Casta

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Casta es un término con dos orígenes etimológicos distintos y, por lo tanto, con dos significados completamente diferentes. El concepto puede proceder del vocablo gótico kastan y hacer referencia a la ascendencia o linaje.

Por ejemplo:

  • “El barón de Chestwire forma parte de una casta aristocrática que ha gobernado estas tierras durante siglos”.
  • “Las castas ilustres no deben mezclarse con el pueblo, milady”.

Este artículo se refiere a ese significado de casta.

Otro significado de la palabra "casta"

En otro sentido, «casto» o «casta» puede proceder del latín castus y hacer referencia a quien se abstiene del goce sexual. La castidad es un comportamiento voluntario que consiste en la moderación de los placeres sexuales por motivos religiosos, culturales o sociales. Las formas en que cada persona lleva adelante su castidad puede variar: para las personas casadas, ser casto implica fidelidad; para los católicos que no están casados, la castidad significa abstinencia.

Casto también es lo que no posee sensualidad:

  • “Vivimos un amor casto y puro”
  • “Es un hombre casto, con toda su energía puesta en la ayuda al prójimo”.

Historia de las castas

En algunas sociedades, las castas son grupos que componen una clase social especial y que tienden a permanecer separados del resto por motivos religiosos, raciales o de otro tipo.

Uno de los países donde existe un sistema de castas es la India, donde las castas son grupos que pertenecen a unidad étnica mayor.

Castas en la América española

Al principio de la Colonia, a los mestizos no se les reconocía como tales. O se les tomaba por españoles o por indígenas, sin ser aceptados totalmente dentro de ningún grupo. Por eso, muchos padres de mestizos pagaban para que en el acta de nacimiento de sus hijos se les calificara de "español". Algunos mestizos fueron educados como caballeros y damas españoles porque la Corona consideraba humillante que un hijo de español fuera educado entre los naturales.[1]

Mestizos

Al principio de la Colonia, a los mestizos no se les reconocía como tales. O se les tomaba por españoles o por indígenas, sin ser aceptados totalmente dentro de ningún grupo. Por eso, muchos padres de mestizos pagaban para que en el acta de nacimiento de sus hijos se les calificara de "español". Algunos mestizos fueron educados como caballeros y damas españoles porque la Corona consideraba humillante que un hijo de español fuera educado entre los naturales.

La mayoría de los mestizos era considerada "gente vil" y se les negaba el derecho de ocupar cargos reales, eclesiásticos o municipales. Por ello, el papel de los mestizos en la Colonia fué desde un principio un factor de inestabilidad, pues no tenía un lugar definido en la sociedad de su tiempo. Los mestizos fueron rechazados tanto por los indígenas como por los españoles.

A las personas que racialmente fueron el producto de mezclas de distintas razas se les denominó "castas".

Este heterogéneo grupo tuvo el mismo problema social que los mestizos. Si no se les podía ubicar claramente dentro de algún grupo racial, eran negados y discriminados por unos y otros.

Las castas muestran la complicada estructura social que se formó en la Nueva España. En el siglo de la Ilustración, el siglo XVIII, se inventó una clasificación racial de las personas "mezcladas". En esta clasificación aparecía una variedad de posibilidades infinita. Algunas de ellas son:

  • De español con indígena - mestizo
  • De indio con negra - zambo
  • De negro con zamba - zambo prieto
  • De blanco con negra - mulato
  • De mulata con blanco - morisco
  • De español con morisca - albino
  • De albino con blanco - saltatrás
  • De indio con mestizo - coyote
  • De blanco con coyote - harnizo
  • De coyote con indio - chamizo
  • De chino con india - cambujo
  • De cambujo con india - tente en el aire
  • De tente en el aire con china - no te entiendo
  • De mulato con tente en el aire - albarasado

Desde principios del siglo XVIII apareció en el arte la "pintura de castas". Es decir, imágenes plásticas que representan a la gente de acuerdo a su clasificación racial. Estas pinturas son muy interesantes porque reflejan la vida de la sociedad novohispana del siglo XVIII. Muestran las actividades a las que se dedicaban, la ropa que usaban y el lugar donde vivían.

Sistema de castas en la India.

Los términos sistema de castas colonial y sistema de castas indiano son denominaciones historiográficas del sistema social estratificado que pretendía imponer en las posesiones españolas de América («las Indias» o el «Nuevo Mundo») un orden basado en la desigualdad étnica. Se formó una jerarquía social dominada en la cúspide por los «españoles» (peninsulares y criollos, una minoría de potentados cada vez más exclusiva que se conformó como aristocracia colonial de origen europeo y «raza blanca», sometidos a los estatutos de limpieza de sangre), y bajo ellos, a gran distancia en poder político, económico y prestigio, los «indios» (o «naturales», indígenas americanos) y los «negros» (provenientes de África mediante el comercio de esclavos de «raza negra»).

En posiciones intermedias, una abigarrada multiplicidad de situaciones de mestizaje. Cada categoría, teóricamente cerrada al ascenso social, se caracterizaba por una posición socioeconómica especializada, vinculada a su identidad racial reconocida socialmente y que incluso tuvo su representación en un género pictórico (pintura de castas). La agrupación en castas existe también en otras sociedades. Las similitudes con el sistema de castas de la India no son muy estrictas.

Limitaciones

Sin embargo, el sistema de castas jamás fue infalible, existiendo un permanente entrecruzamiento y una masiva mezcla en la sociedad colonial. Y así, ya en el año 1753 se afirmaba de las castas que «no habrá quién se atreva a distinguirlas», o su distinción «nunca tendría fin», de tal manera las castas resultaban en términos comunes pero con un significado propio para cada lugar, y distinto para la ciudad o el medio rural, inclusive que cambia para un mismo sujeto, y referida a aspectos sobre privilegios, fundamentalmente en pugnas de la aristocracia colonial.

La discriminación y el prejuicio socio-racial en la sociedad colonial impulsó las uniones de españoles, indígenas y esclavos originarios del África negra -en donde fueron secuestrados y llevados cautivos a América-, y sus descendientes, principalmente mediante relaciones matrimoniales cuando se trataba de indígenas y esclavos y sus descendientes, o de relaciones sexuales ilegítimas, cuando involucraba a españoles:

Con frecuencia, estos matrimonios mixtos vincularon miembros de castas próximas como los castizos, mestizos-mulatos, etc. La unión matrimonial entre el español peninsular o americano con las castas inferiores continuó siendo infrecuente, no así la «unión ilegítima».

Rasgos propios del siglo XVIII fueron: el aumento del prejuicio socio-racial de la élite blanca y la frecuencia creciente de matrimonios mixtos... La situación marginal del individuo de color, provocada por el rechazo de una sociedad ideológicamente blanca, pero minoritaria numéricamente, impulsó hacia una mayor unión entre los grupos discriminados o mayoría cuantitativa.

Sin embargo, los descendientes de matrimonios mixtos, en muchos casos no fueron registrados en la casta que le había atribuido la legislación indiana porque ella pretendía «limitar las aspiraciones de poder de los estratos inferiores». La movilidad social alcanzada mediante los matrimonios mixtos y las uniones ilegítimas, no impidió un modo de vida propio, peor valorado que los roles atribuidos a los de sangre limpia (blancos o indios dependiendo de la mayoría racial), y a su vez, de parte de los mestizos, donde ellos eran mayoría, del rechazo de las regulaciones del sistema de castas. De este modo la sociedad colonial se caracterizó por una fuerte discriminación de la mayoría de la población, categorizada como castas -entre ellas los mestizos-, dominada por la minoría española (peninsulares y americanos), que se definía como blanca:

Desde luego el desdén de los blancos, españoles o criollos, hacia los mestizos y a las castas, fue un fenómeno generalizado... A mitad de la centuria (1750) el mestizo había logrado, pese a las trabas, un modo de vida propio y una actitud sólida frente a una sociedad cuyos rasgos fundamentales eran el acrecentamiento del prejuicio racial y el reforzamiento de la jerarquización social fundada en la pureza de sangre, con el consiguiente rechazo de los grupos inferiores.

De este modo se produjo un proceso de amalgamación de castas, integrada por tipos humanos relativamente uniformes en costumbres, ideas y estatus social, que se aceleraría más durante las Guerras de Independencia Hispanoamericana, hasta concluir con el colapso del sistema de castas colonial por efecto de la guerra sobre la aristocracia blanca, y terminarse más tarde con la esclavitud del negro africano, abolida en los primeros años de existencia de los nuevos países hispanoamericanos. Por último contra el indio americano, último «sangre limpia», se arrojarían las nuevas ideas del racismo biológico seudocientífico traído por la nueva ola de migración europea del siglo XIX en los países independizados, dando lugar a la marginación, cuando no un deliberado exterminio racial, denominado limpieza étnica.

En relación a la población local la corona empezó por promover matrimonios como preferible para la estabilidad social que el concubinato que en los hechos estaba sucediendo, así, por ejemplo, Francisco González Paniagua nos informa que en Paraguay «algunos españoles tienen setenta mujeres, a menos que sean muy pobres ninguno tenía menos que cinco o seis, la mayoría de quince a veinte y de veinte a cuarenta». Frente a situaciones como esa, la corona decretó -en 1528- que se daría preferencia para puestos oficiales a los españoles casados y, en 1538, que la misma preferencia se observaría para las «reparticiones de indios». En la práctica esto llevó a muchos matrimonios mixtos. No solo no habían las suficientes mujeres hispanas para casarse con todos los conquistadores que existían, sino que además las hijas de caciques y nobles indígenas traían con ellas unas dotes considerables para los conquistadores. Así, por ejemplo, fray Bartolomé de Las Casas escribe que la mayoría de los vecinos de Vera Paz, Guatemala, estaban casados con indígenas. Adicionalmente, la mayoría de los fundadores de Santa Fe de Bogotá, Colombia, se casaron con indígenas chibchas.

Sin embargo esta situación cambio en un plazo relativamente corto, con el descubrimiento por parte de la Corona que tales uniones estaban teniendo un efecto contrario a los intereses regios, transformándose en una política de separación de las razas, lo que dio origen a un complicado sistema de clasificación (ver más abajo). Estos nuevos estatutos siguieron en vigencia hasta la época de la Independencia de América. Los que querían ingresar en las filas del ejército al servicio de España, durante el virreinato, debían probar su limpieza de sangre. Aun así, y de acuerdo a la misma fuente: «La inmensa mayoría de los sacerdotes indígenas en Hispanoamérica sirvieron de clérigos auxiliares bajo la supervisión de un cura criollo o como curas en pueblos muy periféricos. Aún hacia fines de la era colonial, el número de sacerdotes indígenas probablemente nunca superó el cinco por ciento del clero en las diócesis hispanoamericanas y en varias de ellas la presencia de sacerdotes indígenas nunca superó al uno por ciento».

Aún más exigentes eran las consideraciones para acceder a la docencia: «Todo sacerdote tenía derecho a enseñar». A los laicos, en cambio, se les exigía una licencia del Cabildo y de la autoridad eclesiástica. Debían cumplir una cantidad de requisitos como limpieza de sangre, es decir, no ser hijos de uniones ilegítimas; no tener cuentas pendientes con la justicia ordinaria ni con el tribunal del Santo Oficio, ni haber ejercido «oficio servil», o sea labores manuales que se consideraban propias de indios, negros, mulatos o zambos.

Estas regulaciones no sólo perduraron sino que incluso se acentuaron hacia el fin del periodo colonial, extendiéndose incluso a la prohibición de matrimonio entre cualquiera nombrado a posición de autoridad por el rey con incluso damas criollas y entre los sectores más altos de la casta hispana (los dones y doñas) y cualquiera otra. Las consecuencia de desobedecer o ignorar tales ordenanzas podían ser severas, dado que se estaba violando tanto la ley civil como eclesiástica. Sanciones civiles incluían la pérdida del derecho a la herencia, la confiscación de bienes y el destierro, aparte o en adición a encarcelamiento. Sanciones eclesiásticas incluían la anulación del matrimonio y penanza obligatorias. Así por ejemplo, en un caso bien documentado en Mérida -Venezuela- (tan tarde como 1809) el dictamen eclesiástico, en adición a anular el matrimonio, obligó a «los reos» a asistir a misa con velas en la mano de rodillas en la última grada del presbiterio en días festivos. Adicionalmente, el varón debió ayunar —por un mes— cuatro días de la semana (dos a pan y agua) y la mujer, por el mismo tiempo, dos días a la semana. Adicionalmente, durante ese periodo estuvieron aislados de todos amigos y conocidos. Al término de esto, debieron confesar sus pecados (y presumiblemente, arrepentirse a fin de evitar caer en obstinación.

El sistema de estratificación colonial clasificaba a las habitantes de Hispanoamérica en tres «razas»: blanca o española, indígena y negra. La sangre de las personas de cada grupo era «limpia», pero si un hombre y una mujer de diferentes «razas» engendraban un hijo, la sangre de este se vería «manchada», hecho que lo haría pertenecer a una casta. Debido a ello, en el sistema colonial español el término «cruzas» o «castas» designaba a los grupos e individuos con «sangre manchada» a consecuencia del sexo interracial.

A su vez, los individuos con «sangre manchada» eran clasificados en diversos tipos de «castas», definidas según las «cruzas» que se le atribuían a sus antepasados. Los derechos que le correspondían a cada persona estaban estrictamente determinados por su clasificación en tales categorías, considerándose superior al español peninsular (nacido en la península ibérica) y en el lugar más «bajo», al esclavo secuestrado en África.

Denominación de las castas

Muchos y muy variados nombres se utilizaban en el lenguaje popular, y en particular en las «pinturas de castas» novohispanas, para otras mezclas más complejas. No había consenso sobre sus definiciones, y se pueden encontrar diferentes listas. Pero en lo que sí había acuerdo era en que las mezclas de indígena y español eventualmente produciría un español, si se seguía introduciendo «sangre blanca» en cada generación. Tal blanqueamiento no se aceptaba para la «raza» negra. Por ejemplo, un torna atrás era una persona nacida de la unión sexual de dos «blancos», pero que tenía características fenotípicas de «negro». Esto era porque la sociedad hispanoamericana colonial asociaba un atavismo (es decir, la tendencia a reproducir tipos originales) a los negros. No importaba diluir entre numerosas generaciones de blancos un sólo antepasado negro, se temía que los rasgos de esa raza volvieran a manifestarse en sus descendientes.[2]

Existían varias decenas de nombres para todo tipo de posible mezcla de negros con las otras dos razas, a veces con definiciones múltiples. Por ejemplo, «chino» era a veces definido como morisco con española. Sin embargo, también se definía como hijo de torna atrás y de india, y el término «china» también se utilizaba para denominar a la mujer «gaucha». Este «chino», por su parte, daba nacimiento al lobo, si se emparejaba con una mulata. El lobo y otra mulata engendraban al jíbaro. Adicionalmente, se denominaba cuarterones o quinterones a aquellas personas que tenían una cuarta o quinta parte de sangre africana o indígena, pero con aspecto bastante «blanco».[3]

Sistema de castas en la India

Fuentes