Ataque al Patrullero Escolta Baire
Ataque al patrullero Escolta Baire
El 17 de abril de 1961, al despuntar el alba, con armamento defectuoso, la joven tripulación de un buque cubano respondió dignamente al ataque aéreo de que fue objeto como parte de la invasión mercenaria, una agresión militar organizada y financiada por el imperialismo yanqui contra nuestro país.
Sumario
Heroismo en alta mar
A las cuatro de la madrugada del 17 de abril de 1961, el radiotelegrafista del patrullero escolta 203 Baire, fondeado a dos y media millas de la playa próxima al Reclusorio Nacional para Hombres —eufemísticamente llamado Presidio Modelo—, al norte de la entonces denominada Isla de Pinos, recibió la orden de alerta y de inmediato la comunicó al comandante y al personal de guardia.
Transcurridas poco más de dos horas, los tripulantes apostados en la cubierta vieron acercarse un avión con las insignias cubanas en la cola, hecho que inicialmente los confundió. Todo se esclareció cuando la nave comenzó a descender en picada sobre el mástil; entonces se ordenó el zafarrancho.
Desde su puesto de combate héroes anónimos enfrentaron la artera agresión militar organizada y financiada por el imperialismo yanqui contra nuestro país.
El buque
La embarcación, un cañonero de factura alemana construido en 1905, fue adquirida por Cuba dos años después, bautizada como Baire y destinada a la vigilancia costera en el tramo comprendido desde la Punta de Maisí hasta la bahía de Santiago de Cuba. En marzo de 1943, luego de varias semanas de reparación, fue botada nuevamente al agua transformada en buque patrullero escolta, con igual denominación. Para entonces su velocidad era de 22 nudos, contaba con dos motores diésel marca Hamilton, una ametralladora calibre 50, de doble propósito, y una antiaérea de 40 milímetros, y piezas de 20 milímetros cuyos muelles se encontraban muy dañados por el paso del tiempo, pues databan de la Segunda Guerra Mundial.
Una embarcación en estado deplorable
Días antes de la agresión, la jefatura del buque PE 203 Baire había sido asumida por el alférez de navío Antonio Reyes Domínguez, un oficial de academia, de 32 años de edad, a quien se le asignó la misión de situarse en las proximidades del presidio, en previsión de un desembarco en la isla.
“El buque se encontraba en tan mal estado que si con el pie se daba un golpe muy fuerte en la cubierta, esta prácticamente se hundía —explica—; su poder de maniobrabilidad era escaso, debido a que solo funcionaba uno de los dos motores Hamilton, gracias a las piezas extraídas del otro, y el departamento de máquinas estaba apuntalado con numerosos artificios destinados a aguantar las cosas.
“En el aspecto militar, las piezas de 20 milímetros eran muy viejas y de magazines grandes a los cuales era preciso dar presión, mediante un muelle, de modo que mientras se dispararan las municiones fueran entrando en la pieza, y esos muelles estaban prácticamente vencidos.
“El armamento no había sido probado. Cuando empezó el combate las piezas se atascaban porque los proyectiles quedaban atrapados en la recámara y, por consiguiente, no cumplían su cometido.
“La tripulación la integraban fundamentalmente grumetes muy jovencitos, entre ellos muchachos de la Asociación de Jóvenes Rebeldes que se entrenaban como aprendices; había algunos de más edad, entre ellos el jefe de máquinas”.
La agresión
Desde su camarote, situado justamente bajo el puente de mando, Reyes Domínguez sintió la señal de zafarrancho de combate y unos cuantos disparos realizados desde la propia embarcación.
“De inmediato me levanté y subí al puente, donde me encontré un panorama de muerte: de las dos ametralladoras allí instaladas, una la manipulaba Juan Alarcón Rodríguez, a quien un disparo alcanzó en la cabeza; a su lado, Gerardo Cárdenas estaba suspendido del arma con ambas manos porque tenía las piernas destrozadas.
“Fue preciso extinguir un fuego que se produjo en el cuarto de telegrafía.
Simultáneamente, Armando Ramos Velazco resultó muy mal herido cuando se dirigía de la popa hacia su ametralladora; poco después falleció.
“En primera instancia, el hecho de que los dos aviones llevaran las insignias cubanas confundió a los que estaban en cubierta, pero cuando las naves comenzaron a lanzar su mortífera carga y, como tras los ataques del día 15 a los aeropuertos estábamos en alerta, la riposta fue casi instantánea.
“Fui hacia el cañón situado junto al puente, pero un avión que entraba disparando me impidió subirme en él. Entonces, con el barco fondeado, me dirigí a la proa y liberé el freno del ancla para que la embarcación se fuera, pues no había tiempo para elevarla. Esta operación y la orden de arrancar el motor dada por el maquinista, propiciaron que un racimo de bombas lanzado por un avión en uno de los últimos pases, cayera a un costado del barco y no encima de él.
“Durante el ataque, de unos 10 minutos de duración, los dos B-26 se combinaron de tal modo que mientras uno se acercaba disparando, el otro, que acababa de pasar, iba a ocupar posición para el regreso. No perdían tiempo. De acuerdo con mis cálculos, hicieron cinco pases. Nos ametrallaron y bombardearon: el fuego de las ametralladoras fue el más efectivo; las bombas las lanzaron en el último pase.
“La actitud de todos fue muy patriótica, decididos a cumplir con su deber, no simplemente por hacer algo, sino por defender lo que era necesario preservar. Y se hizo con heroísmo”.
En auxilio de los agredidos acudieron el guardacostas 104 Oriente y una embarcación pesquera, en los cuales los dos muertos —los marineros Juan Rafael Alarcón Rodríguez y Armando Ramos Velazco, de 23 y 26 años de edad, respectivamente— y 11 heridos fueron trasladados a Nueva Gerona. El resto de la tripulación y el buque, este con múltiples perforaciones convertidas en vías de entrada de agua, fueron remolcados hacia el río Las Casas, donde encalló en el canal y finalmente se escoró sobre el costado de estribor.
Bajo el título Cronología de los eventos, una tabla desclasificada años atrás por la Agencia Central de Inteligencia (CIA) indica que en la referida fecha sobre esa región volaron los bombarderos B-26 números 930 y 985, pilotados por Cortina y Miralles, y René y Ardois, respectivamente, y todos se atribuyen el hundimiento del Baire.
Fuente
- Periódico Trabajadores, lunes 21 de febrero de 2011. Heroísmo en alta mar. Por Felipa Suárez Ramos.Fuente consultada: Milagros Gálvez Aguilera: Presencia de la Marina de Guerra Revolucionaria en Girón, impreso por el Centro de Información para la Defensa, del MINFAR, en el 2006.
- www.trabajadores.cu
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