San josafat

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San Josafat
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Santo
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Religión o MitologíaCatólica
Día celebración14 de noviembre
Patrón(a) o Dios(a) deUcrania
Fecha de canonización1867 por Beato Pío IX

San Josafat. Obispo y mártir, se convirtió a la fe católica e ingresó en la Orden de San Basilio. Trabajó infatigablemente por la unidad de la Iglesia.

Síntesis biográfica

Nació en Vladimir, Ucrania, el 1580, con el nombre de Juan Koncewicz. Era hijo de un cónsul y fue educado en el cisma de Focio y Cerulario. El año 1595, a sus 15 años, empieza a trabajar en un comercio de Vilna, Lituania. En los ratos libres se dedica a la lectura, sobre todo de santos, y también al penoso tema de la unión de las Iglesias. Ese mismo año de 1595 se promulga en Brest-Litowosk, con la autoridad del metropolitano de Kiev, el decreto de unión de los Eslavos Orientales con Roma. Clemente VIII publica la constitución Magnus Dominus para celebrarlo.

Inicios

Josafat se decidió a la unión con la Iglesia católica, sin renunciar a las peculiaridades de Oriente. Al contrario, defendió la conservación del Rito Oriental Eslavo y la Orden monástica de San Basilio, en la Iglesia Universal. El mismo se hizo monje basiliano en Viena, y cambió su nombre Juan por Josafat. Allí se entregó a la piedad y a las más duras penitencias. El metropolita de Kiev afirma que «en breve tiempo llegó a ser maestro de todos, en la ciencia, en la disciplina religiosa y en todas las virtudes».

El año 1614, ya ordenado sacerdote, es nombrado archimandrita. El monasterio floreció en afanes de santidad y en anhelos de unión con Roma. Josafat entusiasmaba y arrebataba a todos con su dialéctica irrebatible. Muchas fueron sus conquistas, como los gobernadores de Polonia, de Novgorod y de Smolensko. Hasta los enemigos le llamaban «el ladrón de almas».

En 1618 es nombrado obispo de Pólotzk, con lo que su influencia se extiende mucho más. El ejemplo de su vida casta, pobre y de gran generosidad para todos, era la mejor fuerza de su apostolado. Por socorrer a los pobres se desprendía de todo, hasta de las cosas más necesarias.

Escribe varios folletos sobre el bautismo de San Vladimiro, sobre el primado de Pedro y en defensa de la fe católica. La Rutenia Blanca le oye con admiración. Crece su fama. También el odio de los cismáticos, que le llamaban «el apóstata papista». Es perseguido. Sufre atentados. El sigue en la brecha y se ofrece como víctima. Lo que importa es la unión.

La intrepidez de su celo, la contundencia de sus argumentos en las controversias, las múltiples y resonantes conversiones, fueron encrespando cada vez más a sus enemigos que se sentían totalmente impotentes ante él. Lo único que ya les quedaba era eliminarlo por la violencia.

Obispo ejemplar

En 1617, el P. Josafat fue consagrado obispo de Vitebsk con derecho de sucesión a la sede de Polotsk. Pocos meses después murió el anciano arzobispo de esa sede y Josafat se halló al frente de una eparquía extensa pero poco fervorosa. Muchos se inclinaban al cisma porque temían que Roma interfiriese en sus ritos y costumbres. Las iglesias estaban en ruinas y se hallaban manos de los laicos. Muchos miembros del clero secular habían contraído matrimonio, algunos varias veces. La vida monástica estaba en decadencia. Josafat pidió ayuda a algunos de sus hermanos de Vilna y emprendió la tarea: reunió sínodos en las ciudades principales, publicó e impuso un texto de catecismo, redactó una serie de ordenaciones sobre la conducta del clero y combatió la interferencia de los "señores" en los asuntos de las iglesias locales. A todo ello añadió el ejemplo de su vida, su celo en la instrucción, la predicación, la administración de sacramentos y la visita a los pobres, a los enfermos, a los prisioneros y a las aldeas más remotas.

Hacia 1620, prácticamente toda la eparquía era ya sólidamente católica, el orden estaba restaurado y el ejemplo de aquel puñado de hombres buenos había producido un renacimiento de la vida cristiana. Pero en ese mismo año, disidentes en la región que se había unido a Roma, establecieron obispos paralelos, contrarios a Roma.

Así, un tal Melecio Smotritsky fue nombrado arzobispo de Polotsk, sede de San Josafat, y se dedicó enérgicamente a destruir la obra del arzobispo católico, diciendo que Josafat se había "convertido al latinismo", que iba a obligar a sus fieles a seguir su ejemplo y que el catolicismo no era la forma tradicional del cristianismo ruteno. La nobleza y la mayoría del pueblo estaban por la unión, pero habían zonas disidentes.

Un monje llamado Silvestre Smotritsky recorrió las poblaciones de Vitebsk, Mogilev y Orcha sublevando a la gente contra el catolicismo. Cuando el rey de Polonia proclamó un decreto afirmando que Josafat era el único arzobispo legítimo de Polotsk, se produjeron desórdenes no sólo en Vitebsk, sino en la misma Vilna. El decreto fue leído públicamente en presencia del santo y éste estuvo a punto de perder la vida.

El canciller de Lituania, León Sapieha, que era católico, temeroso de los resultados políticos de la inquietud general, prestó oídos a los rumores esparcidos por los disidentes que, fuera de Polonia, acusaban a San Josafat de haber sido el causante de los desórdenes con su política.

Así pues, en 1622, Sapieha escribió al santo acusándole de emplear la violencia para mantener la unión, de exponer el reino al peligro de una invasión de los cosacos, de sembrar la discordia entre el pueblo, de haber clausurado por la fuerza ciertas iglesias no católicas y de otras cosas por el estilo.

Tan solo era cierto que Josafat había pedido el auxilio del gobierno para recobrar la iglesia de Mogilev, de la que se habían apoderado los disidentes. El arzobispo tuvo que hacer frente también a la oposición, las críticas y la falta de comprensión de algunos católicos. Una de las razones por la que que una parte del pueblo fácilmente se dejó llevar por las falsas acusaciones era para evitar la disciplina y las exigencias morales del renacimiento católico.

En octubre de 1623, sabedor de que Vitebsk era todavía el centro de la oposición, decidió ir allá personalmente. Sus amigos no lograron disuadirle ni convencerle de que llevase una escolta militar. "Si Dios me juzga digno de merecer el martirio, no temo morir'", respondió San Josafat.

Así pues, durante dos semanas predicó en las iglesias de Vitebsk y visitó a los fieles sin distinción alguna. Sus enemigos le amenazaban continuamente y provocaban a sus acompañantes para poder asesinarle aprovechando el desorden. El día de la fiesta de San Demetrio, una turba enfurecida rodeó al mártir, el cual les dijo: "Sé que queréis matarme y que me acecháis en todas partes: en las calles, en los puentes, en los caminos, en la plaza central. Pero yo estoy entre vosotros como vuestro pastor y quiero que sepáis que me consideraría muy feliz de dar la vida por vosotros. Estoy pronto a morir por la sagrada unión, por la supremacía de San Pedro y del Romano Pontífice."

Su muerte

Smotritsky, fomentador de la agitación, probablemente solo pretendía obligar al santo a salir de la ciudad. Pero sus partidarios empezaron a tramar una conspiración para asesinar a Josafat el 12 de noviembre, a no ser que se excusase ante ellos por haber empleado la violencia.

Un sacerdote llamado Elías fue el encargado de penetrar en el patio de la casa del arzobispo e insultar a sus criados por su religión y al amo a quien servían. Como la escena se repitiese varias veces, San Josafat dio permiso a sus criados de arrestar al sacerdote, si volvía a presentarse. En la mañana del 12 de noviembre, cuando el arzobispo se dirigía a la iglesia para el rezo del oficio de la aurora, Elías le salió al encuentro y comenzó a insultarle.

El santo dio entonces permiso a su diácono para que mandase encerrar al agresor en un aposento de la casa. Eso era precisamente lo que deseaban sus enemigos que buscaban pretexto para atacarle. Al punto, echaron a vuelo las campanas, y la multitud empezó a clamar que se pusiese en libertad a Elías y se castigase al arzobispo. Después del oficio, San Josafat volvió a su casa y devolvió la libertad a Elías, no sin antes haberle amonestado. A pesar de ello, el pueblo penetró en la casa, exigiendo la muerte de Josafat y golpeando a sus criados.

El santo salió al encuentro de la turba y preguntó: "¿Por qué golpeáis a mis criados, hijos míos? Si tenéis algo contra mí, aquí estoy; dejadlos a ellos en paz." (Palabras muy parecidas a las de Santo Tomás Becket en ocasión semejante). La turba comenzó entonces a gritar: "¡Muera el Papista!", y San Josafat cayó atravesado por una alabarda y herido por una bala. Su cuerpo fue arrastrado por las calles y arrojado al río Divna.

Fuente