Techos Coloniales Trinitarios

Techos trinitarios
Información sobre la plantilla
Obra Arquitectónica  |  (Elemento de Arquitectura)
Techo Colonial.JPG
Descripción
Tipo:Elemento de Arquitectura
Localización:Trinidad, Sancti Spíritus, Bandera de Cuba Cuba
Uso inicial:Cubierta superior de los edificios
Uso actual:Cubierta superior de los edificios


Techos Coloniales trinitarios. Cabe destacar que Trinidad se distingue por la calidad de sus techos. Es raro encontrar techos de rollizo o de vigas simplemente escuadradas, como es frecuente en otras importantes ciudades como Camagüey o Santiago de Cuba. Aún en casas de embarrado, los techos fueron tratados con gran esmero. Son, pues las techumbres de esta ciudad, un convincente muestrario del dominio alcanzado por los constructores criollos en el ejercicio de un arte de antigua sabiduría.

Los techos

Elemento definidor por excelencia de la arquitectura colonial, las techumbres de madera son herederas de una antigua experiencia constructiva que trasladan a América los españoles y que en Cuba, se integran plenamente a los modos constructivos locales. Concebidos los edificios como si fueran cajas con sus tapas, nuestros techos cubren espacios rectangulares o cuadrados y revelan una alta eficiencia que resultará útil a lo largo de los siglos coloniales y trasciende a la casa popular del siglo XX.

Los techos de las casas coloniales son planos o inclinados. Ambas formas coexisten desde los inicios del desarrollo constructivos de la isla, advirtiéndose una preferencia por un tipo u otro, según el espacio a cubrir y en relación con la época de fabricación de las viviendas. En las casas de una sola planta o en el piso superior de las de dos, lo frecuente es el uso de armaduras de varios faldones como cubierta del espacio conformado por las crujías o al menos por el de la crujía paralela a la calle. El martillo perpendicular es lo común, de un solo plano inclinado o de colgadizo. La segunda crujía y las galerías casi siempre se techan con colgadizos.

Primera mitad del XVIII

Los techos trinitarios son exponentes avanzados, ilustrativos del proceso transformador experimentado por las techumbres cubanas en los siglos XVIII y XIX. Los que cubren las casas de la primera mitad del siglo XVIII tiene una cierta pureza, como es el caso del alfarje de la casa de la calle Rosario S/n, tal vez el más notable de la ciudad y un importante ejemplo para la historia de la carpintería constructiva cubana. A esta estirpe pertenece también la armadura de cuatro faldones de la casa de la cale Amargura núm. 20, 22 y 26, esquina San Patricio con canes dobles funcionales y decorativos realzan este techumbre, cortados en perfil de pico de loro, característico de los techos trinitarios y muy frecuentes en las techumbres cubanas.

En la ciudad son escasos los techos con doble estribado, lo común es el estribado simple que siempre que se encuentre acompañado por una moldura solera en billetes, indica que estamos ante una vivienda construida antes de mediar el siglo XVIII. En todos los casos aparecen cubriendo la primera crujía y tienen un tirante paralelo al centro del espacio correspondiente a la sala y uno o dos tirantes simples según sea el caso sobre los muros divisorios aunque hay algunos como los del techo de la casa de la calle Amargura núm. 69 y 71, esquina a Boca que se representan en forma de gola. Este corte se hace más frecuente en los techos de la segunda mitad del siglo XVIII, pero coexiste con los de pico de loro y hay casos como el de la casa de la calle Alameda núm. 178, esquina a Cristo, que no cuentan con canes.

En la mayoría de los casos estas techumbres están formadas por cuatro faldones, tiene los lados menores falsos. Otras cubren espacios cuadrados y entonces los techos se disponen de modo que las cuatro limas de las esquinas coincidan en un punto central. En la casa de la calle Boca núm. 314, de este punto de unión pende una curiosa talla de madera que reproduce la cara de un sátiro, envuelto en hojas de acanto de arremolinado movimiento. Esta extraordinaria muestra, a manera de plafón está policromada y dorada. El techo cuenta con dobles estribados, molduras soleras y solerillas abilletadas, canes esquineros y de cuadrales.

Sobre espacios cuadrados ocurre encontrar cubiertas de formas octogonales, como la de la casa de la calle Amargura núm. 48, de dos plantas. En la superior, la primera crujía conforma un espacio rectangular cubierto por dos armaduras de sección octogonal, sobre las que descansa el techo funcional, dispuesto a dos vertientes. Como rareza puede mencionarse el techo octogonal de la planta alta de la casa Malibrán de inspiración tradicional pero al modo del siglo XIX, por su tratamiento de color.

Segunda mitad del siglo XVIII

A mediados del siglo XVIII fueron desapareciendo las molduras abilletadas a favor de las de en cuarto de bocel, lo que coincide con la generalización de los estribados simples, en lugar de los dobles. En algunas viviendas se mantiene la presencia de canes decorativos en pico de loro o en gola. Pero con el de cursar de los años los canes desaparecen y solo son utilizados por excepción.

En la medida que transcurre el siglo XVIII, los techos experimentan un progresivo proceso de simplificación, debido a la pérdida de los rasgos propios del tipo y al empobrecimiento de los detalles. Resulta revelador la disminución de las ranuelas en las vigas, alfardas y tapajuntas. Las techumbres de la primera mitad del siglo XVIII tienen ranuras o estrías dobles en cada una de las caras visibles de las alfardas. A parir de los mediados de este siglo se aprecian ejemplares con rasurado doble en el tirante, pero con una sola ranura en cada borde de las alfardas y tapajuntas. Con posterioridad, alfardas, tirantes y tapajuntas cuentan con una sola ranura en los bordes, simplificación acusada en techos de casas modestas, que se levantan desprovistos de estribados con solera descubierta sin canes y sin molduras soleras o solerillas.

Los techos hasta aquí mencionados culminan en una viga cumbrera. En la ciudad existen sólo dos viviendas con techos rematados con harneruelos y son casas construidas avanzado el siglo XVIII entre 1750 y 1780. Ambas cuentan con canes simples, cortados en gola, al igual que las molduras soleras. Por lo tardío de su construcción puede considerarse que estos ejemplares constituyen casos excepcionales de pervivencia de un uso frecuente en casas de notable construcción del siglo XVII. Desde el punto de vista estructural, lo común en Trinidad es el techo de varias vertientes rematado en una viga cumbrera, tipo que trasciende al siglo XIX, despojado de sus atributos decorativos. En dicho siglo, las alfardas pierden el ranurado típico, sustituido por un corte ajunquillado en cada uno de los bordes; desaparecen los canes, sólo utilizados por excepción; los cuadrales disminuyen su longitud; se elimina la tabla que cubren las soleras; la moldura solera se minimiza y es un pobre saliente en forma de cuadrado de bocel, cuando no llega a desaparecer del todo. En muestras notables, la moldura solera se acompaña de una cinta superpuesta que en yeso o madrea, imita ovas o dentículos abilletados y recorren los muros en sus remates superiores. Los tirantes abandonan los lazos y en su lugar se cubren con grandes tablones de madera.

Sin embargo sin los tirantes el únicos elemento destacado de los techos de madrea de las casas del siglo XIX. Al centro de los mismos se coloca un plafón a veces en los lados también de estilizadas palmetas, liras o estrechas. Algunos se encuentran enmarcados con una tablilla moldurada que tiene en las esquinas redondeles muy semejantes a los de las guarniciones de las puertas.

Fuentes