámicas, y contraria a los derechos de género. En otros casos, como en Alemania, principalmente con Alternativa para Alemania (AfD) y, todavía más, en Francia, con Agrupación Nacional (ex Frente Nacional), la disputa por el poder ha llevado a candidaturas exitosas, como ha ocurrido con Marine Le Pen, quien en 2017 y 2022 accedió al balotaje en las elecciones presidenciales. Resta por ver si Georgia Meloni se convierte en la próxima premier al frente de Hermanos de Italia. En España, Vox ha tenido un crecimiento notable en los últimos años, en gran medida, debido al desapego del electorado tradicional de derecha del Partido Popular (PP). Resultan inquietantes sus intentos para conformar una verdadera “internacional del odio” a partir de l os puentes establecidos entre organizaciones y referentes de la extrema derecha europea y latinoamericana. Y ya en nuestra región, la radicalización de la derecha, y su consecuente desprecio por la izquierda y especialmente por el PT han nutrido ideológicamente al actual gobierno de Jair Bolsonaro. Pero el de Brasil, no es el único caso en Sudamérica: entre otros, también debe contemplarse al partido “Cabildo Abierto”, socio en el gobierno de Luis Lacalle Pou en Uruguay, o la candidatura de José Antonio Kast, heredero del pinochetismo, en las pasadas elecciones presidenciales de Chile. Ya sea en internet, en las redes sociales, y en el inframundo de la democracia, o bien como organización ya establecida, incluso conformada a nivel partidario y con fuerte capacidad electoral, la extrema derecha vuelve a agitar la escena política cuando muchos pensaron que ya estaba extinguida.

  • Doctor en Estudios Latinoamericanos por la Universidad Autónoma de México (UNAM)

Tomado de: PÁGINA 12/16 de septiembre de 2022

El “semifascismo” en Estados Unidos

Jesús Arboleya Cervera* Mucho revuelo causó en Estados Unidos el discurso del presidente Joe Biden el pasado primero de septiembre en Filadelfia, donde acusó de “semifascistas” a Donald Trump y sus seguidores del movimiento MAGA (Make America Great Again). Biden se proclamó como el defensor del “alma de la nación” y convocó a votar en contra de los republicanos para “salvar a la democracia” de un “extremismo que amenaza los fundamentos” de Estados Unidos. El propio Trump dijo que el presidente “debía estar loco”, las cadenas de televisión decidieron no transmitirlo en vivo al considerarlo políticamente motivado de cara a las próximas elecciones, incluso voceros del liberalismo como el New York Times, lo evaluó de excesivamente divisivo y en contradicción con la convocatoria a la unidad nacional enarbolada hasta ahora por el presidente. La Casa Blanca, acostumbrada a enmendar los desatinos de su jefe, intentó negar lo obvio al decir que “no era un discurso sobre un político en particular o incluso sobre un partido político en particular” y, en otro intento fallido de rectificación, el propio Biden aclaró que no se refería a los seguidores de Trump, sino a los que aceptan el uso de la violencia para sus propios fines políticos. Sin embargo, no pudo haber sido más preciso en sus acusaciones y aunque se viera obligado a enmendar la plana para ser “políticamente correcto”, no deja de tener cierta razón en sus aseveraciones respecto a los peligros que entrañan estas personas para el sistema político que ha gobernado Estados Unidos por más de dos siglos. Los que se definen como seguidores de MAGA son decenas de millones de personas, el núcleo duro de una corriente política dentro del partido republicano que ya ganó unas elecciones y pudieran repetirlo en la próxima. Una masa con predominio de personas blancas, de origen trabajador o clase media baja, generalmente de escasa preparación cultural con tendencia al fundamentalismo religioso, en su mayoría habitantes de zonas rurales o de centros urbanos donde predominaba la gran industria manufacturera, una de las principales fuentes de empleo de este sector de la población. Han sido los desplazados de la globalización neoliberal, de la revolución tecnológica, del influjo de la especulación en la inversión financiera y por el impacto de la inmigración en el mercado laboral norteamericano. También son portadores de actitudes que reflejan el descrédito de las instituciones, que se supone representan al pueblo estadounidense. Una encuesta llevada a cabo por la empresa Gallup el pasado mes de julio indica que este año marca nuevos mínimos de confianza para las tres ramas del gobierno federal: la Corte Suprema (25%), la presidencia (23%) y el Congreso (7%). Otras cinco instituciones se encuentran en sus puntos más bajos en las últimas tres décadas, dígase la religión organizada (31%), los periódicos (16%), el sistema de justicia penal (14%), las grandes empresas (14%) y la policía (45%). El promedio de las calificaciones de las 14 instituciones que Gallup mide cada año (27%), está tres puntos por debajo del mínimo anterior de 2014, precisamente el año que marcó el despegue de la corriente ultraconservadora que llevó a Donald Trump al poder. El término semifascista utilizado por Biden es muy impreciso para describir a los trumpistas y no permite aquilatar la envergadura del fenómeno. Debido a la naturaleza de sus instituciones políticas, Estados Unidos no puede ser definido como un Estado fascista, ni como tal se identifica la mayoría del pueblo norteamericano, lo que explica la pronta reacción de algunos líderes republicanos a las palabras de Biden, así como el temor de los medios a parecer comprometidos con ellas. Sin embargo, es cierto que el fascismo ha ganado adeptos en Estados Unidos y que tendencias con estas características no son ajenas a la historia de esa nación y a la idiosincrasia estadounidense. Dogmas como el “destino manifiesto”, el “pueblo escogido por Dios” o la “nación imprescindible”, forman parte de un criterio de excepcionalidad y dominio del mundo que poco se diferencia del ultranacionalismo nazi e incluso lo precede como ideología. A escala doméstica se traduce en una lógica xenófoba respecto a los inmigrantes y un racismo que compite con los más extendidos y despiadados de la historia. El culto a la “supremacía blanca” en Estados Unidos también antecede, en teoría y práctica, la de los “arios” germanos y alimenta niveles de violencia contra los grupos discriminados, que han sido una constante en la historia estadounidense. Aunque tal actitud nunca ha llegado a los excesos de la eugenesia alemana, probablemente está más arraigada en la conciencia popular porque el mundo no lo ha repudiado al grado que lo hizo con los nazis. Al igual que la Alemania de Hitler, gracias a la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos encontró el camino a la recuperación de la crisis de 1930 mediante el incremento del gasto militar, pero a diferencia de los alemanes que perdieron el conflicto, la producción de armamentos ha continuado siendo un renglón esencial de la economía estadounidense y ello requiere de una ideología militarista que lo sustente. El éxito de esta construcción de conciencia puede medirse en el hecho de que, de las instituciones antes descritas, son los militares los que gozan del mayor aprecio de la población (68%). Por otro lado llama la atención que apenas se producen reacciones de condena al gasto militar, a pesar de que su constante incremento se lleva a cabo en detrimento de inversiones más productivas y los recursos destinados al beneficio social. Si el fascismo surgió con el objetivo de evitar el desarrollo del socialismo, Estados Unidos ha cumplido mejor que nadie esta tarea y apenas es posible identificar una corriente socialista con peso en las tradiciones políticas del país, como ocurre en Europa. Movimientos de este corte, como el del senador Bernie Sanders, constituyen un fenómeno reciente y excepcional en la vida política norteamericana. En realidad, tanto la tendencia liberal como la conservadora, predominantes en el pensamiento político estadounidense, se han construido sobre la base del temor y la persecución del socialismo, incluso hoy “el miedo al comunismo” es un recurso de la ultraderecha para asustar a los potenciales votantes demócratas. Para Biden será muy difícil “salvar el alma” de la nación norteamericana porque se trata de una sociedad que ha perdido confianza en el sistema y la polarización ha roto las bases del consenso posible. Efectivamente, como dice Biden, “la democracia norteamericana está bajo el asalto” de estas personas, las cuales no respetan la Constitución, no se rigen por la ley e incluso se cuestionan la legitimidad del gobernante demócrata toda vez que dudan de la limpieza de los mecanismos electorales. Casi incendian el Capitolio con la anuencia presidencial y estuvieron a punto de consumar un violento golpe de Estado, como los que organiza Estados Unidos contra los “gobiernos fallidos” en otras partes del mundo. La pregunta que se impone es cuántos ciudadanos más se sumarán a esta corriente, hasta dónde el sistema podrá resistir estas tensiones y cuáles serán sus consecuencias para Estados Unidos y el orden internacional vigente. Resultan muy peligrosos los imperios en decadencia. Los cubanos lo sabemos bien, vivimos los últimos días del imperio español y fue terrible.

  • Doctor en Ciencias Históricas, profesor del Instituto Superior de Relaciones

Internacionales. Tomado de: PROGRESO SEMANAL/15 de septiembre del 2022

Estanflación en Occidente y disputa por las materias primas en un mundo en guerra

Gabriel Merino* En California, Estados Unidos, el litro de gasoil llegó a pagarse la exorbitante cifra de 2 dólares por litro, en un mercado que tradicionalmente tiene precios por debajo de la media mundial. Por su parte, la gasolina llegó a aumentar 60% en un año, aunque ahora esté retrocediendo junto con la caída de la demanda. Del otro lado del Atlántico la situación es más preocupante. Los precios del gas al mayoreo en Europa se acercan en promedio ya a los 200 euros por megavatio hora, frente a los 25 euros antes de la crisis. La inflación en Estados Unidos se situó en junio en 9,1% anual (cuarto mes consecutivo por encima del 8%) y en Europa 8,6%. En ambos casos se trata de número que no se conocían en por lo menos tres o cuatro décadas. A ello se le agregan los dos trimestres de caída económica en EEUU (el primero de 1,6% y el segundo de 0,9%) y pronósticos recesivos en Europa para la segunda mitad del año, cuya tasa de interés negativa no sirvió para revertir el estancamiento estructural que se inició luego de la crisis de 2008. Es decir, el Occidente geopolítico se encuentra, prácticamente, a las puertas de una estanflación, que expresa elementos coyunturales, pero también cuestiones más de largo plazo. En este escenario, Europa y EEUU se enfrentan a un conjunto de dilemas económicos y geopolíticos complejos. Entre otros, atacar la inflación subiendo las tasas de interés contribuye a un escenario recesivo, a la v ez que puede hacer explotar la burbuja financiera (especialmente en bonos y tecnologías) que se expandió en la última década de forma exorbitante, al calor de las tasas de interés por el suelo para evitar, justamente, una recesión mediante la financiarización de la economía. Por otro lado, acordar con Moscú, desescalar la guerra económica a través de sanciones y frenar el proceso de desconexión económica con Rusia que golpea particularmente en el sector energético significaría tener que asumir una derrota estratégica en Ucrania, aceptando algunos de los objetivos fundamentales de Rusia, lo que incluye, entre otros, la integración del Donbás a su Federación, pero también las provincias de Jerson y Zaporiyia. Sería otro retroceso más en Eurasia que se sumaría a los de Afganistán, Irak y Siria. La alta inflación es un fenómeno global, pero también tiene sus particularidades: mientras en América Latina los números tienden a ser más altos que en Occidente (con la gran excepción de Bolivia), en China, en cambio, la inflación de junio anualizada dio solo el 2,5%. Además, en relación a la inflación está el tema de la escasez, lo cual constituye un gran problema para los países periféricos y semiperiféricos con poca capacidad estatal para enfrentar estas situaciones, particularmente de productos básicos, que puede fácilmente convertirse en hambre. Lo más “triste” es que se trata de los países que en general producen dichos productos básicos, una muestra más de la dinámica desigual y combinada del capitalismo mundial, y de las relaciones de dependencia. Es el caso de Argentina y Brasil, potencias en la exportación mundial alimentos, pero que según la FAO se encuentran entre los países que tienen entre un 25 y 39% de la población con inseguridad alimentaria moderada o severa. ¿Cuáles son las causas? Los medios “occidentales” dominantes parecieran afirmar a coro que la causa de todos los problemas es Putin. Sin embargo, el propio presidente de la Reserva Federal de EEUU observó que el problema de la inflación era anterior de la intervención de Rusia en Ucrania. De hecho, antes de la “operación militar especial” Estados Unidos ya tenía la inflación más alta en 40 años. También la propia BBC reconoce que “Incluso antes de que Vladimir Putin ordenara la ofensiva, a finales de febrero, la demanda mundial de gasoil ya excedía la oferta.” (15/06/2022) La primera causa clave fue la Pandemia. El abrupto cierre de buena parte de la economía por el confinamiento produjo un desplome de la demanda —recordemos que el petróleo llegó a tener precios negativos (US$ -37)—, con una consecuente caída en producción e inversión. Eso luego se sentiría. Volver a poner en marcha «de golpe» la producción y logística mundial resultó complicado. Este problema de lado de la oferta se dio junto a un enorme impulso estatal para sostener la demanda, provocando un fuerte desequilibrio. En este sentido, los bancos centrales de EEUU, UE y Japón emitieron casi US$ 5 billones, que a diferencia de la hiper-expansión financiera post-2008 no fue solo a sostener y engrosar las burbujas para beneficio del poder financiero, sino también al bolsillo de los trabajadores. En el caso del petróleo, una vez que tocó el piso de mayo de 2020, no ha dejado de tener una tendencia creciente, hasta alcanzar casi los 95 dólares por barril el 14 de febrero de 2022. A ello se le agrega que existe una nueva relación de fuerzas a nivel mundial, un avance de la multiplicad relativa, que se traduce en una mayor capacidad de la OPEP + Rusia para administrar la producción mundial e influir de forma decisiva en los precios. Ello se vio e n la última semana cuando esta entidad sorprendió con un inesperado recorte de 100.000 barriles diarios, provocando una suba del precio del 4%. La otra causa es la guerra en Ucrania, que es parte de un conflicto mundial, que articula elementos regionales y locales. Desde 2014 se desarrolla una Guerra mundial híbrida y por «pedacitos». De hecho desde entonces la guerra económica contra Rusia se expresó en 2754 sanciones, que en marzo de este año, a raíz de la intervención militar de Moscú, ya se habían duplicado. Vivimos una nueva escalada de un conflicto mundial. La Pandemia aceleró las tendencias de la transición geopolítica: el declive relativo de EEUU y el Norte Global y el ascenso relativo de China y potencias emergentes con centro en Eurasia. Con ello la Guerra Mundial Híbrida y Fragmentada (GMHyF) también cambió de fase e intensidad. En otras palabras, el conflicto en Ucrania de Rusia vs la OTAN, que articula una guerra civil (desde 2014) y una guerra interestatal (desde 2022) es expresión de esta escalada de la GMHyF de baja intensidad a media. Y en toda guerra es crucial asegurar abastecimiento/reserva de materias primas. Es decir, hay una correlación histórica entre la guerra -particularmente aquellas guerras que son sistémicas, inherentes a las grandes transiciones histórico-espaciales de poder- y los precios de las materias primas. Sin embargo, esto no es lineal y puede haber contratendencias coyunturales, como los períodos recesivos o los “alto el fuego”. Además, hay que tener en cuenta que en la actualidad, aunque se trate de un conflicto sistémico que no va resolverse en el corto plazo -propia de la crisis de hegemonía y transición- la dinámica de esta GMHyF es distinta: resulta más volátil y fluctuante, aunque no pierde rasgos estructurales. La guerra económica contra Rusia El otro elemento clave de esta guerra y del aumento de precios de las materias primas es la centralidad de la guerra económica contra Rusia. Las fuerzas dominantes en Washington y Londres entienden que es en la dimensión económica donde radica la principal debilidad de la potencia euroasiática y es allí donde desplegó sus armas más potentes, arrastrando a Europa. El problema de esta guerra económica de alta intensidad (con «toda la carne al asador», incluyendo la expulsión de la mayor parte de las entidades rusas del sistema de pagos internacional SWIFT) es que se hace sobre un gigante de las materias primas. Rusia es el primer exportador de Gas con nada menos que el 20% de la oferta mundial. Además es el segundo país exportador de petróleo (10%) y el primero de trigo (19%, a lo que se suma 10% de Ucrania). También es el principal exportador de fertilizantes (15,6%), el segundo de carbón, el tercer productor de oro, el segundo platino, el cuarto de plata y posee el 30% de los recursos naturales comprobados del mundo, en un país cuyas dimensiones equivalen a algo más de la novena parte de la tierra firme del planeta. Otro dato que muestra el poderío relativo de Rusia, aunque ocupe un lugar de semi- periferia en la economía capitalista mundial, es que se trata del segundo exportador de armas del mundo, siendo de primer nivel (o con características de centro) en la industria de la defensa, aeroespacial y cibernética. La importancia relativa de la economía rusa se subestima en la prensa anglosajona. Se llegó a comparar con Italia tomando PIB nominal. Pero su importancia es mucho mayor en términos cualitativos. De hecho, si medimos su PIB de acuerdo al poder de compra real o paridad de poder adquisitivo, el tamaño de la economía de Rusia es similar al de Alemania, ocupando el sexto lugar a nivel mundial con 4,7 billones de dólares. Este último indicador, junto con la capacidad de producción soberana de alimentos, energía y armamentos son clave para los análisis estratégicos (aunque no haya que tomarlo como absoluto), especialmente en un país que es una potencia en la producción armamentística y, por lo tanto, no paga en divisas la adquisición de equipamiento, ni dependen de otra potencia. Otro dato que da cuenta de cierta fortaleza relativa de la economía de Rusia —o resiliencia como se dice ahora— es que a diferencia de otras economías que fueron sometidas a guerra económica, ésta se fue recuperando ya desde 2018 a pesar de las sanciones, luego del golpe inicial de 2014 y 2015. Esto en parte se explica por las capacidades relativas de Rusia en el despliegue de una economía de guerra post 2014 —esto se ve en el nivel de sus reservas financieras o en un presupuesto que cierra en 44 dólares el barril de petróleo—, pero también y especialmente porque tiene en China, pero también en India y otros países de Eurasia, un gran colchón estratégico. Estas fortalezas se reflejan en la moneda rusa, el rublo, que fue la que más se valorizó en el año. De la devaluación inicial, cuando llegó a alcanzar los 139 rublos por dólar (a principios de marzo) hoy la paridad está en 61, mucho mejor que antes de la intervención militar directa en Ucrania. Ello no quiere decir que Rusia no tenga debilidades. Es una semiperiferia económica — aunque con alto grado de control soberano de su economía y capacidades estratégicas, no es comparable a otras semiperiferias como Brasil— y la desconexión con Europa, el embargo y aislamiento del Norte Global van golpearla. Se estima que este año su economía se contraerá 4%. Mucho menos de lo previsto inicialmente por Occidente, que se ilusionaba con caídas del orden del 15% o 20%, pero aún así resulta importante y detiene la dinámica de la recuperación de los últimos años. Además, resta saber si logra reorganizar la cadena de suministros para su industria dependiente del Norte Global. La desconexión energética entre Occidente y Rusia Aquí aparece otro elemento clave del actual descalabro de precios y en donde también se ve que esta guerra económica contra Rusia tiene un vuelto importante para el propio EEUU y UE (con un horizonte un tanto catastrófico para esta última): la cuestión de la “desconexión” energética entre Occidente y Rusia. Esta desconexión es uno de los grandes objetivos geoestratégicos y económicos de EEUU y las fuerzas globalistas y atlantistas estadounidenses y británicas, que la Unión Europea adoptó como propios, dando cuenta de su subordinación estratégica. Es un gran triunfo, al menos coyuntural, de estas fuerzas en la búsqueda por sobre-extender y desequilibrar a Rusia (como recomendaba la Rand Corporation en 2019). El problema son los costos de esta estrategia. Hasta el año pasado Rusia proveía el 41% del Gas, 27% del Petróleo y 47% del carbón que consumía Europa. Los 155 bcm de gas ruso no se consiguen en cualquier lado (EEUU envió 22bcm en 2021). Y se necesita infraestructura que tarda años en construirse. La dependencia energética de Europa con Rusia era y sigue siendo estructural. Para dar una idea de la importancia de Rusia vale decir que en el caso del petróleo le siguió como proveedor Irak con 9%, en el carbón Estados Unidos con 17% y en el gas Noruega con 16%. Tampoco resultará sencillo en el corto plazo para Rusia redireccionar semejante volumen de exportaciones, aunque se ve beneficiada por los precios. El Gas Natural Licuado estadounidense proveniente del fracking, al que ahora la propia UE se comprometió a apoyar/desarrollar para que le cubra sus necesidades energéticas tiene como horizonte el 2030 y es mucho más caro que el gas ruso directo por tuberías. Tanto el faltante como el aumento de los costos en el corto, pero también en el mediano plazo, presionan sobre la competitividad de la industria europea. Fue el propio CEO de Volkswagen quién llamó a separar la estrategia europea de la estadounidense al calor de la enorme crisis de la industria alemana. Poco tiempo después dejó su cargo... El embargo al petróleo ruso (se decidió reducir el 90% para fin de año) tiene efectos parecidos. Además se presenta la cuestión de qué hacer con las refinerías rusas que destilan el 10% del combustible en Europa. De hecho, hoy tienen una enorme ventaja las refinerías que consiguen petróleo ruso con 30% de descuento. Ni qué hablar, la ventaja de China y la India que se proveen de petróleo más barato, aumentando su competitividad global. Los Estados Unidos y la UE bajo la conducción del establishment globalista quieren llevar adelante una enorme reestructuración geoeconómica, para asegurar a Europa como principal cabeza de puente euroasiática y construir un «Gran Occidente». Desconectar parece ser la clave. Pero la pregunta es cuánto aguantará Europa bajo estanflación. A las contradicciones en las clases y grupos de poder dominantes se suman crecientes manifestaciones nacionales en contra de la política de Bruselas, como recientemente se vio en República Checa, donde pedían seguir un camino más parecido al de Hungría. Las ganancias económicas y estratégicas en la coyuntura fueron más que significativas desde la óptica geoestratégica de Washington y para las grandes transnacionales estadounidenses de la energía, como las tecnológicas en la Pandemia. El precio de las acciones de las petroleras de EEUU se disparó en la bolsa ante la crisis de Ucrania. Sin embargo, como viene sucediendo desde 2008, las consecuencias políticas, económicas y sociales de estas estrategias (ahora precios exorbitantes y escasez de los alimentos y la energía) terminan horadando su propia legitimidad política, agudizando las disputas entre fracciones de capital y las fracturas en los grupos dominantes, y agravando el malestar social en el Norte Global que alimenta el anti-globalismo. América Latina Para nuestros países exportadores de materias primas la gran cuestión es cómo aprovechar un escenario histórico de altos precios internacionales (más allá de las fluctuaciones coyunturales), a la vez que desacoplar los precios internos de los internacionales, ya que de lo contrario el escenario inevitable es de crisis social (al que se puede sumar el tema de la escasez). La cuestión central —como fue en la pandemia con algunas industrias y servicios— es quién/quiénes se apropia del excedente extraordinario y para qué se utiliza o se invierte. Ello tiene como trasfondo una gran puja distributiva por el excedente extraordinario -que es a la vez global y nacional- y una enorme puja política por proyecto de país. Esta puja explotó hace unos meses en Ecuador, cuyo principal producto de exportación es el petróleo, pero que sufrió un gran aumento de combustible. Dicha contradicción se había develado en octubre 2019 y recrudeció en el mes de junio de este año. En este contexto cabe mencionar, como mencionó Evo Morales hace poco tiempo analizando la problemática de la inflación y el estancamiento económico de la Argentina, que la nacionalización de los hidrocarburos en Bolivia fue una de las claves de su milagro económico de los últimos 15 años. Desde allí se pudo redistribuir socialmente la renta hidrocarburífera y canalizar la misma hacia inversiones que procuren el desarrollo de las fuerzas productivas nacionales hacia mayores niveles de complejidad, a la vez que garantizar cierto nivel de ganancias para las transnacionales para asegurar acceso al capital y la tecnología más avanzada. Fuente: https://www.agenciapacourondo.com.ar/internacionales/estanflacion-en-occidente-y- disputa-por-las-materias-primas-en-un-mundo-en-guerra

  • Dr. En Ciencias Sociales y Licenciado en Sociología. Investigador Adjunto del Consejo

Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET-Argentina) Tomado de: REBELIÓN/17 de septiembre de 2022

Rusia ya ganó la segunda Guerra Fría

Umberto Mazzei* Es una coincidencia que Mijaíl Gorbachov, el mandatario ruso que perdió la primera Guerra Fría, haya muerto en estos días en que hay claros indicio de que en la segunda Guerra Fría la única política inteligente para la economía de Europa es integrarse con Rusia y abandonar su vasallaje de Estados Unidos, es cuestión de afrontar una realidad geográfica. La siderúrgica alemana Arcelor Mittal, una de las mayores plantas de producción de acero de Europa, anunció hace unos días que cerró sus operaciones debido a los altos precios de la energía, que se elevan por la escasez artificial que causan las sanciones de Bruselas contra Rusia. Ese anuncio fue seguido por el anuncio de cierre también de fundiciones de aluminio, fundiciones de cobre y plantas de producción de amoníaco en las últimas semanas. Ese conjunto de cierres demuestra la desesperación de esta hora. Es inevitable que las economías más grandes de Europa se independicen de los dictados de Bruselas, donde la Comisión Europea solo repite los dictados de Washington. También puede ser que los alemanes y franceses estén regidos directamente por Washington, moviéndose como títeres de la oligarquía internacional. Títeres entre quienes los europeos creen elegir gobernantes. Los países europeos deben negociar acuerdos individuales con Rusia, permitir la rendición de Zelensky y acabar con el mito de que si dan armas su Gobierno puede impedir la operación militar de Rusia. La rendición de Zelensky es la única solución realista de esa crisis que si continúa hará que los países europeos pierdan su rango de países más desarrollados en lo económico y social. La Comisión Europea y la OTAN solo sirven para subyugar a Europa a Estados Unidos en un cómodo modo colectivo. Se debe recordar que la suspensión de la compra de gas y petróleo fue una de las sanciones para castigar a Rusia por liberar a Ucrania de las secuelas del golpe de Estado orquestado por la OTAN en 2014. Las sanciones son una iniciativa que parte de Washington y Bruselas repite. Por ello las desastrosas consecuencias para Europa de esas sanciones no son culpa de Rusia, como recordó hace dos días en Ankara el presidente turco Erdogan. La escasez de energía en Europa y el alza de precios es culpa de las sanciones contra Rusia impuestas por la Comisión Europea. En Europa comienzan a despertar del delirio desinformado en que la tiene sumida la censura de toda información que no venga de los medios atlantistas. El día 5 de septiembre hubo 70.000 personas en la Plaza San Wenceslao de Praga que se manifestaron contra la sumisión del Gobierno checo a la UE y a la OTAN. Eso es solo el principio estando aún a fines del verano. ¿Es que algún político loco cree que los ciudadanos europeos están dispuestos a vivir en la miseria para sostener el gobierno de Volodimir Zelensky y a sus amigos atlantistas? Eso es improbable, la furia europea será evidente cuando llegue el invierno depurador. Ahora es Praga, le seguirán Berlín, Londres, París y hasta Madrid. Es imposible mantener el rumbo de la actual política exterior europea dictada por Washington desde Bruselas. Habrá que negociar con Rusia a pesar de Washington y sus títeres europeos. Washington también tendrá que claudicar porque las manifestaciones europeas pronto contagiarán a Estados Unidos. Abraham Lincoln ya advirtió: “You can foolsome of the people all of the time, and all of the people forsome the time, but you cannot fool all of the people all of the time” (Alguna gente puede ser engañada todo el tiempo y se puede engañar a todos por un tiempo, pero es imposible engañar a todos todo el tiempo). Estonia es el país europeo más realista y acaba de pedir a la Comisión Europea ser exceptuada de aplicar esas sanciones a Rusia y quiere continuar sus relaciones comerciales con Rusia. Pronto el furor popular despertará a otros gobiernos europeos del delirio atlantista de omnipotencia. En Estados Unidos, California ya anunció apagones continuos a partir de la noche del 6 de septiembre. Las fallas de infraestructura se están acumulando en todo Estados Unidos día a día. Mientras, Washington gasta el dinero de los contribuyentes en compra de armamento. No hay una amenaza militar externa que justifique esa opción presupuestaria. El presupuesto militar de Estados Unidos es el mayor del mundo y supera muchas veces el presupuesto militar combinado de Rusia, China e India. Estados Unidos solo busca intimidar al resto del mundo desde sus 800 bases militares repartidas por los cinco continentes para aprovechar su supremacía aérea. El problema de los halcones de Washington es que la industria misilística ha remplazado en proyección de poder destructivo a los portaviones y con menor costo. En el Pentágono se sabe que deben renunciar a una guerra caliente contra Rusia y antes de retirarse de Europa prefieren dejar a los protagonistas del nuevo orden mundial multilateral una Europa en la miseria. Hace unas horas Rusia anunció una prohibición total de las exportaciones de gas natural a Europa hasta que cesen las sanciones económicas de Occidente (OTAN) y que sus exportaciones se le paguen en rublos. Es probable que el próximo año Europa se parezca a la Alemania de Weimar, cuyo desorden socioeconómico fue obra de sanciones y reparaciones por una guerra que acabó con los años de paz y prosperidad europea que garantizó la alianza de Rusia con Alemania y Austria interrumpida por la subversión anglosajona en los Balcanes. Francia y Alemania tienen responsabilidad en la agresión genocida de Zelensky contra los habitantes del Donbás al no cumplir con su garantía de los Acuerdos de Minsk. Ese incumplimiento impuso a Rusia una operación militar para evitar el exterminio de los civiles del Donbás. Un caso contemplado en las normas de las Naciones Unidas. Esa operación pudo evitarse si se hubieran aplicado los acuerdos de Minsk firmados por el Gobierno de Kiev y los representantes del Donbás y de los cuales Alemania y Francia eran garantes. Pero en Washington querían un pretexto para debilitar la floreciente economía rusa con sanciones. La tensión entre la OTAN y Rusia viene del golpe de Estado perpetrado por la OTAN contra el Gobierno legítimo de Ucrania en la plaza Maidan de Kiev en el año 2014. Las consecuencias de esa agresión recuerdan el proverbio español que dice: Quien siembra vientos cosecha tempestades.

  • Doctor en Ciencias Políticas de la Universidad de Florencia. Es Director del Instituto de

Relaciones Económicas Internacionales en Ginebra. Tomado de: REBELIÓN/9 de septiembre de 2022

Ucrania: Testaferro de Washington

Pablo Jofré Leal* Hispantv Ucrania, desde el golpe de Estado de febrero del año 2014, que significó el triunfo de las posiciones ultraderechistas y proclives a Washington y a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) se convirtió en una entidad desestabilizadora de la región y punta de lanza de la política de máxima presión contra la federación rusa. Ucrania transitó así hacia un instrumento de las administraciones estadounidenses para concretar sus intereses hegemónicos en los diversos planos: mercantiles, financieros, políticos, militares y de tratar de mantener una hegemonía cuestionada no solo por Rusia, sino también por China y otras potencias emergentes, como es el caso de la República Islámica de Irán. Potencias occidentales como el propio Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña y Alemania, fundamentalmente, en aras de someter a Rusia, y hacer soportar a sus sociedades, la enorme carga de mantener acciones de guerra, que solo favorecen a los grandes conglomerados militares-industriales, pero que no benefician a los pueblos. Una Europa, que además de involucrarse en un conflicto de consecuencias insospechadas ve acercarse a pasos agigantados el invierno y la posibilidad cierta de ver mermada su economía con relación a las importaciones de petróleo y gas, que en un 40% proviene de Rusia y otro 20% desde el Magreb y el Golfo Pérsico. En este panorama de incertidumbre y de sanciones contra Moscú, los más perjudicados suelen ser las sociedades, los pueblos, los sectores más débiles del tejido social. Y, en ello los países europeos están sintiendo el rigor de altas tasas de inflación, aumento monumental del precio de los combustibles y una protesta de la población, aún en ciernes, pero que puede desembocar en explosiones sociales de envergadura. Adicionemos la influencia de la guerra en materia de exportaciones de granos e hidrocarburos al resto del planeta, que ha generado un aumento de los precios a nivel global. En la oriental ciudad rusa de Vladivostok, se realizó entre el 5 al 8 de septiembre pasado, el séptimo Foro Económico Oriental, con representantes de decenas de países bajo el lema ‘El camino hacia un mundo multipolar’. Un evento que muestra el afán ruso junto a sus socios de la República Popular China de enfrentar los desafíos que occidente ha puesto en la mesa geopolítica internacional. Fue un foro centrado en el desarrollo de la cooperación empresarial global ante las dificultades de las sanciones occidentales. En palabras del presidente ruso Vladimir Putin «Por mucho que occidente quiera aislar a Rusia, es imposible hacerlo... basta con mirar el mapa... los países occidentales tratan de mantener el orden mundial anterior, que responde a sus intereses, y hacer que todo el mundo viva según las reglas que ellos impongan, que ellos inventaron y que incumplen a menudo y cambian constantemente... La separación entre las élites occidentales y los intereses de sus propios ciudadanos está aumentando. Así, el nivel alcanzado de desarrollo industrial de Europa, la calidad de vida de la gente, la estabilidad socioeconómica, todo esto se lanza al horno sancionador» (1) En este momento los países occidentales, sobre todo los europeos, soportan enormes presiones y afectaciones en el plano económico, producto de un manejo económico sometido a las exigencias de Estados Unidos, que ha privilegiado una política de sanciones contra Rusia por encima de cualquier consideración de los pueblos del mundo. Se impone así el comercio de las armas, que implica para Kiev llenarse de equipamiento militar obsoleto e hipotecar su economía frente a los pedidos y suministros que la industria militar, tanto estadounidense como de sus aliados más poderosos de Europa, le están proporcionando y que en algún momento, más temprano que tarde se cobrará y a precios leoninos. Los ucranianos, como sociedad, deberán pagar, con su desarrollo futuro, la renovación de sus arsenales y al mismo tiempo ser testigos de la enorme corrupción que ello conlleva y del cual el gobierno del actual presidente Volodimir Zelensky no es la excepción. Se ha ofrecido gratuitamente armas a Kiev para que en el breve plazo comience a pagar por su mantenimiento y modernización, lo que lleva, inevitablemente, a comprar armamentos modernos, renovarlos y así una cadena sin fin. El medio estadounidense Bloomberg ha señalado, a través de sus editoriales y análisis que los activos ucranianos ya están hipotecados en función del pago a asesores extranjeros, mercenarios, servicios y apoyo logístico, además de software occidentales que generan una sujeción a la industria de occidente y con ello la imposibilidad de un desarrollo propio e independiente, acompañado de un endeudamiento, que haré más y más subyugado, no solo a las camarillas políticas ucranianas sino que al conjunto de su sociedad. Al mismo tiempo que Bloomberg hace este señalamiento, ha dado a conocer también, que Washington ya ha entregado a Kiev un tercio de su inventario de unidades de misiles antitanque Javelin y una cuarta parte de sus reservas de misiles antiaéreos portátiles Stinger...hay un debilitamiento en la cadena de suministros que preocupa en el Pentágono “La debilidad de la cadena de suministro del Departamento de Defensa pone en peligro no solo la ayuda a Ucrania, sino la capacidad de Estados Unidos de responder a futuras crisis, incluido un potencial conflicto sobre Taiwán, cuyo Ejército depende del material estadounidense”.(2) Ucrania, al someterse a occidente, hipotecó completamente el futuro de las próximas generaciones de su población. Prueba de ello es la firma de la ley, por parte del presidente estadounidense Joe Biden sobre “lend lease” ley de Préstamos y Arriendo que data de la Segunda Guerra Mundial y que consiste, básicamente en facilitar suministros militares con pago futuro. Es decir, reembolsar a futuro lo que se les entrega hoy en materia de armas, suministros y apoyo militar en amplios sectores, liberando a la administración estadounidense de trámites burocráticos y permisos, que dan pie a un desarrollo de la corrupción y el tráfico de armas en múltiples direcciones. Esta ley ya fue firmada en mayo pasado, aprobada por el senado bajo el nombre “Ukraine Democracy Defense Lend-Lease Act” (3). El cálculo, por lo bajo, estima que esta ley permitirá endeudar a Ucrania por cerca de 100 mil millones de dólares, de los cuales ya el 40% ha sido entregado bajo diversas modalidades. La reprimida oposición ucraniana ha alertado de las consecuencias desastrosas de este vasallaje de los políticos ultranacionalistas –que paradojalmente de nacionalistas no tienen nada– ante Estados Unidos y Europa. Se está concretando así una seria amenaza a la soberanía de este país europeo y que va a significar, qué duda cabe, que para favorecer el pago de una deuda que se hará impagable, se exigirá a las camarillas políticas ucranianas, el poner su territorio a disposición de tropas estadounidenses y de la OTAN. Instalando decenas de bases militares, tal como lo hicieron con la Alemania post Segunda Guerra Mundial, generando condiciones de arriendo leoninas. Al mismo tiempo favorecer inversiones que signifiquen la privatización de los servicios energéticos ucranianos y el acceso a la industria de alimentos, como también obtener condiciones especiales para realizar proyectos significativos en la esfera energética, de infraestructura y comercio. Ucrania está cavando su propia tumba, mostrando que va camino a ser el principal testaferro de Washington en Europa, convertido en la punta de lanza de los intereses del lobby energético y del complejo militar industrial de aquel país. Notas: (1)https://actualidad.rt.com/actualidad/440857-video-putin-discurso-foro-economico-oriental