Orquideomanía
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Orquideomanía fue un período de euforía por el cultivo de orquídeas exóticas entre las clases acomodadas de Europa durante los siglos XVIII y XIX.
Surgimiento de la orquideomanía
El interés por las orquídeas se despertó en Europa para 1731 cuando floreció la primera orquídea tropical del Nuevo Mundo, Bletia verecunda, en la colección del almirante inglés Charles Wager quien la obtuvo del Jardín botánico de Chelsea. Desde ese momento, se suscitó un interés sin igual por la adquisición y cultivo de orquídeas exóticas, en particular por los miembros de las clases sociales más acomodadas, quienes debían construir un orquideario como una obligación acorde con su estatus. De hecho, cuando una orquídea florecía en tales colecciones, el evento daba lugar a grandes fiestas y la noticia cubría las primeras planas de la prensa.
El comercio de las orquídeas realmente comenzó a ser factible con el descubrimiento del barco a vapor, a mediados del siglo XVIII, época del apogeo de la orquideomanía. Para satisfacer este consumo de orquídeas raras y exóticas, durante muchos años los recolectores profesionales provenientes en su mayoría de Francia e Inglaterra se dedicaron a saquear sin misericordia los bosques americanos, poniendo a muchas especies en peligro de extinción. Grandes compañías surgieron en el continente europeo, especializadas en la recolección y venta de orquídeas. Se armaron grandes y costosas expediciones a Asia y a las regiones tropicales de América. Estas expediciones duraban varios meses en mula a través de los bosques y montañas tropicales y meses en el océano, por lo que solo muy pocas de las orquídeas recolectadas lograban sobrevivir hasta su destino. Por algunas especies raras se pagaban grandes sumas; hay registros de una orquídea cotizada en 3.000 libras esterlinas, que significaba un poder adquisitivo que hoy se podría equiparar con 65.000 dólares americanos. Gracias a estos precios, algunos empresarios se volvieron millonarios en pocos años. Los amantes de la aventura viajaban a América y al lejano Oriente, ya no en busca de tesoros perdidos, minas de diamantes o del fabuloso Dorado, sino en busca de la legendaria orquídea azul o de una verdadera orquídea negra. El hábitat de las especies raras era un secreto celosamente guardado entre los exploradores. Por ejemplo, el único dato registrado del hábitat de algunas especies era tan escueto como "estribaciones en la Nueva Granada", virreinato que incluía a los actuales territorios de Panamá, Colombia y Ecuador.
A principios del siglo XX, no obstante, la era de la orquideomanía llegaba a su fin. El costo para calefaccionar los invernaderos en los que se debían cultivar estas plantas era extremadamente alto y la carestía energética -agudizada por la primera guerra mundial- dificultó el mantenimiento de los orquidarios privados. Con la depresión de 1929, el cultivo de orquídeas a gran escala definitivamente pasó a manos de empresarios comerciales.
Las orquídeas, en la actualidad
La venta de las plantas de orquídeas o sus flores cortadas es hoy en día una agro-industria masiva. Solo en Estados Unidos se vende al año más de un billón de plantas. Pero todas estas son plantas de orquídeas híbridas; esto significa que diferentes géneros y especies silvestres han sido cruzadas artificialmente para mejorar sus características, de acuerdo al gusto, tanto en color y tamaño como en forma, tiempo de floración y facilidad de cultivo.
Hay más de 120 000 híbridas registradas en el mercado y las orquídeas silvestres ya no tienen importancia en el comercio mundial.
Únicamente los centros de investigación botánica y un número muy reducido de orquideólogos se interesan todavía por el cultivo de especies silvestres. Esto es una pena, porque el cultivo es el único método que asegura la supervivencia de las especies en peligro de extinción, ya que su hábitat se encuentra seriamente amenazado por la agricultura extensiva.
Curiosamente, los ecólogos de los países industrializados, despistados de la evolución que ha sufrido el mercado mundial de orquídeas, deciden en 1976 firmar en Washington el Tratado Internacional de Protección de las Especies en Peligro de Extinción (CITES) en el cual, además de algunos animales, del sinnúmero de familias de plantas solo se incluyen las orquídeas, los cactus y las euforbias.
Las orquídeas solo se tomaron en cuenta, porque alguno de ellos leyó en algún libro que la Compañía Sanders exportó del Perú 17 000 plantas de Clattleya rex, poniendo a esta especie en aparente peligro de extinción. Pero se olvidaron de un detalle: eso fue hace 100 años. Hoy muchas especies de orquídeas están en peligro, pero muchas otras definitivamente no. La recolección de orquídeas silvestres en los bosques tropicales recién talados es una necesidad imperiosa, ya que la continua expansión agropecuaria asegura la total destrucción de los ecosistemas de las áreas no declaradas como naturales, y la extinción de las especies endémicas en los sectores bajo colonización es un hecho incuestionable.
Las asociaciones de orquideología tienen como objetivo el asegurar la supervivencia de algunos ejemplares de cada especie, ubicándolos ya sea en jardines botánicos o promoviendo el intercambio entre los miembros particulares de diferentes países, para que en el futuro los ejemplares de cultivo de especies extintas en la naturaleza, sean multiplicados ya sea por semilla o meristemáticament) y, bajo parámetros ecológicos muy rigurosos, haya la posibilidad de reintroducirlas en áreas protegidas que tengan condiciones parecidas a su hábitat original.
Este programa ya es extensivo con especies silvestres de Inglaterra, donde científicos de Kew Gardens están replantando en las áreas naturales miles de plantas de las especies de orquídeas que casi llegaron a su extinción en ese país.
Todas las personas naturales y jurídicas que deseen cultivar especies de orquídeas, así como reproducir y comercializarlas, requieren en cada caso de un permiso especial de manejo del Ministerio del Ambiente.
Esto es debido a que las orquídeas nativas están protegidas por las leyes forestales y de vida silvestre y el comercio y tráfico internacional de especies de orquídeas está regulado por el CITES.
El contrabando de especies de orquídeas a Estados Unidos esta penado en ese país con multas de hasta 250 000 dólares y hasta 5 años de prisión.
Las personas que quieren cultivar orquídeas en el Ecuador, ya sea en la ciudad o en la provincia, requieren de una patente y un permiso del Ministerio de Agricultura y Ganadería. Este mecanismo se instauró para evitar que estas sean incautadas y evitar también posibles sanciones penales que, como en todos los otros ciento setenta países signatarios del CITES, incluyen multas y prisión.
Para obtener estos permisos es necesario presentar un plan de manejo y es recomendable que la persona esté afiliada a una asociación de orquideología, como la de Quito, la Ecuatoriana de Guayaquil, la de Azuay o la de Loja.
Las leyes de Vida Silvestre en el Ecuador prohíben la colección de orquídeas silvestres, así como cualquier otra planta nativa, aun si estas se encuentran en propiedad privada.
Para poder colectar, reproducir o comercializar especies de orquídeas se requieren permisos adicionales. Una vez obtenidos estos permisos, los cultivadores también recibirán los necesarios permisos CITES otorgados en cada instancia por el Ministerio del Ambiente para que las plantas reproducidas puedan ser exportadas.
En el Ecuador solo hay dos empresas que tienen un permiso legal de comercialización de orquídeas y tres empresas con permisos temporales.
La mayor de estas empresas es Ecuagenera en Gualaceo, una de las más grandes y eficientes en Latinoamérica, que cuenta con 15 invernaderos con más de 2 000 diferentes especies e innumerables híbridos importados.
Las flores comercializadas son producto de su moderno laboratorio, donde se generan cada día miles de plantas.
Esta empresa que es familiar con los ganancias generadas en la última década, ha construido en su propiedad el colegio "Nuevo Mundo" para 700 estudiantes y está planificando la edificación de una futura universidad.