Eduardo Arroyo
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Eduardo Arroyo. Pintor, escultor y grabador español, es una destacada figura del movimiento neofigurativista
Sumario
Síntesis Biográfica
Su infancia y juventud
Pintor y escritor español, nacido en Madrid. Está considerado como uno de los principales representantes de la figuración crítica, de contenido fundamentalmente político y social. En sus obras destaca, sobre todo, su habilidad para mezclar imágenes preexistentes de diversa procedencia, con una fuerte impronta de ilustrador.
Trayectoria artística
Estudió
periodismo y, en 1958, se traslada a París con la intención
de convertirse en escritor. Su conocimiento del francés le
permitió integrarse sin demasiados problemas en la vida diaria,
pero no en el mundo literario, por lo que decide instalarse en el
barrio de los pintores en vez de en el de los escritores. Frecuentó
asiduamente la comunidad de exiliados españoles sobrevivientes
de la Guerra Civil, lo que hizo que se aficionase por la pintura y
que se acentuara su compromiso político y la crítica
al régimen de Franco.
En 1963 expone
sus retratos de los Cuatro Dictadores en el espacio dedicado
por la III Bienal de París a la denuncia del totalitarismo
y la represión, bajo el nombre de L'Abattoir, es decir,
El matadero.
Son los retratos
de Hitler, Mussolini, Franco y Salazar. Cada uno lleva los respectivos
emblemas y banderas nacionales, así como las especialidades
en las que ha sobresalido.
A mediados de
los años sesenta ofrece una visión violenta de la Historia
de España en obras como El minero Silvino Zapico es arrestado
por la policía (1967); Sama de Langreo (Asturias), septiembre
1963; La mujer del minero Pérez Martínez, Constantina,
llamada Tina, es rapada por la policía (1970) o El estudiante
Rafael Guijarro se tira por la ventana a la llegada de la policía
(1970).
Simultáneamente
a la crítica antifranquista, se preocupó por el compromiso
del arte y la vanguardia. Creía que el arte de vanguardia,
lejos de cambiar las condiciones de vida y el sistema de dominación,
se había integrado en el seno de la cultura dominante. Entiende
la vanguardia como una prolongación de la moda a la que hay
que hacer frente. Por ello, en sus obras incluye ácidos comentarios
sobre las figuras indiscutibles de la vanguardia como, por ejemplo,
a Marcel Duchamp en la serie El fin trágico de Marcel Duchamp
(1965).
A Joan Miró
dedicó la serie Miró rehecho o las desgracias de
la coexistencia, en 1966-1967. Al escoger la figura de Miró,
Arroyo tenía en cuenta que se trataba de un artista consagrado
de la vanguardia, opuesto al régimen de Franco y que mantenía
una postura crítica respecto a la situación política
de España.
En Espagne
je te vois y en España te miro el culo se inspira
en la obra La masía, de Miró, pero convierte
el huerto en un campo de exterminio.
En otros cuadros
como Casa de la Cultura en Valdepeñas, I y II o Inauguración:
los cuatro hermanos o cómo hacerse interpelar por los servidores
subdesarrollados, narra acontecimientos concretos, de carácter
policial y represivo, introduciendo motivos iconográficos característicos
del pintor catalán.
La revisión
de la vanguardia continúa con Salvador Dalí. Escoge
al pintor favorito de Dalí, Velázquez, para realizar
Velázquez, mi padre, donde Arroyo se autorretrata como
un niño en pañales en brazos del autor de Las meninas,
sobre un fondo en el que el cielo de la sierra se ve amenazado por
los nubarrones y proyectiles de la guerra civil. Otra obra es Diferentes
tipos de bigote reaccionario español o varios aspectos del
Sindicato de Actividades Diversas.
En 1974 viaja
a Valencia y allí es detenido debido a su actividad antifranquista
y expulsado de España. En 1976, tras el fallecimiento de Franco,
regresará a la Península comenzando una nueva etapa
artística. Todas estas circunstancias hacen que su obra no
sea conocida en España hasta la década de 1980.
A partir de 1976
Arroyo realiza una serie de obras que tratan el exilio, donde reflexiona
sobre los exiliados. Uno de sus ciclos más intensos es Reflexiones
sobre el exilio.
Algunos ejemplos
son La vuelta de los exiliados, Regreso de Companys a Barcelona
o Ángel Ganivet se arroja al río Dvina.
En Ángel
Ganivet se arroja al río Dvina sintetiza las dramáticas
vivencias de este andaluz desterrado a las frías tierras del
Norte. Recoge el momento en el que tras arrojarse a las heladas aguas
del río Dvina, sólo emergen sus zapatos. Ganivet fue
un exiliado que nunca regresó, por ello no aparece corporalmente
representado sino a través de sus zapatos agujereados y sus
calcetines zurcidos.
En Feliz quien
como Ulises ha hecho un largo viaje, I y II, Arroyo aborda la
situación de aquellos exiliados que sí volvieron a casa
y que la encontraron tan cambiada, que ellos mismos se sintieron irreconocibles,
se sintieron extraños en su propio hogar.
A partir de 1980
lleva a cabo las series Los Deshollinadores y Toda la ciudad
habla de ello. En esta última, explora la noche y vincula
su obra con el cine negro. Proliferan por sus cuadros los gangsters,
los escaparates, rascacielos, neones, atropellos y acechos. El color
dominante es el negro. Un ejemplo, el cuadro titulado Alivia.
Eduardo Arroyo
es sobre todo un artista polifacético. Como escritor destacan
las obras Panamá Al Brown (1982) y Sardinas en aceite (1990).
También ha diseñado escenografías teatrales,
como su interpretación de la pieza de Calderón de la
Barca La vida es sueño.
En 1982 el centro
Georges Pompidou, de París, le dedicó una gran exposición
retrospectiva y ese mismo año el gobierno español le
concedió el Premio Nacional de Artes Plásticas