Submarino K-19

K-19
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Primer submarino nuclear de la antigua Unión Soviética
Historial Bandera de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas Unión Soviética
Clase Proyecto 658
Tipo submarino nuclear
Autorizado 17 de octubre de 1958
Puesta en grada 18 de abril de 1959
Botado 12 de noviembre de 1960
Asignado 30 de abril de 1961
Baja 19 de abril de 1990
Características generales
Desplazamiento 4030 t
Desplazamiento en inmersión 5000 t
Eslora 114 m
Manga 9,2 m
Calado 7,1 m
Propulsión 2 reactores nucleares de 70 MW VM-A
Potencia (39.200 cv (29 MW))
Velocidad 15 nudos (28 km/h)
Velocidad en inmersión 26 nudos (48 km/h )
Profundidad 300 m
Autonomía 57.500 km a 48 km/h
Tripulación 139

Submarino K-19. Fue el primer submarino nuclear soviético armado con misiles balísticos atómicos, este submarino es conocido más por los graves percances que sufrió, que por ser el primero en su tipo en la desintegrada Unión Soviética.

Construcción

Comenzaron la construcción del K-19 el 17 de octubre de 1958. El submarino fue bautizado el 8 de abril de 1959 por un hombre, cuando tradicionalmente lo hace una mujer. Extrañamente, la botella de champán utilizada para el bautizo rebotó en el casco del K-19 y no se quebró, circunstancias que algunos miembros de la tripulación interpretaron como un aviso de mal augurio. La construcción fue terminada el 12 de noviembre de 1960.

El K-19 parecía estar maldito desde el mismísimo inicio de su construcción en los astilleros: Durante el proceso murieron dos obreros a causa de un incendio, seis mujeres por inhalación de gases tóxicos, un electricista aplastado por el silo de un misil y un ingeniero desnucado al caer en el espacio entre dos compartimientos. De modo que el K-19 contabilizaba ya 11 muertos antes de su botadura.

Finalmente fue botado el 30 de abril de 1961 y puesto al mando del capitán de navío Nikolai Zateyev quien consideraba que el submarino aun no estaba preparado para navegar. Su tripulación era de 139 hombres. Contaba además con dos reactores nucleares térmicos y tres misiles balísticos de 670 km de alcance, equipados cada uno con una cabeza nuclear de 1,4 megatones.

La misión del K-19 era acercarse a la costa atlántica de los Estados Unidos para compensar así la amenaza que, solo unos meses antes, había supuesto la presencia de submarinos norteamericanos dentro del rango de alcance de misiles de las ciudades de Moscú y Leningrado. Para supervisar la misión, Zateyev era controlado por Vladimir Yenin, oficial ejecutivo enviado por el PCUS.

Accidente

El 18º día de navegación el sistema de refrigeración del reactor se había colapsado, las bombas de agua fallaban y las tuberías presentaban diversas fugas. De este modo, Zateyev se encontró ante una de las peores situaciones que podemos imaginar. Esta explosión, en mitad del Atlántico Norte, puede ser interpretada por los norteamericanos como un ataque soviético ante al que hay que responder (recordemos, estamos en plena Guerra Fría), originando así, y de forma accidental, una guerra nuclear de efectos devastadores para el planeta.

Para colmo de males, la antena de radio no funciona y rfesulta imposible pedir ayuda. Zateyev y Yenin se reunen con los ingenieros de la nave para buscar alguna solución. Lo único que puede evitar que el núcleo se funde es inyectar agua para detener el aumento de la temperatura. Para ello, hay que soldar una tubería hasta el reactor, y hay que hacerlo de manera inmediata. El problema es que los hombres que penetren en el núcleo para realizar este trabajo quedarán contaminados por la radioactividad y morirán.

Pero no se puede esperar un minuto más, o todos morirán: El vapor radioactivo se extiende por toda la nave y el agua derramada en el suelo brilla con un color azul fantasmal (el llamado efecto Cherenkov). Ocho voluntarios entran en el reactor para llevar a cabo la conexión hidráulica. Tras cuatro horas de trabajo son sacados de allí con la piel quemada, temblando y vomitando una espuma amarillenta. No tardarán en morir entre convulsiones.

Su esfuerzo no solo ha salvado la vida del resto de la tripulación, sino quizá la de millones de seres humanos.

La fortuna quiso que, en su viaje de regreso a la URSS, el K-19 se cruzara con otro submarino ruso que le prestó ayuda. La tripulación fue evacuada y el submarino, remolcado hasta el puerto de Murmansk. Catorce tripulantes del K-19 morirán meses después, de leucemia y otros tipos de cáncer. Incluso los que sobrevivieron sufrieron enfermedades en diversos grados, todas ellas atribuibles a la exposición a la radiactividad del reactor averiado. El submarino fue descontaminado y volvió a navegar tres años después, pero sufrió otro accidente, un incendio en alta mar que acabaría con la vida de 28 marinos. Fue conservado en Murmansk, fuera de servicio, hasta su desguace definitivo en 2002.

Este negro capítulo fue considerado secreto militar durante 28 años. Aunque algunos de los miembros de aquella desafortunada tripulación fueron condecorados, muchos de ellos descansan en tumbas cuyas lápidas recuerdan su heroísmo y sus horribles muertes.

Fuente