Un extraño en mi vida (película de 1963)

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Un extraño en mi vida
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Drama sentimental | Estados Unidos
117  min
Otro(s) nombre(s)Strangers when we meet
Estreno1963
GuiónEvan Hunter (basado en la novela de Evan Hunter)
DirectorRichard Quine
Dirección de FotografíaCharles Lang Jr.
PaisEstados Unidos

Un extraño en mi vida es una película estadounidense de 1963, protagonizada por Kim Novak y Kirk Douglas.

Fue dirigida por Richard Quine, quien combina sabiamente con potentes imágenes en las que los interiores y el vestuario, las superficies y los aromas, lo complementan a la perfección mediante el trabajo eminentemente visual desarrollado a través de la puesta en escena.

Sinopsis

Al haber alcanzado la cuarentena, Larry Coe (Kirk Douglas) se ha convertido en un prestigioso arquitecto que trabaja desde su casa en la elaboración de proyectos para clientes como Roger Altar (Ernie Kovacs), un escritor de éxito, mujeriego y dipsómano. Pero Larry se siente insatisfecho en su relación conyugal con Eve (Barbara Rush), con quien ha tenido un par de hijos. De forma casual, el arquitecto de mediana edad coincide en el supermercado con Margaret Gault (Kim Novak), una rubia de una gran belleza que pronto le cautiva. Al igual que Larry, Margaret está infelizmente casada con Ken, un hombre que tiene como máxima prioridad su trabajo. Margaret no tarda en aceptar la invitación de Larry para salir juntos después de ocuparse de las labores domésticas y del cuidado de su pequeño, Patrick, que va a la misma escuela que los hijos del matrimonio Coe. Sin embargo, el acto de infidelidad de Larry es descubierto por Felix Anders, un amigo de la familia que se inmiscuye en exceso en la vida de los demás. Más tarde, Eve también se da cuenta que su esposo la esconde una relación extraconyugal y decide tomar la iniciativa, convocando a Larry y a Maggie en la misma fiesta que tiene lugar en su propia casa.

Reparto

Críticas

Un amor que merece la pena vivirse

El director Richard Quine, hizo sólo dos películas grandiosas, magistrales, de las que pueden considerarse "clásicos inolvidables", porque perdurarán por los siglos entre los filmes admirados y amados por los amantes del cine, una fue "El mundo de Suzie Wong" (Gran Bretaña) y esta que hoy nos ocupa "Un extraño en mi vida" o "Extraños cuando nos encontramos" (USA), ambas fechadas en el mismo año 1960, que por lo visto fue el gran año triunfal de Richard Quine, el año en el que llegó a la más alta cima de su arte, el año en que estuvo realmente rodeado de hadas, genios y musas buenas, que le ayudaron a realizar estos dos hitos cumbre y referencia en el séptimo arte.

"Strangers When We Meet" es excelente por muchas razones, pero sobre todo por dos tesis sobresalientes: 1) nos presenta de manera perfecta a la mujer en general cuando está pasando por la necesidad más imperante de ser tentada, pretendida, deseada. Porque si hay una necesidad verdaderamente femenina en toda mujer es la necesidad de ser deseada; 2) nos muestra con claridad que "si alguna vez llegas a conocer a un ser humano será un milagro" (palabras que le confiesa el personaje Larry Coe a su amigo el escritor Roger Altar).

Sin embargo una maravillosa película de amores como ésta fue echada a un lado y rara vez se la halla mencionada entre las auténticas obras maestras del cine. Los motivos pueden ser varios: Quine resultó valientemente agudo, demasiado, muy sincero y atrevido, en toda su dirección. Por ej. en uno de los primeros encuentros secretos entre los dos amantes, él brinda bastante encendido con las siguientes palabras: "Brindo por hacer el amor contigo". Y ella reacciona como es común en la generalidad de las mujeres, con retirada, con alejamiento, con noes, todos indicativos de que estaba deseando acercamiento, una acometida de él y en definitiva que se cumpliera el SÍ más pronfundo entre hombre y mujer en atracción. También, en una conversación, el arquitecto Larry Coe deja caer: "No me gusta el ejército a no ser por la gente que conoces", toda una declaración provocativa de honestidad anti institución militar, que no pudo sentar nada bien en muchos países donde se emitía esta película.

Impresionante la interpretación de la actriz Bárbara Rush (en su personaje de Eve, mujer de Larry Coe, el arquitecto), resulta inmejorable, nos conmueve, nos cautiva convincentemente; así como también el papel del escritor Roger Altar, interpretado por el actor Emie Kovacs, aquí sensacional,

Y por último, mencionar una curiosidad: en una escena entre los dos infieles conyugales ella le toca el hoyito de la barbilla a él a la par que le pregunta cómo hace para afeitárselo, con lo cual ese rasgo específico de la cara de Kirk Douglas es aprovechado para introducirse en el guión del personaje de la obra y hacer de ello una explicación que los espectadores no olvidarán jamás, dado que es característica específica del rostro de este grandísimo actor.

Una casa, una pasión, un adulterio

Estamos ante una de las mejores películas de Richard Quine, y quizá su obra maestra. Se trata de toda una reflexión de sentimientos que gira en torno al amor, al sexo, al deseo... Toda una temática atrevida para la época. Basada en la novela de Evan Hunter.

Lo primero a destacar yo creo que sería la pareja protagonista; Kirk Douglas y Kim Novack. Hacen una interpretación tan genial que hacen de sus personajes una pareja con una carga erótica tan intensa que nunca se sabe si se mueven realmente en el amor o están simplemente en el deseo. Y una vez más Quine sabe sacar el máximo partido de la fuerza interpretativa de Novack, de su belleza, y de su espalda, que siempre aparece desnuda en sus películas. Destacar también a los secundarios, principalmente a Walter Matthau, donde demuestra que es un verdadero actor que no se encasilló en la comedia, sino que también supo, como aquí, hacer de “malo”, en un personaje serio.

Tiene un protagonismo especial la casa. Estamos ante una historia que dura lo que dura la construcción de esa casa. Digamos que es como un elemento simbólico en el que situar la extraña historia de amor de los protagonistas.

Es una película que muestra ese talento especial para retratar la relación entre las personas, para retratar esa complejidad de los sentimientos. Y esto se debe a la maestría del guión y de la dirección. Estamos realmente ante una gran película.

Un extraño en mi vida

¿Qué se puede hacer con la gelidez estatuaria de Kim Novak? Richard Quine nos da la respuesta en este maravilloso melodrama pasional, que parece tocado de un halo mágico. Unas vidas que nos anuncian los hechos cotidianos y monótonos de cualquier pequeña ciudad norteamericana. Una situación matrimonial, la de la protagonista, lo suficientemente delirante, para que, ante una nueva ilusión, que se le presenta de manos de Kirk Douglas, acepte convertirse en adúltera. Ambos parecen dispuestos a renunciar a su rutinario mundo. Y hay un final impagable, en el que Kim Novak logra estar más conmovedora que nunca. Quine la adora. Y Novak da lo mejor de sí misma.

Se entrega de lleno a este tortuoso Love Story mientras su director se retuerce de desesperación por los rincones. ¡Tanto la ama que la odia! Y así, para su aventura, en este film, no hay más que desilusión y desesperanza. ¡Pero es preciosa! Kim Novak refulge ante el blanco teléfono, mientras declara su amor a Douglas. La música de George Dunning ¡genial!

Maravillosa película

Aunque rara vez aparece en las listas de mejores películas, por desconocida, es una pena, pues se trata de un excepcional largometraje del director Richard Quine, de título "Strangers when we meet" traducida en España como "Un extraño en mi vida"

Hace unos años, en una noche de insomnio, tuve la suerte de encender el televisor y encontrarme con esta maravilla de película, de actores, de guión...

El centro del relato lo constituye una extraordinaria historia de amor entre Larry (Kirk Douglas) y Maggie (Kim Novak), dos seres que se buscan, que se necesitan irremediablemente, que sufren por su amor (ambos están casados) y que dejan secuencias para la posteridad del cine.

No se la pierdan (Aunque resulta difícil de encontrar).

Ponga una Kim Novak en su vida

Hermosa película, con una magnífica pareja protagonista, técnicamente intachable, muy avanzada en sus disquisiciones morales. Tanto es así que en España no se estrena hasta 4 años después, por problemas con la censura.

Evan Hunter, basándose en su propia novela, firma un guión redondo. La temática que plantea no es fácil, pues además de una complicada relación sentimental, que inevitablemente acarreará consecuencias, está el proceso de creación de una obra (un libro o una casa pretendidamente excepcional) ¿Cómo discernir la línea que separa el deseo del deber y la responsabilidad?

Todo está salpicado de pequeños detalles y símbolos, el más evidente es el paralelismo entre la construcción de la casa y el alumbramiento de la llama de la pasión, creciendo ambos al mismo ritmo.

Se mantiene siempre el pulso narrativo, rodeado de una atmósfera elegante. Está rodada con gran precisión, con unos medidos encuadres y una portentosa utilización del scope, aprovechando un estilizado uso de una variada paleta de colores. Se potencia siempre la figura de una bellísima Kim Novak, de la que Richard Quine estuvo enamorado (obteniendo al parecer reiteradas calabazas). Se dice, incluso, que escribió escenas exclusivamente para ella, como la de la playa y en aquella en la que intenta seducir a su marido en la que aparece especialmente sensual.

Aparte de la deslumbrante pareja protagonista (¡qué grandes ambos!) los secundarios están en estado de gracia. Con pequeñas pinceladas los describe de tal manera que los conocemos al instante. Walter Matthau para recordar. Ernie Kovacks, absolutamente creíble y metido en su papel de “play-boy”, pero hueco e inseguro. Estupenda Barbara Rush en su papel de abnegada esposa y ama de casa, siempre elegante.

Posiblemente, la mejor película de Richard Quine y con toda seguridad una de las cumbres de su carrera profesional.

En definitiva, una bellísima película, con una historia de amor entre dos personas adultas sin convencionalismos. Elegante.

Fuentes