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Daniel Ortega Saavedra nació el [[11 de noviembre]] de [[1945]], en la ciudad La Libertad (Chontales), [[Nicaragua]]. Inició estudios de Derecho en la [[Universidad Centroamericana de Managua]]. Durante su juventud se destacó como líder estudiantil antisomocista.
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Daniel Ortega Saavedra nació el [[11 de noviembre]] de [[1945]], en la ciudad La Libertad (Chontales), [[Nicaragua]], en un entorno humilde en el departamento de Chontales, las carencias sanitarias provocaron la muerte prematura de dos hermanos menores, siendo él el primogénito de los cinco que salieron adelante. En la década anterior a su nacimiento, varios parientes habían luchado en la guerrilla revolucionaria comandada por [[Augusto César Sandino]] contra las tropas estadounidenses de ocupación. Los padres, Daniel Ortega, quien se ganaba la vida como contable, y [[Lidia Saavedra]], eran activos opositores a la dictadura familiar instaurada por el general [[Anastasio Somoza García]], comandante en jefe de la Guardia Nacional, y continuada por sus hijos, Luis y Anastasio Somoza Debayle, lo que les acarreó a ambos sendas experiencias carcelarias en el primer período presidencial del fundador de esta autocracia patrimonialista.
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En enero de [[1960]], con 14 años, Ortega se inició en el activismo político en el seno de la [[Juventud Patriótica Nicaragüense]] (JPN), un movimiento civil de oposición al somocismo que adoptó el ideario de Sandino. La represión no tardó en abatirse sobre la JPN, y en el caso de Ortega, el castigo de las autoridades consistió en la expulsión de la escuela a la que asistía en su población natal, La Libertad, viéndose obligado a marchar a Managua. En la capital del país consiguió reanudar los estudios en el Instituto Pedagógico, regido por los Hermanos de La Salle, y en el colegio público Maestro Gabriel.
  
 
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Revisión del 09:54 26 jul 2010

Daniel Ortega Saavedra
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Daniel Ortega.jpg
Revolucionario nicaraguense
NombreDaniel Ortega Saavedra
Nacimiento11 de noviembre de 1945
La Libertad (Chontales), Bandera de Nicaragua Nicaragua
OcupaciónPolítico, Militar
TítuloPresidente de Nicaragua
Partido políticoFrente Sandinista de Liberación Nacional

Daniel Ortega Saavedra es un revolucionario nicaraguense, integrante del Frente Sandinista de Liberación Nacional que derrocó la distadura reinante en en su país. Ha ejercido como presidente de Nicaragua.

Sus inicios

Daniel Ortega Saavedra nació el 11 de noviembre de 1945, en la ciudad La Libertad (Chontales), Nicaragua, en un entorno humilde en el departamento de Chontales, las carencias sanitarias provocaron la muerte prematura de dos hermanos menores, siendo él el primogénito de los cinco que salieron adelante. En la década anterior a su nacimiento, varios parientes habían luchado en la guerrilla revolucionaria comandada por Augusto César Sandino contra las tropas estadounidenses de ocupación. Los padres, Daniel Ortega, quien se ganaba la vida como contable, y Lidia Saavedra, eran activos opositores a la dictadura familiar instaurada por el general Anastasio Somoza García, comandante en jefe de la Guardia Nacional, y continuada por sus hijos, Luis y Anastasio Somoza Debayle, lo que les acarreó a ambos sendas experiencias carcelarias en el primer período presidencial del fundador de esta autocracia patrimonialista.

En enero de 1960, con 14 años, Ortega se inició en el activismo político en el seno de la Juventud Patriótica Nicaragüense (JPN), un movimiento civil de oposición al somocismo que adoptó el ideario de Sandino. La represión no tardó en abatirse sobre la JPN, y en el caso de Ortega, el castigo de las autoridades consistió en la expulsión de la escuela a la que asistía en su población natal, La Libertad, viéndose obligado a marchar a Managua. En la capital del país consiguió reanudar los estudios en el Instituto Pedagógico, regido por los Hermanos de La Salle, y en el colegio público Maestro Gabriel.

Labor revolucionaria

En 1963 ingresa en el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) y en 1965 fue promovido a miembro de la Dirección Nacional de esa organización. En 1967 es designado jefe de su movimiento de resistencia urbano.

Como consecuencia de su actividad revolucionaria, sufrió prisión desde 1967 hasta 1974. Al salir en libertad marchó al exilio. Regresó clandestinamente a Nicaragua para incorporarse a la lucha que puso fin al régimen somocista.

Tras la victoria de la Revolución sandinista en julio de 1979, integró el Gobierno de Reconstrucción Nacional en el que desempeñó el cargo de Coordinador.

En las elecciones presidenciales y legislativas de 1984, Ortega fue elegido Presidente de la República. Su gobierno afrontó la enorme tarea de reconstruir un país devastado por la dinastía Somoza y por la guerra. También tuvo que enfrentar la guerra interna impuesta por la contrarrevolución, organizada y financiada por el gobierno de los Estados Unidos. Desde el 22 de julio de 1999, se ha desempeñado como Secretario General del FSLN.

Daniel Ortega fue candidato presidencial en las elecciones celebradas en los años 1996 y 2002. En los comicios presidenciales que tuvieron lugar en el mes de noviembre del 2006, resultó electo nuevamente como Presidente de la República. El 10 de enero del 2007 asumió su alta investidura.

Triunfo en las elecciones presidenciales de 2006

Para las elecciones del 5 de noviembre de 2006, Ortega, cuya candidatura los congresistas del partido ratificaron el 28 de mayo, adoptó una estrategia imaginativa que evocó las formas moderadas empleadas en la edición de 2001.

El ex presidente enarboló de nuevo las banderas del pacifismo, el diálogo, la reconciliación y la concordia. Además, el 26 de octubre, en plena campaña electoral, los diputados del Frente, en una nueva convergencia con los sectores clericales y conservadores, hicieron posible la aprobación por la Asamblea de una reforma del Código Penal que tipificaba de nuevo como delito, derogando una ley permisiva vigente desde 1891, la práctica del aborto en cualquier circunstancia, incluidos los casos de violación y de riesgo para la vida de la madre. El ardiente planteamiento pro vida de Ortega y sus correligionarios suponía un giro de 180 grados con respecto a su anterior postura. Para subrayar su mensaje no dogmático, Ortega escogió como compañero de fórmula para la Vicepresidencia a Jaime Morales Carazo.

Los mantras de la fraternidad y la reconciliación de los nicaragüenses los hilvanó Ortega con los mensajes propios de un partido de izquierdas. Así, expresó su preferencia por una economía mixta que otorgara plenas garantías jurídicas a la propiedad y la empresa privadas, pero que a la vez potenciara la coinversión productiva del Estado junto con el capital privado, nacional y foráneo, participación pública que se manifestaría sobre todo en servicios clave para la población, como la energía y las comunicaciones.

El programa del denominado Gobierno de Reconciliación y Unidad Nacional (GRUN) apostaba por revisar las políticas de ajuste estructural, ya que éstas, si bien habían impulsado el crecimiento económico, al mismo tiempo habían generado grandes desajustes en el terreno social; en otras palabras, el crecimiento desaforado de la pobreza (el 78% de la población, al vivir con una renta diaria inferior a los dos dólares, la padecía, la mitad en sus formas más severas), el paro (el empleo y el subempleo daban una tasa conjunta del 46%) y la emigración (cerca de millón y medio de compatriotas residía en el extranjero, la mitad en Estados Unidos). Por lo demás, Nicaragua ostentaba la posición 120 en el Índice de Desarrollo Humano confeccionado por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y, con una renta por habitante inferior a los 1.000 dólares, se trataba del país más pobre de América y del hemisferio occidental detrás de Haití. El reparto de sus magros recursos, procedentes sobre todo de las exportaciones agropecuarias, la cooperación internacional y las remesas de la emigración, era de los más desiguales del continente.

El GRUN, que encarnaba una opción preferencial por los pobres, apostaba por pasar de la dependencia externa a la soberanía nacional, y del ajuste con pobreza al crecimiento con equidad, vislumbrando un escenario de desarrollo económico y humano que se fomentaría activamente mediante una política masiva de créditos, capaz de aumentar la producción y de generar empleo. También, se conferiría un fuerte impulso al sistema público de salud, a la educación escolar y a las campañas de alfabetización. Analfabetismo, cero; desempleo, cero; hambre, cero, proclamaba, optimista, el programa redactado por Ortega y sus camaradas.

En cuanto al Tratado de Libre Comercio entre Centroamérica, la República Dominicana y Estados Unidos (CAFTA), cuya ratificación parlamentaria en octubre de 2005 el FSLN había intentado impedir a golpe de protesta callejera, era aceptado en principio, pero tendría que ser renegociado para compensar a los productores locales perjudicados y en paralelo a la búsqueda de mercados alternativos en las áreas caribeña, sudamericana y asiática. Otros compromisos adquiridos por la formación opositora atañían a la seguridad ciudadana, la descentralización municipal, la sustanciación de la Autonomía de la Costa Caribe, la adopción de fórmulas de democracia directa, como unas Asambleas de Poder Ciudadano, la protección del medio ambiente y la ejecución del proyecto, exorbitantemente oneroso pero con una rentabilidad potencial enorme, de construcción de un canal interoceánico, que funcionaría en paralelo al Canal de Panamá y que dinamizaría en grado superlativo la economía nacional.

El tercer elemento de la campaña electoral de Ortega y el FSLN, presente de manera explícita en el programa y motivo de fuerte controversia dentro y fuera de Nicaragua, era la cooperación con los países artífices de la Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA), Venezuela y Cuba, con cuyos presidentes Ortega se codeó ese año electoral. El líder sandinista dio a entender que, de llegar a la Presidencia, metería a Nicaragua en ese marco de integración macrorregional de fuerte contenido político, social y solidario, concebido por Chávez para contrapesar y superar en alcance al proyecto del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA), patrocinado por Estados Unidos, y de paso oponerse al FMI, el neoliberalismo –tachado por Ortega de genocidio económico y social en una entrevista publicada por el Diario Granma en enero-, la globalización y la urdimbre de tratados de libre comercio bilaterales entre Estados Unidos y varios países de América Latina.

El candidato presidencial no se detuvo a explicar la aparente contradicción que encerraba amistar con el ALBA y el proyecto continental chavista-bolivariano al tiempo que tendía la mano a Estados Unidos en pro de las más fructíferas relaciones comerciales y aceptaba el CAFTA. Claro que en el programa electoral se decía que el GRUN buscaría promover y establecer las mejores y más respetuosas relaciones con todos los pueblos y gobiernos del mundo.

De todas maneras, Ortega no disimulaba sus simpatías y preferencias. Invocando los aspectos prácticos, a Nicaragua le convenía aproximarse al ALBA, argüía, para diversificar sus transacciones exteriores, beneficiarse con acuerdos de comercio justo e importar bienes a precios preferenciales. Es más, el FSLN ligaba de manera prácticamente exclusiva la realización de los prometidos saltos sanitario y educativo a la solidaridad cubana y venezolana; el primer país proporcionaría cuantiosos medios humanos (médicos especialistas y técnicos formadores), mientras que el segundo financiaría indirectamente las inversiones para construir hospitales y ampliar la red de atención en salud con sus exportaciones petroleras en condiciones de pago muy favorables.

Los lazos personales entre Ortega y Chávez eran de lo más conspicuos. En agosto de 2005 el nicaragüense participó como invitado en una edición especial del programa televisivo Aló presidente que fue retransmitida desde La Habana. En 2006, Ortega volvió a salir en un Aló presidente, en abril y desde Venezuela, ocasión en que recibió los deseos de victoria de su anfitrión, y a finales de mayo regresó a la capital cubana para asistir a la III Cumbre del ALBA, en la que Fidel, Chávez y el presidente de Bolivia, el indígena Evo Morales, suscribieron el Acuerdo para la Aplicación del ALBA y el Tratado de Comercio de los Pueblos (TCP).

En 2005 Montealegre, tras ser expulsado del PLC, lanzó su apuesta presidencial, que a lo largo de los meses fue ganando las adhesiones de un rosario de formaciones de los arcos centro-derechista y liberal: el Partido Conservador (PC), el PLI, el Partido de la Resistencia Nicaragüense (PRN), el Movimiento de Salvación Liberal (MSL), la bolañista Alianza por la República (APRE), el Movimiento Democrático Nicaragüense (MDN), el Partido Social Conservador (PSOC) y el Partido Movimiento de Unidad Costeña (PAMUC). Todos estos partidos articularon la lista electoral Alianza Liberal Nicaragüense-Partido Conservador (ALN-PC), a la que el FSLN opuso una alianza forjada con el movimiento indígena Yatama, el Movimiento de Unidad Cristiana (MUC) y la Unión Demócrata Cristiana (UDC).

Montealegre contó con el apoyo explícito del Gobierno de Estados Unidos, cuya Embajada en Managua maniobró, infructuosamente, para que el liberalismo designara un candidato unitario y atizó sin pudor el sentimiento de miedo a la chavización de Nicaragua si Ortega se hacía con la Presidencia. En efecto, tanto en la Administración Bush como en la derecha nicaragüense cundía el temor a que el país centroamericano se convirtiera en otra ficha del tablero del eje neosocialista y comunista Caracas-La Habana, que acababa de incorporar a Bolivia con la victoria electoral de Evo Morales y que en junio estuvo a punto de hacer otro tanto con Perú, donde el candidato nacionalista Ollanta Humala no consiguió imponerse en la segunda vuelta de las presidenciales al socialdemócrata Alan García. El secretario estadounidense de Comercio, Carlos Gutiérrez, advirtió que un triunfo sandinista pondría en riesgo las relaciones bilaterales y ahuyentaría el comercio y la inversión.

En el campo de la izquierda, la súbita desaparición del popular Herty Lewites, muerto en julio, cuatro meses de las elecciones, a causa de un infarto, dejó a Ortega sin un peligroso rival que durante meses le había superado en los sondeos y que a buen seguro habría capturado voto sandinista. Ortega necesitaba imponerse en la primera vuelta, en la que debía sacar el 40% de los votos o bien el 35% más una diferencia de cinco puntos sobre su inmediato perseguidor, ya que no parecía factible que pudiera arañar muchos más votos en una segunda vuelta ante el rechazo que concitaba fuera del electorado del Frente.

El 5 de noviembre de 2006 Ortega ganó la Presidencia de la República para el período 2007-2012 con el 38,1% de los votos, derrotando a Montealegre (29%), a José Rizo Castellón por el PLC (26,5%), a Edmundo Jarquín Calderón, reemplazo del malogrado Lewites, por el MRS (6,4%), y al mítico, pero en estas lides testimonial, Edén Pastora, por Alternativa por el Cambio (0,3%). Paradójicamente, el sandinista era el ganador con un porcentaje de votos sensiblemente inferior a los cosechados en 1990 y 2001. En los comicios a la Asamblea, el FSLN, con 38 diputados, los mismos que tenía hasta ahora, se convirtió en la primera fuerza parlamentaria, pero no por méritos propios –de hecho, perdió votos-, sino por la división del campo liberal-conservador en dos bloques casi iguales. El Gobierno estadounidense intentó emborronar el triunfo de Ortega denunciando anomalías, pero el Consejo Supremo Electoral y las misiones de observadores de la OEA, la Unión Europea y el Centro Carter no detectaron irregularidades susceptibles de ensombrecer la certificación democrática.

Incluso antes de ser proclamado vencedor al cabo de un lento escrutinio, Ortega se apresuró a tranquilizar a los operadores económicos y al Gobierno de Estados Unidos, que recibieron los mensajes de la estabilidad macroeconómica y la garantía para las inversiones. Empresarios, financieros, fuerzas políticas y el conjunto de la sociedad nicaragüense recibieron el llamado del presidente electo a trabajar juntos para erradicar la pobreza, darle seguridad al sector privado y a los inversionistas nacionales y extranjeros, y desarrollar y mejorar las relaciones con toda la comunidad internacional.

El 10 de enero de 2007 una quincena de jefes de Estado y de Gobierno de América Central, el Caribe y América del Sur presenció la toma de posesión de Ortega, que a la edad de 61 recibió la banda presidencial por segunda vez en su vida 17 años después de portarla por última vez. Con este hito, el nicaragüense seguía la estela de otros veteranos estadistas regionales que, como el peruano Alan García y el costarricense Óscar Arias, viejos colegas de mandato en los años ochenta del pasado siglo, acababan de regresar a las jefaturas de los ejecutivos de sus países.

Tras la ceremonia de investidura, realizada en la Plaza de los No Alineados Omar Torrijos, frente al edificio de la Asamblea Nacional, y en la que estuvo presente Arnoldo Alemán, el flamante presidente y su esposa, la desde ahora primera dama Rosario Murillo, se desplazaron a la Plaza de la Fe Juan Pablo II. Allí Ortega dirigió un acto que fue a la vez de celebración popular y de confraternización ideológica, con homenajes al ausente Fidel y coros a favor del socialismo y en contra de imperialismo.

En su encendido discurso a los miles de simpatizantes congregados, Ortega arremetió contra el neoliberalismo y el capitalismo salvaje, se comprometió a darle batalla a la pobreza, denunció la privatización del sector eléctrico, que no había subsanado el grave problema de los cortes de energía y, lo más importante, anunció la incorporación de Nicaragua al ALBA, arranque de una nueva era de cooperación con Venezuela cuyos frutos llegaban ya mismo, con la inmediata entrega por el país sudamericano de las primeras plantas generadoras de electricidad, en apoyo al plan de emergencia del GRUN para solucionar el déficit energético. La ayuda bolivariana abarcaba también la lucha contra el hambre y la desnutrición infantil, el apoyo a la creación de cooperativas populares y la puesta en marcha de programas de desarrollo en salud, educación e infraestructuras. Como guinda al desembarco de la ayuda venezolana, Chávez anunció la condonación de la deuda bilateral de Nicaragua, que ascendía a 33 millones de dólares.

En los días posteriores a su asunción, Ortega anunció el establecimiento con Cuba de relaciones diplomáticas plenas en los ámbitos diplomático, comercial y político, recortó drásticamente su salario presidencial y los salarios de los miembros del Gabinete, decretó la puesta en marcha de los Consejos del Poder Ciudadano (CPC), restableció, pese a la falta de recursos, la gratuidad de los servicios de salud y educación, y recibió en visita oficial al presidente de Irán, Mahmoud Ahmadinejad, con el que firmó varios acuerdos de cooperación e inversión. Asimismo, la Asamblea decidió prorrogar hasta el 20 de enero de 2008 la vigencia de la Ley Marco de 2005, luego los poderes presidenciales de Ortega, a recortar por la Ley de Reforma Parcial a la Constitución Política de la República, quedaban intactos por el momento. Por otro lado, Rosario Murillo, prefigurada como una primera dama de lo más influyente, fue nombrada coordinadora del Consejo de Comunicación y Ciudadanía.

Logros de su gobierno[1]

A finales de agosto de 2009 las Naciones Unidas hicieron un reconocimiento a Nicaragua por los logros sumamente importantes que lleva a cabo el gobierno sandinista del presidente Daniel Ortega.

Alfredo Missair, representante del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) evaluó favorablemente la lucha de las autoridades sandinistas contra la pobreza y la inseguridad alimentaria.

Pese a sostenidas campañas mediáticas y de fuerzas políticas opositoras para demeritar la gestión del gobierno, el funcionario de la ONU resaltó los logros del gobierno en sus programas de salud y educación gratuita, Campaña Nacional de Alfabetización, Ley de Seguridad y Soberanía Alimentaria, Programa Hambre Cero, Merienda Escolar y combate al cambio climático, entre otros.

En declaraciones a la Revista en Vivo, del Canal Multinoticias, Missair dijo que el gobierno ha planteado desde el inicio esfuerzos muy grandes y que tenía muy clara la visión estratégica para enrutar al país en el desarrollo sostenible. Pese a las críticas de sus detractores, a juicio del funcionario internacional la administración del presidente Ortega busca un éxito sostenible y a largo plazo para sacar al país de la pobreza.

Referencias

Fuentes