Segundo Combate de Purialón

Segundo Combate de Purialón
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Fecha:19 de julio de 1958.
Lugar:Purialón.
País(es) involucrado(s)
Bandera de Cuba Cuba.
Líderes:
Eduardo Sardiñas y Andrés Cuevas Heredia.
Ejecutores o responsables del hecho:
Ejército Rebelde.

Segundo Combate de Purialón. Combate efectuado el 19 de julio de 1958 contra el segundo refuerzo este integrado por las fuerzas de las compañías I, K y L de la División de Infantería que venían en apoyo del Batallón 18 al mando del Comandante José Quevedo, sitiado desde hacía varios días en El Jigüe .

Antecedentes

Ante el desastre sufrido el 17 de julio con el primer intento de refuerzo del Batallón 18, el mando enemigo comenzó a prepararse al día siguiente para un nuevo movimiento. Esta vez encomendó la misión al llamado Batallón de Los Livianos, al mando del capitán Noelio Montero Díaz. Se trataba de una fuerza de choque integrada por las Compañías I, K y L de la División de Infantería, con sede en el campamento de Columbia -que hasta ese momento habían actuado en la zona de operaciones como compañías independientes-, a las que se sumaron los restos que pudieron salvarse de la Compañía G-4. Este contingente no solo era mucho más numeroso, sino además, mejor entrenado y equipado que la compañía derrotada en el combate del día 17. Era la carta de triunfo del enemigo en esta operación, con la cual pensaban ilusamente que podrían sacar al batallón cercado de su desesperada situación. Ese mismo día desembarcaron en La Plata la mayor parte de los elementos del batallón, más unas cuantas piezas de artillería de 75 milímetros.

Los Livianos partieron de la playa de La Plata poco después de amanecer el sábado 19 de julio, y comenzaron a subir por el camino del río, en un movimiento casi idéntico al realizado dos días antes por la Compañía G-4. En todo caso, el jefe del contingente desplegó un poco más sus flancos, sobre todo el derecho, por las laderas del cañón de La Plata. Esta vez, sin embargo, el avance enemigo contó con el apoyo martillante, tanto de la fragata como de las piezas de artillería emplazadas en la playa y, sobre todo, con un redoblado apoyo aéreo. Fue, sin duda, el día de mayor actividad de la aviación durante toda la batalla y, posiblemente, una de las jornadas aéreas más intensas que presenciamos durante toda la guerra.

Combate

Alrededor de las 2:00 de la tarde, la vanguardia enemiga chocó con los hombres de Cuevas en Purialón y se entabló el combate. Esta segunda acción contra los refuerzos del Batallón 18 fue una de las más intensas de toda la guerra. El enemigo, debidamente preparado y advertido, ofreció una resistencia tenaz e, incluso, trató en varias ocasiones de forzar las líneas rebeldes. Pero cada vez que los guardias lograban reagruparse e intentar un ataque, eran repelidos con fuertes bajas por los combatientes de Andrés Cuevas Heredia y de Eduardo Sardiñas (Lalo).

Mientras tanto, Ramón Paz Borroto, quien, como se recuerda, estaba posicionado en el alto de Manacas en espera del comienzo de la acción, realizó esta vez de manera impecable la maniobra prevista desde el combate anterior y, bajando a toda velocidad hacia el río, encerró por la retaguardia al enemigo. Simultáneamente, algunos de los hombres de Paz, situados a media falda del firme de Manacas, intentaron detener el avance de un pelotón enemigo por ese lugar, pero en un momento determinado decidieron retirarse unos metros hacia mejores posiciones. Fue durante ese repliegue por un potrero descampado cuando fue alcanzado y muerto por el fuego de los guardias el combatiente Roberto Corría, del pelotón de Paz.

Al atardecer, después de más de tres horas de duro combate, los guardias comenzaron a dar finalmente señales de agotamiento. Se escucharon entre sus filas gritos de rendición, mezclados entre el sonido cada vez más espaciado del fuego enemigo. Interpretando tal vez que la tropa estaba desmoralizada y en situación de rendirse, e impulsado por el ardor del combate, el capitán Andrés Cuevas Heredia salió de su trinchera y comenzó a avanzar hacia los guardias con la intención, al parecer, de precipitar la rendición. Sin embargo, apenas dio unos pasos fue alcanzado por una ráfaga disparada desde las posiciones enemigas y cayó sin vida.

La muerte de Cuevas desconcertó momentáneamente a los combatientes rebeldes y frustró la probable rendición esa misma tarde del segundo refuerzo. Fue un revés de consideración, pues se trataba de uno de nuestros jefes más audaces y efectivos.

Como le escribió Fidel Castro al Che al informarle de los resultados del primer día de combate: "[...] espero que se les haya ocasionado a los guardias un enorme destrozo, pero la muerte de Cuevas tiene a todos aquí muy tristes y la casi segura victoria nos resulta amarga". Esa misma tarde, al conocer la noticia, emití la siguiente orden:

Se asciende póstumamente al grado de Comandante del Ejército Rebelde por su ejemplar conducta militar y su heroico valor al Capitán Andrés Cuevas Heredia, muerto en el día de hoy, cuando avanzaba sobre el enemigo. En lo adelante se mencionará su nombre con el grado de Comandante.

Márquese el sitio de su sepultura para construir allí un obelisco que perdurará con el recuerdo imborrable de todos sus compañeros de ideal.

Resultados

El balance provisional del combate, al amanecer del domingo 20 de julio, era de siete muertos y 21 prisioneros enemigos, más de 20 armas y buena cantidad de parque calibre 30.06; por la parte rebelde, cuatro muertos Andrés Cuevas Heredia, Acosta, Luna y Corría- y otros tantos heridos.

Al segundo día de combate, los combatientes de Eduardo Sardiñas y Pinares, que habían acercado sus posiciones durante la noche a las de los guardias, volvieron a rechazar durante la mañana los débiles intentos de romper el cerco rebelde. Los hombres de Ramón Paz Borroto, por su parte, siguieron presionando por la retaguardia, aunque durante la noche muchos guardias lograron escapar hacia la playa. Al mediodía, casi 24 horas después de iniciado el combate, toda resistencia había cesado. El total de muertos enemigos se elevaba a 17, y en nuestro poder quedaban 14 fusiles San Cristóbal, 10 fusiles Garand, dos cajas de obuses de mortero calibre 81 y un arria de mulos con suministros.

Pero el resultado más significativo era que el segundo y último refuerzo al batallón cercado en El Jigüe había sido rechazado. A partir de este momento, la suerte de esa tropa quedaba definitivamente sellada, y con ella tal vez -pensábamos todos- la suerte final de la tiranía batistiana.

Fuentes

Castro Ruz, Fidel. La Victoria Estratégica. La Habana: Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado. 2010
- Archivos históricos del Museo Municipal de Bartolomé Masó Márquez