Uno, dos, tres (Película)

Uno, dos, tres
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Comedia, Clásicos del cine | Bandera de los Estados Unidos de América Estados Unidos
115  min
Otro(s) nombre(s)One, Two, Three
Estreno1961
GuiónBilly Wilder, I.A.L. Diamond
DirectorBilly Wilder
Dirección de FotografíaDaniel L. Fapp (Blanco y Negro)
PaisBandera de los Estados Unidos de América Estados Unidos

Uno, dos, tres (Filme). película norteamericana dirigida por Billy Wilder y estrenada en 1961. Basada en la obra teatral del mismo nombre de Ferenc Molnár. Una de las mejores películas cómicas de Billy Wilder, ambientada en el Berlín de la Guerra Fría. Fue nominada al Óscar a la mejor fotografía.

Sinopsis

Un representante de Coca-Cola en el Berlín Occidental, C. R. MacNamara (James Cagnery), anuncia a su esposa Phyllis (Arlene Francis) que Scarlett (Pamela Tiffin), de 17 años, la hija de su jefe en EE.UU., llegará a Berlín a pasar dos semanas con ellos. Sin embargo, la alocada heredera decide quedarse más tiempo en la capital alemana. Repentinamente, su padre, el poderoso señor Hazeltine (Howard St. John), llama desde Atlanta para avisar de que él llegará a Alemania al día siguiente. Preocupado, MacNamara busca a Scarlett y empiezan los problemas, ya que nadie quiere molestar al señor Hazeltine. Pronto descubren que Scarlett se ha casado, seis semanas antes, con un comunista alemán, Otto Piffl (Horst Buchholz), y que planean huir a Moscú. Inmediatamente, MacNamara ordena a su asistente, Schlemmer (Hanns Lothar), que ponga un globo de goma en el tubo de escape de la moto de Otto. Cuando éste se llene de gas, en la frontera con el Berlín Oriental, se podrá leer "Váyanse, rusos". El pobre Otto es arrestado y torturado toda una noche con música rock, que él detesta.

Reparto

  • James Cagney
  • Horst Buchholz
  • Pamela Tiffin
  • Arlene Francis
  • Howard St. John

Críticas

Solo tiene un fallo

Si, sólo tiene un fallo, es una película tan tremendamente rápida y frenética que no te da tiempo a soltar la carcajada que te apetecería porque si lo haces te pierdes tres chistes más.

Empieza a un ritmo muy alto que va creciendo cada vez más, la música sube de revoluciones, el reloj de cuco con el himno suena cada vez con mayor frecuencia, las órdenes del director de Coca-cola aumentan en número, en decibelios y en originalidad.

Esta es sin duda la comedia más trepidante, veloz y el un humor más inteligente que haya visto, simplemente magistral el guión, las escenas a toda prisa con persecuciones alocadas (cuando se meten cuatro en el sillón trasero del coche con una torre de sombreros que van perdiendo en cada curva), la actuación de James Cagney raya la perfección.

En resumen, hay que verla un par de veces por lo menos porque son tantos chistes a tanta velocidad que no te da tiempo a asimilarlos todos.

Mi cantando bajo la lluvia

Sí... ¿todos tenéis esa película, verdad?, esa que cuando tu jefe has decidido que tú eres el culpable del 63% de los males que afectan a este mundo, el camarero ha derramado el plato de callos con garbanzos sobre tu camisa preferida y tu pareja te ha comentado lo cansadísima que está esta noche (-¿esta noche tambien cariño? -¿qué significa también? -nada, amor mío buenas noches) sientes como un amigo secreto con el que te puedes reír, alguien que te consuela y te da unas palmaditas en la espalda levantándote el ánimo, ya sabéis a lo que me refiero, ¿no?.

Ésta es mi película para esos momentos, cuando el mundo me parece un lugar poco recomendable me acuerdo de la reunión con los rusos (- No se preocupe, nuestros cohetes también son una porquería), cuando mi jefe se aparece en mis sueños me acuerdo de porqué no se enteró el ayudante de Cagney de la llegada de Hitler al poder, cuando llevo tres noches viendo la espalda de mi pareja me parto con la Kremlin Coca (- Ni los albaneses la quisieron, la usaron para lavar cabras) o con el equipaje de Otto (que visto al reves también se lee Otto)

Cada uno elige su vía de escape, supongo

Buenas noches, espero que hoy no necesitéis verla, porque, ¡que demonios!, aún es más divertido cuando esperan tu llegada con poca ropa, una copa de vino en la mano y una sonrisa en la cara, ¿o no?.

La Kremlin Kola

Billy Wilder decía que sólo había dos clases de personas: las que hacían TODO por dinero y las que hacían CASI todo por dinero... “Uno, dos, tres” es la mejor reunión de estos especimenes en toda la filmografía del cáustico director. Sincopada, impetuosa, y descocada sátira política, que no deja títere con cabeza en esa “guerra fría” que caldeaba el mundo. Para eso se sirve de la memorable interpretación de James Cagney, enérgico y chillón, representante de ese capitalismo (es directivo de la Coca Cola) maquiavélico que escoltado por un catálogo de personajes inolvidables: desde una exuberante y explosiva secretaría llena de curvas y ritmo hasta un militarizado chofer de “dudoso” pasado nazi, a una esposa tan consentidora como irónica, va a cruzar hacia el Oeste en esa ciudad dividida que es Berlín. Este y Oeste se ven las caras, no de un modo dramático, sino a ritmo de unos diálogos endiabladamente rápidos y, quizás, más inspirados que nunca. Capitalistas y comunistas en un farsa punzante que se cose sin suturas a una historia de amor entre la hija del presidente de la Coca Cola, una encantadora y descerebrada Pamela Tiffin, y Otto, un comunista lleno de retórica y libros en permanente pulso con ese capitalismo que derrumbará todos los muros y terminará incluso por “ennoblecerlo”. La visión que ofrece Wilder no puede ser más vitriólica. En una de las sencuencias el camarada Otto se pregunta si no queda gente buena en todo el mundo; la respuesta del comisario comunista no puede ser más breve y feroz: “No sé. No conozco a todo el mundo”.

Una delicia a disfrutar que va ganando con el paso de los años.

Vodka, mujeres y el hombre orquesta tocando La danza del sable

Uno: La despedida prácticamente de James Cagney como actor, con más de 60 años de edad, no pudo ser de mejor forma.

Dos: Si los dramas de Wilder son excepcionales, las comedias no se quedan atrás y ésta es posiblemente la mejor.

Tres: Aún se ve Berlín con las secuelas de los bombardeos pero aunque los escenarios queden anticuados, los diálogos y el ritmo serán siempre de actualidad. Ejemplos en el espoiler.

Si hay crisis actualmente para crear comedias, tomar como manual esta película es lo primero que hay que hacer.

Y no se confundan, Wilder huía de las críticas, como los buenos creadores, y aquí hay, no obstante, tralla para unos... y para los otros. Prueba de lo que digo: mucha coca cola pero el final es con pepsi cola.

Final estilo Wilder, importante y certero.

No la doy un 10 porque he preferido dárselo al Teléfono rojo... de similar intencionalidad.

Creen que la lentitud y la solemnidad son sinónimos de profundidad

Es prácticamente imposible elegir cuál es la mejor película de Billy Wilder, tiene tantas que cada mes o cada semana cambiaría de opinión, pero si lo redujera al tema de secuencias, muchas de mis favoritas se encuentran en “Uno, dos, tres,”. Digo esto porque creo que la película adolece en su primera media hora de una presentación de los personajes muy reiterativa y de un falso ritmo conseguido por el movimiento y no por los diálogos. Esta parte como mucho es buena -como mucho-, en cambio a raíz de la desaparición de la hija del superjefe, el film va ganando paulatinamente, hasta esa última media hora realmente extraordinaria, en la que probablemente encontremos algunos de los mejores momentos de la historia de comedia norteamericana.

Hay que recordar que no todo el mérito es de Wilder, hay que ser justos, por un lado olvidar como siempre se hace al autor de la obra de teatro, Ferenc Molnár, es un delito, uno de los más grandes intelectuales húngaros de la primera mitad de siglo. Y por otro el trabajo de James Cagney, colosal, fuera de concurso, un actor que sufrió también como John Wayne ese sambenito de actor válido solo para papeles concretos como los de gángster. Imaginarse esta película con otro que no sea Cagney es completamente inalcanzable.

Las comedias de Wilder tienen diferentes vectores, por un lado están las más cercanas al sketch y al golpe como “Con faldas y a lo loco”, y por otro lado están lo que se denomina las comedias críticas, mucho más inteligentes y con mensajes punzantes. En “Uno, dos, tres” se reparte palos a todos, nazismo, comunismo y capitalismo son ridiculizados severamente en toda la película. Es verdad que no a todos por igual, pero es que tampoco se merecen ser tratados con el mismo rasero.

Decía Wilder aquello de "Antonioni seguro que es un gran director, un gran artista. Pero en lo que a mí se refiere, soy incapaz de mantenerme despierto". También lo dijo de Godard, Bergman, Cocteau... Y es que Wilder junto con Hitchcock, representan mejor que nadie el afán por ser entretenidos, rentables y ácidos. Europa y su cine prefirió en cambio ser pesados, deficitarios y personalistas. ¿El resultado? Subvenciones, victimismo y mucho ego, entre ellos aquel que dice que no cree en Dios y sí en Billy.

Hechos son amores y no buenas razones.

Fuentes

  • Artículo Uno, dos, tres. Disponible en: www.dcine.org, visitado el 2 de febrero del 2013.
  • Artículo Uno, dos, tres. Disponible en: www.fotogramas.es, visitado el 2 de febrero del 2013.
  • Artículo Uno, dos, tres. Disponible en: www.alohacriticon.com, visitado el 2 de febrero del 2013.
  • Artículo Uno, dos, tres. Disponible en: www.filmaffinity.com, visitado el 2 de Febrero del 2013.
  • Artículo Uno, dos, tres. Disponible en: www.filmaffinity.com, visitado el 2 de Febrero del 2013.