Una historia verdadera (Película)

Una historia verdadera
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Drama, Road Movie | Bandera de los Estados Unidos de América Estados Unidos
111 min
Otro(s) nombre(s)The Straight Story
Estreno1999
GuiónJohn Roach, Mary Sweeney
DirectorDavid Lynch
Dirección de FotografíaFreddie Francis
PaisBandera de los Estados Unidos de América Estados Unidos

Una historia verdadera (Filme). La película es basada en un hecho real ocurrido en 1994 que viajó, montado en su segadora. Decide iniciar este viaje para reencontrarse con su hermano, el cual se encuentra gravemente enfermo y con el que no se habla desde hace más de 10 años. La película proporciona la agradable sensación de llenar, no sólo la pantalla, sino al espectador mismo colmándole de sensaciones no por sencillas menos valiosas.

Sinopsis

Alvin Straight (Richard Farnsworth) tiene 73 años, es viudo, vive en Iowa con su hija discapacitada Rose (Sissy Spacek), padece un enfisema, tiene problemas de visión y de cadera y acaba de sufrir un brusco desfallecimiento. El médico le recrimina su mala alimentación y lo poco que cuida su salud. Cuando aún está convaleciente y necesita dos muletas para cualquier desplazamiento, recibe una llamada que alerta del grave estado de salud de Lyle (Harry Dean Stanton), su hermano mayor, con quien no se habla desde hace diez años. Al conocer la noticia, Alvin decide emprender un viaje en solitario hasta Wisconsin, donde vive Lyle, con el único medio de transporte que tiene a su alcance: una segadora.

Reparto

Premios

  • 1999: Nominada al Oscar: Mejor actor (Richard Farnsworth)
  • 1999: 2 nominaciones al Globo de Oro: Mejor actor, bso
  • 1999: Festival de Cannes: Nominada a la Palma de Oro (mejor película)
  • 1999: 2 premios de Círculo de críticos de Nueva York: Mejor actor, fotografía

Críticas

Mi mejor recuerdo

"The Straight Story" es una de las pocas películas que ha logrado emocionarme hasta tal punto que creo que me ha marcado para siempre, sin duda la recomendaré a todo el mundo, no sólo por ser una obra maestra de un gran director, sino por ser una película que ha sabido defender de manera sobresaliente el sentimiento más puro que un ser humano pueda jamás experimentar, el amor. Ya sea hacia tu pareja o hacia tu familia, el amor es lo que mantiene viva a la gente noble y con corazón, como es el caso de Alvin Straight (Richard Farnsworth), un hombre mayor y con limitaciones que decide emprender un largo y arriesgado viaje montado en una cortacesped (aunque algunos habrían visto más lógico un "Porsche" o un coche de "F1") para recuperar la relación con su hermano, y todo ello dejando a un lado el orgullo y el rencor.

"The Straight Story" no es sólo una película, es un viaje por los sentimientos más puros del ser humano, un viaje que todos deberíamos emprender aunque fuera una sola vez en nuestra vida y, para disfrutarlo más, despacito, poquito a poco, como una cortacesped.

Gracias, David

La historia real de Alvin Straight, un anciano de 73 años, que decide recorrer en su pequeña segadora los más de 400 kilómetros que le separan de su hermano enfermo, con quien no se habla desde hace diez años.

Con semejante y apabullante sencillez, David Lynch logra una obra maestra indiscutible, un film literalmente maravilloso y perfecto, que además no tiene absolutamente nada que ver con su cine previo (a veces brillante, otras irregular, siempre regado por una atmósfera perversa, malsana, inquietante), lo que la hacen ser todavía más, una obra de arte para la Historia del Cine.

"The Straight Story" es una impagable, conmovedora, profunda pausa en la prisa alocada que nos circunda; una grandiosa pequeñez en la absurda e inservible grandiosidad que nos rodea; una enorme gota de agua entre el desierto de falsedades y cosas prescindibles de este mundo; un huracán de lo que es la vida, el perdón, el orgullo, la personalidad, el sentido final de vivir y existir, la sensación de haber vivido.

Con una puesta en escena verdaderamente maravillosa, de un clasicismo torrencial y perfecto con el que Lynch se consagra eternamente, y un guión soberano, sensacional, de Mary Sweeny y John Roach, hay 2 elementos que la hacen ser definitivamente imprescindible: la extraordinaria, serenísim, grandiosa interpretación minimalista de un Richard Farsworth en estado de gracia; y la emocionante, memorable música de Angelo Badalamenti. Son las dos guindas a una obra maestra, a una obra de arte, a un regalo para poder seguir abriendo los ojos y mirando, sintiendo, auscultando nuestra vida, nuestros corazones. Gracias, David.

Un viaje al corazón del hombre

David Lynch es un artificiero del cine: bombardea áreas inexploradas y las adorna con un lenguaje especial, desmenuza la narración con tratamientos diferentes y siempre con el objetivo de huir de lo políticamente correcto. Sus comienzos son tenebristas, con películas en donde explora la mente humana en busca de respuestas, como Cabeza borradora y El hombre elefante, aunque no por ello deja de convertirse en uno de los cineastas más singulares de Estados Unidos. No sólo porque sus películas tienen siempre un tono de surrealismo sutil y obedecen a pretensiones rupturistas con moldes de todos conocidos, sino también porque Lynch se las arregla, nadie sabe a ciencia cierta cómo, para ofrecer puntos de vista alternativos a historias singulares. Es un director único, astuto emprendedor, sagaz guionista y sensacional hombre de negocios, aunque en los últimos tiempos parecía atravesar un largo periodo de infertilidad cinematográfica.

Pero este periodo se rompió en el año 1999 en el Festival de Cannes, donde Lynch estrenó Una historia verdadera entre la perplejidad de sus incondicionales, que no encontraron en la pantalla las huellas de su profeta, y el asombro de sus detractores ante el abandono del director de su busca a cualquier precio de la originalidad. A cambio, el cineasta daba lecciones de hondura, de humildad y de plena inteligencia, elaborando sobre un vibrante y sólido guión ajeno una de las películas más elegantes y conmovedoras del último cine estadounidense.

Tragándose el orgullo

Una historia pequeña, con personajes insignificantes, en la que apenas pasa nada. Una road movie agropecuaria, sin estridencias, con abuelo cebolleta en plan “Quién sabe ande”. Paisaje salpicado de personajes variopintos, pero verdaderos. La peor parte se la lleva el ciervo. Gente sencilla, un viaje crepuscular, insólito. Fino humor. Mucha filosofía de pueblo que tumba de un plumazo a toda la retórica de los grandes pensadores, porque no está guiada más que por la humildad, la bondad y, en definitiva, el sentido común. “Easy Rider” de geriátrico a lomos de tractor de juguete. Una película que no tiene nada pero que lo tiene todo, o se odia o se ama. Yo no la odio. El impagable vejete y su ajado motocultor, el entorno natural, la banda sonora, el lento avance de las imágenes, las reflexiones sobrias y certeras. Miradas que lo dicen todo. Relaciones humanas. Francamente, una gran película.

Fuentes