Francisco Esquembre
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Era un hombre de pueblo, un misionero devoto, un joven de 32 años y un patriota cubano.
Síntesis biográfica
José Francisco Esquembre y Gusmán nació el 28 de julio de 1838, en Santiago de Cuba. Allí cursó estudios en el Colegio Seminario de San Basilio El Magno hasta que se fue a la Habana, donde recibió las sacrosantas órdenes en 1861. Vuelve a la ciudad natal para ejercer de capellán de coro de la Catedral y secretario del Cabildo. En 1864 fue cesado de sus funciones por el arzobispo José Orberá y Carrión distinguido por la ojeriza al cero criollo. Dos años después, Esquembre pudo retomar de nuevo la sotana y pasó a la diócesis de la Habana. Se le nombró cura ecónomo de la iglesia de nuestra Señora del Rosario de Yaguaramas, en la jurisdicción de Cienfuegos.
A inicios de 1869, fuerzas del Ejército Li¬ber¬tador en la provincia de Las Villas ocuparon el poblado de Yaguaramas, donde el párroco de la iglesia de Nuestra Se¬ño¬ra del Rosario , padre Fran¬cisco Es¬quem¬bre y Guzmán, bendijo la bandera cubana enarbolada por los libertadores.
A inicios de 1869, fuerzas del Ejército Li¬ber¬tador en la provincia de Las Villas irrumpieron en el poblado de Yaguaramas, jurisdicción de Cienfuegos, y lo ocuparon. La acción tuvo significativa repercusión. Más que por el resultado victorioso de las armas cubanas, las autoridades coloniales se encolerizaron ante el hecho de que el párroco de la iglesia de Nuestra Se¬ño¬ra del Rosario de Yaguaramas, padre Fran¬cisco Es¬quem¬bre y Guzmán, bendijera la bandera cubana enarbolada por los libertadores y la causa de la independencia. En alentadoras palabras, convidó a los patriotas a no claudicar en el empeño. Para evitar la reacción del cuerpo de voluntarios dispuesto a lincharlo, sus superiores de-ci¬dieron trasladar a Esquembre a la parroquia de Nuestra Señora de la Merced, en Quiebra Hacha, Pinar del Río. El 24 de abril tomó posesión del puesto. Dos días después era conducido prisionero a La Habana, donde guardó prisión por algo más de un año. Trasladado a la cár¬cel de Cien¬fuegos, fue sometido a Consejo de Guerra verbal y condenado a la pena de muerte por el delito de infidencia. El 30 de abril fue ejecutado. Momentos antes del fusilamiento, reiteró a sus verdugos: “…Pido al cielo la bendición para Cuba y su bandera”. El periódico Diario Cubano, publicado en Nueva York, de¬dicaría a los pocos días una hermosa crónica al insigne patriota: “…Era una de esas almas para quienes la vida tiene poesía y encanto en todas las edades; que saben sufrir un día un gran dolor, pero que jamás sienten secarse el manantial de ilusiones de que el destino las ha llenado; que se apasionan por todas las ideas grandes y elevadas; que creen en la virtud de los hombres y en la santidad de los principios, y que antes de sacrificar uno solo de estos, prefiere perderlo todo, empezando por su existencia…”[1]
Trayectoria religiosa
Un dia como hoy, 30 de Abril, pero de 1870, fue fusilado en el playazo de Marsillán el Padre José Francisco Esquembre y Guzmán, natural de Santiago de Cuba y de 30 años de edad, párroco de Yaguaramas y Cumanayagua. Estando en ésta última bendijo la bandera de las cinco franjas y la estrella solitaria que enarbolaban los villareños que habían secundado el alzamiento de Céspedes y que le fuera llevada por el capitán mambí Marcelino Hurtado el 7 de Febrero de 1869. Por ello fue juzgado y sancionado a ser pasado por las armas. En las fotos el playazo de Marsillán varios años después de estos hechos y la tarja en la fachada de la Catedral que recuerda estos hechos.
Muerte
Ese día, en 1870, el Padre [José] Francisco Esquembre y Guzmán (1838-70), párroco de la iglesia de Nuestra Señora del Rosario, en Yaguaramas, fue fusilado por un pelotón de fusilamiento en Cienfuegos, por orden del gobernador militar de Las Villas, por el "crimen" de bendecir la bandera cubana y predicar un sermón a las tropas rebeldes en apoyo a la independencia. Antes de su ejecución, y como resultado de un juicio canónico en el que el acusado no estaba presente ni se permitía una defensa en su nombre, se ordenó al Padre Esquembre descongelar y privar así de la protección de la Iglesia. Esto no era una mera formalidad: existe un relato notariado de la ceremonia real, realizada en su celda de la cárcel, donde el ahora ex sacerdote fue despojado de sus vestiduras y entregado a las autoridades seculares, que ya habían determinado su destino.

