Carta a mi mujer
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Sinopsis
La obra póstuma de Francisco Umbral en la que rinde homenaje a su mujer. Con la belleza de su mejor prosa poética, FranciscoUmbral, describe su vida y la de su mujer en los primeros ochenta, cuando aún viven en Madrid y acaban de comprarse una casa en las afueras, La Dacha. Bellas descripciones del jardín son el escenario en el que se disecciona su matrimonio y, en esencia, todos los matrimonios, la convivencia, con su complicidad y su distancia.
«No debieras leer, María, este capítulo, para no saber que eres feliz cuando lo ignoras, porque entonces lo sabrías y se estropearía el encanto. Pero aquella niña de los pinares adolescentes, que iba para nada, que luego se me extravió en Madrid, aventura en que yo mismo la metí, es de nuevo una criatura natural, hembra y sencilla, que riega los ciruelos con fervor.»
Prólogo
El coche viejo, quiero decir, amor, ya me entiendes, el viejo, el citroen GS, ya sé que esta palabra, citroen, se escribe con diéresis en la e, debe ser alemana, diéresis o crema, nos decían en la escuela, qué risa, cómo nos reíamos, diéresis o crema, una palabra tan difícil y otra tan graciosa, pero como a lo mejor lo escribo muchas veces, aquí, citroen me refiero, y no quiero cansarme poniendo diéresis o crema cada vez, todas las veces, lo dejaremos así, castellanizado, el coche viejo, quiero decir, amor, tú ya me entiendes, el viejo, o sea el citroen GS (luego salieron otros citroen mejores, a ver, cada año un modelo nuevo, para que la gente siga consumiendo: lo mismo pasa con mis máquinas de afeitar philis), el citroen GS, como sabes, lo trajimos el otro día de Madrid, que llevaba varios meses aparcado en la calle, que no le daban plaza en el garaje, abollado, con una puerta desajustada, como una barcaza en la que hemos cruzado el anchuroso río de diez años o así. Yo te lo había dicho, vamos a llevarnos el GS al campo, allí lo guardamos y cuando quieras lo sacas y lo arreglas, ¿te acuerdas que te lo había dicho?, y la otra tarde, viniendo de Madrid en el GS, crema y negro, con tapicería azul, todo secretamente desencajado, secretamente rasgado sin desgarraduras demasiado visibles, yo vi estos diez últimos años de nuestra vida, que tiene siglos (y eso lo sabes y lo sientes y lo dueles igual que yo), en este nuestro primer y fastuoso coche. Cuando lo compramos, me acuerdo, en la casa central de la citroen en Madrid, por Doctor Esquerdo o así, había niños provisionales y amigos confusos, y recuerdo también que llevé el dinero en dinero y lo estuvimos contando con la señorita, que era como comprar un rebaño de mulas, que ahora la gente, ya lo sabes, paga estas cosas, los coches y todo esto, mediante tarjetas, créditos, transferencias y líos. El dinero ha desaparecido del mundo, porque todos nos avergonzamos un poco de él (qué conclusión tan moralista y necia), se está perdiendo el tacto sucio y grato de los billetes, como la humanidad perdió el tacto solar del oro y el tacto frío de la plata. El dinero empezó siendo una abstracción materializada, nunca ha sido otra cosa, y ahora desaparecen todas sus corporalizaciones y vuelve a ser eso, un concepto, una tarjeta y una firma. Ya no se ve el dinero y hasta empieza a resultar obsceno, ahora que tenía su pátina de millonarios y pescaderas. Sabes que yo, amor, sigo pagando en dinero, en billetes. Lo que quería decir es que compramos aquel coche, este coche, el viejo, el citroen GS, con tanta ilusión, lo estrenamos con tanta alegría, viajamos en él ni- ños muertos y vivísimas niñas de oro negro, y tus manos pequeñas, amor, aún eran inseguras sobre aquel enorme volante negro de autobús. Eras como un niño pilotando un crucero. Y algún golpe nos dimos, ya te acuerdas. Bueno, pues ya no hay nadie, ya no hay gente, ya no hay niños ni niñas, nos cambiamos de coche, este que llevas ahora, como más afilado hacia la muerte, «no, el citroen lo uso para el trabajo», me decías, hasta que empezaste a dejarlo en el garaje, y luego te dijeron que en el garaje no había sitio para dos coches, y entonces lo aparcaste en la calle en batería, y allí ha estado meses y meses. Qué coche inaugural, el que compramos, y qué muerte la suya, o qué abandono, diez años más tarde, más o menos, ni siquiera lo veíamos entre los otros coches de la calle, como si no fuera nuestro. «Pues
todavía corre, no te creas, habría que hacerle revisión total», me decías en la venida.
Datos del autor
Francisco Umbral nació el 11 de mayo de 1935 en Madrid, y desde los años sesenta se dedicó, profesionalmente, a la literatura y el periodismo. Se le ha definido como «el mejor prosista en castellano del siglo». Su novela Mortal y rosa (1975) es considerada una de las obras maestras de la segunda mitad del siglo xx. La obra de Umbral ha merecido, entre otros reconocimientos, el Premio Mariano de Cavia, el Premio González Ruano de Periodismo, el Premio de la Crítica, el Premio Nadal con Las ninfas, el Premio Príncipe de Asturias, el Premio Víctor de la Serna, el Premio de Novela Fernando Lara con La forja de un ladrón, el Premio Nacional de las Letras y el máximo galardón en lengua castellana, el Premio Cervantes. Entre el resto de sus obras destacan Un carnívoro cuchillo, Los helechos arborescentes, El socialista sentimental, Madrid, tribu urbana, Trilogía de Madrid, La leyenda del César visionario, Diario político y sentimental, Historias de amor y Viagra, El hijo de Greta Garbo, Un ser de lejanías, Cela, un cadáver exquisito, Los metales nocturnos, Días felices en Argüelles y Amado siglo xx. Murió en Boadilla del Monte (Madrid) el 28 de agosto de 2007.
Fuentes
• Francisco Umbral, Carta a mi mujer. Editorial Austrial 2014.
• https://www.planetadelibros.com/libro-carta-a-mi-mujer/116703
• https://www.planetadelibros.com.
• www.editorial.planeta.es



