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A pesar de que murió a solo unos pocos meses de cumplir 18 años, Juana Borrero es, por derecho propio, una de las figuras más fascinantes del modernismo Hispano-Americano. Si ella no ha tenido todo el reconocimiento que se merece, solo se debe a que sus obras no han sido publicadas fuera de Cuba hasta ahora. Particularmente las cartas, pero también los poemas de Juana Borrero, constituyen una lectura esencial para todos aquellos interesados en el modernismo Hispano-Americano. Estas obras seguramente se convertirán en lectura obligada para todo aquel que trate de entender los trabajos de la subjetividad en especial, pero no solamente, en relación con las mujeres durante el fin del [[siglo XIX]]. | A pesar de que murió a solo unos pocos meses de cumplir 18 años, Juana Borrero es, por derecho propio, una de las figuras más fascinantes del modernismo Hispano-Americano. Si ella no ha tenido todo el reconocimiento que se merece, solo se debe a que sus obras no han sido publicadas fuera de Cuba hasta ahora. Particularmente las cartas, pero también los poemas de Juana Borrero, constituyen una lectura esencial para todos aquellos interesados en el modernismo Hispano-Americano. Estas obras seguramente se convertirán en lectura obligada para todo aquel que trate de entender los trabajos de la subjetividad en especial, pero no solamente, en relación con las mujeres durante el fin del [[siglo XIX]]. | ||
Revisión del 10:24 1 abr 2013
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La historia universal registra muchos ejemplos de niños precoces, pero en Cuba a través de los tiempos han surgido pocos. Entre los más conocidos y brillantes está Juana Borrero Pierra, poetisa y pintora cuya obra y maestría en ambas artes despuntó cuando aún no alcanzaba los 10 años de edad.
Sumario
Infancia
Nacida en La Habana el 18 de mayo de 1877, se destacó en la pintura. Como poetisa, fue considerada una niña prodigio. Su padre, Esteban Borrero, fue un poeta y escritor de cuentos; su hermana, Dulce María Borrero, se destacó en poesía y prosa. Por consiguiente, Juana creció en una atmósfera artística y literaria, en medio de reuniones y círculos literarios al cual concurrían otros escritores como Carlos y Federico Uhrbach, así como Julián del Casal.
Niña Precoz
Desde los cinco escribía sonetos de impecable técnica y elaboraba dibujos impresionistas. Que admiraron a los profesores de la Academia de Bellas Artes de San Alejandro. Uno de sus maestros, el célebre pintor Armando Menocal, le dijo en una ocasión al padre Esteban Borrero: “No tengo nada que enseñarle” a su hija, quien contaba entonces 12 primaveras.
La inteligente capitalina llega a su madurez pictórica a los siete años. La gente humilde del pueblo, la naturaleza y las plantas marinas y los caracoles eran los temas centrales de sus dibujos y óleos, tan perfectamente trasladados al lienzo que los eminentes naturalistas cubanos Felipe Poey y Carlos de la Torre elogiaban con frecuencia la exactitud científica de las creaciones de Juana.
No había alcanzado aún la adolescencia y ya era conocida por numerosos poemas y lo tormentoso y melancólico de sus sonetos de amor, compuestos con depurada técnica.
Juventud
En su juventud, Juana tomó lecciones de pintura, primero con Dolores Desvernine, posteriormente, en 1886, en la famosa Academia de Bellas Artes de San Alejandro, en La Habana. También estudió con Armando Menocal, uno de los pintores cubanos más sobresalientes del siglo XIX.
Dolores y Pasiones
Entre sus dolores y pasiones, la Patria tenía también lugar importante, pues el padre y ella misma estaban comprometidos con la insurrección independentista y el novio, Carlos Pío Uhrbach, peleó junto a los mambises.
Emigración
Por su quehacer libertario la familia Borrero fue obligada a emigrar en enero del 96 y se estableció en Cayo Hueso.
Para los que aman
Los escritos de Juana Borrero ponen a disposición de los estudiosos, documentos de profunda magnitud relativos a lo sicológico y espiritual. Según palabras del conocido intelectual cubano Cintio Vitier: “El absoluto que Casal situó en el arte y Martí en la patria, Juana lo vivió en el amor: el amor como arte, como patria y como único Dios”.Su literatura se remite a los albores del Modernismo en Cuba. Un movimiento que padeció de gran frivolidad entre los literatos de la Isla y que, salvo Juana Borrero, apenas pudieron sobrevivir en el tiempo.
La Borrero, con una intensidad inusual para la mayoría de los mortales, solo comparada con un Rimbaud adolescente, imprimió en su escritura la pasión necesaria, el influjo del genio, para darle a este movimiento un nombre para recordar, unas letras para sentir, una vida intensa únicamente apreciable por aquellos que saben amar. Porque esa fue la luz de Juana. El amor que lo insufló todo, desde sus cartas, sus poemas y sus pinturas. El amor como combustible para una vida que se extinguía aceleradamente.
El quehacer plástico
En cuanto a su obra pictórica, que en ella fue tanto o más importante que la poética, poco ha quedado. Del relato de Dulce María Borrero deducimos también que quizá algunos de los más valiosos cuadros de Juana quedaron en Nueva York, mientras que otros se nos pierden quizá en los hogares de algunas de las amigas de Juana.
Desde los cinco años ya este genio mostraba su arte. Sus dibujos arrancaban la admiración de muchos, por la calidad inusual en una niña de esa edad.
Una breve permanencia en San Alejandro y algunas clases en casa bastan para desarrollar su talento. A los 13 años ya pintaba con mucho tino, retratos que la situaban en la elite de los pintores cubanos de la época. De esta manera conoce al llamado “pintor de la República”, Armando Menocal, quien le sirve de aliento y como dijera Julián del Casal: “iluminada por su genio, se lanza a la conquista de todos los secretos del arte pictórico”.
Las cartas, la pasión y lo literario
No se puede entender la pasión de la Borrero sin leer sus cartas. Tampoco su poesía o su vida si descartamos a la joven que escribe esas “inflamadas letras”.
De acuerdo con la destacada escritora y crítica de arte Fina García Marruz, “Juana no es ‹la autora› de sus versos, sino la protagonista. Y no puede pulirlos, porque esta misma palabra está indicando una bastedad primera que la inteligencia debe transfigurar –la famosa fórmula de 'lo espontáneo sometido a lo consciente’ de Juan Ramón–. El caso de Juana es distinto porque en ella el sentimiento espontáneo es mucho más artístico que su gusto literario, no siempre seguro. Ella se mostrará siempre extrañada de que sus más sentidas rimas provoquen una reacción de tipo literario, se asombra de que su prometido le envíe un juicio crítico a cambio del soneto que le dedica y no una frase tierna…”
El caso de Juana Borrero, indiscutiblemente, es una de esas rarezas de genialidad que extrañamente conocemos. Su vida fue pasión que se transfiguró en arte como vía natural de expresión. Para nada esta joven quería enjuiciamientos críticos de su literatura, sino que eso era la vida, su vida y no existía otra forma de expresarlo. Lo intenso siempre es breve, tal vez la intensidad de su espíritu hizo que su vida se agotará en pocos años, pero todavía en su último aliento dejó unas letras para el hombre amado: su “Última rima”, que poco antes de morir dicta a unas de sus hermanas, incapaz ya de sostener la pluma y el papel entre las manos. Son los versos que su prometido lleva cosidos a la ropa cuando lo hirieron de muerte en la guerra.
Muerte
Muere de fiebre tífica, dos meses después, el 9 de marzo, la “adolescente atormentada”, como la calificara en 1966 el escritor y crítico Angel Augier.
A pesar de que murió a solo unos pocos meses de cumplir 18 años, Juana Borrero es, por derecho propio, una de las figuras más fascinantes del modernismo Hispano-Americano. Si ella no ha tenido todo el reconocimiento que se merece, solo se debe a que sus obras no han sido publicadas fuera de Cuba hasta ahora. Particularmente las cartas, pero también los poemas de Juana Borrero, constituyen una lectura esencial para todos aquellos interesados en el modernismo Hispano-Americano. Estas obras seguramente se convertirán en lectura obligada para todo aquel que trate de entender los trabajos de la subjetividad en especial, pero no solamente, en relación con las mujeres durante el fin del siglo XIX.
Obra
Sus poemas aparecieron en la antología “Grupo de familia, poesías de los Borrero”, publicada en 1895, el mismo año en que apareció el único libro de poesía que ella publicaría: “Rimas”. Los poemas de Juana también fueron publicados en “La Habana Elegante”, “Gris y Azul” y el “Fígaro”.
Gran parte de su obra poética se perdió, pero perdura lo que se considera su testamento lírico, escrito poco antes de fallecer, bajo el título “Última rima”, y cuya primera estrofa dice:
Yo he soñado en mis lúgubres noches,/ en mis noches tristes de pena y lágrimas,/ con un beso de amor imposible,/ sin sed y sin fuego, sin fiebre y sin ansias...
De Julián del Casal a Juana Borrero
Entre muchos poetas que frecuentaban las tertulias celebradas en la casa de los Borrero, figuraba Julián del Casal, quien llegó a entablar profunda amistad con la muchacha, y los hermanos Federico Uhrbach y Carlos Pío Uhrbach.
JUANA BORRERO
por Julián del Casal
Tez de ámbar, labios rojos,
Pupilas de terciopelo
Que más que el azul del cielo
Ven del mundo los abrojos.
Cabellera azabachada
Que, en ligera ondulación,
Como velo de crespón
Cubre su frente tostada.
Ceño que a veces arruga,
Abriendo en su alma una herida,
La realidad de la vida
O de una ilusión la fuga.
Mejillas suaves de raso
En que la vida fundiera
La palidez de la cera,
La púrpura del ocaso.
¿Su boca? Rojo clavel
Quemado por el estío,
Más donde vierte el hastío
Gotas amargas de hiel.
Seno en que el dolor habita
De una ilusión engañosa,
Como negra mariposa
En fragante margarita.
Manos que para el laurel
Que a alcanzar su genio aspira,
Ora recorren la lira,
Ora mueven el pincel.
¡Doce años! Mas sus facciones
Veló ya de honda amargura
La tristeza prematura
De los grandes corazones.
Galerìa
- Consuelo Pierra.jpg
Consuelo Pierra, madre - Familia Borrero.jpg
Familia - Ultimocuadro.jpg
Su último cuadro, Los pilluelos, pintado en Cayo Hueso, 1896.